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Muy buenos días, hermanos. Es un gozo estar aquí reunidos para compartir sobre la palabra del Señor. Este Señor tan bueno y bondadoso que nos cuida, nos protege y nos da tantas bendiciones. El tema en esta mañana es santificados, ¿para qué? ¿Santidad para qué? La santidad no es solo para el pastor y los diáconos o para los líderes de la iglesia, es para todos nosotros. Vamos a examinarlo y revisarlo en esta oportunidad. El resumen es el siguiente. Voy a hacer una pequeña introducción y vamos a hablar del Dios de paz, de la santidad en sí, de la madurez que debemos tener, de nuestra identidad como cristianos, que debemos ser irreprensibles y sobre la venida de Cristo. Y el texto base para este sermón está en I Tesalonicenses capítulo 5, versículo 23. La carta a los tesalonicenses era para la iglesia que estaba en la ciudad de Tesalónica. La ciudad de Tesalónica fue fundada en el año 315 antes de Cristo. La ciudad de Tesalónica estaba ubicada junto a la vía Ignacia. Este es un mapa en el cual pueden ver ustedes la ciudad de Tesalónica aquí. Esto es Grecia y aquí está Tesalónica. La vía Ignacia es la línea que está en color rojo. Era una vía comercial que unía hacia menor con Italia. Además, era una vía militar también. Tesalónica, además, era un puerto y era la ciudad más importante en esta línea. Entonces, esta comunicación así de Tesalónica ha sido un gran beneficio económico, comercial, artístico. En el año 146 a. C., la ciudad de Salónica fue nombrada capital de Macedonia y en el año 42 a.C. fue reconocida como una ciudad libre en recompensa a la ayuda que los ciudadanos de Tesalónica dieron al general Marco Antonio y a Octaviano, quien posteriormente llegó a ser Augusto, en la batalla de Filipos. Entonces, Tesalónica era la ciudad más grande de Macedonia. Aproximadamente vivían 200.000 personas en esa ciudad de Tesalónica. Muchos de ellos eran romanos y judíos. Era un centro comercial artístico. Pero los griegos y los romanos tenían una moral muy, muy baja. Ellos consideraban absurda, por ejemplo, la castidad. Eran idólatras. Le tenían horror a la muerte. Condenaban lo correcto y aprobaban lo incorrecto. No sé por qué me parece algo conocido esa situación hoy en día. Pablo, en Tesalónica, llegó y predicó tres fines de semana. Muchos griegos creyeron, algunos judíos también, y nació la iglesia tesalónica. Pero apenas nació, fueron rechazados y hostilizados hasta el punto que la vida de Pablo peligraba y tuvo que escapar, dejando una iglesia con creyentes nuevos, solo tenían tres semanas, que tenían la mínima enseñanza cristiana. Y esos creyentes nuevos sufrieron persecución, pero se fortalecieron en su fe y extendieron la fe a otros lugares de la región. Entonces, Pablo, al haber huido desde Atenas, envía a Timoteo para que indague cuál era la situación de los hermanos en Tesalónica. Y Timoteo le informó que los hermanos estaban firmes, creciendo en la fe, pero necesitaban enseñanza. Entonces, ¿qué quería Pablo para los tesaloricenses? les escribió una carta, la primera carta a los tesalonicenses, y fue escrita desde la ciudad de Corinto aproximadamente en el año 51 52 después de Cristo, es decir, solamente 20 años después de la muerte y crucifixión y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Por ser tan temprano, es prácticamente el tercer libro en antigüedad del Nuevo Testamento. Y en esta carta, Pablo le dice a los tesalonicenses, por si acaso, mi salida repentina de Tesalónica no es por falta de amor a ustedes. Y además les ruega, les exhorta a que se alejen de la inmoralidad sexual y les aclara una serie de confusiones sobre el tema de la resurrección y la segunda venida de Cristo. Entonces esta carta se ubica más o menos en lo que históricamente en el libro de Hechos son los