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Buen día, hermanos. Como veo que ya está el hermano Paco aquí, pensé en dejarle la predicación, pero creo que no me lo va a aceptar. Bueno. Para comenzar, pues todos nosotros somos creyentes. Espero. Una de las cosas que debe tener el creyente cuando lee la Biblia es que cada cosa escrita tiene un propósito. Si verdaderamente cree que es la palabra de Dios, entonces aceptará que cada cosa escrita tiene su propósito de estar ahí. En ocasiones vemos relatos, datos o detalles que aparentemente solamente son descriptivos. Sin embargo, la palabra de Dios tiene un propósito para cada uno de sus componentes. El día de hoy vamos a recordar un relato muy conocido por la mayoría de los hombres, por la mayoría de todos nosotros, perdón, y vamos a tratar de estudiar algunos pormenores de este relato, es decir, vamos a hacerlo de forma cronológica a medida que van ocurriendo los sucesos. Sin duda que el relato de la crucifixión es uno de los que, por obvias razones, mayor exposición y mayores detalles tienen en la Escritura. Y no es de extrañar, pues es el punto pulminante del ministerio de la obra de nuestro Señor Jesucristo. Es el momento en el que se cumplen más profecías en Cristo como Mesías por unidad de tiempo. En esas seis horas en que nuestro Señor estuvo crucificado, se cumplieron decenas de profecías sobre Él. Pero dentro de este suceso de la crucifixión, hay toda una serie de relatos o sucesos que parecieran ser secundarios, quizás meramente descriptivos, y que poco tienen que ver con el tema principal, Cristo yendo a morir por nuestros pecados. Sin embargo, cada uno de esos sucesos terminan por reforzar lo que Cristo hizo en la cruz. Y esta mañana vamos a hablar sobre uno de esos sucesos, particularmente un suceso que abarca que ocurre dentro de las primeras tres horas a partir del momento en el que nuestro Señor es crucificado. Y quisiera que, por favor, lleváramos nuestras Biblias al capítulo 23 del libro de Lucas, el tercero, el tercero de los evangelios, Capítulo 23, versículos del 32 al 43. Lucas 23, del 32 al 43. Voy a dar unos segundos para que cada uno llegue ahí. Y les voy a pedir que, poniéndonos de pie, iniciemos la lectura de este pasaje. Ustedes, siguiéndome con sus vistas, por favor, Dice lo siguiente la palabra de Dios. Hablando de Cristo, llevaban también con él a otros dos que eran malhechores para ser muertos. Y cuando llegaron al lugar llamado de la calavera, le crucificaron allí y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía, Padre, Perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suerte. Y el pueblo estaba mirando. Y aún los gobernantes se burlaban de él, diciendo, a otro salvó. Sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían acercándose y presentándole vinagre y diciendo, ¡si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo! Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas. Este es el rey de los judíos. Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo, Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo, ¿Ni aún temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos. Mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús, Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo, de cierto, de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Hasta ahí hermanos, tomemos asiento por favor. Bien, el punto número uno de esta predicación es lo he titulado Crucificado entre delincuentes. Es muy notorio que los cuatro evangelios revelan que Cristo fue crucificado entre delincuentes. Ustedes van a encontrar esta información en cada uno de los cuatro evangelios. Y cuando uno estudia el tema un poco más a profundidad se da cuenta de que ellos no eran cualquier tipo de delincuente, sino que, según la ley romana, eran delincuentes de alto calibre. Los evangelios de Mateo y Marcos dicen que eran bandidos, utilizando el griego lestés, mientras que Lucas los llama malhechores, cacurgos. No sabemos con certeza qué tipo de delitos cometían. Hay quienes dicen que se dedicaban al robo, a ser bandidos, asaltando en los caminos. Otros lo adjudican más bien a un perfil tipo barrabás, posiblemente habían cometido homicidios. Pero por la descripción que