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Antes de empezar, vamos a tener un momento de oración. Señor, tu pueblo ha clamado a ti en esta mañana. Tu pueblo ha presentado sacrificios espirituales a través de nuestro Redentor Jesucristo. Te rogamos que lo recibas como honor fragante delante de ti, Señor. Nos gozamos y nos gloriamos en cantar las verdades gloriosas y eternas de las que hemos cantado, que hemos celebrado en tu presencia gloriosa. Permita que estas se apoderen de nuestras mentes y corazones y Nos ayuden a vivir a la luz de ellas porque son conforme a tu palabra. Ven, señor, y ayúdanos en la exposición, que seamos claros, que seamos fieles. Precisos al exponer tu palabra y que tú por tu espíritu la apliques como solo tú puedes hacerlo, transformando nuestras mentes y corazones y conducta. Y también que esto resulte en la salvación de pecadores entre nosotros. En esto te lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén. El muy conocido Charles Spurgeon dijo una vez, todo lo que nos hace orar es una bendición. Y tenía razón al decirlo, ¿verdad? Porque ha habido muchas ocasiones en las que hemos pasado por aflicciones bien difíciles. Y una cosa que nos queda muchas veces es un signo de interrogación. ¿Por qué será que el Señor permitió esta aflicción en mi vida? Y no sabemos, muchas veces no podemos explicarlo. Pero hay algo que sí podemos explicar, que esa aflicción nos llevó a orar. Y como nos llevó a orar, como dice Spurgeon, qué gran bendición. Continuamos con nuestra serie de estudios expositivos sobre la epístola de los colosenses. Y hoy vamos a hablar del tema de la oración, no de la aflicción que nos lleva a orar, sino del mandato del Señor a que oremos. Es el Señor que quiere que oremos. Él nos va a mandar en nuestro texto hacer lo que para vergüenza nuestra, con tanta frecuencia descuidamos. La oración. ¿Qué creyente aquí reunido se atrevería a decir que está conforme, totalmente conforme con su vida de oración? ¿Quién puede decir que ora con la frecuencia, el fervor y el nivel de fe que debería orar? ¿Cuál de nosotros diría que no necesita mejorar en su vida de oración? Nuestro texto es sumamente relevante para todos nosotros aquí reunidos, para todo creyente en toda parte del mundo. Después de que Pablo concluye la sección que va del capítulo 3, versículo 18, al capítulo 4, versículo 1, que hemos estado estudiando en las últimas semanas, donde nos habla de algunos de los deberes en el ámbito del hogar y en el ámbito laboral, ahora pasan los versículos 2, 3 y 4, hablarnos del tema de la oración. Leamos los versículos 2 a 4 que estaremos estudiando esta mañana. Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias. Oren al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también he sido encarcelado, para manifestarlo como debo hacerlo. Ese será ese será el pasaje. Ese serán los textos que estaremos estudiando en esta mañana y vamos a dividirlo en dos encabezados principales. Veremos en primer lugar la oración personal en el versículo 2. Se nos exhorta la oración personal y en segundo lugar veremos la oración intercesoria a la que se nos exhorta en los versículos 3 y 4. Empecemos con la oración personal. Versículo 2 Perseveren A cada uno de nosotros el Señor nos dice esto. Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias. Podríamos decir que es una exhortación compuesta de tres acciones en particular. Nos llama a la perseverancia, nos llama a la vigilancia y nos llama también a la acción de gracias. Óiganlo de nuevo. Perseveren en la oración, velando vigilancia en ella con acción de gracias. Nos llama la gratitud también. Veamos cada uno de estos componentes de esta exhortación, la oración individual, que creo que es sumamente instructiva para nosotros los creyentes. Primero nos llama a la perseverancia en la oración. Dice el versículo 12, empieza diciendo Perseveren en la oración. ¿Y qué quiso Pablo decirle a estos creyentes del siglo 1 cuando les dijo eso? ¿Qué quiere el Señor decirnos a ti, a mí en el siglo 21? Bueno, el verbo perseverar tiene varias posibles traducciones. Por eso algunas versiones lo traducen diferente. Especialmente puede traducirse dedicarse. Puede traducirse mantenerse o persistir. Hay otras versiones que lo traducen de esta manera. Una de ellas lo traduce así. Dediquen siempre tiempo a la oración. La nueva versión internacional lo traduce de esta manera. Dedíquense a la oración. Nuestra versión lo traduce perseveren en la oración. Y el énfasis no es tanto en lo extensas que deberían ser nuestras oraciones. Porque no es a eso a lo que el Señor le presta tanta atención. No es que el Señor se agrada más de aquel que ora de rodillas una hora, pero no se agrada de aquel que ora 30 minutos. Eso no es lo que nos está diciendo, ni encontramos en ninguna parte de la Escritura apoyo para decir que mientras más larga la oración, más se agrada el Señor con nosotros. No es así. El énfasis de esta exhortación y las demás que nos llaman a orar es que la oración nuestra no debe ser algo que hagamos de vez en cuando, sino algo a lo que nos dediquemos. Hay una gran diferencia entre estar dedicado a algo y hacer algo de vez en cuando. Una persona dedicada a algo es alguien que está entregado a ese algo con todo su corazón. Es algo a lo que le dedica tiempo, energía, esfuerzo, sacrificio. Por ejemplo, ¿qué tú entenderías, mi hermano, si tú oyeras a alguien decir, Julio es un hombre muy dedicado a su trabajo? ¿Qué ideas te vendrían a la mente si tú oyeras una declaración como esa? ¿Que Julio va de vez en cuando al trabajo? ¿Que Julio solo trabaja una hora a la semana? O más bien que Julio es un hombre tan dedicado a su trabajo que antes de llegar allí está pensando en lo que debe hacer y después de haber salido, sigue pensando en cómo hacerlo mejor al otro día. Y casi siempre la conversación del trabajo sale a relucir porque de la abundancia del corazón habla su boca. Él es un hombre tan dedicado a su trabajo que no deja de pensar en él. En nuestro texto, Pablo dice, dedíquense a la oración. No oren de vez en cuando, no oren cuando se les antoje, no oren únicamente cuando haya problemas. Y esto era algo que distinguía a los creyentes de la primera iglesia cristiana en Jerusalén. En Hechos 1, 14 se nos dice, todos estos creyentes estaban unánimes, entregados de continuo a la oración. La misma idea a la que se nos llama en nuestro texto. Hechos 2.42 dice lo mismo también, hablando de este mismo grupo. Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. Lo que dice al principio se dedicaban continuamente ahora de una lista de cosas a las que se dedicaban continuamente. Y entre esa lista se encuentra la oración. No aparece al final por poca importancia que tiene, sino porque es una de las tantas cosas que ellos hacían que se dedicaban continuamente a la oración para aquellos hermanos. La oración no era algo que practicaban cuando se les ocurría, sino que era casi un estilo de vida para ellos. Se podía decir que ellos vivían con un espíritu de oración. Y eso es lo que se nos llama en nuestro texto, a vivir en un espíritu constante de oración. Pues, ¿a qué es que Pablo les exhorta a ellos en Colosses 4, 2? ¿Y el Señor a nosotros? ¿A que nos dediquemos de lleno a la oración? ¿A que seamos hombres y mujeres de oración? A que seamos hombres y mujeres con rodillas de camello, como se decía de un siervo de Dios del pasado. Ese es el hombre de las rodillas de camello, la tenías pelada de tanto orar. Los camellos, si tú los miras bien, tienen rodillas bien callosas. Este texto nos llama a nosotros, hermanos, y llamó Pablo a los colosenses a que no se conformaran con cinco o diez minutos de oración por las mañanas para luego desconectarse del Señor por el resto del día. Los llama a que estuvieran en constante comunión con su padre celestial. Dedicados a la oración. Este texto nos llama a la perseverancia en la oración. Pero también nos llama a la vigilancia en la oración. Dice el versículo Persevere en la oración, velando en ella. Velando en ella. Cuando estaba meditando en este pasaje y las veces que lo he leído siempre me llama la atención que diga velando en ella y me he preguntado qué es eso de estar velando en la oración. ¿Quién va a estar atento a velar en la oración? Vamos a entender lo que significa velar y entenderemos un poquito mejor lo que aquí se nos llama hacer. Velar es lo mismo que decir estar despiertos, es lo mismo que decir estar en vigilancia, es lo mismo que decir estar alertas. Tenemos que ver cuál es, según el contexto, la traducción que más se encaja o el sentido de esta palabra que más se encaja. Por ejemplo, esta misma palabra aparece en Mateo 26, 40, cuando se nos habla de los discípulos a quienes el Señor en el huerto de Getsemaní le dijo, velen conmigo una hora. Y él se fue a cierta distancia a orar a su padre. ¿Recuerdan ese pasaje? Cuando él regresa, los encuentra dormidos. Y voy a leer cómo lo traduce la nueva versión internacional, porque la versión de la Reina Valera nueva, la versión, la Biblia de las Américas lo traduce el verbo velar, pero aquí lo traducen de otra manera. Ustedes entenderán por qué. Versículo 40. Luego volvió. Jesús volvió a donde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. Y le preguntó, no pudieron mantenerse despiertos, no pudieron velar. ¿Conmigo ni una hora? Dormidos, despiertos. ¿Ven el contraste? Dormidos, despiertos. Dormidos, velar. Velar es estar despiertos. Velar es estar alertas. Velar es estar vigilando. Pero yo no creo que Pablo aquí nos está llamando realmente a que nos aseguremos de que cuando oremos no nos durmamos. Esa no es la idea. Aunque debemos asegurarnos de no dormirnos, por eso es recomendable buscar mejor momento del día donde estemos más alerta físicamente y mentalmente. Si es necesario tomarnos un café, tomárnoslo. Si es necesario darnos un baño de agua fría, mejor hacerlo. Pero hay personas que tratan de orar acabado de despertar, cuando están entre el sueño y el despertarse, en esa etapa tan peligrosa donde podemos terminar soñando. Trata de orar después de haber dormido 5 horas y 32 minutos. Ponte a orar en la cama acostada. Que los ronquidos te van a despertar y recordar que no estás orando. Estabas durmiendo. Entonces debemos ser responsables en ese sentido. Pero no es el énfasis del texto. Más bien, lo que nos exhorta es a mantenernos vigilantes mientras oramos. Y hay que estar vigilantes mientras oramos. Sí, hay que estar muy vigilantes. Hay que estar bien alertas mientras hablamos con Dios. No es cualquier cosa que estamos haciendo. A orar, estar bien conscientes de lo que hacemos, hermanos. Aquí oremos teniendo varias cosas presentes, como por ejemplo, el recordar que el orar es hablar con Dios. Eso es algo a tener presente en todo momento que oramos. Podemos caer en una monotonía y en un ritualismo de, ah, llegó el tiempo de orar, cierro mi Biblia, ahora pedirle al Señor unas cuantas bendiciones, levantarme, irme para trabajo, y ya hasta el otro día. Según este texto, eso no es la vida que el Señor quiere que vivamos. No es la vida de oración que el Señor quiere que vivamos. Cuando oramos debemos ser conscientes y recordarnos a nosotros mismos de que estamos hablando con Dios. En Eclesiastes 5, 12 nos dice lo siguiente. No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. ¿Por qué? Mira lo que tú y yo debemos recordar. Porque Dios está en el cielo y tú en la tierra. Por tanto, sean pocas tus palabras. No que sean pocas en el sentido de que oremos un poquito y no oremos mucho porque Dios me cansa o que oremos mucho. No, no. Sean pocas en el sentido, no te pongas a hablar lo que te venga. Al punto tal que termines diciendo un paquetón de cosas sin sentido porque quieres rellenar un espacio para poder decir que oraste por una hora. Recuerda más bien delante de quien tú estás, que eso te ayudará a orar con reverencia, a orar bien alerta, sabiendo de que tú no vas a querer decirle a Dios algo que realmente tú no sientes aquí adentro en el corazón. Tú no vas a querer pedirle a