capítulos 17 y 18 que narra sobre Pablo en Tesalónica, Pablo en Berea, en Atenas, en Corinto, la historia de Priscila, Aquila y Apolos. Y Pablo les ruega que se mantengan sanos en la fe, que caminen, sigan creciendo hacia la madurez, que se mantengan firmes porque la batalla espiritual continúa. que tienen áreas que limpiar, que no descuiden sus responsabilidades. Que hay pruebas, que habrán pruebas, pero que sigan firmes hasta que vuelva Cristo. Les dice, somos familia en Cristo. Las dificultades van a existir siempre, porque en todo grupo humano hay dificultades. Y si somos cercanos y nos tratamos como familia, más fácilmente van a saltar las dificultades. Y si son de contextos diferentes, diferentes educación, diferente moral, diferentes culturas, trasfondos diferentes, va a ser difícil ponerse de acuerdo para convivir Y Pablo les exhorta a que trabajen, que sirvan, que lideren, que enseñen la verdad en la palabra y en obra, que vivan en paz, que cuiden la unidad, que peleen la buena batalla, que se cuiden unos a otros, que se amonesten, que se alienten, que se sostengan, que no paguen mal por mal, que sigan el bien, porque el Espíritu Santo mora en cada uno de ellos. Y aunque estén en cuerpos debilitados por el pecado, y aunque vivan en un mundo caído, tenemos victoria sobre el pecado y la muerte, aunque seamos susceptibles a su influencia. Y primero en Tesalonicenses, el capítulo 5, desde los versículos anteriores, porque el versículo central va a ser el 23, pero en los versículos anteriores, desde el 12, Pablo les está diciendo, les rogamos que en el versículo 13 le sigue rogando más en el versículo 14 le dicen les rogamos que en el versículo 15 dice miren que asegúrense en el versículo 16 dice En el versículo 17, orad. Versículo 18, dad. El versículo 19, no hagan esto. Versículo 20, no hagan el otro. Versículo 21, examinadlo todo, pónganlo en prueba. Versículo 22, absteneos de estas cosas, eviten estas cosas. O sea, Pablo está dándoles instrucciones. Y así llegamos al versículo 23. Vamos a ver. Padre bendito, gracias, Señor, por esta oportunidad de compartir tu palabra. Vamos a hablar sobre un solo versículo, Señor, pero pedimos que sea poderoso, que hable a nuestros corazones y nos ayude a entender la importancia de la santidad en nuestras vidas. Señor, que no sean mis palabras, sino las tuyas. En nombre de Cristo. Amén. Primero de Tesalonicenses 5, 23. Empieza diciendo, y el mismo Dios de paz, Dios es la fuente de nuestra paz, porque Él inició nuestra santificación. Y como Dios inició la santificación, nosotros respondemos a ella. Es decir, la santificación no parte de nosotros, parte siempre de Dios. Y es difícil tener una relación con el prójimo. Es difícil confiar en Dios estar gozoso, orar, agradecer siempre, leer la Biblia todos los días, abrazar el bien, abstenerse del mal. Y Dios, que es fuego consumidor, que no puede ver la maldad, que aborrece al pecado, también es un Dios de paz. Y Él aproviso un camino de perdón y de paz para con nosotros. En la cruz derramó su ira, sobre sí mismo, tomando nuestro lugar. Cumplió su justicia perfectamente al castigar el pecado de toda la humanidad sobre su hijo Jesucristo. Y no vino a condenar, sino a salvar todo lo que estaba perdido. Dios es el iniciador, es el autor y es el consumador de nuestra fe. Dios, el cielo, es el que se acercó a nosotros. Dios pagó por nosotros. Su mano misericordiosa nos alcanzó y nos levantó cuando vivíamos miserablemente como mendigos, cuando no teníamos nada que ofrecer, cuando vivíamos sucios en el pecado, enfermos, con llagas, desfalleciendo, muertos espiritualmente. Él nos vio con amor, con misericordia. Él vino a la tierra. ensució sus manos, nos levantó de nuestra situación de podredumbre, hizo la paz con nosotros, nos reconcilió con él. Eso, eso es el