nos da la Biblia, sabemos que no eran cualquier tipo de delincuente, que se robaba unas sandalias o que tomaban un pedazo de pan y salían corriendo porque tenían hambre. No, dice la palabra que eran personas que vivían delinquiendo, se dedicaban al delito. Pero, ¿por qué la Biblia hace tanto hincapié en dar a conocer que Cristo fue crucificado entre delincuentes? No era simplemente que describieran más bien lo que hizo Cristo. Cristo fue crucificado, murió, algunas cosas importantes. ¿Por qué es importante este relato? Dos razones. La primera de ellas es que al ser crucificado entre delincuentes, se cumplía una más de las profecías que decía que Jesús sería contado entre los iniquos y pecadores. Isaías 53.12 dice, por cuanto derramó su vida hasta la muerte. Y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores. Entonces, aquí se cumplen al menos dos profecías. Que él es crucificado, contado entre los malhechores, y que él oró por aquellos quienes lo estaban crucificando. En segundo lugar, vemos que la palabra dice que no solamente sería crucificado entre malhechores, sino que sería considerado como uno de ellos. Y nuestro Señor entonces Y fue considerado como un malhechor, no solamente por la ley romana, sino por la ley divina. Podría alguien argumentar ciertamente, bueno, espérate, en el caso de la ley romana, él fue injustamente declarado culpable. ¿Por qué? Porque si recuerdan ustedes, si han leído los evangelios, Nuestro señor fue sometido a un proceso lleno de corrupción, lleno de irregularidades, lleno de mentiras, con falsos testigos, es decir, fue una víctima de una falsa acusación. Entonces, él en realidad no era un delincuente, no era lo que la ley romana decía, pero injustamente fue calificado como delincuente. Entonces, ahí era inocente. ¿Por qué dice la palabra que iba a ser contado entre los delincuentes también? Porque la ley divina sí lo declaró como culpable con toda justicia. ¿Por qué? Porque a él le fueron cargados los pecados de muchos. y él fue tratado ante Dios como si él hubiese cometido esos pecados. Por eso dice la palabra que fue contado entre delincuentes, no como un presunto delincuente, sino como verdadero delincuente, como pecador. Por eso dice la palabra que fue contado con los cínicos, crucificado entre delincuentes como uno más de ellos. Porque de otra manera, hermanos, piensen esto, simplemente no habría salvación. En este punto, Cristo, en su condición de sustituto, merecía la ira de Dios tanto como los malhechores que estaban a su lado. Pero eso no quedó así, sino que los acontecimientos siguieron desarrollándose y en adelante involucrarían a estos dos delincuentes que jugaron un rol importantísimo en una de las revelaciones más claras que se hayan hecho jamás del Evangelio, lo que nos lleva al punto número dos. Punto número dos, ambos hombres se manifiestan. Ahí en el pasaje podemos leer a partir del versículo 35 lo siguiente. Dice, y el pueblo estaba mirando. Y aún los gobernantes se burlaban de él, diciendo, otro salvó. Sálvese a sí mismo si este es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían acercándose y presentándole vinagre y diciendo, si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas y latinas y hebreas, este es el rey de los judíos. Y fíjense aquí, y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo, si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Si bien este pasaje nos dice que solamente uno de los malhechores se estaba burlando de Cristo, lo estaba insultando, sabemos por los evangelios de Mateo y de Marcos que ambos estaban haciendo eso, en algún momento, en un suceso que a mí personalmente me resulta difícil de comprender, Estos hombres se suman a las burlas del público presente. Es decir, tenemos a tres individuos que están siendo condenados a la pena de muerte, que están en el mismo proceso de la ejecución con público presente. El público empieza a burlarse de ellos, de uno de ellos, y luego resulta que los otros dos se suman a la burla. Esto demostraba la calidad de personas que eran estos tipos. El tipo de personas con las que Jesús estaba siendo crucificado. pues no solamente blasfemaban, sino que demostraban una total ausencia de empatía por alguien que estaba