00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
amar y ser amados. Ese es un anhelo que yo creo que todos los seres humanos compartimos. Tenemos el deseo de experimentar el amor, darlo y recibirlo. Y por eso yo creo que nos encantan las historias de amor. Hasta los hombres, no crean. No nos gusta admitirlo, pero es cierto. Hay libros, hay novelas, películas, series de televisión donde el tema principal es una historia de amor y no necesariamente el amor romántico entre una mujer y un hombre. También se dan historias de amor entre madres e hijos, padres e hijos, entre amigos, compañeros, Hay algo en este tema de amar y ser amados. Les he dicho que toda buena historia es un reflejo de la gran historia. Y creo que podríamos añadir o hacer una modificación leve a esta afirmación y decir que toda buena historia de amor es un reflejo de la gran historia de amor. Y hermanos, hermanas, nosotros, cada uno, somos parte de la más grande historia de amor. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no es catimón y a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. Oremos. Padre, te rogamos, como hemos cantado ya, que nos muestres a Cristo, que nos enseñes su gloria. a través de este pasaje que podamos contemplar su belleza y deleitarnos en él, que podamos considerar tu amor por nosotros en él y enséñanos por tu Espíritu Santo a responder de la misma manera en amor hacia ti. Abre nuestros corazones, nuestras mentes, nuestros oídos, mueve a cada uno de nosotros a través de esta palabra y que cobre vida y nos edifique conforme a tus promesas. Ilumínanos, Santo Espíritu, por Jesucristo. Amén. Si usted ha puesto atención a todos los sermones, si no se habían dado cuenta, este es el número 50. de romanos. Ya casi cumplimos un año recorriendo la epístola de los romanos. Y si usted ha puesto atención, por lo menos como desde el capítulo 5, hemos estado tocando un tema en particular que no ha sido evidente, y quizá yo no lo he señalado, evidentemente estoy seguro de que sí lo he señalado, pero no en todos los sermones. Y sin embargo, se ha estado edificando y mostrando con alguna luz el tema de la seguridad que tenemos como cristianos. y donde descansa esa seguridad. Solamente en el capítulo 8, en los últimos sermones del capítulo 8, hemos visto que Dios nos ha librado del pecado y allí tenemos seguridad, que no ha sido un esfuerzo nuestro, sino que es algo que Dios ha hecho, librarnos del pecado, librarnos de la muerte. Que Dios ha renovado por su Espíritu, que mora en nosotros nuestros corazones y que nos ha dado corazones sensibles a Él y que está haciendo una obra por Su Espíritu Santo en cada uno de nosotros. Que Dios nos ha adoptado dentro de Su familia, nos ha hecho Sus hijos. Que Dios nos ha predestinado con propósitos, el propósito de la santificación, el propósito de ser cada vez más como Su Hijo Jesucristo, y también que tenemos el destino de la gloria preparado para nosotros. Todo esto es Dios. Él es el actor principal, el actor único de todas estas cosas. Él es el que nos libra del pecado. Él es el que renueva nuestros corazones. Él es el que nos ha adoptado. Él es el que nos ha predestinado para santidad y para gloria. Y entonces, dado que Él es el actor y no nosotros, hay seguridad. Y viene la pregunta con la que empieza este pasaje. ¿Qué, pues, diremos a todo esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? ¿Qué podemos decir? ¿Cómo debemos responder nosotros a todo esto que hemos venido aprendiendo? ¿Cuál es la reacción que debería darse en nuestros corazones en respuesta a todo esto que hemos visto, ante todo lo que Dios ha hecho por nosotros, a la luz de todo lo que hemos aprendido hasta ahora? Con todo eso en mente, Pablo plantea una serie de preguntas que no tienen respuesta, en realidad, o que se pueden responder de manera absolutamente negativa. Les doy un ejemplo con la primera. Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? La respuesta a esa pregunta es nadie. Nadie. Como diría Arcis Pro, corrigiendo, dado que Dios es por nosotros, no es un condicional, en realidad, es una afirmación. Dado que Dios es por nosotros, dado que Dios está a nuestro favor, dado que Él está de nuestro lado, es un hecho más que demostrado. No es algo que podamos poner en tela de duda. ¿Qué ha hecho Dios para demostrar que está por nosotros? Hemos mencionado varias cosas, pero se lo voy a decir así personalmente. ¿Cómo sabe usted? Hijo, hija de Dios, ¿cómo sabe usted que Dios está por usted? Lo eligió desde antes de la fundación del mundo. Usted ni siquiera existía cuando Dios ya había puesto su amor en usted. Envió a su hijo a tomar su lugar en la cruz y a morir su muerte. Resucitó a Jesucristo para su justificación. exaltó a Jesucristo hasta lo sumo para que él sea rey soberano sobre cada detalle de su vida. Le dio un nuevo corazón por su espíritu, le dio la fe para creer en Jesucristo, para abrazar el Evangelio. Lo está haciendo en este momento cada vez más conforme a la imagen de su Hijo Jesucristo activamente. Dios está haciendo eso ahora. y le ha prometido que lo llevará a la gloria, de modo que todo lo que pasa, como vimos en el sermón anterior, todo lo que pasa ayuda a bien. A los que aman a Dios, a los que son llamados conforme a su propósito. Entonces, no debería caber duda en usted. Dios ha demostrado que lo ama. Dios ha demostrado que está por usted. ¿Quién contra nosotros? Bueno, lo cierto es que hay muchos contra nosotros. Eso es verdad, y en el tiempo de Pablo era cierto, y en nuestros tiempos también es cierto. Si hay oposición, si hay peligros, si hay dolores, si hay aflicción, ¿hay mucho que podría causarnos daño? ¿Hay mucho que podría darnos temor? ¿El mundo anticristiano a nuestro alrededor que se levanta en contra de todo lo que tiene que ver con Dios? y por lo tanto se levanta en contra de nosotros, los ataques de Satanás son cada vez más vehementes, más fuertes, y hay fuerzas invisibles de maldad que ni vemos, que ni imaginamos, que están activamente buscando derrotarnos, buscando derribarnos. Entonces, la pregunta no es si hay o no enemigos poderosos a nuestro alrededor. La pregunta es si esos enemigos pueden prevalecer. ¿Quién, podríamos decirlo así, quién podrá prevalecer contra nosotros? Si Dios es por nosotros, ¿quién podría prevalecer contra nosotros? Nadie. No importa cuánto se levanten contra nosotros, nadie podrá prevalecer. Incluso si todos los poderes del infierno se levantaran en contra de la iglesia de Cristo, no podrán prevalecer. Esa es la primera pregunta. La segunda está en el versículo 32. El que no escatimó ni a su propio hijo. sino que lo entregó por todos nosotros. ¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas? Ciertamente, Dios no retuvo a su Hijo. No lo, no, no, no, no retuvo su mano, no detuvo su mano cuando llegó el momento de entregarlo en la cruz. Y me hace pensar en la historia de Abraham e Isaac. Cuando Dios le pidió a Isaac, a Abraham, perdón, que tomara a Isaac, a su hijo, a su único hijo, al que él amaba, y que lo atara y que lo pusiera sobre el altar y lo ofreciera en holocausto a Dios. Y en el momento en el que Abraham levantó su mano para dejar caer el cuchillo, el ángel del Señor lo frenó, lo detuvo y proveyó un sacrificio en lugar de Isaac, una sombra de Cristo. que vendría a hacer el sacrificio en nuestro lugar. Y en el caso de Dios Padre, Él no detuvo su propia mano, ató a su Hijo, lo puso sobre el altar y dejó caer el cuchillo. Y Cristo murió. Murió por usted y por mí. Lo entregó por nosotros. por usted