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Esther y el capítulo 9, empezando en el versículo 1. En el mes duodécimo, que es el mes de Adar, a los trece días del mismo mes, cuando debía ser ejecutado el mandamiento del rey y su decreto, el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban enseñarles de ellos, sucedió lo contrario, porque los judíos se enseñararon de los que los aborrecían. Los judíos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias del rey azuero, para descargar su mano sobre los que habían procurado su mal, y nadie los pudo resistir, porque el temor de ellos había caído sobre todos los pueblos. Y todos los príncipes de las provincias, los sátrapas, capitanes y oficiales del rey, apoyaban a los judíos, porque el temor del marroqueo había caído sobre ellos. pues Marduqueo era grande en la casa del rey y su fama iba por todas las provincias. Marduqueo iba engrandeciéndose más y más. Y asolaron los judíos a todos sus enemigos a filo de espada, y con mortandad y destrucción hicieron con sus enemigos como quisieron. En Susa, capital del reino, mataron y destruyeron a los judíos a 500 hombres. Mataron entonces a Pax Nadata, Dalfún, Asparta, Porata, Adalía, Aridata, Parmasta, Arizay, Ariday y Vaisata, 10 hijos de Amán, hijo de Amedata, enemigos de los judíos, pero no tocaron sus bienes. El mismo día se le dio cuenta al rey acerca del número de los muertos en Susa, residencia real, y dijo el rey a la reina Esther, en Susa, capital del reino, los judíos han matado a 500 hombres y a 10 hijos de Amán, ¿qué habrán hecho en las otras provincias del rey? ¿Cuál juez es tu petición y te será concedida? ¿O qué más es tu demanda y será hecha? Respondió Esther, si place al rey, concédese también mañana a los judíos en Susa que hagan conforme la ley de hoy, y que cuelguen en la horca a los diez hijos de Amán. Y mandó el rey que hiciese así. Sirvió la orden en Susa y colgaron a los diez hijos de Amán. Y los judíos que estaban en Susa se juntaron también el catorce del mes de Hadar y mataron en Susa a trescientos hombres, pero no tocaron sus bienes. En cuanto a los otros judíos que estaban en las provincias del Rey, también se juntaron y se pusieron en defensa de su vida, y descansaron de sus enemigos, y mataron de sus contrarios a setenta y cinco mil, pero no tocaron sus bienes. Esto fue el día 13 del mes de Adán, y reposaron el día 14 el mismo, y lo hicieron día de banquete y de alegría. Pero los judíos que estaban en Susa se juntaron el día 13 y el 14 el mismo mes, y el 15 del mismo reposaron, y lo hicieron día de banquete y de regocijo. Por tanto, los judíos aldeanos que habitan en las vías sin muro, hacen a los 14 del mes de Adán el día de alegría y de banquete, un día de regocijo, y para enviar porciones cada uno a su vecino. Escribió a Maroqueo esas cosas y envió cartas a todos los judíos que estaban en todas las provincias de Reyes Suero, cercanos y distantes, ordenándoles que celebrasen el día decimocuarto del mes de edad y el decimoquinto del mismo cada año, como días en que los judíos tuvieron paz de sus enemigos, y con el mes que de tristeza se les cambió a alegría, y de luto en día bueno, que los hiciesen días de banquete, de gozón, y para enviar porciones cada uno a su vecino y darivas a los pobres. Y los judíos aceptaron hacer, según habían comenzado, lo que les describió Marroqueo. Porque Amán, hijo de Amedata a Gagueo, enemigo de todos los judíos, había ideado contra los judíos un plan para destruirlos, y había echado Pur, que quiere decir suerte, para consumirlos y acabar con ellos. Pues cuando Esther vino a la presencia del rey, él ordenó por carta que el perverso designio que aquel trazó con los judíos recaiera sobre su cabeza, y que colgaron a él y a sus hijos en la horca. Por eso llamaron a sus días Purim, por nombre Pur. Y debido a las palabras de esta carta y por lo que ellos vieron sobre esto y lo que llegó a su conocimiento, los judíos establecieron y tomaron sobre sí, sobre su descendencia y sobre todos allegados a ellos, que no dejarían de celebrar esos dos días, según está escrito tocante a ellos, conforme su tiempo cada año. Y que esos días serían recordados y celebrados por todas las generaciones, familias, provincias y ciudades. Que esos días de Purim no dejarían de ser guardados por los judíos y que su descendencia jamás dejaría de recordarlos. Y la reina Esther, hija de Abiel, y Madoqueo, el judío, suscribieron con plena autoridad esa segunda carta referente a Purim. Y fueron enviadas cartas a todos los judíos a las 127 provincias de Bezuelo, con palabras de paz y de verdad, para confirmar sus días de Purim en sus tiempos señalados, según les había ordenado Madoqueo, el judío, y la reina Esther, y según ellos habían tomado sobre sí y sobre su descendencia para conmemorar el fin de los ayunos y de su clamor. El mandamiento de Ester confirmó esas celebraciones