sufriendo la misma pena que ellos. Estaban haciendo el mal hasta en sus últimas horas de vida. Por eso la Biblia los califica en Lucas como malhechores, personas que viven haciendo el mal. Y las burlas están llenas de sarcasmo si ustedes las leen, están llenas de maldad. Ellos le piden básicamente a Cristo que baje usando el mismo poder que que usó para salvar a otros. Es decir, te hemos visto resucitar muertos. Te hemos visto devolver la vista a los ciegos. Te hemos visto hacer caminar a los paralíticos. Te hemos visto hacer tantas cosas y no puedes bajar de la cruz. Esta es una pequeña prueba para ti, pero lo decían de forma sarcástica. También le hacían otra burla. Ellos estaban burlando. de lo que Jesús había dicho. Los líderes religiosos le recuerdan sus palabras respecto a derribar el templo y reconstruirlo en tres días. Para ellos, Él había fracasado. Tú que derribas el templo y lo reconstruyes en tres días, ¿Por qué no vagas? Esta última burla los iba a condenar. Pues ellos eran los que estaban siendo en ese momento testigos de la destrucción del templo, en ese momento estaban contemplando el inicio de la caída de su sistema religioso. Es cierto que Jesús dijo esas palabras en Juan 2, de hecho las podemos encontrar, dijo, destruida este templo y en tres días lo levantaré. Y él se refería al templo de su cuerpo, a morir, a que moriría y resucitaría dentro de tres días. Entonces, lo que para ellos era una promesa incumplida de Cristo y por lo que se estaban burlando de él, estaba siendo en realidad una promesa que estaba en el pleno proceso de su cumplimiento. Una vez que Cristo muriera, comenzaría la reconstrucción de un nuevo y verdadero templo, el santuario antiguo, es decir, el edificio que ellos iban y veían ahí en la ciudad. Era el santuario de un antiguo pacto que iba a ser reemplazado por un nuevo templo, que era el mismo Cristo, en quien su pueblo estaría siendo reunido como una sola iglesia. Y para los que se burlaban, para esas personas que se estaban burlando, no quedaría ya lugar en donde buscar a Dios. El templo sería ahora Cristo, a quien ellos rechazaban y morirían rechazando muchos de ellos. ahogados en sus pecados. Y el templo, entonces, ante sus ojos, fue derribado y levantado, y ellos ya no pudieron ser parte de ese templo, quedaron fuera, quedaron apartados de Dios. Con el tiempo, también su templo, el edificio que ellos adoraban, porque no adoraban a Dios, adoraban su edificio, adoraban su religión, no a Dios, también sería derrumbado. y se quedarían incluso sin templo físico para adorar. Pero, pasando al tema, volviendo al tema de los malhechores, por otro lado, a pesar de las burlas, a pesar de la incredulidad de sus corazones, ambos malhechores, fíjense curiosamente, aunque no creían en él, paradójicamente quieren algo de él. Están exigiendo, en ese momento, ser salvados del castigo al que están siendo sometidos. Quieren que se les resuelva el problema en el que están metidos. Ambos ladrones representan al mundo pecador, incapaces de ver quién es Cristo, incapaces de amarlo, pero queriendo algo de él. Porque el mundo, en su obscuridad espiritual, tiene la idea de que si hay un Dios, éste les debe algo. ¿Verdad? ¿Se han dado cuenta? Como en todas las iglesias, o no en todas las iglesias, en algunas iglesias, las personas creen que les debe algo. Muchos le llaman hasta tatita Dios. Como si Cristo fuera un ser, o Dios fuera un ser bondadoso, dedicado a bendecirlo solamente. De la misma manera, Estos malhechores pensaban que, si por casualidad, bueno, nosotros no estamos burlando a él, pero si por casualidad, vamos a suponer, ese del que se estaban burlando a los demás, era quien decía ser. Si a lo mejor sí era el Cristo, entonces tenía la obligación de sacarlos del problemón en el que estaban metidos. Todos en nuestra naturaleza pecadora queremos algún beneficio de Dios, sin importar cuál sea su voluntad. Y acá están estos dos hombres exigiendo ser bajados de esa cruz. ¿Para qué? Pensemos, ¿para qué? ¿Por qué querían ser bajados de esa cruz? ¿Qué propósito tendrían? Podemos hipotetizar muchas cosas. Quizás bajar, salir corriendo fuera del imperio romano, o en algún lugar en donde el imperio romano no tuviera tanto poder y