Dios algo que realmente tú no tienes la intención de hacer. Tú no le vas a pedir Señor, ayúdame a guardar mis ojos para no pecar contra ti y luego volver poco minuto después, entrar al Internet a una página que no debes entrar. Es bueno, hermanos, detenernos a reflexionar antes de orar y preguntarnos qué es lo que voy a hacer yo. Yo voy a hablar con Dios. Voy a hablar con el Dios que todo lo conoce. Yo no vengo a informarle a él. Yo vengo a derramar mi corazón delante de él porque él lo él quiere oír mi corazón. Él se deleita en oír mis peticiones. Él se deleita en que yo le adore a él, que reconozca su grandeza, etcétera, etcétera, etcétera. También debemos orar siendo conscientes de que venimos al Dios que es todo poderoso. Y eso debemos reflexionar en eso para que eso fortalezca nuestra fe y vengamos con la confianza de que Él es poderoso, como dicen en Efesios 3, 20, poderoso para ser más allá de lo que pedimos y esperamos. Ese texto debe animarnos a nosotros a orar. También, hermano, cuando oremos debemos, en el contexto de estar velando, de estar alertas en la oración, como el texto nos llama, debemos también enfocarnos en lo que hacemos. Si estamos vigilantes, si estamos alertas, vamos a estar enfocados en lo que estamos haciendo. Verdad? Estamos hablando con Dios. Yo voy a ser cuidadoso en lo que digo. Voy a tener en cuenta primero los Corintios 14 15. Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento. Yo sabré lo que digo a Dios. Yo sabré por qué se lo digo a él. Yo no estaré rellenando la oración con diferentes cosas. Hermanos, se nos llama aquí a que oremos con vigilancia, vigilando nuestras mentes para que no divaguen. Cuán fácilmente se nos van las mentes. Me acuerdo cuando, en el tiempo de noviazgo, cuando mi esposa lloraba por ella, de la oración pasaba a pensamiento y terminaba en la playa caminando con ella, pensando. Especialmente cuando hay algo que nos abruma, tiende nuestra mente a irse hacia eso. Si tú estás pasando bajo, estás sufriendo grandes cosas o pasando por una prueba bien difícil, situaciones difíciles en el trabajo o lo que sea, tú empiezas a orar por esa situación y terminas pensando en esa situación. Empiezas a orar que te dé el Señor sabiduría para hablar con el jefe de un tema delicado y terminas pensando en cómo se lo vas a decir. Entonces, orar requiere vigilancia, hermanos. Tenemos que estar vigilando nuestras mentes, también vigilando, oye, estoy bien, vigilando nuestras palabras para no caer en vanas repeticiones. Cuidado, hermanos, con las muletillas mientras oramos. Padre, te pido, padre, que me concedas hoy, padre. Esas son muletillas. Y no es adrede que lo hacemos. Son malas costumbres, malos hábitos que se formaron desde nuestros inicios en la fe, que ya después de 15, 20, 30 años están tan profundamente arraigados, ese mal hábito, que es difícil de desarraigar, pero hay que resolverlo, hay que tratar con eso. Hay que tomarlo en serio, porque es a Dios que oramos. Imagínate que tú te llamas Sergio, y viene un amigo, se te acerca, y te empieza a decir por teléfono o te empieza a decir en persona, Sergio, quería decirte, Sergio, que he estado pensando en lo que me dijiste hace unos días, Sergio. ¿Por qué, Sergio? A veces uno no se da cuenta, Sergio, porque, Sergio, uno realmente necesita la ayuda de los demás, Sergio. A ti no te gustaría, pero eso lo hacemos al Señor. Ah, pero yo no me doy cuenta. Grábate y tú verás. O pídele a tu esposa que te grabe mientras horas en la casa. Y verás las cantidades, posiblemente, no todo el caso es así. Pero tú podrás evaluar si estás usando muletillas, si estás usando malas repeticiones. Y esa muletilla, es bueno darle ese nombre porque realmente lo que es, la muletilla es a veces, en vez de quedarte en blanco y pensar lo que vas a decir después, rellénase el espacio con la palabra Señor, con la palabra Padre, con la palabra Jesús, Señor Jesús. No, no, no usemos el nombre del Señor en vano en esa manera. Tengamos cuidado, hermanos. Y si tú eres casado, pide a tu esposa que te ayude, que te hable después de ahora, mi amor. Mejoraste un poquito, dijiste la palabra Señor 10 veces en vez de 35, pero está mejorando. ¿Está mejorando? ¿Ha bajado? Yo me pregunto si a veces hacemos eso, si es por un mal hábito que hemos adquirido, pero me pregunto si es porque no estamos realmente tan alerta de lo que estamos diciendo al orar al Señor. Porque si no nos cuidamos, a veces terminamos diciendo lo mismo en la oración. Hace siempre lo mismo y lo mismo, aunque quizá de otra manera, pero lo mismo. No le hagamos eso al Señor, hermanos. No caigamos en las vanas repeticiones que él mismo ha dicho en Mateo 6. que tengamos cuidado, que dejemos eso, que no practiquemos eso. Perseverancia en la oración, vigilancia en la oración, también agradecimiento en la oración. Dice el versículo de nuevo, versículo dos, perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias, con acción de gracias. El tema de la gratitud es un tema sumamente recurrente en la epístola de los colosenses. Miren algunos de los pasajes donde Pablo, bueno, yo creo que son todos los pasajes antes del nuestro, donde Pablo ha dado gracias al Señor de una manera o de otra. Colosenses 1, 3. Damos gracias a Dios, al Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por vosotros. Colosenses 1.12, dando gracias al Padre que nos ha capacitado para compartir la herencia de los santos en la luz. Colosenses 2.7, rebosando de gratitud. Colosenses 3.15, que la paz de Cristo reine en sus corazones, etc. Más adelante dice, y sean agradecidos. Versículo 16 del capítulo 3, que la paz de Cristo reina en sus corazones, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones. Versículo 17 y todo lo que hagan de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de él a Dios el Padre. Y ahora en nuestro texto, Pablo también nos exhorta lo mismo a la gratitud en la oración. Pablo les está diciendo a estos hermanos, cuando oren, asegúrense de expresarle su gratitud al Señor. En otras palabras, que sus oraciones no se conozcan únicamente por peticiones. Señor, dame, dame, dame y dame, sino que también estén repletas de un reconocimiento humilde y agradecido de lo bueno que el Señor ha sido con nosotros hasta ahora. Y siempre lo será. Pero, Señor, gracias y dale gracias por cosas específicas. Pablo era un hombre muy, muy agradecido al Señor. ¿Cómo va a ser que un hombre como él, que se encontraba en una cárcel, y recuerde que las cárceles de ese entonces eran horribles, oscuras, frías, húmedas, apestosas. ¿Cómo va a ser que un hombre encontrándose en un entorno así, tiene ánimo para estar exhortando a otros a ser agradecido al Señor? Porque eso es lo que latía en su propio corazón. Él era un hombre agradecido a Dios. Él quería que ellos también exhibieran ese mismo espíritu al Señor. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que por medio de la oración? Permítame hacerte un par de preguntas, hermano. ¿Qué de tu oración? ¿Rebozan tus oraciones de gratitud al Señor? ¿Qué porcentaje de nuestras oraciones nos dedicamos a dar gracias al Señor por bendiciones pasadas? Dar gracias al Señor aún por bendiciones que estamos por disfrutar, porque viene por ahí. Porque Él es bueno y para siempre es un misericordio. Le damos gracias al Señor por las pruebas. Por las pruebas. Sí, las pruebas que Él usa para obrar para bien nuestro, Romanos 8, 28, y para conformarnos a la imagen de su Hijo. Esas pruebas, que son difíciles, les ha dado gracias a Él, porque en medio de ellas te permite ver su gloria, como en otras ocasiones no puede ver. Le das gracias al Señor por aquellas cosas materiales que Él te ha quitado porque Él sabía que se estaban convirtiendo en un Dios para ti. Le das gracias a Él por el crecimiento que ves en tu cónyuge, el crecimiento espiritual que ves en tus hermanos en Cristo. Y cuando le damos gracias al Señor por el desayuno, el almuerzo y la cena, que los que están de este lado nos observan bajar nuestro rostro, cerrar nuestros ojos, Lo que sucede ahí en tu mente, delante de Dios, realmente es... ¿estás alerta de lo que estás diciendo? ¿O es simplemente lo mismo de siempre? Gracias Señor por este pan que me has dado, bendícelo, amén. ¿No nos ha pasado a veces que alguien dice en la mesa, especialmente cuando oramos como familia por la comida, pasan unos segundos y alguien dice, y oramos por la comida. Si oramos, pues y tú también bajaste la cabeza para orar. Y cerraste los ojos para orar. Pero no te diste cuenta que oraron porque tu mente estaba en otro sitio. Hermanos, debemos estar bien alerta cuando oramos. La oración personal, versículo 2. Ahora pasamos a la oración, segundo encabezado. Principal, la oración intercesoria, versículos 3 y 4. La oración intercesoria es cuando uno ora a favor de otros. y verán por qué le he llamado así. El texto dice, oren, versículo tres y cuatro, oren al Señor también, pero oren al mismo tiempo también por nosotros para que Dios nos abra una puerta para la palabra a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también he sido encarcelado para manifestarlo como debo hacerlo. Él empieza diciendo en el versículo tres, oren al mismo tiempo también por nosotros. Pablo era un hombre sumamente dotado de dones espirituales, ordinarios y extraordinarios. Hombre grandemente usado por Dios en el rey, en el avance del reino de Cristo. El que más epístolas escribió un hombre de un intelecto sin paralelo. Y estudiamos algo de eso en el segundo estudio de esta serie. Pero él reconocía que necesitaba la gracia de Cristo en todo momento y necesitaba de las oraciones de sus hermanos a favor de él y sus compañeros. Oren también por nosotros. Oren por nosotros. Pero en nuestro texto él pide oración por algo muy específico. Él no simplemente dice oren por nosotros. Miren por qué pedía él oración. Oren para que Dios nos abra puertas. Para que Dios nos abra puertas. Que oraran para que el Señor les abriera puerta a ellos como ministros del Evangelio. No a ellos personalmente, no que le abriera la puerta a Pablo para Pablo ser conocido como el gran apóstol. No para que la gente lo necesitara y viera lo mucho que querían tenerlo a él y aprender de su sabiduría. No, no, no. Para que Dios nos abra una puerta para la palabra. No para mí. No para Apolos. No para los demás ministros. Para la palabra. Abrir una puerta en la escritura significa proveer oportunidades. Lo que Pablo está diciendo aquí es lo mismo que decir, oren hermanos, para que Dios nos dé oportunidades para predicar la palabra. Es lo que está diciendo. Pablo estaba convencido que él dependía tanto de la soberanía de Dios en todo lo que hacía, que hasta unas oportunidades que ellos tenían para proclamar la palabra estaban en las manos de Dios. Y él le dice a los hermanos, oren por eso, porque es Dios que nos abre puertas. Oren para que Dios nos abra puertas. Pero miren cómo él veía su predicación. ¿Cuál era el propósito de su predicación? A fin, que nos abra puerta, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo. Recuerden que un misterio en el Nuevo Testamento no es algo misterioso en el sentido de que asusta, sino algo que antes había estado oculto o no revelado y ha sido ahora revelado en el Nuevo Testamento o había sido revelado en una manera limitada y ahora en toda su esplendidez ha sido revelado en el Nuevo Testamento. Predicar el misterio de Cristo es otra manera de decir predicar el mensaje glorioso del evangelio, cuyo figura central es Jesucristo, su persona y su obra perfecta en la cruz. Dice él, pidan al Señor que nos abra puerta para eso. Para la palabra, para predicar la palabra a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual he sido encarcelado, dice él. Y aquí debo señalar algo importante, hermanos. Oigan la manera de pensar de Pablo. Colosenses, yo estoy preso y estoy preso por predicar el evangelio de Cristo. Pidan al Señor que me dé más oportunidades para seguirlo predicando. Pero Pablo, es por eso que tú estás preso. Yo quiero seguir predicando ese evangelio aunque me cueste la