cristianismo. No es cuando el hombre busca a Dios, eso es religión. El cristianismo no es reglas para portarme bien y ser aceptable ante Dios que tal vez Él me perdone. Todas las buenas obras de la humanidad Todas las buenas obras de todos los tiempos no alcanzarían para que nosotros podamos huir ni siquiera un milímetro hacia el cielo. Un solo pecado, un solo pecado es suficiente para condenarnos y nadie busca a Dios. Todos nos hemos descarriado, todos le dimos la espalda, todos nos alejamos de Él lo más posible, pero Él nunca nos abandonó. Él nos buscó como buen pastor que es, para salvar lo perdido. Él creó las condiciones de paz cuando nosotros lo odiábamos con hostilidad. Él se humilló, dejó su trono, se hizo como uno de nosotros, se encarnó en un cuerpo como el nuestro, un cuerpo que suda, un cuerpo que se cansa, un cuerpo que sufre dolor, angustia. Jesucristo fue de nuestra estatura, anduvo a pie, Se puso el yugo con nosotros. El Rey Eterno se humilló para hablar a los corazones de personas necias como tú y yo. El único camino al Padre es Jesucristo. No es Mahoma, no es Buda, no es ningún líder religioso, no es ningún filósofo, porque ellos jamás podrán hacer nada por nosotros. Ellos están en el mismo problema que nosotros. Solamente Dios puede atravesar ese abismo del pecado y reconciliarnos con él. Dios unió lo que estaba separado. En él está nuestra seguridad. Amamos a Dios y al prójimo, pero como consecuencia de que Dios nos amó primero, de que conocemos a Dios, que Dios es un Dios de paz. El versículo 23 sigue diciendo, el mismo Dios de paz os santifique. Para la tradición, un santo es una persona tan buena que se le concedió un poder especial, un poder milagroso o una influencia especial con Dios para que a través de él o de su intercesión pueda solucionar necesidades o peticiones. Ellos piensan que un santo es una persona perfecta, sin error, alguien que se porta bien y por lo tanto se cree que es mejor que los demás, que logró por su propia fuerza portarse bien y ser bueno. Pero vamos a ver lo que realmente significa ser santo. Santificar es separar para Dios, apartar para Dios. ser diferente a lo común y corriente, dedicado, reservado para alguien, para su servicio, algo sagrado o consagrado. Entonces, la palabra santificar significa apartar para un propósito específico. Tal es así que, por ejemplo, los paganos griegos utilizaban la palabra santuario para sus ídolos porque estaban apartando ese lugar para ese propósito específico. apartar algo para alguien, darle un único propósito, vivir, servir para ese alguien o para lo que fue apartado. Vamos a ver un ejemplo. Ven ustedes ahí un bisturí. Saben lo que es un bisturí. Es una cuchilla especial muy afilada que se utiliza para operaciones. El bisturí tiene tanto filo que puede cortar la carne e inclusive hacer operaciones muy delicadas en el cuerpo. Pero un bisturí también sirve para abrir sobres. También puede servir para cortar la cebolla. También puede servir para cortar la carne. Pero eso no es bueno para el paciente. Tampoco tú te comerías algo que haya sido cortado con un bisturí que después que cortó un tumor canceroso, ¿no es cierto? Entonces, el bisturí tiene un propósito específico. y permanece en un lugar, recibe un trato especial por el tipo de trabajo que realiza, debe mantener un buen filo, debe ser esterilizado. Ese bisturí está santificado para el doctor. Ese bisturí está al servicio de ese doctor y no para ninguna otra cosa. La santidad tiene dos sentidos. de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia Dios. Vamos a ver un ejemplo, el del matrimonio. Yo escogía a mi esposa. Bueno, al menos eso es lo que yo creía. Digamos que fue así. porque el varón es el que debe iniciar, ¿no? Y es el responsable ante Dios. Entonces, el varón dice, esta damita la quiero y