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Transcript
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Y la pregunta es esta, ¿qué tan bueno tengo que ser para llegar al cielo? Así que vamos con la ilustración. Empezamos con tres hombres. Estos tres hombres los podemos encontrar en el mundo, en cualquier país, en cualquier ciudad. Vamos a conocer quiénes son estos tres hombres. El primero es el que está aquí, a la izquierda. El hombre número uno. Y ese hombre es un ladrón y es un drogadicto. Le hace mucho mal a muchas personas. Se mete a robar casas, asalta en el transporte público. O sea, a cualquiera que le preguntáramos, nos diría que este hombre es un gran pecador, ¿no? Que este es un hombre malo, que es un hombre que merece estar en la cárcel. Oye, ¿y merece ir al cielo? Híjole, pues cómo, ¿no? Anda asaltando a la gente en el transporte. Todos lo pondríamos en la categoría de malvado. Pero aún este hombre malvado tiene algunas personas que no lo ven tan mal. Porque probablemente este hombre de la izquierda le gusta ayudar a los niños de la calle. A lo mejor roba en el metro, a lo mejor asalta en la micro, pero después de esa lanita que se robó, pues va y le da de comer a unos niños de la calle que conoce, ayuda a algunas personas necesitadas y con eso calma su conciencia. O sea, algunas cosas buenas sí hace. Entonces hay personas, tiene amigos, tiene familiares que lo quieren, que incluso te dirían que es buena persona, y que dentro de lo malo, pues no está tan mal. Hay cosas buenas y malas de él, ¿no? Bueno, ese es el primer hombre. El segundo hombre es un hombre trabajador. Es un hombre trabajador, un buen miembro de la sociedad. No cree en la Biblia. No cree en la Biblia, es ateo, no cree en Dios, no va a la iglesia, no le interesa nada de eso, de las cosas de Dios. Pero es un hombre trabajador. Sus vecinos lo quieren. Si fuéramos a hablar con sus vecinos y les preguntáramos acerca de él, nos dirían, no, ese es un buen vecino. El otro día me ayudó. Yo estaba bajando las cosas del súper y andaba muy cargado y, oye, vecino, y se me acercó y me echó la mano. El otro día le pedí, este, una herramienta prestada. Me la prestó y ni siquiera me la volvió a pedir. Es un buen hombre, ¿no? Ayuda a cualquiera que le pide ayuda, dona la caridad de vez en cuando, da una lana al teletón, ¿no? Este, cuando ve a los que están boteando para la Cruz Roja, pues ahí pone sus moneditas, cumple con sus obligaciones como ciudadano, o sea, paga sus impuestos, no se mete con nadie, con nadie tiene problemas, y además, trata bien a su familia. Trata bien a su familia, pasa tiempo con sus hijos, les provee, pues, hasta donde él puede, la mejor vida posible, y pues es un cuate que le cae bien a todo mundo. Ese es el segundo hombre. El tercer hombre es un hombre que busca a Dios sinceramente. Él afirma su sinceridad hacia Dios, busca a Dios, va a la iglesia, lee su Biblia, trata de hacer el bien. Además de ser trabajador, es un buen padre de familia, un buen vecino, quiere servir a Dios, viene a limpiar, siempre sube la mano en la iglesia, siempre quiere ayudar, pero no es perfecto. No es perfecto, es un buen hombre, es un hombre que va a la iglesia, que busca a Dios, pero no es perfecto. A veces se enoja además, a veces se deja llevar por su enojo. A veces algún maleante en el tráfico le corta el paso y lo empieza a insultar y se enoja y permite un enojo desenfrenado. A veces es impaciente. Este, y da lugar a la impaciencia con la familia o en el trabajo. A veces batalla con la soberbia, es un buen hombre, pero también a veces voltea a ver su propio ejemplo y piensa, pues no estoy mal, ¿no? Soy un buen hombre. Es decir, tiene todo lo que tiene el segundo, pero además busca a Dios, es un hombre religioso. Quiere incluso ser un hombre perfecto. La idea aquí es que el segundo hombre tiene el doble de santidad y justicia que el primero. Y el tercero tiene el doble que el segundo. ¿Alguno podrá entrar al cielo? O sea, en base a lo que acabamos de escuchar, si estos tres mueren hoy, se presentan ante Dios, ¿alguno podrá abogar bien su caso y entrar al cielo? ¿Alguno de estos tres alcanza la cuota para comprar su entrada? Pues vamos a ver, hay un pasaje