cárcel y aunque me cueste la vida. Miren el corazón que tenía este hombre. el amor que tenía por Cristo y su gloria, el amor que tenía por las almas perdidas, que no importa que pasara por las dificultades que pasaba, él quería seguir teniendo oportunidades para proclamar el Evangelio de Cristo, costara lo que costara, digno de imitación hermanos, que el Señor nos ayude a ser así. Pero aquí realmente me hoyo de su petición. Que el Señor nos abra puertas para la Palabra. Quiero dar a conocer el Evangelio Glorioso de Cristo, lo cual me ha traído esto como consecuencia, sé que estoy encadenado. Oigan, ¿para qué? Para manifestarlo como debo hacerlo. El verbo manifestar, entre otras cosas, significa también dar a conocer algo con claridad. Pablo, lo que dice aquí es, oren hermanos, para que cuando yo proclame la palabra en las oportunidades que el Señor en su soberanía me brinde, aún desde esta cárcel, yo pueda proclamar a Cristo en una manera clara como debo hacerlo. Hermanos, de ahí las varias, de ahí que las varias versiones lo traducen en ese sentido, en ese sentido también. Oren para que hay una que lo traduce así. Oren para que yo lo dé a conocer tan claramente como debo hacerlo. Y otra lo traduce. Pídanle a Dios que yo pueda explicar ese mensaje con toda claridad. Para Pablo, esto no era una mera petición. Él sabía que el predicar mensajes del evangelio con toda claridad era un deber que él tenía. No era para que simplemente, es que yo quiero que la gente entienda, es un buen deseo, pero lo veía como un deber que tenía. Miren como él dice, para manifestarlo, para comunicarlo con claridad, ¿cómo debo hacerlo? Él entendía que él tenía el deber impuesto por el Señor de enseñar con claridad su palabra. No era un asunto de tomar un papiro y comenzar a escribir ideas desconectadas una con la otra. rociada con algunos textos del Antiguo Testamento para que la gente piense que está siendo bíblico, para luego pararse delante de ellos y soltarle todas esas verdades desconectadas y que ellos busquen la manera de conectarlas en su mente cuando puedan y como puedan, para él simplemente terminar y decir, yo le prediqué la Biblia, yo cité los textos. Eso no es predicar con claridad la palabra. Eso no es exponer fielmente la palabra. Él sabía que él tenía que enfocarse En lo que la palabra dice, él sabía que tenía que explicarla con tanta claridad que hasta los niños la entendieran. En ese entonces no había ni escuela dominical, que los niños se fueron para la casa de la sobrina de Pedro a tener una escuela dominical allá en su casa. No, era todo el mundo igual, en una misma casa, juntos. Él tenía que predicar con claridad porque Cristo vino a darse a conocer. No podemos hacer o caer en lo que Dios tuvo que confrontar a Dios diciéndole quién es aquel que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría. Tú estás tratando de explicar los propósitos. míos detrás de toda esta aflicción que yo he traído a tu vida y tratando de explicarlo con palabras carentes de sabiduría. Tú lo que estás es oscureciendo las cosas, complicando el panorama y porque realmente tú no entiendes a perfección lo que está ocurriendo. Siéntate ahí, que yo te voy a hacer unas cuantas preguntas. Es porque Dios puso Job chiquito y Job reconoció Dios vida, señor. Yo te conocía, pero ahora mis ojos te ven. Nosotros queremos que la gente vea a Cristo claramente en su palabra. Cuando se les pongamos con claridad que los niños, no porque trivializamos el mensaje, sino porque se lo decimos con una claridad tal que ellos mismos puedan entenderla. Yo no sé si era Spurgeon que decía que una de las maneras que él evaluaba si su sermón había sido entendido es que al final del sermón, cuando los niños iban saliendo, él les preguntaba, ¿qué tú entendiste al niño? Y si el niño le podía decir qué entendió, él decía, cumplí mi misión, porque él quería ser claro. De ahí, hermano, la exhortación de Pablo a Timoteo sobre la enseñanza de la palabra. En segundo Timoteo 2 15, él dice Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado como obrero, porque es una obra. Es un trabajo, es un esfuerzo como obrero que no tiene de qué avergonzarse. Y por qué no debe avergonzarse un obrero de Cristo que es cuando hace esto una de las cosas? que maneja o que usa o que enseña con precisión la palabra. Él dice presentarse a Dios aprobado, en última instancia es a Dios que rendimos cuenta cuando enseñamos su palabra. Sea predicándola o dirigiendo, lo que sea. Los hermanos que vienen a dirigir aquí, ellos se aseguran de que el texto dice lo que dice, para citarlo, para llevar nuestras mentes al señor a quien venimos a adorar. Porque ellos saben que esto no es cualquier cosa. El señor es el que ve si somos diligentes, si somos responsables, cuando nos sentamos a preparar la enseñanza de la palabra de Dios. Es delante de él que el predicador predica. Él es nuestra audiencia principal. Pablo era consciente de la inmensa responsabilidad que él tenía cada vez que le tocaba predicar a él y también a sus compañeros. Y por eso Pablo pide oración. Señora hermanos, ayúdenme. No solamente por las oportunidades que el Señor nos las dé, sino también para que cuando yo proclame el Evangelio de Cristo, lo proclame con la claridad que debo hacerlo. Hermanos, en realidad podemos decir que el Señor respondió a estas oraciones que los colosenses elevaron a favor de Pablo y sus compañeros, porque Pablo pudo decir en Filipenses 4.22, al dar sus saludos, todos los santos los saludan, al concluir. Todos los santos los saludan, especialmente los de la casa del César. Lo que se entiende como aquellos que trabajaban para el César, como aquellos que estaban bajo César, probablemente refiriéndose a aquellos soldados a quienes él le llegó a predicar la palabra. Mientras los iban rotando para custodiarlo a él, salían predicados toditos. Toditos salían predicados. Usted entiende lo que estoy diciendo. Y el Señor había salvado unos cuantos de ellos, porque él aprovechaba esas oportunidades. Y el Señor estuvo respondiendo a esas oraciones. Bien, hemos visto la oración personal. Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias. Hemos visto también en segundo lugar la oración intercesoria. Oren al mismo tiempo también por nosotros para que Dios nos abra una puerta para la palabra a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también he sido encarcelado para manifestarlo. Cómo debo hacerlo? Veamos. Dos aplicaciones, tres aplicaciones y con esto concluimos. primera aplicación para nosotros los creyentes hermanos a la luz de la primera parte de la exhortación es reavivemos nuestra vida de oración reavivemos nuestra vida de oración si nosotros midiéramos nuestra vida de oración con el pasaje que acabamos de estudiar cómo quedamos cómo quedamos hermanos pequeños en el medio Vivimos en tiempo moderno, ¿verdad? Y tiempos en los que estamos acostumbrados a comunicarnos con las personas por diferentes medios que tenemos. Whatsapp, qué si texto, qué si correo electrónico, qué si messenger, qué si comunicación con gente constantemente tenemos. Pero, ¿y qué de nuestra comunicación con aquel que dio su vida para tenernos cerca de él? ¿Cuánta comunicación hay? Que es hasta más fácil empezar a hablar con Dios que tener que coger un teléfono, abrir la aplicación, buscar entonces el contacto con el que queremos comunicarnos, empezar a escribir, borrar los errores que cometemos, los errores que el mismo teléfono pone, no eso no es lo que yo quería escribir. Es más fácil hablar con Dios. En cierto sentido es más fácil, porque para nuestra carne no lo es. Nuestra carne se resiste, ¿verdad? Pero lo que quiero decir es, ¿cómo va a ser que nosotros vamos a tener tanta comunicación con gente y poca comunicación con aquel que derramó su sangre para que fuéramos suyos? ¿Qué respondería el Señor si nosotros les hiciéramos la siguiente pregunta individualmente? Señor, ¿Qué piensas de los 15 minutos llenos de distracciones que te dedico la mayoría de los días de la semana? ¿Qué tú piensas de eso? Señor, ¿qué tú dices de los días en los que los 15 minutos los reduzco a 5 porque ese día no estoy mucho por orar? ¿Qué te parece en esos 5 minutos? ¿Te conformas, Señor, con eso? Hermanos, por lo que nos ha dicho nuestro texto, podemos estar seguros que nos diría que él no está conforme con la vida de oración nuestra, si es esa nuestra vida de oración. Muchos cristianos vivimos vidas de oraciones mediocres. Y eso debe quebrantar nuestros corazones, porque eso deshonra a nuestro Dios. Dedicar sólo 15 minutos a la oración no cuadra con el llamado a perseverar en la oración que encontramos en nuestro texto. Y no se confundan por mencionar que yo estoy mencionando mucho los 15 minutos. Pueden ser 16, pueden ser 10. Y tú puedes orar con todo tu corazón y con todo tu alma. Pero a lo largo del día habrá otras ocasiones, espero yo, donde también hablemos con el Señor. Porque si tú me dices que si en vez de 15 añado 15 más y le dedico 30 al Señor y se agradará más conmigo, hermano, no es un asunto de contar los minutos. No te me confundas. Es más bien la actitud de nuestros corazones. Es más bien la devoción a él que otra cosa. Si nosotros amamos al Señor como debemos, queremos hablar más y más con él. Queremos pasar más tiempo a solas con él. Si estamos profundamente convencidos de nuestra inmensa necesidad de su gracia, tú no crees que vamos a hablar con más urgencia? Si realmente creemos que tenemos un corazón sumamente engañoso y un enemigo llamado Satanás, sumamente sutil y poderoso, tú no crees que nosotros deberíamos estar orando más. Nuestro texto nos llama a vivir en constante comunicación con nuestro Señor. En nuestro texto no nos está llamando a una actividad. Orar equivale a hablar con Dios. Pues entonces nuestro texto nos llama a estar dedicados a hablar con Dios. Algunos de nosotros tenemos que esforzarnos más por reavivar nuestra vida de oración, porque el pulso de esa vida está muy leve y está casi sin vida. Y los frutos de tal realidad se manifiestan en nuestras vidas. Débiles en la fe, débiles en nuestra lucha contra el pecado, desaliento, inconformidad, quejas por aquí, quejas por allá. más admiración por las cosas temporales de esta vida, etcétera, etcétera, etcétera. Pidamos, hermanos, al Señor que nos anime, que nos anime a orar con más dedicación, pero pidámosle eso mientras nos dedicamos a la oración. No nos quedemos aquí. Señor, ayúdame a orar y no debemos de orar. En la medida en que vamos dedicándonos a la oración, se lo vamos pidiendo. Cuando el Señor le dijo a aquel paralítico, toma tu camilla, levántate, toma tu camilla y anda. Cuando él se lo dijo, el paralítico estaba paralítico. Cuando el Señor nos llama a orar, quizás te llame a orar a ti, y tú estás paralítico en tu vida de oración. Bueno, ponte de pie, toma la camilla y anda. ¿Cómo el Señor te dará la gracia y el poder para hacerlo? Eso déjaselo a Él. Tú obedece. Perseveren en la oración. Y tú quizás me digas el problema, hermano, es que yo estoy seguro que muchos de mis hermanos aquí pueden decir lo mismo. Es que yo empiezo, yo me animo, especialmente cuando se habla de ese tema en la predicación. Yo me animo, empiezo a orar. Empiezo el mismo domingo y al lunes muy animado, el martes ya para el miércoles. Ya la cosa vuelve otra vez a como estaba antes. Mi recomendación para ti es bien simple. Obedece lo que el texto dice. No te voy a decir más nada. Eso para mí también. Obedece lo que el texto dice. Dedícate a la oración. Dedícate a la oración. Ora en tu devotional personal que sacas ese tiempo especial con el Señor. Estás de camino a la oficina, a la empresa, a la factoría, al restaurante, donde sea, o a la casa que limpias. Señor, dame tu gracia hoy para desempeñar mi trabajo para tu gloria. En cierta ocasión, cuando Moisés se encuentra con los enemigos por detrás, el más rojo por delante, hay un texto muy interesante donde el Señor le dice a Moisés, ¿por qué clamas a mí? Ve adelante. Y el texto no dice qué fue lo que él le pidió al Señor. Parece que se habrá