acerca de Purim, y esto fue registrado en un libro. El rey Azuelo impuso tributos sobre la tierra y hasta las cosas del mar, y todos los hechos de su poder y autoridad, y el relato sobre la grandeza de Madoqueo con que el rey le engrandeció, ¿no está escrito en el libro Las Crónicas de los Reyes de Medea de Persia? porque en Marroqueo el judío fue el segundo después de Bersuero y grande entre los judíos, estimado por la multitud de sus hermanos porque procuró el bienestar de su pueblo y habló paz para todo su linaje. Así dice la palabra de Dios, vamos a orar que Dios la aplique ahora en nuestros corazones. Su padre, damos muchas gracias por tu palabra leída y te pedimos por tu poder en la palabra predicada que sean tus palabras solamente, y que lleguen a las profundidades de nuestros corazones. Te pedimos en nombre de Cristo. Amén. Mientras llegamos hoy al final de nuestro estudio del libro de Esther, ¿qué hemos aprendido? O tal vez, cuando empezamos ese estudio, no sabías lo que ibas a poder aprender de una historia de una persona que vivía hace miles de años. O tal vez pensabas que no ibas a poder aprender de una historia que ni una vez menciona el nombre de Dios. Muchos cristianos, de hecho, no saben qué hacer con el Libro de Esther. Y lo tratan nomás como historia interesante, como historia bonita para niños, pero no saben lo que tiene que ver con sus vidas, o lo que pueden aprender de esta parte de la Palabra de Dios. Pues si me recordamos que la Biblia misma dice que es inspirada y útil. Cada palabra, cada capítulo, cada libro es inspirado por Dios y útil para nosotros, cristianos en el siglo XXI, porque todo fue escrito para nuestra esperanza y como ejemplo para nosotros. Todo en el Antiguo Testamento apunta hacia Cristo y nos ayuda a ver cómo Dios sigue obrando hoy en día porque Él no cambia, sus planes no cambian y sus atributos no cambian. Lo hemos visto en ese libro de Esther, el tema de la providencia de Dios. Dios obrando detrás del escenario. Que Dios no siempre muestra su poder y grandeza por medio de milagros obvios, por medio de intervenir en la vida de manera milagrosa, sino que muchas veces, de hecho normalmente, usa su providencia obrando detrás del escenario. controlando los pequeños detalles en la vida hasta los momentos que parecen más insignificantes. Dios está usando todo esto en Su providencia para cumplir Su voluntad. Nosotros no siempre entendemos lo que está pasando. Y en estos meses de estudio del libro de Esther, Dios nos ha mandado tantas pruebas para mostrarnos que necesitamos confiar aun cuando no entendemos nada. No creemos en coincidencias, ¿verdad? Dios nos llevó a ese libro de Esther en esas semanas, y hemos visto por qué. Es completamente obvio para nosotros. Necesitamos aprender de esta lección. Y por eso éste es tan bueno para nosotros, es tan aplicable para Cristo en el siglo XXI, porque nosotros no vivimos en una etapa de la historia con profetas, y la voz de Dios desde el cielo, con milagros abiertos constantemente. Vivimos en un tiempo cuando Dios nos habla por su palabra escrita, cuando Dios obra por medio de su Espíritu Santo que vive en nuestros corazones, cuando Dios obra por medio de su providencia. Así es también en el tiempo de Estef. Estaban en exilio. No tenían templo. No tenían profetas. Dios ya no está hablando con ellos con la revelación especial. Ellos tenían que confiar. Dios todavía está con nosotros. Está obrando aquí, detrás del escenario. Y cuando vemos eso en libros de hace miles de años, debe darnos mucha confianza para nosotros hoy en día. Porque Dios no ha cambiado, hermanos. Dios no puede cambiar. Aún en días cuando no vemos, obviamente, lo que Dios está haciendo a veces, cuando no vemos milagros abiertos como queremos ver, Podemos confiar que Él está, que no nos ha abandonado, que está obrando detrás del escenario, usando Su providencia para cumplir Su perfecta voluntad en nuestras vidas, en nuestras familias y en nuestra iglesia. En otras palabras, el libro de Esther nos ayuda a andar por fe y no por vista. No, yo pensaba que la fe era una cosa nomás de romanos y hebreos, no. Romanos mismos nos habla de Abraham y su fe, ¿verdad? Tenemos en Hebreos 11 una lista de personas de fe del Antiguo Testamento. Toda la Biblia nos habla de eso y aquí en Esther nos enseña cómo vivir, cómo andar por fe y no por vista. Reconociendo que la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. La misma definición de la fe dice que es creer en Dios aun cuando no vemos. aún cuando no entendemos, es decir, la certeza de las promesas de Dios, aún cuando Él no las cumple en la manera que queremos. Él siempre cumple sus promesas. La fe es confiar en sus promesas cuando no las vemos cumplidas como nosotros queremos que sean cumplidas. Esa es la fe. Esa es andar por fe y no por visto. Y obviamente llegamos al final de este libro. Dios nos permite ver aquí un poquito