y por mí, porque Él está por nosotros, entregó a su Hijo por nosotros, lo ofreció en sacrificio por nosotros, por usted y por mí, lo más valioso que tenía, el tesoro del universo, la persona más valiosa que existe, Dios Padre la entregó Si usted no entiende esto, si esto no lo asombra, una de dos, o usted tiene una muy alta perspectiva de sí mismo, y de alguna manera se cree digno de que Dios entregue a su Hijo por usted, o tiene una muy baja perspectiva del Hijo, y de quién Él es, y del valor que tiene el Hijo de Dios que fue entregado por usted, una de esas dos. debería haber un sentido abrumador de profunda humillación, de acciones de gracias que no podríamos ni expresar, sentimientos de gratitud inefables, una entrega y una devoción en respuesta incondicionales a este Dios, que fue capaz de entregar lo más valioso del universo por nosotros. no es digno de nada menos que nuestra vida entera, nuestra devoción entera, nuestro amor entero. Y si ya entregó a su hijo, pregunta Pablo, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Ahora, no se froten las manos pensando que, ah, bueno, Dios me va a dar todo lo que a mí me dé la gana, Todo lo que yo le pida, entonces me lo va a dar. No es eso lo que está diciendo. Debemos leer el versículo en su contexto. No está diciendo que nos va a dar todo lo que nosotros nos imaginemos. Se refiere no al último carro, no a la mejor casa, al mejor trabajo, la familia ejemplar, la mejor posición, la mayor influencia, la mayor riqueza material. No se refiere a eso. Se refiere a todo lo necesario para lograr su propósito en nuestra vida. ¿Y cuál es ese propósito? Santificarnos, hacernos conformes a la imagen de su Hijo y llevarnos a la gloria. Y para que ese propósito se cumpla en cada uno de nosotros, Él nos va a dar todo lo que se necesite, todo lo que se requiera. porque ya nos dio a su Hijo, nos va a dar todas las cosas necesarias, toda bendición espiritual, incluso bendiciones materiales necesarias para nuestro avance y para nuestro crecimiento. Esta salvación que ha iniciado, esta salvación que Él ha ganado, será plena, se completará, se cumplirá. Sí o sí. Y Él va a encargarse de hacer todo lo que sea necesario para que nosotros crezcamos en nuestra salvación y podamos avanzar en nuestra vida cristiana para poder vivir para Él, para poder crecer en la gracia, todo lo necesario. En cierta forma, sí nos está dando la mejor posición. Estar en el favor de Dios es la mejor posición. No podríamos estar en mejor posición que saber que estamos en su favor, que somos amados por Él activamente y está siendo Él en su vida. Piénselo, en su vida particular. Dios está haciendo todo lo necesario para que Cristo crezca en usted y para llevarlo a la gloria. Si usted se puede imaginar una mejor posición, tiene sus prioridades confundidas. Esta es la mejor posición que podríamos tener, y sí, la mayor riqueza. Cristo mismo, Jesús mismo, nos lo ha dado el tesoro más grande. Es suyo, es mío, para siempre. Y si esto es así, y es una realidad en nuestras vidas, viene la tercera pregunta. ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién podrá levantar un cargo en su contra y la mía, cuando el Juez del Universo, el Dios que tiene el derecho y el poder para juzgarnos, nos ha declarado justos ante Él? ¿Quién podrá levantar una acusación en nuestra contra? El que nos escogió es también el que nos justifica. Dios es el que justifica, Él ha borrado sus pecados y los míos del registro, los quitó, los clavó en la cruz, como vimos en el tiempo de confesión esta mañana, los clavó en la cruz, nos ha revestido con la justicia ajena, la justicia de su Hijo Jesucristo y se aseguró de poder perdonarnos enviando a su hijo a morir por nuestros pecados. El Cordero que quita el pecado del