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Hay una tendencia lamentable
en nuestra cultura latinoamericana en general y en la corriente
evangélica popular actual de pensar que la fe es como algo
irracional, como que lo contrarían o lo ponen en oposición a la
razón, a la lógica, y muchas veces escuchamos palabras como,
es que usted tiene que Tiene que tener fe, como en el aire,
como si no hubiera ningún contenido para esa fe. O nos dicen, tiene
que tener fe ciega, ¿verdad? Fe ciega. Y yo creo que eso se
desprende un poco de la definición de la fe en hebreo, que nos dice
que la fe es la certeza de lo que no se ve, ¿verdad? La seguridad
de lo que no se ve. Y entonces pensamos, entonces
es una fe ciega. Pero no es eso. Lo cierto es
que aunque estamos poniendo nuestra fe en cosas que no se ven, no
quiere decir que en sí misma la fe sea irracional, ciega,
que tiene que dar pasos sin entender y sin saber lo que está pasando.
La Biblia nunca permite ese tipo de pensamiento en torno a la
fe. De hecho, hemos hablado ya de cómo Dios se revela a su pueblo,
a personas creadas a su imagen, personas que piensan, que razonan,
que hablan, que se comunican. Él se revela de manera entendible,
de manera inteligible, no contraria a la razón, no contraria al sentido. Sí, con verdades sublimes que
van mucho más allá de nuestra experiencia. pero no significa
que la fe sea irracional y debemos plantarnos firmes en contra de
esa tendencia y de ese movimiento. No se trata de saltos de fe al
vacío, no se trata de una fe ciega y sin sentido. Juan capítulo
20, hoy nos vamos a enfocar en los versículos del 26, perdón,
del 24 al 31. Esta es parte de la historia
de la resurrección. Lo que vamos a leer hoy ocurre
después de que Jesús ya ha resucitado y Jesús se presenta ante sus
discípulos. Una primera vez, y dice que estaban
los doce reunidos y que Jesús se presenta ante los doce. Bueno,
habla de los doce, ¿verdad? Ahorita vamos a aclarar a qué
se refiere con los doce. No eran doce, pero estaban los doce reunidos
y en el versículo 24 empezamos con un personaje en particular
que va a ser el foco de nuestro sermón de hoy. Tomás. Dice, pero
Tomás, uno de los doce, llamado Didimo, no estaba con ellos cuando
Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos,
al Señor hemos visto. Él les dijo, si no viere en sus
manos la señal de los clavos, y me tiere mi dedo en el lugar
de los clavos, y me tiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra
vez sus discípulos dentro y con ellos Tomás. Llegó Jesús estando
las puertas cerradas y se puso en medio y les dijo, paz a vosotros. Luego dijo a Tomás, pon aquí
tu dedo y mira mis manos y acerca tu mano y métela en mi costado
y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le
dijo Señor mío y Dios mío Jesús le dijo porque has visto Tomás
creíste bienaventurados los que no vieron y creyeron. Versículos
30 y 31 dice hizo además Jesús muchas otras señales en presencia
de sus discípulos las cuales no están escritas en este libro
pero estas se han escrito. para que creáis que Jesús es
el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en
su nombre. Oremos. Padre, nos acercamos
a este pasaje de las Escrituras, una vez más, como todos los domingos,
reconociendo que tu Palabra es mucho más grande que nosotros.
porque te revela a ti el Dios eterno, sublime, creador, poderoso,
que va mucho más allá de nuestras capacidades. Y por eso necesitamos
tu ayuda. Necesitamos que tu Espíritu Santo
ilumine esta palabra en nuestras mentes y corazones y que nos
ayudes a entenderla, que nos ayudes a aplicarla a nuestra
vida, que nos ayudes a abrazarla y a ser la parte de nosotros. sólo tu espíritu que la inspiró
y que mora en nosotros puede hacer esa obra. Así que pedimos
tu ayuda, en el nombre de Jesús. Amén y Amén. Tomás, pasó a la
historia Tomás, ¿verdad? Todo el mundo conoce a Tomás
y lo conocen por este evento. Sin embargo, no es la única vez
que aparece. Sabemos muy poco acerca de Tomás,
pero esta no es la única vez que aparece. Y de hecho, lo poco
que sabemos, lo sabemos de este mismo Evangelio, porque las tres
veces que Tomás habla en la Biblia, es aquí, en el Evangelio de Juan.