más, como en verdad ha estado obrando aquí, nos revela un poquito más aquí de su providencia. Y después vemos cómo el pueblo de Dios celebró su providencia, cosa que debemos seguir haciendo hoy en día también como pueblo de Dios. Debemos celebrar la providencia de Dios cuando la vemos en nuestras vidas. En primer lugar, vemos aquí la providencia de Dios explicada. Al principio del capítulo 9 llegamos al día decisivo, el día 13 del mes de Adá, el mes duodécimo, el día cuando los enemigos de los judíos tenían permiso a atacarlos y destruirlos, conforme al edicto de Amán. Pero también ahora, un día cuando los judíos tenían el derecho a defenderse y destruir a sus enemigos, conforme al edicto de Maroqueo, después de la derrota de Amán. Y la historia no nos mantiene en incertidumbre por mucho tiempo lo que va a pasar. Dice el versículo uno, en el mes duodécimo, que es el mes de Adá, los trece días del mismo mes, cuando debiese ejecutado el mandamiento del Rey y su decreto, el mismo día en que los enemigos judíos esperaban enseñarse de ellos, ¿qué dice? Sucedió lo contrario. Los judíos se encerraron de los que los aborrecían. Muy pronto nos dice lo que pasó. Los judíos ganaron. Sucedió lo contrario. Explica lo que pasó. Los judíos se reunieron en sus ciudades para descargar su mano sobre los que vinieron por culpa de su mal y nadie los pudo resistir. hasta las autoridades apoyaban a los judíos por temor a marroqueo. Dice el versículo 5, y asolaron los judíos a sus enemigos a filo de espada y con mortandad y destrucción, e hicieron con sus enemigos como quisieran. Y solamente en Susa, el capital del reino, murieron 500 hombres, enemigos de los judíos, incluyendo los hijos de Amán, quienes parece habían salido para tomar venganza sobre los judíos por lo que pasó con su papá. En todo el país, dice que murieron 75,000. Era una victoria completa para los judíos. Y vemos otra vez cómo Dios completamente invirtió los planes de Amán. Los judíos se defendieron y podían destruir a todos sus enemigos abiertos. Y yo digo enemigos abiertos porque piensen conmigo por un momento. Los judíos aquí solamente se defendieron a sí mismos, ¿entienden eso por favor? Solamente se defendieron cuando fueron atacados, solamente mataron a los que le atacaron. Estas personas que atacaron a los judíos, estas setenta y cinco mil personas que decidieron atacar a los judíos, ya sabían que los judíos podían defenderse, que el hombre, según la más importancia del reino, era judío, que la reina era judía, y de todos modos setenta y cinco mil personas intentaron a destruir a los judíos. Y todos esos enemigos abiertos fueron destruidos, completamente. Tenemos aquí otra vez la exhortación de Marroqueo, también en el siglo III al IV, y nos preguntamos, ¿cómo es posible que un judío llegue a una posición tan importante, la segunda en importancia en todo el reino? Solamente por la mano de Dios, solamente por la providencia y la soberanía de Dios. Y sabemos eso porque vemos la explicación clara aquí. Al final del capítulo 17 del capítulo anterior, 8-17, leemos que el temor de los judíos había caído sobre ellos, y por eso se convirtieron muchos a ser judíos. Y aquí en el capítulo 2 del capítulo 9, leemos lo mismo. Dice, los judíos ganaron, nadie los pudo resistir porque el temor de ellos había caído sobre todos los pueblos. Esa es la clave. El autor aquí nos está revelando, explicando, aquí al final del libro, la providencia de Dios. Toda la destrucción de los enemigos judíos sucedió porque el temor de los judíos había caído sobre el pueblo. Y entendemos, eso no tenía nada que ver con los judíos mismos, porque estaban en exilio, no eran la mayoría en el reino, y todos los demás les temían. Mardoqueo ya tenía casi todo el poder del reino, Esther era reina, y por eso cuando los judíos fueron atacados, destruyeron completamente sus enemigos. Vemos claramente aquí la providencia de Dios, la mano de Dios aquí. este temor que sentía el pueblo solamente puede ser explicado en términos de la providencia de Dios Dios les hizo a ellos temer a los judíos Dios estaba al lado de los judíos, vemos claramente que su victoria vino de Dios y eso es aún más claro cuando recordamos que es la misma frase que encontramos aquí en el versículo 2 nadie los pudo resistir es la misma frase que encontramos en el libro de Josué cuando leemos de la presencia de Dios con su pueblo, peleando por ellos, y por eso las naciones no podían tampoco resistirles. Si ustedes leen Josué, van a ver esta frase muchas veces, no podían resistirles, no podían resistirles. ¿Por qué? ¿Porque eran muy grandes? No, porque Dios estaba con ellos. Y aquí leemos esta frase y pensamos lo mismo. Ellos ganaron aquí, porque Dios estaba con ellos. es decir, otra vez, aunque el nombre de Dios no se mencione en todo el libro, ni en esos últimos capítulos, el autor aquí está dándonos todas las pistas necesarias para que