mundo. Entonces, ¿quién los puede acusar? Se levantan voces acusadoras. El primero, por excelencia, lo vemos en la historia de Job, y así es en nuestra historia también, Satanás. Satanás es el primero que se levanta delante de Dios y le dice, vea lo que está haciendo su hijo, vea lo que está haciendo su hija, vea lo que está pensando, vea las cosas que está viendo vea cómo está actuando y Dios en ese momento tiene a alguien delante recordándole que somos justificados que no se trata de nuestro desempeño y eso lo vamos a ver en unos momentos por otro lado está nuestra conciencia también que nos acusa incluso de pecados ya confesados, no está mal cuando son pecados que no hemos confesado. Si nuestra conciencia nos acusa, confesemos, arrepentámonos de nuestros pecados y volvámonos a Cristo. Pero cuando son pecados del pasado que a veces nos vuelven a visitar, los recuerdos regresan y nos atormentan. Recordemos, hemos sido justificados. Esos pecados ya fueron pagados y perdonados, borrados. de su cuenta, de su registro. Incluso a veces otras personas nos acusan, ¿verdad? Y eso es muy común, que de repente nos digan, ah, es que vea usted, ah, es que hizo esto, eso, aquello. Recuerdo un pastor que decía que cuando lo acusaba de algún pecado, de alguna infracción, de algún error, de algo que hubiese hecho equivocado, Él solía responder, usted no tiene ni idea. Eso es lo que usted ve nada más. Eso es lo que usted ve, pero usted no sabe cuánto pecado hay en mi vida. Quizá deberíamos recordar esa respuesta, pero lo cierto es que todos los pecados de los que se nos acusan, de los que nos acusan nuestra conciencia, de los que nos acusa Satanás, todos han sido cubiertos por la sangre de Cristo. No significa que debamos tomarlos a la ligera. Y yo creo que cuando alguien nos acusa o cuando nuestra conciencia nos acusa, debemos prestar atención y ver, bueno, quizá hay algo de verdad en esto. Porque yo no soy perfecto. Estoy en proceso de santificación y si alguien ha encontrado una falta en mí, debo prestar atención. A ver si es verdad y confesar. ¿Por qué nos vamos a escandalizar por eso? Aquí nosotros no somos una iglesia de gente perfecta. Entonces no deberíamos escandalizarnos y deberíamos estar dispuestos a pedirnos perdón cuando nos hemos ofendido unos a otros, a pedir perdón cuando hemos ofendido a nuestro Creador. No debería ser una tarea difícil. Desde el pastor aquí al frente, todos somos pecadores, no hay ningún santurrón aquí. Y puedo decirles desde el púlpito, si ustedes supieran, si ustedes supieran lo que ocurre en esta mente, lo que ocurre en este corazón, los sentimientos, los pensamientos, los impulsos, es una realidad con la que todos brigamos. Pero ¿quién nos acusará? Cuando es Dios quien nos justifica, entreguémonos en sus manos de perdón. La siguiente pregunta dice, ¿Quién es el que condenará? ¿Quién podrá pronunciar juicio contra nosotros? ¿Quién podría declararnos culpables cuando el Dios que juzga nos ha declarado justos? Y no fue una absolución presidencial como cuando un presidente o un rey dice, bueno, a este le vamos a ignorar sus pecados y lo vamos a absolver y que salga de la cárcel y no enfrente condenación. No es eso lo que hace Dios. Dios envió a su Hijo a morir por esos pecados. No fueron pecados que se barrieron debajo de la alfombra. Fueron pecados pagados. Lo que pasa es que no los pagamos nosotros. Los pagó Jesucristo. Pero si Él ya ha hecho esto, entonces ¿quién podría condenarnos? Su justicia ya ha sido satisfecha. Ha habido una propiciación efectiva realizada por Jesucristo. Ya ese pecado fue pagado. Y como Dios no es injusto para castigar dos veces el mismo pecado, ya castigó a su Hijo. No nos va a castigar a nosotros. Ya su Hijo fue hecho maldición. No nos va a maldecir a