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Yo no sé si ustedes están familiarizados con el proceso de adopción en nuestro país, pero es un proceso largo y tedioso, especialmente si se hace a través del PANI. Un amigo mío adoptó hace algunos años ya. El niño ya está un poquito grande, venía de escolar. Pero desde el momento en que él empezó con su esposa el papeleo hasta el momento en que recibieron al niño fue un proceso de tres años. y nos dicen que eso fue rápido, porque en ocasiones pueden tardar hasta cinco años desde que empiezan hasta que reciben a su hijo en adopción. En cualquier caso, yo creo que la adopción es uno de los mejores reflejos del Evangelio en la sociedad. Y hoy vamos a hablar un poco al respecto. Romanos 8, versículos del 14 al 15 nos dice. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios, pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos Abba Padre. Padre, qué privilegio enorme es poder llamarte así. Te damos gracias por permitirnos ser parte de tu familia. Y te damos gracias porque a través de tu palabra, tú nos instruyes, nos enseñas, nos transformas. Queremos pedirte, oh Dios, que en esta mañana, a través de este sermón, tú nos Ilumines nuestros corazones, nuestras mentes, fortalezcas nuestra fe, nos des ánimo y consuelo en medio de la prueba y la dificultad, y nos des seguridad, confianza o Dios para el futuro sabiendo que estamos en tus manos. Haz avanzar tu obra en nuestras vidas a través de este medio de gracia. que queremos aprovechar. Quita de nosotros cualquier distracción, danos una actitud adecuada, un corazón dispuesto, oídos atentos, oh Dios, sentidos alertas para poder escuchar tu palabra y produce un fruto abundante en cada uno de tus hijos. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén. Amén. El versículo 14, solo dos versículos vamos a cubrir hoy. Yo tenía, pretendía que fuera un poco más, pero tampoco es problema, ¿verdad? Tenemos toda la vida. No hay problema. Este, el versículo 14 dice, porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Y si ustedes recuerdan, terminamos el domingo pasado en el versículo 13, donde nos daba una característica acerca de los creyentes. Hablamos de la mortificación. Y básicamente este versículo es como una continuación o una aclaración de lo que se dijo en el versículo 13, que si vivís conforme a la carne moriréis, pero si por el Espíritu hacéis morir las sobras de la carne, viviréis. Y luego entonces pasa a decir, porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Entonces, hay como un cambio aquí de metáfora, ya no está hablando de la muerte y la vida, ¿verdad?, en términos de la mortificación del pecado, sino que cambia la metáfora o una metáfora más pastoral, donde el Espíritu Santo, como un pastor, guía, dice, guía a los hijos de Dios. Y entonces nosotros estamos siendo objetos de esa guía del Espíritu Santo. Es particularmente hermoso. Le vamos a sacar un poco de jugo a esta idea, ¿verdad? Porque yo creo que no nos detenemos suficiente a pensar. La razón por la que podemos mortificar el pecado, la razón por la que podemos andar en esta novedad de vida, en esta vida en abundancia, en esta vida para Dios realmente, vida de verdad, la razón es porque el Espíritu Santo está haciendo una obra en nuestro interior. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios Son hijos de Dios. Y podemos darle vuelta a esa oración. No es un condicional. No está diciendo que si somos guiados por el Espíritu de Dios, entonces somos hijos de Dios. No. Está diciendo es que esa es como la marca. Si está siendo guiado por el Espíritu de Dios, si es evidente eso, Es porque es Hijo de Dios. Esa es la razón. No es una condicional. No es como que si es guiado, entonces puede llegar a ser. No. Es que los que son hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios. Los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Es así. ¿Verdad? Y no es en mayor o menor medida. Esta es una realidad para todos nosotros. No es una experiencia subjetiva. Muchas veces en algunos movimientos cristianos se vende así como que la guía del Espíritu Santo Sentimientos, emociones, circunstancias, ¿verdad? Y impulsos incluso, ¿verdad? Casi como dejándonos llevar como animales. Y perdonen la expresión, pero... por puro estímulo externo e interno, como que esa fuera la guía del Espíritu Santo. Pero si lo pensamos con más detenimiento, a la luz de las Escrituras, lo primero que debemos entender es que fuimos creados por Dios a su imagen, y eso tiene implicaciones. El haber sido creados por Dios a su imagen significa que somos criaturas que pensamos, criaturas que razonamos, Criaturas que planeamos, que creamos, que anticipamos. Todo eso tiene que ver con el hecho de ser creados a imagen de Dios. Entonces, uno debe preguntarse, ¿cómo guiaría Dios a criaturas hechas a su