estuvieran lejos de su brazo, para a lo mejor así poder iniciar una vida y extender su vida un poco más. Seguir delinquiendo, seguir siendo bandidos en otro lado. Pero aun cuando Cristo les hubiese concedido que bajaran de esa cruz, habría sido un beneficio temporal, como lo hemos visto en otras predicaciones. Pero esta vez, hermanos, a diferencia de las otras predicaciones, a diferencia de los otros sucesos donde Cristo si obra el milagro y si levanta al hombre que estaba postrado, si levanta al hombre que estaba muerto, a la mujer que estaba muerta. En esta ocasión, Cristo en su soberana voluntad no baja ninguno. porque ellos representan al mundo pecador. Cada uno se enfrentará a la muerte y será juzgado por los pecados que hizo y por la vida que llevó. Y así como ninguno de los malhechores era inocente, ninguno de los seres humanos lo será en el día del juicio. Así como Jesús no evitó la crucifixión y muerte de estos hombres, tampoco evitará la muerte de todo ser humano que no crea en él, con el consecuente juicio al que se enfrentará para dar cuenta por la vida que llevó. Por lo tanto, hermanos, la urgencia de estos hombres no era bajar de la cruz. Por más que estaban muriendo, por más que dentro de unas horas iban a estar ya agonizando, era que alguien lo salvara de su condición de pecadores. Ellos estaban a escasas horas de enfrentarse a la muerte y al inminente juicio de Dios. De la misma manera, más allá de cualquier necesidad temporal, el mundo de los que tienen necesidades de redención porque dos cosas son inminentes para cada ser humano, la muerte y enfrentarse al juicio de Dios llegado ese momento. Por ello, nuestra única necesidad verdaderamente trascendente, repito, nuestra única necesidad verdaderamente trascendente es la redención de nuestros pecados a través de Cristo. Lo que nos lleva a nuestro punto número tres, un milagro ocurre. Me ha tocado leer textos e incluso ver algunas predicaciones sobre este suceso que distinguen entre los malhechores entre el buen ladrón y el mal ladrón, entre el buen malhechor y el malhechor que no era tan mal. diferenciándolos por un nivel intrínseco, un nivel de bondad que ellos tenían. Y hay quienes califican a uno de ellos como Robin Hood. Hay una tradición que dice que, en realidad, el ladrón bueno era un hombre que delinquía, pero para darle a los pobres una especie de Robin Hood. Un hombre de corazón bueno, pero víctima de las circunstancias que lo llevaron a ser un bandido. Sin embargo, este es un análisis totalmente errado, ya que, ahora sí justamente, tanto ante la ley romana como ante la ley divina, no había diferencias. Cada malhechor era idéntico al otro ante los ojos de Dios. La Biblia no hace distinción entre ellos. Recordemos, recordemos, ¿qué estaban haciendo durante las primeras tres horas de la crucifixión de nuestro Señor? ¿Qué estaban haciendo? Se estaban burlando de Él. no mostraban un mínimo de empatía y esto sumado a la vida de bandidos o la vida de delincuencia que habían llevado antes de ser capturados. No eran buenos hombres. Ninguno quería tener algo que ver con Cristo más allá de algún beneficio que le pudieran sacar a Cristo como todo buen delincuente. Fuera de eso, lo rechazaban con todo su corazón. Y es que, hermanos, no existe tal cosa como pecadores de alto y bajo calibre. Hay pecadores y punto. Cada ser humano ha roto en mayor o en menor medida cada uno de los mandamientos de Dios, comenzando por el primero, que ese sí, todos lo hemos roto de una manera flagrante. El primer mandamiento que dice, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Y hermanos, nosotros no solamente no amamos a Dios como dice su ley, sino que encima tenemos esta tendencia casi natural por nuestro pecado a amarnos más a nosotros mismos que a Dios. Constantemente, a lo largo de nuestra vida, estamos levantando altares a ídolos que tenemos en nuestro corazón. y luego los derribamos pero luego volvemos a construir otro y tenemos que derribarlos y constantemente estamos rompiendo el primer mandamiento de Dios. Por fortuna Cristo lo cumplió completo. y lo hizo a nuestro favor. Entonces, regresando a los malhechores, ambos eran lo mismo. Ninguno era mejor que el otro ante los ojos de Dios. Sin