nosotros. Ya su Hijo estuvo bajo condenación por todas las almas de los creyentes. Ya a nosotros no nos va a condenar. Cristo murió. La muerte que nosotros merecíamos morir, Cristo la murió. Más aún, resucitó para ser declarado justo, inocente, que no merecía morir. El que además está a la diestra de Dios, exaltado al lugar de suprema autoridad, donde gobierna sobre todas las cosas. Todo esto es un repaso que Pablo está haciendo de cosas que hemos visto en el pasado. Pero ahora añade un matiz un poco diferente cuando dice el que también intercede por nosotros. Ya habíamos visto que el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles, y ahora añade esta verdad de que Jesucristo intercede por nosotros. Él es el que está ahí cada vez que se levanta una acusación delante del Padre. El Hijo dice no. Él es perdonado, ella es perdonada. Yo morí por Él, vea. Aquí están las marcas, todavía en mis manos. Y en mis pies, los clavos, la herida en mi costado. Padre, mira, mira mis manos. Mira mis pies. Yo morí por él. Yo morí por ella. Estas heridas son para asegurar su salvación. La salvación de los que tú me diste, yo ya los compré con mi sangre, son míos para siempre, irrevocablemente míos. No hay condenación para los que están en mí, dice Jesús. Esa es la clase de amor de la que nosotros somos objeto. Entonces, si a usted le gustan las historias de amor, entienda que usted está en la más grande historia de amor. Entienda que usted es parte, es objeto del amor más grande que nadie podría expresar por usted. Y disfrútenlo. Regocíjese en ese amor. Pero también refleje ese mismo amor. Piense. Cuando tenga dificultades para dar algo por su prójimo, ya sea tiempo, dinero, comida, vestido, hospedaje, palabras de ánimo, una oración, lo que sea que usted sabe que debe dar por su prójimo y tiene dificultad para hacerlo. Recuerde que dio Dios por usted. A su hijo, lo más valioso. Dios lo entregó por usted. Su deleite, su gozo lo entregó por usted. ¿Vale su tiempo más que Jesús? ¿Vale sus recursos más que Cristo? ¿Vale su vida más que la vida de Jesús? Aprenda a entregarse también por amor. a los demás y hasta dónde debe llegar su ayuda. Perdón, me pasó algo muy curioso en el aeropuerto cuando iba para Holanda en la conexión en Panamá. Entonces, en el vuelo de Costa Rica a Panamá, me encontré con una señora costarricense que iba para República Dominicana y era como la primera vez que tenía que hacer un vuelo de conexión. Primera vez. Y yo escuché esa información, pero como que no la registré bien. Y me preguntó que qué tan complicado era y yo le dije no, no es muy complicado en el aeropuerto si tiene dos horas para esperar eso es suficiente para hacer todo el recorrido en el aeropuerto de Panamá de una terminal a la otra y ya poder abordar el vuelo de conexión. Y después me pidió ayuda cuando nos bajamos del avión para conectarse a internet. Entonces yo le ayudé a conectarse a internet y me despedí y me fui. Y después yo hice el recorrido en el aeropuerto de Panamá. Fue confuso. Prácticamente uno tiene que salir del aeropuerto, atravesar seguridad, salir del aeropuerto, volver a entrar y no hay señalización tan clara como la que uno está acostumbrado en otros aeropuertos. Y cuando llegué a seguridad, yo no podía dejar de pensar, no le ayudé suficiente, yo debía haberme atraído conmigo. Y orando al Señor, pidiéndole a Dios que por favor le ayudara a esta pobre señora mayor a encontrar su camino, porque si no, era muy fácil que se perdiera. Sé que no dependía de mí totalmente, pero de una manera muy personal, sentí que no le di la ayuda completa, ¿verdad? Como que me quedé a medio camino. y me hizo reflexionar. Pensé en eso cuando estaba leyendo el pasaje de cómo Dios hace todo lo necesario y más, ¿verdad? Él nos da a