entendamos que la única razón por la cual los judíos ganaron, la única razón por la cual nadie lo pudo resistir, es porque Dios estaba con ellos. Dios estaba peleando por ellos. En las palabras de Pablo, milenios más adelante, podemos decir que, puesto que Dios estaba por ellos, ¿quién contra ellos? No podían ser resistidos. Dios había hecho todo detrás del escenario, controlando todo en su providencia para cumplir su voluntad de proteger y preservar a su pueblo. Pero tal vez cuando leemos este pasaje nos preguntamos una cosa. ¿Mardokeo estaba en lo correcto en lo que escribió en el Edicto dando permiso a los judíos a destruir sus enemigos? Los judíos estaban en lo correcto para matar a sus enemigos con la espada. ¿No somos llamados como hijos de Dios a amar a los enemigos y no matarlos? Tal vez eso surgió en tu mente lendo este pasaje. Recuerda primero lo que vimos hace algunos capítulos. era descendiente de Hagag, rey de los amalecitas, de quien el Dios había mandado a los israelitas que los destruyeron completamente. Es lo que leemos en Exodus 17. En Exodus 17 los israelitas habían salido de Egipto, estaban andando hacia la tierra prometida, y de repente fueron atacados por Amalek, por la nación de Amalek. Y Dios dio a Israel la victoria en ese momento. Moisés levantó sus manos, Josué estaba peleando, Úr y Adón estaban levantando sus manos. ¿Ustedes recuerdan esa historia? Eso fue con Amalek. Y Dios dijo, después de eso, o Moisés dijo, en las palabras de Dios, por cuanto la mano de Amalek se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalek de generación en generación. Dios no iba a olvidar eso. Y pues tiene todo sentido cuando Dios mandó al rey Saúl, por medio del profeta Samuel, en 1 Samuel 15, hacía dicho a Jehová de los ejércitos, yo castigaré lo que hizo Amalek a Israel al oponérsele en el camino cuando subiera Egipto. Ve pues, el mandamiento de Dios a Saúl, ve pues y lleve a Amalek y destruye todo lo que tiene y no te apiades de él. Mata hombres, mujeres, niños, háganlo de pecho. Vacas, ovejas, camellos y asnos. Ese fue el monumento de Dios, mandando a su pueblo a destruir a esa nación completamente, ya era el tiempo para destruir esa nación para siempre. Pero sabemos lo que pasó, ¿verdad? Saúl no lo hizo. Saúl guardó, para decir, los animales, el rey mismo, no obedeció al mandamiento de Dios, y pues la línea de Hagág seguía. Aquí estamos en Esther, y tenemos un descendiente. Ahora entonces, en el libro de Esther, los israelitas tienen la oportunidad de obedecer a Dios y por fin destruir completamente a esta nación que Dios había mandado que fuera destruida. Aquí en Esther, la nación amalec es destruida para siempre. cuando Amán y sus hijos ya son matados y también cualquier otra persona que se identificaba con los enemigos de Israel, ya todos matados. Entonces, por favor no piensen, no vean esto como venganza de parte de los judíos, no lo vean. No es que estaban actuando en enojo o de manera egoísta, sino en obediencia a Dios. Siglos demasiado tarde, por supuesto. Pero por fin estaban obedeciendo a Dios y destruyendo por completo esta nación. Y vemos su obediencia aquí porque reconocemos que parte del problema para Saúl era que quiso guardar las cosas, los bienes. ¿Por qué leemos aquí tres veces en el pasaje? Destruyen los hijos de Amán y... no tocaron sus bienes. Destruyeron a 500 en la capital, pero no tocaron sus bienes. Y me sigo también buscando en 16, no tocaron sus bienes. Es decir, los judíos están intentando mostrar claramente, aquí estamos obedeciendo a Dios, pero no queremos caer en el mismo pecado como Saúl hace siglos. No vamos a tocar sus bienes. Nada más vamos a destruir la nación como Dios nos ha mandado. Muy importante entender eso, hermanos. Los israelites no están más tomando aquí en pecado, ni con venganza, sino obreciendo a Dios, por fin, después de siglos. De todos modos, aún con esa explicación, la idea de una guerra santa en contra de otra nación, la idea de destruir completamente una nación, todos, no es algo que nos gusta leer en nuestras Biblias, ¿verdad? Tendemos a no querer pensar en esos eventos porque nos hacen sentir muy incómodos. Necesitamos entender, entre otras cosas, pero creo que la cosa más importante, es que una guerra santa, física y literal, era una parte necesaria en la vida de la nación de Israel como nación. Porque la nación de Israel tenía que sobrevivir por lo menos hasta que viniera el Mesías. Es decir, por supuesto, reconocemos también que cada persona, cada nación, en rebeldía en contra de Dios, merece ser destruida. A veces Dios usó a Israel para hacerlo, para su castigo merecido. Pero la realidad que necesitamos entender más, y cualquier otra cosa en estos eventos, es la necesidad de la sobrevivencia de los judíos para que el Mesías pudiera venir. Israel no podía ser destruida. antes del tiempo de Cristo. Y por eso a veces tenían que destruir