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¿Cuál es el propósito de este anillo que llevo en el dedo anular de mi mano izquierda? El anillo señala algo, ¿cierto? Señala una realidad. El hecho de que estoy casado. Estoy en una relación de pacto, ¿cierto? Con mi esposa. Y eso es lo que el anillo representa. El anillo no es mi matrimonio. pero señala la realidad del matrimonio. De hecho, el anillo sin el matrimonio no significa nada. Usted por andar un anillo no está automáticamente casado. Es más, yo podría dejar el anillo olvidado y no por eso dejaría de estar casado. De hecho, también podría mandarlo a agrandar porque estoy gordo y durante el tiempo que lo estuvieran arreglando no dejaría yo de estar casado. por no tener el anillo. La realidad es el matrimonio, el anillo es la señal que nos señala, valga la redundancia, esa realidad. Las señales de pacto que Dios ha establecido con su pueblo son similares, no es exactamente igual, pero son similares. Y otra palabra para esas señales es sacramentos, también utilizamos el término sacramento, que es eso, es una señal exterior, instruida por Dios, para transmitir o comunicar una gracia o una realidad interna o espiritual. Esa es la función de estas señales. Entonces, ¿qué hace una señal? Apunta a algo fuera de sí, apunta a algo que está más allá de sí misma. La señal no es la cosa señalada, pero sí la representa. Las señales de pacto son señales y sellos de las promesas del pacto de Dios. Antes del bautismo, en el Nuevo Testamento, teníamos la señal, o el pueblo de Israel tenía la señal de la circuncisión. Y aunque era una marca externa, la circuncisión señalaba una realidad o algo más profundo, algo espiritual. Romanos, capítulo 2, versículos del 25 al 29, dice así. Pues, en verdad, la circuncisión aprovecha si guardas la ley. Pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. Si, pues, el incircunciso guarda las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? Y el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, no te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley. Pues no es judío el que lo es externamente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne. sino que el judío es el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra, la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios. Coramos. Dios, rogamos tu ayuda en esta mañana al examinar este pasaje que acabamos de leer, Te pedimos, Espíritu Santo, tú que has inspirado esta palabra sin error, te pedimos que hables a cada uno de nuestros corazones y que nos transformes conforme a esta palabra. Tú habitas en nosotros, hazla viva y eficaz en nosotros. Recuérdanos a Cristo Jesús, recuérdanos su obra, hazlo verse glorioso ante nuestros ojos. por la predicación de esta palabra para tu gloria. Amén y Amén. Vimos varios errores de los judíos la semana pasada, y aquí continúa Pablo hablando de estos errores. Y el error, ahora del que está hablando Pablo, es que los judíos pensaban que por ser circuncisos, porque tenían la circuncisión, automáticamente estaban protegidos de la ira de Dios. El juicio de Dios, la ira de Dios, no los podía tocar porque ellos practicaban la circuncisión. Porque la circuncisión era una señal de estar en una relación especial con Dios. Y eso es cierto. La circuncisión es señal de una relación especial de pacto con Dios. Y es la señal que Dios estableció con Abraham y con toda su descendencia después de él, cuando Dios estableció esa señal, esa relación de pacto con su pueblo. Pero el pueblo de Israel comete el error de pensar que porque tienen la circuncisión, automáticamente, están en una relación correcta con Dios, y por lo tanto, no van a caer bajo su juicio. Pero aquí Pablo les recuerda cuál es el fundamento de ese juicio. Él les dice, en verdad, la circuncisión aprovecha, pero aprovecha si guardas la ley. Pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. O sea, la circuncisión no es garantía de salvación. La circuncisión no salva del dominio del pecado. La circuncisión no libra del juicio de Dios. Eso no es lo que hace la circuncisión. Si guarda la ley... Afinemos un poco. ¿Puede alguien guardar la ley? ¿Puede alguien guardar la ley a la perfección? No. La Biblia deja claro que no. Pero para Pablo, él no está hablando de