su Hijo, pero no se queda ahí, sino que nos da junto con Él todas las cosas, todas las cosas. Me quedó la ilustración de pelos. Entonces, cuando estemos ayudando a alguien, asegurémonos de hacer el trabajo completo, de ayudarles de manera completa, satisfactoria, de ir hasta las últimas consecuencias y demostrar realmente nuestro amor ayudándoles hasta asegurarnos de que se haya resuelto la situación, el problema o lo que sea en lo que nos hemos metido con ellos. Dios nos dio todo. Cuando alguien le haga daño y tenga usted dificultad para perdonar, también recuerde el perdón que ha recibido en Cristo. Incluso, a veces perdonamos, y cuesta mucho recuperar la relación. Recuerde cómo Dios nos perdona en Cristo. Él no nos reduce, o nos rebaja, o dice, bueno, te perdono, pero nunca me voy a olvidar. Te perdono, pero las cosas no van a ser lo mismo. No. Su perdón es absoluto, de modo que olvida, dice Él. Él no recuerda más nuestros pecados. No que tenga mala memoria. Por supuesto que los recuerda, Él es Dios. Pero no nos los trae, no los saca en nuestra cara nunca más. De esa manera nos perdona. Debemos aprender a perdonar así a nuestro prójimo. El perdón también pasa por alto muchas ofensas. Hay cosas que ni siquiera deberíamos hablar. Hay ofensas que nos hacen que no deberíamos nosotros darles importancia. Y de nuevo, yo creo que es que a veces nos sentimos más importantes que Dios mismo. Entonces, cualquier cosita, ya yo ahí no vuelvo. No, yo con esa persona, no, mejor miren, yo no voy a cortarlo así. Ese no es el tipo de amor que debemos expresar. El amor, dice, cubre multitud de pecados. Debemos estar dispuestos a dejar pasar la ofensa. Hay sabiduría en dejar pasar las ofensas. No tenemos que estar señalando y discutiendo cada ofensa que alguien comete contra nosotros. ¿Cuántos pecados no confesamos nosotros? ¿Cierto? Hay mucho que no confesamos. Hay mucho de lo que ni somos conscientes. Y el amor de Dios no cambia, no varía. Su perdón no se disminuye ni aumenta conforme a la conciencia que nosotros tengamos de nuestras ofensas y de nuestros pecados. Él pasa por alto muchísimos pecados porque los ha perdonado en Cristo. Así que recuerde que Cristo murió por usted y también murió por su hermano y por su hermano. Y esa misma justificación que usted disfruta es la justificación que ellos tienen en medio de sus pecados y ofensas. Y le doy una noticia. Usted también tiene pecados y ofensas. Entonces, lo que conviene hacer es todos poner nuestra mirada en Jesús. Y si Jesús, que es Dios, nos ha perdonado, ¿quiénes somos nosotros para no perdonarnos unos a otros? no somos más importantes que Dios, no valemos más que Jesús. Esto es parte del sufrimiento cristiano. Estas aplicaciones del amor son parte del sufrimiento cristiano, porque no es fácil. Esto que estamos hablando no es sencillo. Extender la misma gracia, ofrecer el mismo perdón y el mismo amor que hemos recibido. ¿Pero saben qué estamos haciendo al hacer eso? Estamos escribiendo pequeñas historias de amor. Cuando hacemos eso con nuestros hermanos y hermanas, con nuestros vecinos, con nuestros compañeros, con nuestros amigos, con nuestros familiares, estamos escribiendo pequeñas historias de amor en todas nuestras relaciones. Y estas pequeñas historias de amor, en última instancia, son un reflejo de la más grande historia de amor jamás contada. que nuestras vidas sean un reflejo de esta historia de la que somos partes y que así nuestro Dios sea glorificado en la iglesia por los siglos de los siglos. Amén.
¿Quién contra nosotros?
Series Romanos
Sermon ID | 622444612722 |
Duration | 31:40 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | Romans 8:31-34 |
Language | Spanish |
Documents
Add a Comment
Comments
No Comments
© Copyright
2025 SermonAudio.