imagen y semejanza? ¿Cuál sería la manera normal, ordinaria, en la que Dios guiaría a personas con raciocinio, personas capaces de pensar, capaces de entender y capaces de comunicarse, no a través de impulsos, golpes y movimientos, sino a través de su Palabra. Y eso es exactamente lo que Él hace. Él deja Su Palabra para que criaturas que entendemos palabras, leamos Su Palabra y seamos guiados por ella. Esa es la manera en la que Dios nos habla. Y hablamos de que nos habla porque realmente esta es Su Palabra. ¿Usted quiere que Dios le hable? Lea la Biblia. ¿Usted quiere que Dios le guíe? ¡Lea la Biblia! Busque instrucción en las Escrituras. Y sí, hay una obra interna, pero debemos calificar y entender bien esa obra interna. ¿Qué es lo que el Espíritu Santo hace en el interior de los hijos de Dios? Los hace guiables. Los hace dispuestos a ser guiados. nos hace amar su guía, desear su guía, buscar su guía. Esa es la obra que hace el Espíritu Santo a nivel de nuestros deseos, afectos, impulsos. al punto de que ya no queremos resistirnos a su voluntad, ya no hay una resistencia, sino que sí, a veces hay dificultad para entenderla, a veces hay dificultad para aceptarla porque sigue habiendo pecado en nosotros, pero nuestra tendencia general es, yo quiero esto, yo quiero saber qué es lo que Dios ¿Quiere? Quiero entender qué es lo que su palabra enseña al respecto de esto. Quiero vivir conforme a lo que Él dice. Ese es un deseo creciente, real, en cada uno de los creyentes. Y nos podemos unir al Salmista cuando al hablar de los mandamientos de Dios dice, deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado, y dulces más que miel, y que la que destila del panal. Uno de los comentarios que leí, lamentablemente no anoté cuál fue el comentarista. Les quedo debiendo esa información. No quiero cometer plagio, pero no recuerdo cuál fue. Pero él usa una metáfora en la que él dice, imagínense que alguien llegara y les dice, vea, aquí está este tesoro, una montaña así de tesoro. Imagínense las películas de piratas, ¿verdad? Una montaña aquí de tesoro acumulado. Vaya usted, sírvase. Agarre un saco, un carretillo, lo que quiera, vaya, métase. Sírvase todo lo que quiera. Ninguno de nosotros iría así con la mano o tal vez con la camisa nada más a echar... ¡No! Yo creo que agarramos el contenedor más grande que esté a nuestra disposición y vamos y lo llenamos de tesoro. No es tesoro mal habido. En esta metáfora, ¿sí? Hermanos, eso es lo que nos ofrece Dios en su Palabra. Es un tesoro inagotable. al que nosotros deberíamos querer acudir con los brazos extendidos, con el contenedor de nuestra mente y nuestro corazón preparado para agarrar todo lo que podamos de allí. Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado. ¿Y por qué? Porque en última instancia nos habla de Cristo. En última instancia, el punto central de ese maravilloso libro, de esa revelación, es la persona más valiosa, el tesoro. Dentro del tesoro, es Cristo mismo. Y anhelamos conocerlo, anhelamos servirle, anhelamos vivir para Él. Así es como el Espíritu Santo obra esa guía en cada uno de nosotros. Nos hace anhelar Su Palabra. nos hace dispuestos a ser guiados por ella. Estos son hijos de Dios. Esta guía no es para todos, evidentemente, es para los hijos de Dios. Es especial en ese sentido porque es sólo para los hijos de Dios. Los incrédulos no tienen ese beneficio del Espíritu Santo guiándoles a través de la Palabra. No lo tienen. Entonces, siéntase privilegiado para empezar. Pero también, en cierta medida, es ordinaria porque es para todos los hijos de Dios. O sea, usted no necesita estar en un grado especial de santificación, no necesita estar en un oficio especial, no necesita ser pastor, anciano, diácono, no necesita ser apóstol, profeta o ángel o yo no sé qué categorías tienen ahora en estas iglesias raras. Pero no necesita nada de eso. Esto es para todos los hijos de Dios. Si usted es hijo de Dios, usted tiene acceso a la guía del Espíritu Santo. Tan fácilmente como tiene acceso a la Palabra de Dios. Tan fácilmente como puede abrirla y leerla. El Espíritu Santo, en respuesta a la Escritura, ilumina nuestras mentes, Inclina nuestra voluntad hacia la palabra de Dios, hacia obedecerla. Aviva nuestros afectos y nos hace deseosos y amantes de su palabra. Es como lo que experimentamos en la conversión. Si ustedes tienen un recuerdo del momento de su conversión, algunos tienen un momento de conversión. Estoy seguro de que experimentaron esa misma realidad. El Espíritu Santo ilumina, hace... de repente cobró sentido el Evangelio, y nos hace desearlo, y responder de manera afirmativa, positiva, a ese Evangelio, y creer, y descansar en él, y dirige nuestros afectos. De repente Cristo es lo más deseable. Cuando antes ni le prestábamos atención, ni nos importaba, de repente Cristo se vuelve un tesoro de