al final de la Biblia que nos describe el cielo. Leemos en Apocalipsis capítulo 21, versículo 11, que el cielo tiene la gloria de Dios Y su resplandor es semejante a la piedra más preciosa, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal. Y dice que la ciudad, si nos vamos al versículo 23, dice que la ciudad, el cielo, no tiene necesidad de sol ni de luna para que resplandezcan en ella, porque la gloria de Dios la ilumina, y el cordero es su lámpara. Y si vamos al versículo 25, dice que sus puertas nunca serán cerradas de día, pues ahí no hay noche, no habrá noche. Entonces este es un lugar fantástico, lleno de la gloria de Dios, pavimentado en oro, un lugar increíble. Pero el último versículo del capítulo nos describe o más bien nos condiciona a los que podrán entrar a ese lugar. El versículo 27 dice que jamás entrará en ella cosa impura o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. jamás entrará algo impuro al cielo. Ni algo que mienta, ni algo que haga el mal. Entonces, el criterio es bastante estricto, al parecer. Nada impuro. Sólo pueden entrar cosas y personas puras. Con un solo error, con un solo pecado, ya no puedes entrar. Ya no te van a abrir las puertas cuando cruces el río de la muerte. Si tú has mentido, ya no vas a entrar. Si alguna vez has hecho el mal, No entras. No te van a abrir las puertas. Entonces, ¿alguno de estos calificará? ¿Alguno llegará con Dios y le dirá, mira, Señor, he aquí mi vida? ¿He aquí mis calificaciones? ¿He aquí todo lo que he hecho? El tercer hombre, Señor, he sido sincero, te he buscado con sinceridad. ¿Le abrirá la puerta a Dios? ¿Le dirá? ¿Sabes qué? Tienes razón. Diez. Calificaste. Pásale, por favor. No. No. Vemos en Santiago, capítulo 3, versículo 2. Todos ofendemos en muchas cosas. Todos ofendemos en muchas cosas. Como está escrito, no hay justo ni a un uno. Romanos 3 10. Todos ofendemos en muchas cosas. No hay justo ni siquiera a uno. Santiago 2 10, ahí mismo donde están. Porque cualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un punto, se hace culpable de todos. Para Dios, un solo pecado es suficiente para declararte impuro, para que seas culpable de todo, de ofender en todo, y por lo tanto, no entras, no entras al cielo. Oye, pero a ver, o sea, yo soy el hombre número tres, sincero, entregado, Quiero agradar a Dios, cuido a mi familia, doy a la caridad. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo. ¿Qué más puede pedir Dios de mí que mi mejor esfuerzo? Yo tengo que alcanzar. La respuesta es no. La acabamos de leer. Si lo que tuviéramos que hacer para entrar al cielo fuera nadar de la costa de Cancún a las playas de Australia, ¿qué importa que el primer hombre puede nadar dos kilómetros y el segundo cuatro y el tercero seis? Si lo que hay que hacer para entrar al cielo es nadar de la costa de Cancún a la costa de Australia. No importa. No importa. Lo mismo pasa con el cielo. Dios exige esa línea de hasta arriba. La vida perfecta. La vida perfecta. La justicia perfecta. Exige perfección. Nadie es perfecto. Entonces, ¿quién podrá ser salvo? Si el tercero no puede. Estamos en graves problemas, ¿no? Bueno, la Biblia dice que sólo hay un hombre que cumple con la perfección que Dios requiere, sólo hay uno. Leemos en Hebreos que Cristo, el Dios hombre, Cristo es el resplandor de su gloria. el resplandor de la gloria de Dios y la expresión exacta de su naturaleza. Cristo es puro, Cristo es perfecto, es el resplandor exacto, total, glorioso de Dios, la expresión exacta de la naturaleza perfecta de Dios, sin mancha. Leemos en Juan, capítulo 8, que Cristo es el único que puede retar y preguntar, en Juan 8, 46, ¿Quién de vosotros me redargulle de pecado? Cristo invitaba públicamente. Decía, ¿Quién puede decir que a mí me hallan en un pecado? Que a mí me cachan en algo que no debía de hacer. Que haya alguna mancha en mí. Nadie. Nadie pudo redargüirlo de pecado. Fue perfecto. Nunca pecó. Su obediencia abarca dos aspectos. Su obediencia pasiva y su obediencia activa. La obediencia pasiva de Cristo es que nunca hizo algo prohibido. Nunca infraccionó la ley de Dios, nunca mintió, nunca hizo nada de lo que no debía de hacer. Y su obediencia activa es que nunca falló en hacer algo