la aparto para mí. No quiero que ningún otro hombre la tenga, la santifico para mí. Y ella responde en igual manera, voluntariamente ella se aparta para mí, por amor. Ella responde santificada apartada en cuerpo en mente y en alma para mí y ambos dedicamos nuestras vidas el uno para el otro el pacto matrimonial nos convierte en uno solo yo estoy comprometido con ella y no puedo tener un corazón dividido mi corazón debe ser solamente para ella Y no debo sacar a mi esposa de mis afectos, porque eso atentaría contra el pacto de santidad que hicimos de apartarnos de todos los demás para dedicarnos exclusivamente el uno al otro. Entonces, Dios me apartó para él. Le pertenezco a Dios. Sirvo a sus propósitos. como el bisturí, esterilizado, afilado y listo para ser usado para un propósito especial. Por la gracia y por el poder de Dios, somos transformados a su imagen. Al mismo tiempo, como iglesia, como esposa, como redimidos, decidimos por amor apartarnos para Dios. Entonces, Dios continuamente me separa más y más del pecado al que antes pertenecía, porque antes éramos esclavos del pecado. Nosotros estamos santificados a la muerte, a las tinieblas, a Satanás. Servíamos a sus propósitos. Pero desde que Cristo nos rescató, esto ya no es más así. Ahora estamos apartados y santificados para Dios. Y la santificación tiene tres aspectos. Posicionalmente, cuando Cristo nos salvó. Dios nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús. Ya lo hizo. Posicionalmente nosotros ya somos santos. La voluntad de Dios es que seamos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Cristo ofrecido una vez para siempre. Ya sucedió. Dios nos separó. Dios nos apartó para Él. Dios nos rescató del dominio del pecado, de la oscuridad espiritual, y nos ubicó en el reino de su justicia y de su luz, dándonos una nueva naturaleza. haciéndonos morada de Dios en el espíritu y vistiéndonos de la justicia de Cristo. Dios ya no nos ve como pecadores. sino nos ve santificados, porque en Cristo somos declarados santos. Entonces ese es el primer aspecto de la santidad. Posicionalmente somos santos. El segundo aspecto de la santidad está en la glorificación, que es la santificación final. Cuando Dios nos libre del pecado, cuando nuestro cuerpo reciba una nueva naturaleza gloriosa, Seremos libres de la carne débil y miserable y seremos transformados para siempre a la imagen de Dios como una esposa sin mancha y sin arruga. Somos ciudadanos del cielo. ¿Qué pasaporte tienes? ¿De Estados Unidos o de otro país? Bueno, ya tenemos el pasaporte del cielo. Somos ciudadanos de la patria celestial donde vive Jesucristo y anhelamos que Él regrese. porque él transformará nuestro cuerpo con el mismo poder con que él domina todas las cosas en este momento. Entonces, el segundo aspecto de la santidad es la glorificación final cuando nos reunamos para siempre con Dios. Y el tercer aspecto de la santidad nos va a tomar un poquito más de tiempo. La gracia de Dios va conformando nuestros corazones al corazón de Cristo. Por ejemplo, los esposos, por amor mutuo, se esfuerzan por respetarse, por ser fieles, viven para el bien del otro, como Cristo. Y cuando uno se casa, ya tu trabajo, tu esfuerzo, tu tiempo libre, tu diversión, inclusive, ya no es como lo hacías antes cuando eras soltero. Ya cambió. Ahora eres casado. Ambos están comprometidos. a cuidarse, a amarse, a protegerse, a servirse para el bien del matrimonio. Esto requiere un esfuerzo diario, una decisión por amor, sacrificios, mirar por el otro, pero produce resultados hermosos en la relación, en la amistad, en la comunión, en la intimidad, en la plenitud. Hay gozo, hay confianza, lealtad, hay propósito por practicar ese amor de Dios. Entonces, Dios, que es santo, nos apartó para él. Él es fiel, aunque nosotros fallamos, pero por el poder del