completamente una nación para que ellos pudieran sobrevivir, para que el Mesías pudiera venir. Aún así, la idea de una destrucción completa de naciones no es algo que vemos en todo lugar en la Biblia. De hecho, ni está en todo el Antiguo Testamento. Es necesario para nada más un tiempo en la historia. Es decir, hoy en día, ya no. ¿Por qué? Porque Cristo ya ha venido. La nación de Israel no tiene que continuar, porque Cristo ha venido. Vemos esto aún en la primera venida de Cristo. Cuando Jacobo y Juan, los hijos de Cristo, quisieron mandar que descendiera fuego del cielo para consumir a un pueblito que no recibió a Cristo. ¿Ustedes recuerdan eso? ¿Y Cristo qué dijo? Pues sí, por supuesto, desfriarles. Pues no. ¿Qué dijo? El Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Cristo va mostrando ya una diferencia. Ya no estamos viviendo ese tiempo de la Guerra Santa. No somos llamados nosotros a matar o atacar físicamente a nuestros enemigos. Ahora nuestra batalla es espiritual, no es física. El pueblo de Dios es de cada tribu y cada nación y cada lengua, no solamente de una. El campo de batalla ahora es el corazón, no una tierra. Dicen festivos que luchamos no contra sangre y carne, sino contra principados, potestades, gobernadores de las tenieblas de ese siglo, contra huesos espirituales de maldad en regiones celestes. Entonces, nuestra batalla ahora no es física, es espiritual. Eso no significa que nuestra lucha es menos importante o menos urgente, solamente porque no es física, porque Dios no ha cambiado. Y hermanos, Dios todavía está aidado en contra del pecador. Cada rebelde en contra de Dios todavía necesita ser salvo o va a ser destruido. Esto no ha cambiado, pero ya no es destrucción física. Es peor. Es condenación eterna del alma en el infierno. Hay un juicio por venir. Cristo va a regresar, pero esta vez no como bebé, sino como juez, como guerrero, para juzgar las naciones y destruir sus enemigos para siempre. Por eso necesitamos, hermanos, predicar con mucha urgencia. Necesitamos evangelizar con pasión, porque las personas en nuestro alrededor serán destruidas si no reconocen su necesidad de Cristo y la salvación que es solamente por su muerte. Pero ahora que Cristo ha muerto en la cruz, con la propiciación por nuestros pecados, apaciguando la santa ira del Santo Dios en contra del pecado, ahora nosotros podemos amar a nuestros enemigos. No somos llamados a destruirlos. Ahora somos llamados a amarlos. ¿Por qué? Porque Dios nos ha llamado, perdón, Dios nos ha amado tanto, que somos también llamados a amar a uno de nuestros enemigos. Y es otra cosa, porque he mencionado rápidamente, si Dios te ha llamado a amar aún a tus enemigos, la persona, la verdad, que te odia, la persona que haría cualquier cosa para destruirte, si Dios te ha llamado a amar a tal persona, por supuesto, la verdad, que también te ha llamado a amar a tu esposo, a tu esposa, a tu hijo, a tu papá, a tu hermano o hermana en Cristo. ninguna excusa nunca para no mostrar el amor de Dios para con otros y nuestras familias y nuestra iglesia. No es siempre fácil. Entendemos eso completamente. Pero si estamos creciendo en Cristo, si entendemos lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, deberíamos poder más fácilmente amar y perdonar a nuestros hermanos. Si hay enemigos, sí. Cuanto más a tus familiares y tus amigos y tus hermanos en Cristo. Mediten, hermanos, en esto. Dios, la verdad, no bendice a una familia que está en sentido de conflicto. Y Dios no bendice una iglesia donde no hay amor y no hay perdón. Estamos pensando que Dios ha hecho para con nosotros y por eso mostrar lo mismo para con otros. Ahora que Cristo ha muerto, ahora que hemos recibido Su perdón, Su amor, podemos también amar a otros. No hay guerra santa hoy en día. No tenemos ningún derecho a tomar armas en contra de los enemigos de Dios, porque todo eso cambió cuando vino Cristo. Por eso sí, las cruzadas en la Edad Media eran un gran, gran pecado en contra de Dios. No tenían ningún derecho a levantar ejércitos y matar a otras etnicidades en nombre de Dios. Para nada. Esto ya se ha acabado, porque vino Cristo, murió por su pueblo, derramó su sangre, sufrió toda la ley de Dios en contra de sus pecados. Y para cualquier persona que no quiere su perdón, que sigue en su pecado, hay un juicio venidero. Pero no es nuestro juicio, no es nuestra venganza, es el juicio santo de un santo Dios. Con esta explicación espero que entendamos un poquito mejor por qué lo que pasó aquí sí estaba correcto, pero no lo hacemos hoy en día. Una cosa tal vez todavía nos quede con duda. Versículos 12 a 14 leemos que el rey dijo a la reina Esther, en su capital, el reino, los judíos han matado a 500 hombres y a 10 hijos de Amán. ¿Qué habrán hecho en las otras provincias del rey? ¿Cuál, pues, es tu petición y te será concedida? ¿O qué más es tu demanda y será hecha? Respondió Esther, si