embargo, hay un parteaguas en esta historia. En algún momento, uno de ellos cambia de parecer. De pronto, a uno de ellos ya no le parece risible la condición de Cristo. Ya no se siente enojado con él. Ya no considera a Cristo como objeto de burla y ya no tiene ganas de insultarlo. Algo está cambiando de manera muy intensa y de manera muy rápida en su interior. Pues fíjense, llega a más. Ya no le interesa ser salvado de su condena. Ya no quiere bajar de la cruz. lo que estaba pidiendo unos minutos atrás, bájame de la cruz si eres el Cristo. Porque para ellos el Cristo debía hacer eso, traerles bienestar, hacerlos sentir bien, darles conciertos, no sé. De pronto, ya no manifiesta un deseo porque Cristo lo baje de esa cruz, ya no quiere alargar su vida para cualquier otro propósito. Y por encima de eso, ahora parece que solamente le interesa a Cristo e ir a donde Él vaya, estar donde Él esté. Versículo 39 de nuestro pasaje dice lo siguiente, Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo, Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo, el otro le reprendió, diciendo, ¿Ni aún temes tú a Dios estando en la misma condición? Y fíjense lo que dice, Nosotros a la verdad justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos. Mas este ningún mal hizo, y dijo a Jesús, Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Definitivamente que o este hombre tenía un trastorno muy pronunciado de bipolaridad o algo muy grande había pasado en su interior. Si bien los corazones de muchas personas habían sido transformados por la predicación de Cristo, por las palabras de Cristo durante su ministerio, por las obras que Él mismo hizo, este malhechor estaba siendo transformado mientras contemplaba a Cristo en su punto más bajo, cuando, digámoslo así, Cristo era menos popular que nunca. gradualmente, pero habían ido a Cristo abandonando a sus discípulos, la gente que estaba a su alrededor, el mismo Pedro corrió, muchos de los discípulos también terminaron corriendo. Pero este hombre, convencido de que estaba ante la presencia de Cristo, insiste en querer estar con él e ir a donde él vaya. Un milagro había ocurrido. Lo que nos lleva al punto número 4. Evangelio transformador. Este malhechor del que hablamos en el punto anterior tuvo un cambio total en todas las direcciones de su mente. Sus percepciones dieron un giro de 180 grados, tanto en su auto-percepción como en la percepción que tenía de Cristo. Comencemos por su auto-percepción. Inicialmente, él se veía a sí mismo como no merecedor de ese castigo. Si no, no le estaría pidiendo a Cristo, que según él era el Mesías, o si acaso fuera el Mesías, que lo bajara de ahí. Él no pensaba que merecía tal castigo. Y fíjense, en un par de ocasiones me ha tocado entrar al reclusorio, platicar con presos. Y conozco personas que lo han hecho no en un par de ocasiones, sino que tienen décadas haciéndolo porque tienen algún ministerio en la cárcel y van y predican la palabra, etcétera. Y una de las cosas que más me ha llamado la atención es que la mayoría de los presos se autoperciben como inocentes. O creen que lo que hicieron no merecía tanto castigo. La mayoría de ellos. Y estoy seguro de que en nuestro sistema judicial hay tales casos. Puede haber uno que otro en las cárceles que esté ahí de manera inocente, pero no la mayoría. A la mayoría, las pruebas los delatan. Las pruebas son irrefutables en contra de ellos. No es de sorprender que este malhechor se considerara como digno de bajar de esa cruz, como digno de que el Mesías, si es que Cristo era el Mesías, lo bajara de esa cruz. Sin embargo, nuevamente, este malhechor solamente está siendo una fiel representación de lo que es el ser humano. Cada ser humano, casi por regla general, piensa que es una buena persona. o que no es tan mala, o que si es mala, bueno, simplemente es una víctima de las circunstancias. Yo no quería ser así, pero pues estas circunstancias me llevaron a ser así. En fin, muchos justifican su vida de pecado. Siempre hay una justificación para el pecado. Y muchos viven una vida balanceando con buenas obras, no este. Bueno, si yo sigo así, si engaño a mi mujer, si robo en el trabajo, pero por otro lado tengo esto. Entonces sienten que la balance está