Espíritu Santo, nos esforzamos en conformarnos a la imagen de Cristo, en ser suyos solo para él. Porque portamos el nombre de Dios, anunciamos su gloria y su majestad, llevamos su imagen, Nuestro carácter, nuestra conducta, nuestros gustos, nuestras palabras, nuestras obras deben mostrar la imagen de a quién amamos y a quién pertenecemos. Mi esposa siempre tendrá algo de sus padres y yo siempre tendré algo de mis padres. Pero juntos conformamos una nueva familia y algo de nosotros ya no se parece ni a una ni a otra familia. Yo comienzo a parecerme a ella y ella comienza a parecerse a mí. Es algo nuestro, es algo particular, es algo especial. Dios nos transforma a su imagen. Conforme nos esforzamos para consagrarnos y disciplinarnos para él, rendirnos humildemente a sus pies, él nos capacita para obedecerle, para amarle. para santificarnos, acuérdense, apartarnos para él, conformarnos a su imagen al mismo tiempo que rendimos nuestras vidas a él. Esto, esto es santidad. No es nuestro poder, es su poder. Es la capacidad de Dios y nuestra decisión en respuesta. Deseamos responder a tanto amor y tanta gracia de Dios para con nosotros. Dios inicia, nosotros respondemos. Antes vivíamos consagrados a nosotros mismos. Vivíamos consagrados al mundo, a los propósitos de Satanás que nos llevaban contra Dios. Pero ahora debemos entregarnos con pasión a santificarnos para Dios. Romanos capítulo 6. Versículos 17 y 18 dice que antes éramos esclavos del pecado, pero que gracias a Dios ahora obedecemos su enseñanza. Somos libres del pecado, ahora somos esclavos, pero de la justicia. Por amor al Señor nos hemos hecho esclavos a nosotros mismos. Nos hemos santificado para Dios porque él nos santificó para él. Cada vez que escucha la palabra santificar, acuérdense, apartar para un propósito específico. El versículo 19 dice que antes nos dejábamos esclavizar por la impureza, por el desenfreno, lo que nos hundía en el pecado. Dice que ahora deben entregarse como esclavos a la rectitud para llegar a ser santos. ¿Y por qué ser santos para Dios? Porque Dios nos les salvó para que te vuelvas a esclavizar. Porque el esclavo no era feliz, no era libre, era abusado, era tratado como un objeto, no tenía identidad, no podía reclamar que tenía esposa, que tenía hijos, que tenía una vida. Y si el esclavo se enfermaba, era como una herramienta descompuesta de la que había que deshacerse. El versículo 20 dice que cuando eran esclavos del pecado estaban libres de la obligación de hacer lo correcto. Sufríamos la culpa, la soledad, la degradación, el vacío. Mi prójimo era mi víctima o mi victimario. Esa era la relación que teníamos. No teníamos necesidad de obedecer a Dios, pero eso traía consecuencias. Heridas, vergüenza, dolor por vivir tras nuestro perverso corazón y pasiones. Si en ese momento Dios nos hubiera llamado a cuentas, estaríamos condenados. Pero ahora estamos libres del pecado. Ahora somos esclavos de Dios. Ahora cosechamos una santidad que nos lleva a la vida eterna. La paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo. ¿Por qué Dios entonces nos llama a la santidad? ¿Qué queremos ver en esta vida o en la eternidad? ¿Muerte? ¿Esclavitud? ¿O libertad y vida eterna en Cristo? Que Dios nos santifique cuando y donde estemos. La santidad no es un logro, sino es un estado de gracia al que Dios nos llama. Santificarnos por y para Dios. Purificarnos de la contaminación. Abandonamos el pecado para vivir apartados, santos, consagrados para Dios. Filipenses 2, 12 y 13 dice que siempre obedecieron no sólo en mi presencia sino más en mi ausencia. Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor porque Dios es el que produce el querer y el hacer para que se cumpla su buena voluntad. Entonces la santidad se relaciona también con una decisión, el deseo por amor de pertenecer a Dios, de consagrarnos a Dios. Y ser consagrado a Dios no significa ser aburrido o como un perro amarrado frente a un bistec chorreándole la baba. Ser consagrado no significa anhelarlo prohibido, porque esa es la vida del religioso, esa es la vida del moralista. Los consagrados a Dios disfrutamos de comunión con Él, disfrutamos de libertad, disfrutamos de gozo y disfrutamos de intimidad con Dios. Somos como el bisturí que nunca va a salir al aire libre, nunca se va a contaminar con el mundo porque tiene un propósito. ser usado en la mano del cirujano del universo, el creador que toca, maneja, ama, nos cuida, nos da propósito, nos llena, nos salva y nos pone en el lugar más especial para ser usado. Por eso es que nos vemos diferentes. Por eso es que nos comportamos y hablamos diferente. porque somos siervos y pertenecemos a Dios, que es diferente a los dioses del mundo. Somos sus hijos y nos parecemos a nuestro padre, porque Dios santifica, aparta, a sus hijos. Por eso I Corintios empieza esa carta diciendo a los santificados en Cristo. Pero posteriormente también les escribe a los corintios, pero también limpiémonos de toda contaminación, aunque estaban santificados, limpiémonos de toda contaminación para completar nuestra santificación en el temor de Dios. Y a los tesalonicenses les dice que la voluntad de Dios es vuestra santificación. Entonces, la santidad debe ser nuestra esperanza y nuestra meta. santidad. Y el versículo 23 de 1 Tesalonicenses 5 sigue diciendo lo siguiente. Por completo. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo. Ya no debemos ser niños, ya no debemos continuar en la infancia espiritual, sino creciendo hacia la madurez. La obra que Dios comenzó en nosotros Será completada algún día. Por eso la oración de Pablo aquí es que suceda esta santificación, que sea completa, que nos deje perfectos, maduros, enteros. Integralmente, que no falte nada. Llenos de esperanza y de convicción de vivir solo para Cristo. Y no más para nuestros pecados y para nuestras necesidades. Inclusive, antes que nuestro cónyuge, antes que nuestros hijos, antes que nuestra propia vida y nuestra familia, Dios nos llamó a Él. Dios nos llamó para Él. Por eso somos santificados para Dios. Santificar no es estar orando todo el día, no. Es vivir apartados del pecado del mundo para Dios. No te acerques a Dios para que arregle tu vida y le enderece cuando estés en problemas. Y después digas, Dios, gracias por tus servicios. Volveré la próxima vez que te necesite. Eso es no entender. Necesitas ser y estar completo, maduro en Dios. Y solo en Dios. Y el resto se dará. El resto llegará por añadidura. Pero ojo, el resto es la añadidura. Dios es lo principal. Necesitamos a Dios, el resto es temporal. Si tú pones a tus hijos, a tu cónyuge o a tu trabajo antes que a Dios, ¿sabes lo que estás haciendo? Los estás convirtiendo en ídolos. Y jamás estarás completo, porque necesitas a Dios para estar completo. En su bondad y su perfección, Dios te va a dar lo que realmente necesitas. identidad y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo. Espíritu, en griego está escrito neuma. Neumáticos, eso viene de esa palabra, neuma. Neuma significa viento, aliento, algo invisible, inmaterial. Hay varias referencias que, si gustan, pueden revisar después con calma. Y la palabra alma, que viene del griego suche, que significa aliento, aliento de la vida, vida natural del cuerpo o algo inmaterial e invisible. Y cuerpo, que el cuerpo es santificado para el uso de Dios. ¿Por qué? Porque es templo del Espíritu Santo. Y es algo raro encontrar en la Biblia, en un mismo versículo, ambas palabras, espíritu y alma. Porque en diferentes lugares en la Biblia estas dos palabras se usan casi en forma intercambiable. Son tan, tan parecidos que significan casi lo mismo. Cuando