que debía hacer. Pecados de comisión y pecados de omisión. Nunca cayó en un pecado de comisión, hacer algo prohibido, y nunca omitió hacer algo que Dios le había mandado hacer. Esa es su obediencia pasiva y activa. Entonces, la Biblia dice que sólo hay un hombre. Cristo es el único que cumple con el criterio para entrar al cielo. Nadie de nosotros cumple. El primer hombre no cumple, el segundo hombre no cumple, el tercer hombre tampoco cumple. Pero las buenas noticias del Evangelio es que nosotros podemos tener esa justicia y esa vida perfecta de Cristo. Vemos en Filipenses capítulo 3, versículo 8 y 9. Ciertamente aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo todo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en Él. Este versículo 8 es la descripción de alguien que ha creído en Cristo para salvación. Es la descripción de alguien que se ha entregado a Él como su Señor. Todo lo demás es insignificante para un creyente. Estamos dispuestos, alguien que ha creído realmente en Cristo y se ha entregado realmente a Él está dispuesto a perder cualquier cosa terrenal. por tener a Cristo, por ser hallado en Él. Es alguien que estima todo lo demás. Comparativamente, no hay nada que diga, sí quiero a Cristo solo, pero esto no lo puedo soltar. Sí quiero a Cristo, pero de este pecado no me puedo arrepentir. El creyente verdadero puede decir que en comparación con Cristo todo lo demás es basura. Si tuvieras que escoger entre algo en tu vida y Cristo, tu cosa favorita, Cristo. Entre alguien y Cristo, Cristo. Todo es Cristo. Cristo es lo más valioso que tiene el creyente. Creemos que él nos salvó, que ahora es el dueño de nuestras vidas. ¿Y cómo lo sabemos? Si creemos este versículo. Si este versículo me describe a mí, creo en él. Y es algo profundo, porque muchas personas dicen que creen en Cristo, pero si Cristo les pidiera lo más precioso de su vida, si Cristo les pidiera su hijo, como le pidió a Abraham su hijo Isaac, serían, oh, espérame tantito, ¿no? O sea, sí, creo, pero no vayamos demasiado lejos, ¿no? Ese no es un creyente. Ese no es un creyente. El resultado de todo eso, lo que acabamos de leer, es que yo ya no trato de salvarme por mis propias fuerzas, ni mis propias obras, ni mi propia justicia. Leemos que el creyente, versículo 9, el siguiente versículo, ya no tengo mi propia justicia, que es por la ley. He creído en Cristo, me he entregado a Cristo. El versículo 8 me describe a mí, por lo tanto, yo ya no confío, yo ya no voy a llegar al cielo a decir, Señor, pues mira, mira todas mis buenas obras, mira todo lo que he hecho. Ya no tengo mi propia justicia que es por la ley, sino la que es por la fe en Cristo. La justicia que es de Dios por la fe. La Biblia enseña la justificación por fe. Y el último texto, según de Corintios, enseña la justificación por fe. Al que no conoció pecado... ¿Quién es el único que no conoció pecado? Ya lo vimos, ¿no? Cristo. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado. lo castigó en la cruz por nuestros pecados para que nosotros fuéramos hechos justicia de dios entonces si estoy en cristo al morir al presentarme ante dios para ser juzgado por él dios ve al hombre uno no, ya no lo ve y si soy el hombre dos no, tampoco lo ve y si soy el hombre tres tampoco lo que ve es la justicia perfecta de cristo puesta en mi cuenta, como si yo la hubiera vivido yo mismo, como si yo estuviera vestido por un manto de justicia de Cristo, que eso es lo único que Dios ve ahora, ya no ve al hombre tres, ni al dos, ni al uno, ve ese manto de justicia que me dio Cristo, por haber creído en Él, por haberme entregado a Él, ve que Cristo ya pagó por todas mis faltas y mis pecados, y me ve, yo soy este, pero realmente me ve del otro lado, me ve como si yo fuera Él, con una justicia perfecta, excelente, sin mancha, ¿Y esas son las buenas nuevas del Evangelio?
Que tan bueno tengo que ser?
Series El Evangelio Básico
¿Qué tan bueno tengo que ser para llegar al cielo? Una explicación básica sobre el Evangelio, breve y fácil de compartir. Incluye una ilustración en PDF.
Sermon ID | 931932838638 |
Duration | 13:24 |
Date | |
Category | Bible Study |
Language | Spanish |
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