así. No, la balanza no está así. La pregunta es, ¿cómo te ve Dios? Dios no preguntó al hombre cuando pecó por primera vez cómo estaba su balanza. El hombre pecó. Con eso rompió la ley de Dios. Entonces cada hombre ha roto la ley de Dios. Pero entonces este hombre malhechor solamente era fiel a su condición de pecador. Esa era la percepción. Por eso él tenía esa percepción que él tenía. Yo no soy tan malo como para estar aquí crucificado. Yo no merezco esto. Yo merezco que Cristo me baje de aquí. Y en cuanto a su percepción de Cristo, inicialmente, él pensaba que se trataba simplemente de un charlatán que había fracasado en su intento de establecer una nueva religión y de derrocar al imperio. No sabemos qué pasaba por su mente. Pero por si acaso no lo fuera, y verdaderamente se tratara del Hijo de Dios, este malhechor pensaba que Cristo debería ser el solucionador de problemas 3000, porque así lo presentan muchas iglesias, un facilitador de vidas, alguien que le diera la justicia que él creía que merecía, bajar de esa cruz. Y de pronto, hermanos, en un giro inesperado, ambas percepciones cambian. Él ya no se tiene por inocente. Ha dejado de victimizarse. Ni siquiera se siente una buena persona. Ya ha dejado atrás el síndrome de Robin Hood. Versículo 40 dice lo siguiente. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo, ¿ni aún temes tú a Dios estando en la misma condición? Nosotros a la verdad, es decir, en realidad, justamente padecemos. ¿Por qué? Porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos. Este ladrón, este malhechor, tiene un nuevo sentido de justicia, un sentido de justicia más apegado a la realidad, donde se da cuenta de que si vamos a hablar de justicia, lo verdaderamente justo es que su vida de pecado sea castigada. Paradójicamente, es una realidad que a él no le conviene, ¿se dan cuenta? Pero no por ello, menos verdadera. Muchos de nosotros podemos decir, o los hombres dicen, no, bueno, es que la realidad del evangelio que dice que yo soy pecador no me conviene, entonces prefiero tener mi verdad. Pero las preferencias no hacen una verdad. Dios es inmutable y su verdad no cambia. Pero este hombre ya no está dispuesto a cerrar los ojos ante la realidad que Cristo le ha mostrado. Porque a veces, hermanos, vestimos de verdad aquello que nos conviene, o de bueno aquellos que nos conviene, y escondemos o disfrazamos aquello que no nos resulta favorable. Pero en este punto, casi al final de su vida, los ojos de este malhechor están abiertos a la realidad de su pecado porque el Evangelio es transformador y te hace ver la verdad, sin filtros, tal cual es que eres un pecador cuya vida será juzgada por Dios. Pero luego, el Evangelio transformador, a través del Espíritu Santo, va más allá. y le revela a este hombre quién es Jesús. Versículo 41 dice, segunda parte, más este ningún mal hizo y dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Esta es una afirmación de la inocencia, la pureza, el señorío, la majestad y muchas otras cosas que es nuestro Cristo. Se da cuenta este hombre que se había burlado de alguien que era inocente, que no tenía que estar allí, clavado en esa cruz, y sin embargo estaba. Y se da cuenta de que además de ser inocente, se trataba también de un rey, no de un delincuente, sin necesidad de estar allí, y sin embargo estaba. El malhechor había despertado a la realidad. Ahora bien, ¿de dónde viene esta transformación? ¿Por qué no es una cosa normal? Unos minutos atrás, este malhechor verdaderamente odiaba a Cristo, se burlaba de Él, lo consideraba un estafador, y ahora en un giro inesperado, quiere estar con Él, ir a donde Él vaya, y ya no quiere ser bajado de la cruz, quiere morir junto con Cristo. ¿Cómo un malhechor que tiene una idea preconcebida llega a la conclusión de que quien está a su lado muriendo crucificado con él y que recibe burlas de los demás es en realidad el Mesías? Solamente la obra del Espíritu Santo pudo convencerlo de tal cosa. No sabemos, hermanos, bajo qué mecanismo El Espíritu Santo lo convenció. ¿Cómo abrió su corazón? Posiblemente al ver la no respuesta o el comportamiento de Jesús ante toda la montaña de insultos que estaba recibiendo, de malos tratos, de vejaciones. Posiblemente al