Sabemos que era gemelo, porque Didymo significa el gemelo, entonces
hasta ahí esto es un dato interesante, pero realmente en torno a su
carácter, en torno a su personalidad, es poco lo que podemos saber,
pero es bastante consistente lo que vemos en las tres interacciones
que él tiene con el Salvador. Tres veces habla. La primera
es cuando Jesús iba para Betania y debía pasar por Judea, y sabía
que en Judea iba a enfrentar peligro, porque ya lo odiaban
ahí, ya estaban preparándose para su ejecución. Entonces,
ante este anuncio, Tomás responde. Dijo entonces Tomás, en Juan
11, 16, llamado Didimo a sus condisípulos. Él les habla a
todos los demás. Ahí parece como que es medio líder, ¿verdad?
Les habla a todos los demás y les dice, vamos también nosotros
para que muramos con él. Esas son las palabras de Tomás.
La primera vez, un poco pesimista, ¿verdad? Lo vemos, sin embargo,
valiente y leal, pero pesimista, ¿verdad? Vamos a ir a morir todos,
vamos. Luego, en la última cena, tiene
otra interacción con Jesús, y esta es bien interesante, porque Jesús
les dice que Él va a partir, y les dice que ellos saben para
dónde va. Él les dice, ustedes saben para
dónde voy, ustedes saben el camino. Y entonces, Tomás es el que le
pregunta, Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo, pues, podemos saber
el camino? Y recuerdan la respuesta, Jesús
le dijo, a Tomás, yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie
viene al Padre sino por mí. No pensamos mucho en eso, ¿verdad?
El versículo nos lo sabemos, pero casi nunca pensamos en a
quién se lo estaba diciendo Jesús, le estaba hablando a Tomás, en
este caso. Y finalmente, esta tercera interacción
que estamos viendo en el pasaje de hoy, esta es la tercera vez
que habla. Entonces, vemos que era leal,
vemos que era una persona muy racional, ¿verdad? Este, inclinado
al empirismo, ¿saben qué es empirismo? Que solo va a creer lo que ve,
lo que entiende, ¿verdad? Este, deseoso de aprender, eso
sí, pero con una necesidad de estar seguro
antes de actuar, de saber lo que va a pasar, de saber lo que
tiene que hacer antes de actuar, no se cree todo de buenas a primeras,
no lo digo como una fortaleza, pero así es como lo describen
las escrituras un poco, Se nos dice que es uno de los doce,
y al hablar de los doce, estamos hablando de los doce apóstoles,
los doce que Jesús llamó de manera particular por nombre para ser
sus enviados después de que Cristo subiera al cielo, ¿verdad? Entonces,
este es uno de los doce, y el término los doce se utiliza para
todos los apóstoles, pero sabemos que para este momento ya no son
doce, en este momento son once. ¿verdad? Porque después de la
muerte de Judas, que se suicidó por haber entregado a su maestro,
quedaron once. Y cuando dice que estaban los
doce ahí, bueno, eran días en realidad, porque Tomás tampoco
estaba la primera vez. Ahora sí está, ahora sí está Tomás.
Entonces, se refiere a los doce apóstoles, en definitiva. No estaba con ellos la primera
vez que vino Jesús, Jesús ya se había aparecido ante todos,
ya todos los que estaban aquí reunidos en esta segunda parte
habían visto a Jesús, ya Él se había presentado una vez ante
ellos, se había aparecido primero a María, a María Magdalena, luego
se apareció a un grupo de discípulos, no se nos especifica quienes
estaban ahí, y después se aparece en este evento donde están todos
reunidos un primer día de la semana, pero Tomás no estaba,
Y yo podría pensar, bueno, tal vez si Tomás es tan, ¿cómo se
dice?, basado en lo que ha visto, ¿verdad?, está golpeado por la
muerte de su señor. Lo último que él vio fue el cuerpo
inerte de su maestro, atravesado por clavos en los pies y en las
manos, y con el costado roto, ¿verdad?, tapado y en una tumba.