place el rey, concédese también mañana a los judíos en Susa, que hagan conforme a la ley de hoy, y que cuelguen en la horca los diez hijos de Amán. Mandó el rey que se hiciera sin, se dio la hora en Susa y colgaron los diez hijos de Amán. Pues leemos que también mataron trescientos enemigos más de los judíos. Y a veces se pregunta, ¿por qué Esther pidió otro día? para que los judíos pudieran defenderse y destruir más de sus enemigos. ¿Por qué? La verdad es que no sabemos por qué Esther quiso otro día, porque la palabra no nos dice. ¿Es posible que lo hizo de manera correcta, sabiendo que era muy importante para la paz del reino que todos los enemigos abiertos judíos fueran destruidos? Tal vez por eso quiso colgar a los hijos de Aman. Recuerden, ya estaban muertos. Ya habían atacado a los judíos, han sido matados. El colgar sus cadáveres sobre la horca era nada más para mostrar públicamente su derrota. Y tal vez Esther entendía que era muy importante para destruir por fin a toda resistencia a los judíos, por lo menos en el capital. Es una posibilidad. O es posible que Esther estaba mal en lo que hizo. Y aquí leemos un aviso en contra de tomar la venganza, un aviso de no permitir que el poder nos cambie. La verdad no sabemos. Si es interesante que Esther no tomó la iniciativa en esto. El rey de la nada le pregunta, ¿qué más quieres? ¿Por qué el rey preguntó eso? No tengo idea. Y Esther no estaba promoviendo eso, nada más respondió de la manera que le pareció correcta. La verdad no sabemos si es correcto o no. Aunque no sabemos el tema de por qué este hizo lo que hizo, sí sabemos por qué esto fue incluido en la historia. Es para decirnos por qué iban a tener dos días de fiesta de Purim en vez de nada más uno. En las aldeas que hicieron esto el día 13 y descansaron el día 14, la fiesta del día 14. En Susa destruyeron también sus enemigos el día 14 y descansaron el día 15. Pero todo incluye eso para explicarnos por qué dos días de fiesta y no solamente uno. Es lo que vemos aquí en segundo lugar. Que no solamente aquí al final del libro vemos más de la providencia de Dios, sino que también vemos claramente la providencia de Dios celebrada. La providencia de Dios celebrada. Versículos 20 y 22. Y escribió Mardoqueo esas cosas, y envió cartas a todos los judíos que estaban en todas las provincias de Riazuero, cercanos y distantes, ordenándoles que celebrasen el día décimo cuarto del mes de Adán, y el décimo quinto del mismo cada año, como días en que los judíos tuvieran paz de sus enemigos, y como el mes que de tristeza se les cambió en alegría, y de luto en día bueno, que los hiciesen días de banquete, de gozo, y para enviar porciones cada uno a su vecino, y dádivas a los pobres. Vemos aquí que los judíos celebraron esos días de su salvación. Mardoqueo afirmó por una declaración oficial después de estar también la celebración de esta fiesta. Vemos versículos 26 a 28, porque el nombre y que otra vez iban a celebrar estos días cada año hasta la eternidad. Y esta fiesta se llama Purim, y no sé si por qué, ¿verdad? Es el plural de la palabra pur, que significa suerte. O sea, man echó suerte para ver en cuál día iba a despedir a los judíos. Entonces, la fiesta se llamó Purim, que es el plural de la palabra pur, que significa suerte. Y aunque esta celebración, que iba a ser cada año, y los judíos hoy en día todavía lo celebran, aunque no se encuentre en la ley de Moisés, su celebración era válida, porque no agregaba nada a su adoración a Dios, no era parte de su adoración oficial de Dios, nada más era una oportunidad para celebrar lo que Dios había hecho en su nación, la salvación que había hecho en ellos. que nos hace pensar a nosotros en cuán válido y necesario es para nosotros, como cristianos, celebrar lo que Dios ha hecho en nosotros, Su Pueblo. Porque como país nos gusta celebrar las cosas, ¿verdad? Eso no hay ninguna duda. Nos gusta celebrar. Nos gustan las fiestas. Pero podemos y debemos también celebrar la maravilla de nuestra salvación. debemos celebrar quién es Dios, celebrar lo que ha hecho, lo que va a seguir haciendo. Tenemos muchísimos ejemplos de celebración en sus Biblias, especialmente en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, cuando Israel pasó por el Mar Rojo y los egipcios fueron destruidos, María, hermana de Moisés, está cantando, alabando a Dios. Déborah en jueces 5 hace lo mismo, después de que Dios le salvó de Cícera. Y aquí lo vemos también en Esther. Los judíes, dice, tenían días de banquete y de gozo. Y dice que usaron el tiempo para enviar porciones cada uno a su vecino y dádivas a los pobres. Es decir, celebraron su rescate. Pero fíjense en cómo lo hicieron. Juntos. Y compartiendo con otros. Nos hace pensar que la mejor manera para nosotros celebrar lo que Dios ha hecho es con otros. Y compartiendo con otros. Para nosotros, por supuesto, ya no es un día festivo como Nación. No