ustedes lean alma o espíritu, es prácticamente lo mismo. Es muy difícil percibir la diferencia. Son tan parecidas que la Biblia dice que se requiere algo tan agudo como la palabra de Dios para penetrar hasta partir el alma y el espíritu. Lo que está diciendo acá y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, es que todo el ser, toda la personalidad del hombre está en su espíritu, alma y cuerpo. Está refiriéndose a todos nosotros por completo, enteros. Y también nos está dando a entender que tenemos una naturaleza más allá de la física. Hay una filosofía llamada el dualismo que dice que el cuerpo y el espíritu son cosas separadas. Que el cuerpo es malo, que no tiene remedio, y que el espíritu es bueno. Que puedo ser muy espiritual, aunque con mi cuerpo sea muy inmoral. Entonces, cuando uno dice, Dios conoce mi corazón, Él sabe que le amo, pero me estoy engañando y me estoy comportando como un dualista. Imagínense, por ejemplo, que un cónyuge le dijera al otro, te soy infiel, pero en el fondo realmente a quien amo es a ti. No funciona. O imagínense que le dices a un juez, con mis manos soy ladrón, pero en mi corazón amo la honestidad, déjeme salir libre. Tampoco funciona. El espíritu, el alma y el cuerpo están juntos, santificados para el Señor o para la maldad. y la santificación se refleja en nuestra conducta exterior. No podemos separar lo espiritual o inmaterial de lo material o el cuerpo. El cuerpo no es solamente un envase descartable. Es muy importante lo que hagas con tu cuerpo. Cuando Jesús, resucitado y ya con cuerpo glorificado, mostró las marcas de su sufrimiento en su cuerpo, Las marcas quedaron. Dios está interesado en santificar no solo tu espíritu, sino tu cuerpo también. Y dice en 1 Corintios que el fornicario peca contra su propio cuerpo. ¿Por qué? Porque es templo del Espíritu Santo. El Espíritu Santo está en nosotros. Dios nos lo da. No somos nuestros ya, no nos pertenecemos. Hemos sido comprados. y debemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, porque pertenecen a Dios. El cuerpo es tan importante como el alma y el espíritu. Individualmente, tu cuerpo es templo del Espíritu Santo y comunitariamente nuestros cuerpos son piedras vivas en la construcción de ese edificio llamado iglesia. Las reuniones en casas y esta celebración son los lugares a los cuales debemos acudir santos. ¿Pero qué significa santos? Apartados. Para el Señor. Por eso no debemos faltar. Porque es nuestra identidad. Somos hijos de Dios. Irreprensible. Dice que nuestro ser debe ser guardado irreprensible. Guardado. significa que debemos vigilar, debemos preservar, que sea sin defecto. Tenemos que cooperar con Dios en este proceso de santificación. Dios no te va a guardar si tú no quieres ser guardado. Dios puede guardarnos sin caída y presentarnos sin mancha con gran alegría ante su gloria, pero consérvense en el amor de Dios. Edifíquense sobre la fe. Esperen la misericordia de Dios para vida eterna. Dios nos guarda, pero debemos conservarnos en su amor. Dios nos protege mediante la fe para poder alcanzar la salvación que se revelará al final de los tiempos. Entonces somos guardados irrepensibles por el poder de Dios y por nuestra fe. Y Pablo fue un gran ejemplo. Él dijo mi vida. Ustedes pueden verlo. Ustedes son testigos. He vivido en forma santa, en forma justa, irreprochablemente. Ustedes han visto mi comportamiento. Libre de las prácticas del pecado. En realidad, nadie es perfecto. Nadie es sin pecado, pero la perfección está prometida para los hijos de Dios. Es el deseo de Pablo, es el deseo mío y debe ser el deseo de todos nosotros. El que podamos ser guardados, conservados, custodiados, reservados, protegidos, vigilados, mantenidos firmes en guardia íntegros. intactos, ilesos, irreprensibles, sin tacha, sin falta, sin defectos. Eso