Eso fue lo último que él vio. Entonces, tiene sentido que se
haya apartado y que estuviera como tratando de entender, tratando
de entender qué es esto que está ocurriendo. Mi Señor ha muerto. Y entonces, está lidiando con
eso, perfectamente puede hacerlo lejos de los demás. Y entonces, ahora, sus amigos, sus condiscípulos,
¿verdad?, le dicen, al Señor hemos visto. Este era un testimonio fuerte.
O sea, no eran un poco de locos los que le estaban diciendo que
habían visto al Señor. Y tampoco carecía de sentido
porque el Señor había anunciado en repetidas ocasiones que iba
a resucitar. Pero como que no le basta, ¿verdad?, a Tomás.
Él lo escucha de personas con las que ha caminado por tres
años, personas que conoce, él sabe quiénes son. Y Tomás, el
escéptico, no les cree. Y es más, pone condiciones para
creer. Y las condiciones que él pone
son las típicas condiciones del empirista. ¿verdad? Que dice
que yo solo voy a creer lo que pueda ver, lo que yo pueda experimentar
con mis sentidos. Eso es lo que voy a creer. Entonces,
él dice, si no lo veo primero, si no meto mi dedo en sus heridas,
en sus manos, si no meto mi mano en su costado, donde estaba herido,
esta es la imagen que él tiene de su maestro. Esto fue lo último
que vio. Entonces, él dice, si no veo eso, si no lo veo así,
si no lo toco de esa manera, entonces no voy a creer. Él quiere comprobar que ellos
vieron a quien dicen haber visto. Por eso habla de esas marcas.
Porque cualquier parecido... No, no. Yo necesito ver los huecos. Yo necesito ver las heridas.
Yo necesito ver las marcas de que este que ustedes vieron fue
el mismo que yo vi crucificado. Eso es lo que necesito saber.
Y entonces voy a creer. Realmente era una noticia abrumadora.
Podemos ponernos en los zapatos de Tomás. O sea, no era algo
que veían todos los días la gente que resucitaba de entre los muertos. Habían visto a Lázaro y a una
niña por allá, ¿verdad? Tal vez dos, tres casos de personas
que habían resucitado, que Jesús había resucitado. Pero no era
pan diario. Entonces... Para él tiene que
haber sido difícil y sigue siendo difícil hoy, porque nosotros
ninguno lo ha visto. Ninguno de nosotros ha visto
a Jesús con las marcas en sus manos y las marcas en sus pies. Y hay personas que creen ser
empiristas, que dicen, no, yo solo voy a creer si lo veo, y
si no lo veo, no lo voy a creer. Y sin embargo, nadie vive así.
O sea, les gusta pensar que son empiristas, pero nadie vive así.
Hay muchas cosas que aceptamos sin haberlas visto. Muchísimas
cosas que creemos sin haberlas experimentado nosotros. Les doy
ejemplos muy cotidianos. En la universidad, en la escuela,
en el colegio, todos tuvimos que leer un montón de libros
de ciencias, de estudios sociales, de matemática, y ninguno de nosotros
se puso a cuestionar si lo que le estaban enseñando era cierto
o no. Lo aceptamos como una verdad, porque tiene un respaldo autoritativo,
¿cierto? Hay una autoridad detrás. Entonces,
si lo dijo este que tiene títulos, si lo dijo este que sabe, si
lo dijo... Entonces, lo aceptamos en alguna
medida. Por ejemplo, cuando vemos los
alimentos, ¿verdad? Ahora que con Naty estamos en
cacería de alimentos que no tengan lácteos, entonces nosotros nos
ponemos a leer las etiquetas y confiamos en que lo que dicen
las etiquetas es cierto. No llevamos el producto a un
laboratorio y lo descomponemos para ver si de verdad no tiene
trazas de leche. No, creemos en lo que dicen las etiquetas
y en alguna medida confiamos en esa autoridad. Las dosis de
los medicamentos, yo no me imagino que nadie aquí cuando va al doctor
se pone a cuestionar al doctor, decirle, ¿estás seguro de que
esa es la cantidad que tengo que tomar? ¿Cómo sabe? ¿Cómo
llegó a esa conclusión? No, no hacemos eso. Muchas cosas
tomamos por autoridad. Esperamos el bus, porque alguien
nos dijo el horario en el que pasaba y no nos ponen a cuestionar. Las recetas de cocina, ¿verdad? Las mujeres son expertas en eso
y a los hombres que les gusta cocinar, ver recetas y esperar
que el producto que va a salir es igual al del libro, ¿verdad?