cumplir los detalles de la ley de los mandamientos como entendían los fariseos de su época. Él está hablando de la realidad de la circuncisión, en el guardar la ley. Porque la persona que guarda la ley, estrictamente hablando, es la persona que ha puesto su fe en el Mesías señalado por esa ley, ¿cierto? Entonces, el que guarda la ley, no la guarda por sí mismo, sino que es el Mesías en el que ha creído es el que guarda la ley. O ha guardado la ley por él. Y ahora esta persona, como hemos visto antes, tiene una tendencia hacia vivir conforme a los mandamientos de Dios cada vez más. No perfectamente, pero sólo es posible porque él ha creído en Cristo. Y el que ha creído en Cristo es justificado. ¿Qué quiere decir eso? Eso sí quiere decir que no va a sufrir la ira de Dios. Entonces, no es el que se circuncida el que no sufre la ira de Dios. El que no sufre la ira de Dios es el que ha creído en Jesucristo para salvación, y efectivamente a través de Jesucristo ha entrado en una relación correcta con Dios. El que cree en Cristo es como si hubiera guardado la ley. Entonces, ese es del que está hablando Pablo. Si guardas la ley, Entonces, la circuncisión se aprovecha. Pero, dice, pero, si eres transgresor de la ley aún teniendo la circuncisión, es como si no fuera circuncidado. Aún teniendo la circuncisión, si no guarda la ley, si no tiene amor por la ley de Dios, eso sólo significa una cosa. Significa que no ha creído en Cristo. Significa que no es algo, ¿cierto? Porque el creyente, por definición, al haber puesto su fe en Cristo, va a producir un fruto en su vida que nace de amor por Dios y, por lo tanto, amor por su palabra. Si no guarda la ley, si no ama la ley de Dios, si no se deleita en el amor a Dios y el amor al prójimo, entonces es como si fuera incircunciso. ¿Qué quiere decir? Es como si no tuviera una relación con Dios. Eso es lo que significa. El versículo 26 dice, sí puede ser, el incircunciso, ahora está hablando de otro grupo de personas, ya no el judío circunciso, sino el incircunciso, o sea, el gentil, el pagano para los judíos, si el incircunciso guarda las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión? Ahora, aquí se puede interpretar de varias maneras. Uno podría decir, tal vez se está refiriendo a los gentiles incrédulos, que como hemos visto ya en otros pasajes de Romanos, Por ejemplo, el moralista puede guardar la ley externamente, ¿verdad? Que lo hace como para verse bien, o por su conciencia, para calmar la conciencia, guarda la ley, hace cosas que parecen que se conforman a la ley, pero no lo está haciendo por amor a Dios ni para la gloria de Dios. Pero a un ese, que es más obediente que el judío, que teniendo la ley y teniendo la circunstición es transgresor, a un ese podría terminar, este... juzgando con su testimonio a los judíos. Pero yo creo que no se refiere a esto. Creo que se refiere a los gentiles que han creído en Cristo. Gentiles que han creído, pero siguen incircuncisos, porque la circuncisión no es la señal del nuevo pacto. Entonces, han creído en Cristo, pero no son de la nación judía, y aunque no son circuncidados, viven la realidad de la circuncisión mejor que los judíos. Porque han creído en Jesús. Han creído en el Mesías. Y guardan las ordenanzas de la ley o se esfuerzan por guardar las ordenanzas de la ley con la ayuda del Espíritu Santo que mora en ellos. Porque han creído en Cristo. Su nivel de cumplimiento es sólo posible porque han creído en Cristo. Solamente un creyente en Jesucristo puede, en alguna medida, guardar la ley para la gloria de Dios. No perfectamente. Estos son justificados por la fe y son santificados observando la ley. ¿Y entonces qué es lo que pasa? Que aunque son incircuncisos, es como si fueran circuncisos. Su circuncisión entonces, les está diciendo Pablo a los judíos, su circuncisión, en última instancia, es irrelevante si ustedes no tienen una relación con Dios. Bueno, usted puede ser circunciso. Usted puede haber nacido en el pueblo judío. Usted puede ser, este, heredero de las promesas de Abraham en ese sentido y tener la ley en sus manos, como ya hemos hablado. Puede tener todo eso. Pero, si no guarda la ley, si por la fe la obediencia de Cristo no es suya, si por la fe No está viviendo una tendencia de amor a Dios y amor al