es imposible para nosotros, pero no para Dios. Irreprensibles. ¿Para qué? Para la venida de Cristo. Cuando Él venga, no queremos ser avergonzados. Y el regreso de Jesucristo ocurrirá. Y en un abrir y cerrar de ojos, no con cinco días de anticipación por los medios de comunicación que ya se acerca, ya se acerca, no. Va a ser repentinamente. Transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo con la gloria de Cristo. La corrupción de nuestro cuerpo se vestirá de incorrupción y la muerte será tragada por la vida. Y esto es un futuro ciertísimo. esperanzador. Los problemas no han terminado y mi naturaleza pecaminosa sigue corrupta. Estamos podridos por nuestro pecado, pero Dios en su grandeza, con su poder y su santidad nos ama, nos recibe, nos bendice. Queremos la comunión con Dios. Batallamos con nuestra naturaleza, batallamos con nuestro cuerpo, que no quieren sujetarse a la ley de Dios, ni quieren agradarle. Pero debemos rendir nuestras vidas. Dios inició la paz. Permitamos que Dios controle nuestras vidas. Y este debe ser nuestro mayor anhelo. Y si no lo es, significa que todavía tú estás enamorado del mundo. que vives engañado, que estás creyendo en filosofías y creyendo que tu cuerpo te va a satisfacer si es que obedeces a sus demandas y vas a ser feliz y completo cuando hagas tu propia voluntad. Pero esta es una manera torcida y equivocada del mundo. ¿Eres honesto en todo lo que haces? ¿Dices siempre la verdad? Cuando deseas hacer lo que no conviene, estás caminando hacia tu infelicidad, hacia la inmoralidad. Quién sabe, tal vez tengas problemas de fornicación, de robo, de drogas, de alcohol, o tienes otros ídolos como el fútbol, el tabaco, la avaricia. Abandona todas estas rebeldías. Abandona esta rebeldía de no confiar en Dios, porque lo que estás haciendo es que estás confiando en tu destructor, que es el diablo. Él quiere destruirte. Estás engañado. Dios levanta, pero levanta al que le sigue. Cristo viene. Todavía tienes tiempo porque todavía estás vivo, pero es un tiempo limitado. Es un tiempo limitado en este cuerpo y en esta tierra. Porque de aquí no nos vamos a llevar nada. Un día vas a dejar de ser cónyuge. Un día vas a dejar de ser padre. Un día vas a dejar de ser hijo. Porque todo lo que ves aquí, todo es temporal. Lo mejor está por venir. Cristo va a arreglar todo. Y no falta mucho tiempo. Podría ser hoy. Por eso la oración de Pablo es, Señor, cuídalos, custódialos, manténlos firmes para que cuando tú vengas se hallen irreprensibles ante ti, sin mancha. ¿Has oído en tu corazón el llamado de Dios? ¿Has creído en el Evangelio? ¿Te has arrepentido? ¿Has cambiado tu manera de pensar? ¿Reconoces a Dios como justo y a ti como injusto? ¿Reconoces tu culpabilidad? ¿Has confesado que Jesucristo es tu único Salvador y tu Señor? Vamos a orar. Padre celestial, gracias por habernos permitido reflexionar en esta mañana sobre la santidad. Ayúdanos a vivir apartados del pecado, consagrados a ti. Señor, límpianos. Queremos ser santos para ti. Queremos amarte con todo nuestro corazón, con toda nuestra voluntad, con todos nuestros pensamientos. Limpia, Señor, lo interno. Cuida nuestros cuerpos. Que nuestros miembros, nuestras manos, nuestros ojos, todo lo que hagan sea para honrar la gloria tuya. Lávanos, haznos santos para ti. Que toda actividad que realicemos, en todo momento, en todo lugar, podamos ser instrumentos para tu gloria. Queremos servirte, Señor. Que este mensaje de la santidad, Señor, pueda producir cambios y decisiones en nuestras vidas. En el nombre de Jesucristo. Amén. Que la palabra de Dios haya producido su fruto en ustedes. Amén.
Santidad ¿para qué?
Sermon ID | 917171914263 |
Duration | 43:29 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Language | Spanish |
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