dicho, Señor, ayúdanos. Oración, lo más seguro, pero es una oración flecha, rápida, instantánea. No sabemos qué oró, pero de seguro no fue una oración donde él se puso de rodillas ahí cuando vienen los enemigos corriendo detrás de ellos. A veces son oraciones así que vamos a tener que elevar al Señor. El jefe te llama y te dice, fulano, ven a la oficina, que tenemos que hablar. Ven el camino orando. ¿Ustedes se ríen? ¿Por qué? Es para dar un aumento, espérense. ¿Ustedes no saben? Eso es para dar un aumento. Ven el camino orando. Dame sabiduría para hablar con el jefe. Dame tu gracia. Acabas de llegar del trabajo, te estacionas, Tienes niños pequeños. Tú sabes que cuando tú entras a la casa no es directo a la bañera, a darte un baño de burbujas, a relajarte. Tú empiezas a cambiarte de un sombrero a ponerte otro, a trabajar y ayudar ahora a tu esposa que tiene todo el día con los niños. Señor, ayúdame y dame la gracia, dame la paciencia, dame la sabiduría para yo involucrarme en mi hogar como debo, como hombre, como padre, como esposo. Debemos pasar todo el tiempo orando, hermanos. Tengan cuidado manejando y orando, es lo único que yo diría. Tengan cuidado. Siga orando, hermano, no dejes de orar. No dejes que nada te robe el tiempo de orar al Señor. Dedica más tiempo a la oración. Si puedes orar por más tiempo, de esos 15 minutos, no puedes extender a 30, 45, una hora. Amén, hazlo. Y si te ayuda, apunta por qué cosa vas a orar. Pero en todo ello, recuerda que Cristo, tu misericordioso gran sumo sacerdote, es el que hace acepta tu oración delante de Dios. Y tú no eres más ni menos acepto delante de Dios por la cantidad de tiempo que pases orando. Tú eres acepto por Cristo. Tú estás en él. Que eso anime tu corazón a seguir orando. Segunda exhortación, segunda aplicación. Procuremos siempre orar por el avance del reino de Cristo. Procuremos siempre orar por el avance del reino de Cristo. Pablo dice aquí, oren al mismo tiempo también por nosotros. Ese nosotros no representaba el nosotros de Pablo el amiguito mío, Pablo el vecino mío, Pablo el concuñado mío. No, no, no. Pablo el apóstol y en lo que estaba él involucrado en el avance del reino de Cristo. Si no nos cuidamos, hermanos, pasaremos gran parte de nuestra oración pidiendo por nosotros, por nuestros seres queridos, y ahí nos quedaremos en un ciclo vicioso, muy egocéntrico muchas veces, donde solamente nos concentramos en nuestro propio mundo. ¿Y qué de las misiones? ¿Y qué de los misioneros que necesitan de nuestras oraciones? ¿Y qué de nuestra iglesia local? ¿Y qué de sus líderes que también tienen tentaciones y luchas y presiones? que también se le debilita su fe, que también muchas veces se llenan de dudas en medio de providencias oscuras. ¿Y qué de ellos? ¿Necesitan de nuestras oraciones? El mismo modelo de oración que el Señor nos da en el sermón del monte, en Mateo capítulo 6, es el Señor nos enseña a pensar en función al cuerpo, en función a la iglesia. Padre nuestro, no dice padre mío. Danos el pan nuestro de cada día. Danoslo a todos hoy. Y perdónanos a todos nosotros nuestras deudas. Como nosotros también perdonamos. No nos metas en tentación, mas líbranos a todos nosotros de mal. Aprendamos hermanos a orar también. Por otros hermanos, por otras hermanas iglesias, por el avance del reino de Cristo. En tercer lugar y último, siempre oremos por los que nos predican la palabra y tenemos base para sacar esa explotación, esa aplicación del texto, ¿verdad? Cuando oremos por ellos con frecuencia, damos a conocer, cuando oramos por los que nos predican con frecuencia, damos a conocer varias verdades bíblicas, que es el Señor el que les puede dar luz mientras ellos estudian la palabra. Al estar convencidos de eso, por eso le clamamos a él. Ellos no vienen adelante de nosotros a darnos una demostración de su conocimiento bíblico o de su o la intelectualización. Ellos vienen a darnos lo que el Señor les dio mientras ellos estudiaban seriamente la Palabra. Y queremos que sea el Señor el que da luz y les bendiga mientras estudian, ¿verdad? Oramos por ellos porque es el Señor que los capacitará para usar los dones de enseñanza que Él les haya dado para exponer la Palabra con claridad y precisión. Y queremos que el Señor los ayude a seguir cultivando el don que hay en ellos, como Pablo llama a Timoteo a ser. El don debe cultivarse, deben esforzarse por estudiar más, por conocer más de la palabra, etcétera, etcétera. Que el señor, también sabemos que es el señor el que los ayuda a ellos a la hora de exponer la palabra. Por eso clamamos también a él. Señor, ayúdalos para que ellos puedan exponer tu palabra con libertad de expresión, para que les conceda la gracia, para que la prediquen de corazón y no de una manera técnica. Que les otorgue la valentía para predicarla con denuedo, que les libre a ellos de usar la predicación para la autopromoción, que les guarden del peligro del orgullo, que es el Señor que bendice su palabra para que no vuelva él vacía. Señor, bendice esa palabra y que vuelva a ti, no vacía, sino con una gran cosecha de almas redimidas, una gran cosecha de creyentes que crecen por medio de esa palabra poderosa. El predicador no tiene nada por lo cual jactarse. Señor, todo viene de ti. Tu palabra dice que tienes que no hayas recibido, y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido? Por eso es a ti que clamamos, de ti viene la capacitación. Hermanos, un verdadero predicador, un predicador fiel, procurará que su sermón lleve la audiencia a admirar a Cristo y no a él mismo. Es necesario que él crezca y que yo mengüe, como dice Juan el Bautista decía. Nosotros tendemos a mirar muchos a los buenos predicadores. Y hay un sentido sano, ilícito, en el que los admiramos. Pero yo digo admirarlo en el sentido de un sentido de agradecimiento por haber sido dones que el Señor ha usado para nuestro enriquecimiento espiritual. Hay ese sentido de aprecio por esa persona. Lo único que uno debe cuidarse es de idolatrarlos. porque entonces estamos perdiendo el