prójimo, que es el resumen de la ley. Entonces, es como si fuera incircunciso. Y el gentil que sí lo está haciendo, aunque no sea circunciso, es como si fuera circunciso. O sea, él vive la realidad de la señal. Él tiene una relación correcta con Dios. Del gentil creyente, Dios dice, éste es mío, éste me pertenece, aunque sea en circunciso. Y del judío circuncidado, que no guarda la ley, él dice, a éste no lo conozco, aunque tenga la señal de la circuncisión. Y lo dice en el presente, estableciendo esa relación con él, pero también sabemos que lo dirá en el futuro. Esa misma realidad será declarada en el día del juicio final. A unos pondrá a su derecha, a otros pondrá a su izquierda. Y la distinción no va a ser, vengan aquí los circunciados y vengan aquí los incircuncisos. Esa no va a ser la distinción. Él no va a decir, vengan aquí los que se bautizaron y aquí los que no se han bautizado. Él no va a decir, vengan aquí los preliterianos reformados y aquí todo lo demás. No es esa la distinción que va a ser. aquí los que me pertenecen y aquí los que no me pertenecen. Esa es la única diferencia. Esa es la diferencia que importa. Esa es la pregunta que importa. En última instancia, le perteneces tú a Dios. Estás en una relación correcta con Dios. Hermanos, hermanas, todos hemos recibido la señal de pacto. Hemos sido bautizados. en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Recientemente tuvimos bautismos, chicos. ¿Cierto? Recientemente. Ahora, lo que tiene que quedar claro es que esa señal en sí misma no salva a nadie. La señal del bautismo no salva a nadie. Es una señal igual que el anillo, que señala algo más allá de sí misma. Señala una realidad, señala una verdad espiritual, señala la gracia de Dios y las promesas de la gracia de Dios. Señala la unión que tenemos con Cristo si hemos creído en Él. Señala la remisión de nuestros pecados, el perdón de nuestros pecados si hemos creído en Él. señala la regeneración, la nueva vida que tenemos en él si hemos creído, la adopción en su familia si hemos creído, la resurrección para vida eterna que nos espera si hemos creído. Eso es lo que señala el bautismo. Entonces, el bautismo sólo tiene sentido si todo eso otro es real en nuestra vida. Si no, podemos bautizarnos todas las veces que queramos. que si no hemos creído en Cristo, no nos van a salvar. No los bautismos. Es necesario, es indispensable, aunque seamos hijos de la iglesia, aunque seamos gente de iglesia, es indispensable creer en Cristo para que la realidad del bautismo se cumpla en nosotros. No creemos que por ser bautizados, ya somos salvos. No cometamos el error de los judíos, de pensar que por ser circuncisos, ya estaban protegidos de la ira de Dios. El versículo 27 dice, el que físicamente es incircunciso, pero guarda perfectamente la ley, te condenará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión, eres transgresor de la ley. Está diciendo lo mismo en otras palabras. Este creyente, incircunciso en el cuerpo, guarda la ley perfectamente. ¿Cómo la guarda perfectamente? ¿Cómo es eso posible? Ya dijimos, en Cristo. Cristo la guardó perfectamente por él. Y él ha sido... él ha recibido la justicia de Cristo. Ha sido justificado por la fe. Y por lo tanto, se puede decir de él que ha guardado la ley perfectamente. Ese es el punto de la justificación. que nos ve como inocentes, como obedientes a la ley perfectamente, por la obediencia de Cristo. Y ese cristiano incircunciso, juzgará al judío que tiene la letra de la ley y tiene la circuncisión. Porque teniendo la letra y teniendo la circuncisión, no obedecen. Ya hemos hablado de esto antes, ¿cuál es el paralelo para nosotros? Hablamos del bautismo, hablemos ahora de las Escrituras. Quizá usted tiene una Biblia en su casa muy bien, los judíos tenían la ley desde el principio y no por eso creían en Cristo. Y no solamente tenerla, usted tal vez la memoriza y tiene salmos memorizados en su cabeza. Tal vez usted se aprendió todos los libros de la Biblia en orden. Eso no es lo que salva. No basta ni siquiera leerla todos los días. Es tener una relación con el personaje principal de ese libro. Eso es lo que importa. Es que conocemos al Mesías del que trata esa palabra. Es que sabemos que en cada uno de los libros, desde Génesis hasta Apocalipsis, se