estamos esperando que México ya empiece a celebrar Purim o algo así. Ya no es un día de festivo como Nación, es cada domingo. No tenemos que esperar una vez al año. Cada semana, aquí estamos, celebrando juntos quién es Dios, lo que ha hecho y lo que promete seguir haciendo. Estamos celebrando. En otros días es el Día de la Resurrección, pero en verdad, cada domingo celebramos el Domingo de la Resurrección. Es por eso que celebramos domingos, y no sábados, o miércoles, o cualquier otro día. Estamos celebrando lo que Dios ha hecho en nosotros. Celebramos los domingos juntos en la Iglesia, ¿verdad? Compartiendo con otros que quieren celebrar lo mismo. Y por eso, el venir a la Iglesia los domingos nunca debería llegar a ser algo enfocado en nosotros. Es invocado en Dios primero, pero después en otros. Y solamente al final nos invocamos en nosotros. No venimos a la iglesia simplemente para recibir. Venimos para dar. Venimos para compartir, para llorar con otros, para estar animados, para orar juntos, todos juntos. Porque la iglesia es el lugar en donde venimos para servir, no para ser servidos. Y quiero avisarlos, hermanos, porque a veces caemos en eso. Venimos a la iglesia cuando nos conviene y a la hora que nos conviene. Salimos a la hora que nos conviene. Pero no estamos aquí para nuestra comodidad o conveniencia, hermanos. Estamos aquí, primero, para adorar a Dios en todo el día. Y estamos aquí para ministrar a los demás en nuestra iglesia local. El venir a la iglesia no solamente es para ti. Sí vas a recibir algo, por supuesto. Dios es misericordioso, bondadoso, nos va a enseñar, nos vas a dar bendiciones con las cuales podemos salir. Pero tú no vienes para eso. Vienes para adorar a Dios y ministrar a otros. Piensa, hermanos, en sus motivos por venir a la iglesia los domingos. Importante que no solamente venimos, sino que venimos de manera correcta para hacer las cosas correctas. Ese es el problema de venir tan poco tiempo posible los domingos. Si nada más vienes para cantar, escuchar la predica, después huyes, no entiendes lo que significa celebrar el Día del Señor. Y por eso no estoy regañando, estoy animándote, exhortándote a ver en la Biblia cuánta celebración hay. del verdadero Pueblo de Dios. Si no eres parte del Pueblo de Dios, entiendo que no quieres nada que ver con nosotros, es completamente entendible. Pero, si reclamas ser Hijo de Dios, vas a querer celebrar juntos, compartiendo, exactamente como los judíos aquí. Tú, hermanos, que reconozcamos hoy, que celebremos hoy, que nuestro Dios es soberano, que es todopoderoso, que usa su providencia para bendecir y proteger a su pueblo, para derribar los malos, para invertir sus planes. Lo hizo con Cristo. Es el ejemplo más grande, ¿verdad? Cuando Dios derribó a Satanás, invirtió sus planes completamente, porque en la muerte de Cristo, Él no perdió. Cristo no perdió, Cristo ganó. Satanás perdió. Cristo ganó victorias sobre la muerte y sobre el enemigo, cuando Dios invirtió completamente los planes de Satanás, y Dios sigue siendo lo mismo hoy en día. Dios sigue usando su providencia para ayudarnos, protegernos, bendecirnos, para derribar a los malos y para invertir sus planes. La voluntad de Dios va a ser cumplida, hermanos. A veces no vemos cómo, pero lo va a hacer, porque es soberano y todopoderoso. Y pues necesitamos, aquí al final de este estudio, fijarnos en Cristo. Porque fíjense que, aunque aquí, al final del libro, los judíos ganaron su victoria sobre sus enemigos más abiertos, al final de este libro todavía están viviendo en exilio. Sí ganaron, pero todavía están viviendo en Babilonia. Esos judíos nunca iban a regresar a su tierra, sino iban a ser esparcidos por las naciones y básicamente desaparecer como nación hasta el siglo pasado. Entonces, y también los que estaban en ese momento en la tierra prometida, recordamos que estaban en la tierra prometida, pero en cuantos años más, iban a ser conquistados otra vez por los romanos. Entonces, aunque por un lado el libro termina en felicidad para los judíos, porque habían ganado sobre sus enemigos, de todos modos no tenían victoria final. Todavía estaban esperando a su rey salvador. Todavía estaban esperando a alguien para rescatarles, no solamente de amenaza física de muerte, sino rescatar sus almas de la amenaza de la muerte espiritual. Y su Salvador sí vino. En el cumplimiento del tiempo, Cristo vino a este mundo, nació como Rey, vivió y sufrió por su pueblo. Pero cuando vino, fue rechazado, porque leemos en Juan 1.11, a los suyos vino, y los suyos no le recibieron. Gracias a Dios, aunque la mayoría de los judíos no recibieron a su Mesías, en su gracia, Dios abrió las puertas para que los gentiles, nosotros, pudiéramos recibir el Evangelio de nuestros hermanos. El cumplimiento final de la victoria que Dios prometió a su pueblo se encuentra en la victoria de Cristo en la cruz, no en la victoria futura de