verlo orar o pedir por los que lo estaban crucificando. Posiblemente ver esas letras escritas en todos los idiomas. O al menos en los idiomas que se manejaban en esa época, en esa zona, decía, este es el rey de los judíos. Probablemente lo que para muchos era sarcasmo, a él le tocó su corazón. Probablemente Pilato lo escribió como burla, pero tocó el corazón de ese hombre. El caso es que este hombre fue transformado desde su interior. Él no se preparó para aceptar a Cristo, hermanos. No tuvo que bajarse a hacer cambios en su vida. De hecho, ni siquiera podía hacerlo. Ya le quedaban solamente unas horas. Fue el Espíritu Santo el que lo convenció de pecado, lo llevó al arrepentimiento, le mostró quién era Cristo y finalmente lo llevó a sus pies. Y en un paréntesis, hermanos, A veces nosotros como cristianos estamos llamados a predicar la palabra de Dios cada vez que se nos presenta la oportunidad. Pero muchas veces como cristianos confiamos en nuestra elocuencia para predicar la palabra o desconfiamos de nuestra elocuencia. Ambas cosas son un error. ¿Por qué? Porque nosotros solamente estamos llamados a entregar el mensaje. Pero el que hace la obra es el Espíritu Santo. No depende de nosotros, hermanos. Usted presente el Evangelio sin pena y sin autoconfianza en las palabras que usted dice. Es en lo que Cristo hizo y en el poder del Espíritu Santo. Cierro paréntesis. Este hombre finalmente fue transformado en uno que se sabía pecador, merecedor del castigo, arrepentido de su pecado, lleno de humildad para ir a Cristo y lleno de fe para depositar su vida en sus manos. No tenía un doctorado en teología, ni siquiera había llevado a la clase de fundamentos en la fe, ni siquiera se había bautizado. pero no lo necesitaba. El Espíritu Santo lo llevó de la mano de Cristo. Por eso pudo expresar Él, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Lo que nos lleva al punto número 5 y final. Uno de los puntos que más resalta es la determinación y la compasión de Cristo para salvar a los que vienen a Él. Fíjense hermanos, un Cristo abandonado por sus discípulos, cansado, golpeado, adolorido, increpado, humillado siendo colgado de una cruz, desnudo y aún sabedor que lo peor estaba por venir porque su padre estaba por abandonarlo a causa de las millones de vidas de pecado por las que se le haría responsable. Ese Cristo no tiene dudas en salvar al hombre que lo había estado insultando durante las primeras tres horas, pero que ahora viene a Él en arrepentimiento y fe. Yo tengo que aceptar, hermanos, que en el lugar de Cristo, yo al ver al malhechor que viene a mí, ya habría estado irritado después de tanto dolor, tanto cansancio, tanta humillación, Y le habría respondido, déjame en paz. No me molestes. Y quizás habría rematado con una frase de venganza. Tenga para que aprenda. Ahora te vas a quedar sin la salvación, te vas a ir sin ella. El que ríe al último ríe mejor, se me ocurren muchísimas. Sería capaz de responder cualquier cosa en mi carne, después de haber sido sometido a lo mismo que mi Cristo fue sometido. Pero nuestro Cristo es sin pecado. Por fortuna, Él es verdaderamente e infinitamente misericordioso. Cuando Él dice en Juan 6.37, el que a mí viene, no le echo fuera, se refería justamente a esto, que puede recibir al peor hombre. cuando viene a sus pies, traído por el Espíritu Santo, Él lo recibe. Independientemente de la vida de pecado que se haya llevado, incluso cuando se haya mostrado un odio manifiesto ante Dios, Cristo no rechazará al hombre que viene a sus pies. Esa es la misericordia de Cristo que Cristo muestra al pecador arrepentido. Versículo 43 Entonces Jesús le dijo, de cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso. Por eso la palabra hace énfasis en este tipo de situaciones, uniendo a un hombre con una vida totalmente depravada, quizás de los peores delincuentes de la época, que tiene la desfachatez de reírse en la cara de Cristo, de insultarlo en su cara, de increparlo y llamarlo falso Mesías, para mostrarnos que Él, a través de Su Espíritu Santo, puede cambiar incluso esos corazones, para mostrarnos que no hay vida de pecado que Él no pueda perdonar. Más aún, hermanos, la misericordia de nuestro Cristo se muestra en que Él no