trata de Cristo. Y hemos creído en Él. Este judío tenía la ley, pero no tenía salvación. No tenía fe en el Mesías. El creyente verdadero lo condenará. ¿Cómo? Bueno, en un sentido figurado, su obediencia simplemente va a ser un testimonio en contra de la desobediencia del judío circuncidado. ¿Verdad? Pero también, bueno, podemos imaginarnos la vergüenza que eso significaría para un judío, un judío. Un judío que se jactaba de tener la ley, de tener el monopolio de Dios. y que llegue un incircunciso y lo juzgue al judío. Eso era vergonzoso. La sola idea era repugnante para el judío. Pero las obras de los gentiles, creyentes, van a hablar mucho más fuerte. No es judío el que lo es externamente, exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne, sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra, la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios. Hay una lucha constante en nuestros corazones y en nuestras mentes por saber colocar la importancia donde debe estar. El contraste entre lo externo y lo interno. Entre la apariencia y la realidad. es importante, es crucial, es vital, indispensable que como cristianos tengamos clara esta distinción porque aquí Pablo nos está diciendo no es judío el que lo es exteriormente ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne no se trata de lo externo no se trata de lo físico no se trata de lo visible No se trata de las acciones externas, de cuánto nos conformemos a los rituales de la iglesia, a los legalismos de la iglesia. No se trata de la circuncisión, no se trata del bautismo. No se trata de la apariencia externa. No se trata de la membresía suya en la iglesia, que porque firmó el pacto de membresía, que porque recibió el certificado. No se trata del desfile que hacemos todos los domingos por esa puerta con la Biblia bajo el brazo. No es eso lo que importa. No son las citas bíblicas y los pensamientos lindos que compartimos en Facebook o en redes sociales. No es el Ministerio Público de este servidor que se para aquí todos los domingos a predicar. No es el tamaño de nuestras ofrendas. No es haber nacido y crecido en un hogar cristiano. Se trata de lo interno. Miremos hacia adentro. Se trata de lo espiritual. Se trata de lo que no se puede ver. De la realidad interior. De eso que es verdad entre usted y Dios. Se trata de su corazón delante de Dios. Se trata de su yo verdadero. Se trata de la realidad interna de su relación con Dios. Se trata de la motivación de la gloria de Dios. Eso es lo que importa. Hay una transformación interna que debe ocurrir. Interna y profunda. Y mis hermanos, ¿sería yo cruel si les dijera simplemente transformense en sus corazones? Porque ni ustedes ni yo podemos hacer eso. El primer paso es darnos cuenta de que esa transformación es necesaria. Y creo que todos aquí estamos de acuerdo. No nos vemos muy lindos cuando examinamos el interior. de nuestro corazón. Aún si hemos creído en Cristo, nos falta mucho para replicar su imagen en nuestro carácter, en nuestras mentes, en nuestros pensamientos, nuestras motivaciones. Nos falta mucho. Esto es una obra que sólo Dios puede hacer. Así que reconozcamos la necesidad de esa obra y corramos, corramos con todas nuestras fuerzas a aquel que sí la puede hacer. Acudamos a Él en oración, roguémosle todos los días, que transforme nuestro interior y que nos haga cada vez más conformes a la realidad de una relación profunda con Él. Que transforme nuestras motivaciones, que circuncide nuestro corazón, Él es el único que puede purificarnos por dentro, sólo Él. El mismo que nos dio el nuevo nacimiento, es el que sostiene nuestra nueva vida espiritual y que nos da crecimiento en esta nueva vida espiritual. Es Dios quien remueve el pecado del corazón. Él es, primera de Juan 1.9, lo leímos hoy. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados. ¿Y qué? Y limpiarnos de toda maldad. Él, No nos perdona nuestros pecados para que usted vea cómo se limpia su maldad. No, Él nos limpia de toda maldad. Somos absolutamente dependientes de Él. Es Él quien da la vida, donde antes había muerte. Es Él quien da salud, donde antes había enfermedad. Él es quien da riqueza espiritual, donde antes estábamos en bancarrota. Es Él, y solamente Él. Él es el que puede iluminar nuestro entendimiento, cambiar nuestros deleites, dirigir nuestra voluntad, ¿hacia qué? Su gloria. Se trata de humildad. Se trata de la misma humildad que tuvimos cuando creímos en Cristo, la primera vez. Debemos seguir andando de esa manera. Lo necesitamos todos los días. Necesitamos su intercesión todos los días. Necesitamos su obra transformadora, dadora de vida, limpiadora, purificadora, santificadora todos los días. Y para eso necesitamos ser humildes y reconocer que nosotros no podemos hacer nada a nivel de nuestro ser interior. Necesitamos a Dios. Necesitamos su obra. Necesitamos que imprima su amor en nuestros corazones de tal manera que la única respuesta que nos quede sea amarle de vuelta. Responder en amor a Dios y al prójimo convencidos de su amor por nosotros. Sólo el verdadero Hijo de Dios ha pasado de tener la ley escrita en letra como la tenían los judíos a tenerla escrita en su corazón. por el Espíritu Santo, para deleitarse en ella y para andar en ella. ¿Cuántos pueden decir que se deleitan en la ley de Dios, que aman sus mandamientos, que se deleitan en su palabra y en guardarla? Aquí lo importante no es qué van a pensar o qué van a decir de mí las personas, Porque eres un buen motivador si usted se quiere ver bien como cristiano. ¿Qué diría su pastor? Uh, como si mi juicio fuera el más valioso. ¿Qué van a decir los hermanos y hermanas de la iglesia? Uh, no. No, la pregunta es qué va a decir Dios. Esa es la pregunta. Esa es la pregunta que nos debemos hacer. Vean cómo termina. En el versículo 29, la alabanza del cual No viene de los hombres, sino de Dios. Aquí hay un juego de palabras interesante. ¿Ustedes sabían que el término judío viene de la tribu de Judá? Es curioso, ¿verdad? Porque todos los judíos entonces, independientemente de su tribu, ahora se llaman judíos por la tribu de Judá. Y Judá, el nombre, se deriva del término hebreo que significa alabanza. Y entonces Pablo está jugando con el término judío y les está diciendo, esa alabanza de su nombre judío, no deben buscarla de los hombres. La alabanza del verdadero circuncidado, del verdadero judío, del verdadero creyente, su alabanza viene de Dios, no de los hombres. En el día final, cuando Cristo vuelva, los verdaderos judíos, los verdaderos creyentes en Cristo, serán alabados, honrados por Dios, recompensados por Dios. Dios los va a reconocer como suyos públicamente, los va a declarar públicamente circuncisos de corazón, y recibirán la recompensa escatológica de la vida eterna. Eso recibiremos, los verdaderos creyentes. La recompensa de vida eterna como un testimonio que dice, estos son míos, dice Dios. Este es mi pueblo y pasará a estar conmigo por la eternidad. Notan el tema de la gloria. Es un poco extraño pensar que Dios va a alabar a alguien. ¿Verdad? Que alguien va a recibir alabanza de Dios. Pero si nos ponemos a hilar con cuidado, a ser bien meticulosos, ¿qué es lo que Dios está recompensando? Al final de los tiempos, cuando Él recompense a los creyentes, lo que está recompensando es su propia obra en los creyentes. Es lo que Él mismo ha hecho en la vida de cada uno de sus hijos. Porque somos hechuras suyas, creados en Cristo Jesús para buenas obras. Entonces, aún esas buenas obras y todo eso bueno que estamos haciendo y que queremos hacer por nuestro Dios, incluso eso es hechura suya. Y cuando Él recompense esas buenas obras, y cuando Él recompense esa vida agradable a Él, en última instancia está alabando su propia obra en nosotros. Porque Dios, mis hermanos, no comparte su gloria con nadie. Él es el único digno. Así que vivamos nuestras vidas con miras en esa recompensa en el sentido de que yo quiero recibir todas las coronas posibles en ese día final para poder ponerlas a los pies de mi Dios. Y que la alabanza de su nombre sea aún mayor. Que sea aún más grande. Porque en última instancia se trata de su fama, su nombre, su gloria. Eso es lo más importante. Dios recompensará su propia obra en nosotros. A Él sea la gloria. en la Iglesia, en Cristo Jesús, por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.
Verdadera circuncisión
Series Romanos
Sermon ID | 78231811286788 |
Duration | 29:32 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | Romans 2:25-29 |
Language | Spanish |
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