No siempre funciona, pero en general confiamos en esas recetas. La luna es de roca, nos lo han
dicho, ¿alguno de ustedes ha estado en la luna? La ha tocado. Algunos andan en la luna, ¿verdad?
Ahorita mismo hay algunos en la luna. No es de queso. Sin importar
lo que les hayan dicho, no es de queso. ¿Pero cómo estamos
seguros de que es de piedra y no es de queso si no hemos estado
ahí? La Casa Blanca está en Washington, D.C. Y ahí es la casa presidencial
de Estados Unidos. ¿Alguno de ustedes ha estado
ahí alguna vez? Pero no lo cuestionamos, ¿verdad? No dudamos de que ahí
está la Casa Blanca, la hemos visto en noticias, en documentales,
en películas, la hemos visto explotar en el Día de la Independencia,
pero nadie lo cuestiona. Entonces, son cuestiones que
aceptamos por autoridad y con las noticias es así. ¿Cuántas
personas necesita usted que le digan que vieron tal evento,
que vieron tal cosa, o que ocurrió esto o aquello para usted creerlo?
No necesitamos muchas. Con dos o tres personas que nos
digan, ya es suficiente para creerlo, y no lo cuestionamos
mucho. Aquí había al menos diez personas, al menos, diciéndole
a Tomás lo que ellos habían visto, y no eran los únicos, había muchos
testimonios además de estos diez. Se suma el hecho de que el reporte
es increíble en sí mismo, ¿verdad? Es algo insólito, un poco más
difícil de creer, no es tan difícil, creer que la luna no es de queso,
pero creer que el Señor resucitó, sí, vamos a ponerlo en su lugar,
¿verdad? Sí es más difícil, es más complicado,
pero entonces es entendible de alguna manera que Tomás no crea.
Sin embargo, tiene un testimonio muy firme, tiene un testimonio
de muchas personas que dieron a su Salvador. Bueno, el punto
es que a él no le basta. No le bastó la palabra de Jesús,
que anunció que eso iba a ocurrir, y no le bastó la palabra de los
apóstoles, que estaban allí con Él, y que le dijeron que eso
había ocurrido. No le bastó. Y entonces, ocurre algo maravilloso. En el versículo 26, ocho días
después, esto es una semana después, Yo dudo que no se hayan hablado
durante toda la semana. Me imagino que los discípulos
igual le estaban diciendo, pero Tomás, ¿es en serio? O sea, lo
vimos. Pero bueno, el punto es que ocho
días después de nuevo están todos reunidos y Tomás sigue incrédulo
aquí. Pero ahora, estando ahí reunidos
todos y estando la puerta cerrada, entra Jesús en medio de ellos. No me voy a detener en lo de
la puerta. Porque muchos dicen, ay, se manifestó de manera milagrosa
ahí, ¿verdad? Entró a puerta cerrada, atravesó
las puertas. No es eso lo que dice la Escritura,
entonces no nos vamos a poner a conjeturar. Enfatiza que la
puerta estaba cerrada muy probablemente por temor a los judíos, no porque
ocurrió algún milagro. Y Jesús lo que dice es que entró.
Puede haber abierto la puerta. Y entró. ¿Verdad? El punto es
que se para en medio de ellos. Ese no es el milagro. Es milagroso
que Jesús, el que murió, estuviera ahí. Ese es el milagro. ¿Verdad?
Entra y les dice, paz a vosotros, porque la vez pasada que los
vio se habían espantado. Entonces, esta vez los saluda
igual. Les dice, paz a vosotros, aunque tal vez en esta ocasión
ya no estaban tan asustados. Pero me imagino que los ojos
de uno, en medio de todos ellos, estaban pegados. Los ojos de
Tomás. En este momento, Tomás lo vio,
a Jesús. Y entonces, Jesús no solamente
entra y lo saluda, sino que le dice específicamente a Tomás,
esto es gracia. Todos los que estaban ahí ya
lo habían visto. Jesús está ahí por Tomás, y le dice a Tomás, meta el dedo, vea, toque, venga,
ponga su mano en mi costado, soy yo. Ustedes pueden imaginarse cómo
se puede haber sentido Tomás, de que su señor no solamente
vino por él, sino que sabía exactamente lo que él quería. Y le dice casi
usando las mismas palabras que Tomás había emitido. Le dice,
venga, ponga su dedo, meta su mano. No se nos dice que Tomás
haya metido la mano, haya tocado, haya metido los dedos, no se
nos dice nada de eso. Y mis hermanos, yo lo dudo mucho,
dudo mucho que Tomás haya dicho, a ver, a ver si es cierto. No, no creo. Ya en ese momento
está viendo a Jesús con sus propios ojos, con sus manos marcadas,
sus pies marcados, el costado marcado. Este es el que realmente
había muerto. y realmente ha resucitado y me
está hablando y vino por mí. Allí estaba sin lugar a dudas.