Israel como nación. Ahora no estamos esperando la restauración de la grandeza de Israel como etnicidad. Cristo ya cumplió todas esas promesas cuando vino y murió y resucitó por nuestra salvación. Ahora nos enfocamos en esta victoria que es nuestra cuando Cristo invirtió los planes del enemigo y le bendició por rescatar la muerte de nuestro pecado y darnos la vida eterna. Esta historia de Esther nos explica en sombras lo que Cristo iba a hacer en realidad, en perfección, salvar a su pueblo para siempre de sus enemigos. porque leemos aquí de que los judíos descansaron de sus enemigos pero era una victoria temporal nosotros por otro lado tenemos una victoria permanente Tenemos un descanso perfecto y eterno en nuestro Dios, por medio de la obra de nuestro Salvador, el rey de reyes y señores y señores. Cristo reina para siempre, intercediendo siempre por su pueblo. Ester nada más intercedió como dos veces por su pueblo. Marduqueo no iba a tener esa posición para siempre, porque eventualmente iba a morir. Pero Cristo es un mejor mediador que Ester y mejor gobernador que Marduqueo, porque es para siempre. intercede siempre por nosotros, reina siempre por nosotros. Vemos aquí en Esther sombras de Cristo. El libro de Esther nos apunta hacia Cristo, el mejor Mediador, el mejor Rey, el mejor Salvador. Tenemos una mejor victoria que los judíos, porque nuestra victoria sobre la muerte de los enemigos ya es permanente y eterna en Cristo Jesús. Cuando leemos el Antiguo Samento, hermanos, que pensemos en Cristo, ¿cómo nos apunta hacia Cristo? ¿Qué nos dice de Cristo? ¿Qué nos dice de la salvación? que leamos sus Biblias así. Terminando, tenemos que preguntarnos. Apenas dije, hemos sido rescatados por este mediador, Rey, Salvador, pero te pregunto, ¿en verdad es tú Rey? ¿Es tú mediador? ¿Es tú salvador? Pues es personal. Ya no es una etnicidad. Somos salvos cada persona por la sangre de Cristo individualmente. Si estás aquí y Cristo no es tu rey, la verdad no gobierna tu vida porque tú gobiernas toda tu vida. Si no es tu mediador y por eso todavía estás sufriendo por tus pecados, hoy puede ser el día de tu salvación. Hoy puede ser ese día. Reconoce tu necesidad, humíllate ante él y pídele a la salvación, que solamente por gracia, en Cristo Jesús. Pero si en verdad Cristo es tu Rey, tu Señor, tu Salvador, tu Mediador, hermano o hermana, celebra esta verdad. Regocíjate en tu salvación. Si pasas por muchas cosas difíciles, así como todos, pero celebra tu salvación. Porque las pruebas por las cuales pasamos ahora no son nada en comparación con el peso de la gloria que nos espera en el cielo. Cosas difíciles. Ustedes saben que yo entiendo cosas muy difíciles aquí. Pero no son nada, les prometo, nada, en comparación con la gloria que te espera con tu Cristo y con tu Dios para siempre. Regocíjate en tu salvación, pero no lo hagas solo. Hazlo con nosotros. Aquí en la iglesia, cada domingo, celebra tu salvación y su providencia en tu vida por medio de juntarte con tu iglesia cada semana, compartiendo con tus hermanos y celebrando con ellos la providencia, la somería, las bendiciones y el amor de nuestro Dios. Vamos ahora. Nuestro Padre, te pedimos que tú nos des corazones sensibles para recibir tu palabra y no rechazarla. Te pedimos, Señor, que tú sigas regando esta semilla que ha sido sembrada. Por cualquier persona que visita o joven, persona que ha estado aquí por años, que todavía no es tu hijo, todavía está resistiendo tu llamado. Te pedimos, Señor, que hoy puede ser en realidad el día de su salvación. Que Cristo puede ser su Rey, su Salvador, su Mediador. para que sea rescatado de su muerte y de la muerte eterna. Seguimos, Señor, para nosotros, que somos tus hijos, que podamos estar animados por ese libro que hemos estudiado, que nos habla tan claramente de tu providencia, de tu mano soberana en todo momento. Ayúdanos a confiar mucho más en ti, descansar en ti, conocerte más y reconocer que todo lo que pasamos en esta vida es conforme a tu voluntad y es para nuestro bien. para santificarnos y hacernos más y más como Cristo. Te pedimos Señor que nos ayudes a en verdad celebrar las maravillas de lo que tú has hecho y lo que sigues haciendo nosotros y que podamos celebrarlas juntos en esa iglesia local. Que los domingos pueden ser día de regocijo, días de alegría. Que no sean días gravosos, que no sean días difíciles, sino días de mucha celebración lo que tú has hecho. Que podamos celebrar juntos aquí en la iglesia, animándonos unos a otros, pensando en lo que tú has hecho. Te pedimos, Señor, en el nombre de Cristo. Amén.
Celebrando la providencia
Series Estudio de Ester
Deberíamos celebrar la providencia de Dios cuando la vemos en nuestras vidas.
Sermon ID | 414192132305190 |
Duration | 44:29 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Esther 9:1 |
Language | Spanish |
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