bajó en esa cruz cuando pudo haberlo hecho. Aún cuando los líderes del pueblo Se burlaban de él y decían de forma sarcástica que bajara de esa cruz no estaban errados. Quizás era sarcasmo, pero no estaban errados. Él realmente podía bajar de esa cruz. Y aún cuando estaba siendo insultado, decidió permanecer. En primer lugar, porque él no puede incumplir sus promesas. En él, dice, sus promesas son sí y amén. Y en ese momento, él crucificado ahí era una promesa que en él era sí y amén. Y en segundo, porque él sabía que las implicaciones de haberlo hecho serían letales para todos nosotros, eternamente. malas para todos nosotros. Sería una catástrofe eterna para todos nosotros. Y él decide permanecer. Por eso dice Isaías 53 7. Angustiado él y afligido no abrió su boca como cordero fue llevado al matadero y como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció y no abrió su boca. Finalmente, Esta es la humanidad representada en forma de dos delincuentes de igual calaña, merecedores del mismo castigo, pero ante la ley divina exactamente lo mismo. Curiosamente, en el pasaje del juicio a las naciones de Mateo 25, Jesús aparta a los individuos que están frente a él a su izquierda, hace un grupo a su izquierda y hace otro grupo a su derecha. A los de la izquierda los acusa de su vida de pecado, principalmente su falta de amor a Dios y al prójimo. Los dos primeros mandamientos, justo los dos mandamientos que habían roto estos dos malhechores. Y por eso a este grupo de la izquierda lo aparta al castigo eterno. Pero en contraste, A los de la derecha les dice las siguientes palabras, venid benditos de mi padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo, y les tomen cuenta obras que ellos no habían hecho, principalmente relacionadas con un profundo amor a Dios y al prójimo, a lo que honestamente ellos responden que ellos no habían hecho tales obras. Pero Cristo les responde que sí las hicieron. La diferencia con respecto a los de la izquierda es que las hicieron en Cristo, además de que las obras de Cristo les fueron también contadas a ellos. Este malhechor, que muchos piensan que fue precisamente el de la derecha, no tuvo tiempo de bajarse a hacer buenas obras, pero no hacía falta. Sus pecados fueron pasados a Cristo y la vida perfecta de Cristo le fue contada a Él y a muchos otros. En aquel día, al final de la jornada en el Bólgota, hubo tres hombres. Dos resultaron culpables y uno resultó inocente. el inocente fue el malhechor arrepentido, porque Cristo cargó sus pecados, se hizo culpable de algo que él no había hecho, sufrió la ira y el abandono de su padre y al final su vida perfecta fue contada en la cuenta del malhechor arrepentido. El otro malhechor, probablemente el de su izquierda, no lo sé, no quiso ver a Cristo y al final murió ahogado en su propio pecado. Pero al tercer día, Cristo se levantaría de la muerte, edificaría ese templo para establecerse como salvador perpetuo. Hermanos, el suceso del malhechor en la cruz nos enseña que nunca es tarde para recibir a Cristo. Muchas veces a lo mejor nos podemos desesperar porque no vemos respuesta, pero aquí el llamamiento es que mientras hay vida, hay esperanza y podemos orar por aquellos que no han sido alcanzados por Cristo. En el último momento, ahora sí, como se dice, antes de que el árbitro pitar el final, ese hombre se convirtió. También nos enseñan que no importa qué vida se haya llevado, no importa incluso si has en algún momento ofendido cara a cara a tu Creador, Él te va a recibir. Cristo siempre estará dispuesto a recibir al alma que viene de Él. Y finalmente, Pilato escribe el rey de los judíos en idiomas para todos, él queriéndose burlar de Cristo. Pero lo que escribió es que nuestro Cristo es para todos. Entonces, hermanos, al final de cuentas, oremos por aquellos que todavía no tienen a Cristo. Que el Señor les bendiga.
Crucificado entre malhechores
Cristo fue crucificado entre delincuentes, fue contado con los transgresores para que nosotros fuesemos contados como justos por Sus méritos.
Sermon ID | 8524019235204 |
Duration | 46:12 |
Date | |
Category | Sunday - PM |
Bible Text | Luke 23:32-43 |
Language | Spanish |
© Copyright
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