Era él que conocía su mente, que conocía su corazón y le dice
toma, tomás lo que necesitas y no seas incrédulo, sino creyente. Por haber querido ser empirista
y no aceptar la autoridad de los testigos, la autoridad de
todos los que le estaban diciendo que Jesús había resucitado. Pero
Tomás lo que hace es, pasa como al otro extremo inmediatamente.
Responde Tomás entonces y dice, Señor mío y Dios mío. Una declaración de fe absoluta y verdadera. El Señor
hizo lo que Tomás necesitaba para que Él creyera. Y se mostró
por gracia, por gracia, porque debió haberle bastado el testimonio
de los discípulos, debió haberle bastado. Pero Jesús en su gracia
se acerca y le da exactamente lo que necesitaba. Verlo ahí frente a Él. Señor
mío y Dios mío. Señor, es una palabra común en
el Nuevo y en el Antiguo Testamento que se usa para referirse a cualquier
amo y cualquier jefe, digamos, cualquier dueño, se usa la palabra
Señor. Así como nosotros utilizamos
la palabra Señor de manera genérica, no necesariamente estamos hablando
de el Señor. Pero cuando Tomás está diciéndole
Señor mío, se puede leer entre líneas. ¿Qué es lo que quiere
decir? Está utilizándolo en el sentido que se utilizaba Adonai
en el Antiguo Testamento, Señor. En el sentido que se empezó a
utilizar el Curios en el Nuevo Testamento como Señor, refiriéndose
a Jesucristo como Dios. Y por si quedaba alguna duda,
no solamente dice Señor mío, sino que dice Dios mío. Dios. Jesús es Dios, una declaración
de deidad, el Dios hombre, el Dios encarnado, el Dios hombre
que murió. Este es Yahweh. Eso es lo que
está diciendo Tomás. Este es el Dios del Antiguo Testamento. Este es el Dios, el que era,
el que es y el que ha de venir. Este es el que tengo enfrente.
Pero no es solamente el Señor y no es solamente Dios en general. Es Señor mío, dice Tomás. Y Dios
mío lo abraza, abraza esta confesión con todo su corazón como parte
esencial de su vida y de su salvación. Una declaración personal. Y Jesús
le dice, porque me has visto, Tomás, creíste, y enaventurados
los que no vieron y creyeron. No debemos ser incrédulos como
Tomás. Pero tampoco se nos pide una fe ciega e irracional. Jesús
ha dejado, por su espíritu, un testimonio fidedigno en las Escrituras
de que Él resucitó. Y a veces pensamos, pero es un
solo libro. Es como si una sola persona nos estuviera diciendo
que Jesús resucitó. Pues es porque no entendemos
cómo se compuso ese libro. No entendemos cuántos autores
diferentes. Hay allí. ¿Cuántos testigos se mencionan
dentro del texto y cuántos testigos hay escribiendo estos textos? Era necesario que Tomás lo viera. Para Tomás era necesario, porque
él era uno de los doce. Y la condición para ser apóstol
en el Nuevo Testamento es que deben ser testigos de la resurrección. Eso es lo que les daba autoridad.
para dejar su palabra como enseñanza de Cristo. La enseñanza de los
apóstoles descansa, la autoridad de la enseñanza de los apóstoles
descansa en varias características y una de ellas clave es que fueron
testigos de la resurrección. Tomás tenía que ver a Jesús en
carne y hueso, en persona, con sus propios ojos, ser testigos.