enfoque bíblico, que todo lo que ellos tienen viene del Señor y es el Señor que los capacita, etcétera. ¿Pero qué son ellos si no tan solo instrumentos en las manos de Dios? Siervos, administradores, como Pablo mismo decía que debían verlo a él, a él, el gran apóstol. Dice él, pero nosotros somos siervos. No, nosotros no somos la gran cosa. Pablo le podía decir fácilmente, debajo de esta túnica está un hombre débil. Debajo de esta túnica hay un hombre sí que se llena de orgullo y tiene que pedir al Señor perdón y pedirle que le aumente la humildad. Sí, debajo de esta túnica también hay un hombre que sé, que el otro día cogió una cuerda con Timoteo. Sí, yo me incomodé con Bernabé cuando quería que Marco fuera para allá. Pero fíjense que en Colosés él dice que Marco estaba con él. Es como el Señor restaura. No, hermanos, somos meramente hombres de carne y hueso, ¿verdad? Débiles que necesitamos la gracia del Señor. Amiremos a aquel que los ha dotado para que nos expongan con claridad y fidelidad su gloriosa palabra. Amén. Para que toda la gloria siempre sea de Dios. Amén. Termino dirigiéndome a ti, amigo, que nos visitas, que no conoces al Señor Jesucristo. Hemos hablado de la oración, como tú has oído. Espero que hayas estado atento. No podemos animarte a orar para que el Señor te ayude en esto y te ayude en lo otro, te ayude en lo otro. Isaías 59, si mal no recuerdo, versículo 2, nos dice que hay una pared divisoria que el pecado ha hecho entre tú y Dios y dice el Señor para no escuchar vuestras oraciones. Tu pecado obstruye tu comunión y relación con Dios. Tú estás lejos de Dios, y no solamente lejos, no lejos de Dios, no un individuo lejos de Dios que, ay, quisiera estar cerca de Dios, un individuo lejos de Dios que sigue huyendo de Dios. Esa es la condición natural nuestra, por nuestro pecado. Mi exhortación a ti es que clames como aquel necesitado que encontramos en el Evangelio, que clamó y clamó, Señor, hijo de David, ten misericordia de mí, hasta que irritó a los discípulos, al punto tal que querían callarle la boca a ese hombre. Pero el Señor tuvo misericordia de él y lo escuchó. Amén. Clama al Señor, que tu primera oración sea, Señor, ten misericordia de mí, sálvame de mis pecados, perdóname de toda mi maldad. Amén. Sálvame que estoy perdido, Señor. Estoy bajo condenación. Y Él tendrá de ti misericordia. Amén. Cuando eso sucede, el Señor te salva, te da un corazón de carne y te quita el de piedra. Ahora tú vienes a tener un corazón que grita, clama Abba Padre. Ya hay una disposición filial, una disposición de hijo que Él te da en el corazón. Ahora tú quieres acercarte, no a tu juez, sino a tu papá, pero a tu Padre celestial, siempre teniendo en cuenta que Él está en los cielos y tú en la tierra. Pero Él transformará tu vida, mi amigo. Una de las cosas que marcó a Pablo inmediatamente, tan pronto se convierte, es que él oraba. Así le dijo el señor a Bernabé. He aquí que él ora. El que quizás oraba en una esquina para que los demás lo vieran como un gran fariseo que era. El que seguro oraba, exaltándose a sí mismo en comparación con aquel publicano, porque yo no soy así. Ahora estaba orando con un corazón contrito y humillado, el cual Dios ha dicho que no despreciará. Pues te llamamos, mi amigo, a clamar a Cristo. A clamar a Cristo. Y tú me dirás, pero yo muchas veces he orado a Dios y Él me ha dado cosas. Sí, Dios es grande en misericordia. Y te aseguro que muchas cosas te ha dado también que ni se las has pedido. Porque Él hace salir su sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos. Porque Él es grande en misericordia. Él no puede dejar de ser bueno. Pero en cuanto a ti se refiere, su bondad tiene un límite. Una vez tú mueres, partes a la eternidad bajo condenación, apartado de Dios por los siglos de los siglos, bajo su ira, su indignación eterna. Allí no hay misericordia ni una sola gota. No hay bondad, no hay compasión. Por eso la Biblia dice que allí será el lloro y el crujir de dientes. Una persona cruje los dientes de furia. Busque esa palabra en el Nuevo Testamento y encontrará varios pasajes en la Biblia, no solamente en el Nuevo, donde en el contexto que se habla casi siempre de personas crujiendo los dientes es cuando están así llenos de furia. En el infierno no habrá personas pensando bien de Dios, sino furiosos contra él. Hoy le tienen furia, lo detestan. Pero hoy es el día de la salvación. Hoy es el día de la misericordia. Todas esas bondades que el Señor derrama sobre ti, con ellas él te está diciendo, si yo me manifiesto así para contigo, a pesar de tu indiferencia, cuánto más te bendeciré si tú vienes a ser uno de mis hijos en Cristo. Clama a él y él tendrá de ti misericordia. Amén. Oremos. Señor, gracias te damos porque te ha placido en darnos este glorioso pasaje. Que reconocemos, Señor, que lo necesitamos. Perdónanos por las veces que hemos descuidado nuestra vida de oración cuando no hemos hecho esfuerzo por mejorarla, reavivarla. Cuando no hemos estado dedicados a la oración como tú nos llamas. Perdónanos también por orar tan egocéntricamente y olvidarnos de los siervos tuyos en tantas iglesias alrededor del mundo. Nos olvidamos de los presos, nos olvidamos de los que están en las misiones, los que están traduciendo Biblias a idiomas en la que nunca se han traducido y de más personas sirviéndote. Señor, perdónanos por desampararlos al no orar por ellos y al no cumplir tu voluntad. Pero señor, hemos estudiado este texto con la esperanza de que tú nos transformes y nos hagas un grupo de hombres y mujeres de oración, que te hemos dedicado a la oración. Ven y bendícenos y obren a aquellos también que no han clamado a ti pidiendo misericordia para que esa sea la primera oración que tú le respondas sobreabundantemente. Te lo rogamos en Cristo. Amén.
Perseverando en oración
Series Colosenses
Sermon ID | 61323234372738 |
Duration | 56:28 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Colossians 4:2-4 |
Language | Spanish |
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