Pero llegaría el momento en que ya eso no sería posible. Cuarenta
días después, Jesús iba a ascender al cielo y ya nadie más lo vería
salvo Pablo en el camino a Damasco. Entonces, nuestra fe, Nuestro
creer en Cristo no descansa en haber visto empíricamente a nuestro
Señor resucitado. Descansa en que creemos en la
autoridad. La autoridad de Dios que dijo
que eso iba a pasar. La autoridad de Jesús que anunció
que iba a morir e iba a resucitar. La autoridad de los apóstoles
enviados por Jesús mismo con ese mensaje. ¿Saben cuántas personas
Les pregunté hace un rato cuántas personas necesitamos para creer
una noticia. ¿Saben cuántas personas vieron
al Señor resucitado? A veces pensamos que fueron unos
pocos. Nos quedamos ahí en esa habitación cerrada, ¿verdad?
Tal vez estaban los doce y algunas mujeres. Les hago un recuento. María Magdalena y la otra María.
Fueron las primeras en Mateo 28. Los discípulos Camino de Maús
en Lucas 24. Los doce y otros en Jerusalén
dos veces aparece en Lucas y en Juan 20 que estamos leyendo ahorita,
y los doce luego en Galilea también, en Mateo 28. Los discípulos,
cuando habla de los discípulos ya es un grupo más grande, en
Marcos. Se aparece a Pedro, a Tomás y
a otros cinco específicamente junto a un lago. Luego Pablo
nos dice, en Corintios, que se apareció a los doce, a más de
quinientos hermanos y hermanas a Santiago y a los apóstoles. Y es más, en ese mismo pasaje,
Pablo les dice, ustedes conocen a esos 500. De esos 500 todavía
quedan muchos con vida, a los que ustedes pueden ir y preguntarles
lo que vieron. No son cuatro gatos. Estamos
hablando de un testimonio abrumador de la resurrección de nuestro
Salvador. Se les aparece a los apóstoles
y les manda a esperar el Espíritu Santo en Jerusalén. Y finalmente,
ante los doce y ante muchos discípulos, y no sabemos cuántas personas
había ahí reunidas, en la ascensión, cuando sube a los cielos en carne
y hueso, y los ángeles les dicen, así como lo vieron subir, así
de la misma manera lo van a ver regresar en carne y hueso. El Señor ha resucitado. El testimonio
de su resurrección es abrumador. Las cartas escritas por Pablo,
por Pedro, por Juan, por el autor de Hebreos, por Santiago, por
Judas, todos dieron testimonio de esto. Todos murieron por esta verdad,
sin retractarse. Esta es una prueba un poco subjetiva,
pero es impresionante pensar, si hubiese sido una mentira,
un invento, que se pusieron todos de acuerdo, dijeron, no, vean,
mataron a Jesús, pero vamos a inventarnos que resucitó. Robémonos el cuerpo,
inventémonos que resucitó. Si ese hubiese sido el caso,
no llegan a entregar sus vidas por una mentira así. No lo hacen.
Pero estos hombres y mujeres entregaron su vida. por la proclamación
de que ese Jesús que había muerto, había resucitado y era Rey de
Reyes y Señor de Señores. Y sigue siendo hoy Rey de Reyes
y Señor de Señores. No es algo que creemos por una
fe ciega e irracional. Tenemos un testimonio claro,
fidedigno. Dios dijo que Jesús resucitaría
y Dios mismo lo resucitó. Y vean qué maravilloso cómo termina
Juan su evangelio. Él dice Estas cosas se han escrito
para que creáis que Jesús es el Cristo. No era. Es el Cristo,
el Hijo de Dios. Y para que creyendo tengáis vida
en su nombre por el testimonio de ellos. Nosotros creemos por
el testimonio de la Palabra de Dios. Nosotros creemos por la
autoridad de Dios mismo, del Espíritu que inspiró cada palabra
de este libro maravilloso. Jesús es el Cristo, es hoy. Jesús es el Hijo de Dios. Jesús es nuestro Señor y nuestro
Dios. Y lo podemos decir junto con
Tomás. Iglesia, sabemos que nuestro
Redentor vive.
Tomás
Series Resurrección
| Sermon ID | 472445646685 |
| Duration | 28:47 |
| Date | |
| Category | Sunday - AM |
| Bible Text | John 20:24-31 |
| Language | Spanish |
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