verdad. Y eso es lo que el Espíritu Santo sigue haciendo en nuestras vidas. Esa es la forma en la que Él nos está guiando todo el tiempo. Entonces, no solo tenemos al Espíritu Santo, como ya vimos en este mismo capítulo de Romanos, no solo somos morada del Espíritu Santo, sino que incluso somos guiados por la persona del Espíritu Santo de una manera personal, interna, directa. Eso es un privilegio. Es un privilegio enorme. Imagínense la columna de fuego, la columna de nube en el Antiguo Testamento, guiando al pueblo de Israel a través del desierto. Usted y yo tenemos un privilegio mayor que eso, porque el Espíritu Santo no está allá afuera y esperando que lo podamos divisar para seguirlo, no, está adentro, nos está dirigiendo y guiando desde adentro, haciendo una obra poderosa desde adentro, es un privilegio enorme. Pero, como no somos animales, también hay un ejercicio de nuestra voluntad. Hay un ejercicio de nuestra voluntad, en cierta medida debemos dejarnos guiar. El Salmo 32, versículos 8 y 9, muy famoso, dice, te haré entender, vean cómo empieza con la guía del Espíritu Santo, te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos. ¿Pero qué pasa? Decir de inmediato, no seas como el caballo. No seas como el mulo, sin entendimiento. Ver cómo Dios le habla a sus criaturas con entendimiento, a través de medios entendibles, su palabra. No sean como los animales sin entendimiento. ¿Por qué? Porque esos tienen que ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan. Entonces, el Espíritu Santo está haciendo una obra de nosotros, Y nosotros también debemos hacer el ejercicio de no oponernos a esa obra y dejarnos guiar por el Espíritu Santo. Ser guiados es muy diferente de ser arrastrados y ser empujados. No queremos ser como mulos, queremos ser guiados. Que sí, vamos caminando y el Espíritu nos mueve y nosotros no somos testarudos, nos movemos hacia donde Él nos está dirigiendo a través de Su Palabra. Y eso implica renovar nuestro compromiso con Su Palabra. Y vean, mis hermanos, desde este púlpito hemos hablado de la necesidad, la autoridad, la primacía de la Palabra de Dios, una y otra vez, y no nos vamos a cansar de hacerlo. Porque en el momento que dejemos de enfatizar este punto, caemos en el peligro de Israel. Que hemos estado viendo en jueces. No queremos ser como Israel en jueces. No queremos descuidar lo que Dios ha dicho. Así que, este es el único compás para su vida. La Palabra de Dios es el único compás. El único que le va a mostrar hacia qué dirección debe moverse. La Palabra de Dios le dice lo que debe hacer. Y si usted se siente así, porque a veces nos gusta esa expresión, si usted se siente guiado por el Espíritu Santo a hacer algo, júzguelo a la luz de la palabra primero. porque el Espíritu Santo nunca va a actuar ni va a impulsarnos a hacer nada contrario a lo que su Palabra dice. Tenemos, dice Pedro, la Palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos, como a una antorcha que alumbra el lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones. Esto incluye también la predicación de la Palabra. No solamente el estudio que usted hace en su casa, a solas o con su familia, sino también esta predicación, domingo tras domingo, siempre que la predicación sea fiel a la Palabra de Dios, usted puede saber que el Espíritu Santo está usando este momento en el que estamos ahorita para transformar su corazón y para guiarlo. Así que ponga atención. Esa es la manera mía de decirle que ponga atención. De nuevo, piensa en el privilegio que esto significa, como hijo de Dios. El privilegio que usted tiene de que el Espíritu Santo sea su guía, personalmente. Algo ordinario y extraordinario a la vez. Ordinario porque los métodos que usa no son sobrenaturales así, extraños, raros. Son cosas normales, los medios de gracia que él ha dejado. Ordinarios, nada, nada así. Usted no abre la Biblia y sale una luz brillante en la gloria de Dios. Visible, no, pero es un medio glorioso. No deja de ser glorioso lo que Dios hace a través de su palabra para guiarnos. ¿Y qué es lo que él está haciendo? Nos hace amar más a Dios, nos hace deleitarnos más en Dios, conformarnos cada vez más a la imagen de Cristo. Todos son privilegios. insuperables. No sé, no hay palabras para expresar lo que el Espíritu Santo está haciendo, lo que ha prometido hacer en cada uno de nosotros. Debería animarnos a buscar cada vez más y a renovar, como les decía, este compromiso con la Palabra de Dios. ¿Cuál sería su destino? Piénselo. ¿Dónde estaría usted sin la Palabra de Dios? ¿Cuál sería su destino si no tuviera las Escrituras para guiarle? Lo sabemos en alguna medida porque de ahí venimos. Ceguera. Entenebrecimiento de nuestra mente. Una falta de comprensión de la realidad. Andaríamos en pos de mentiras, de falsedades y camino a la destrucción, camino a la muerte. pero nos ha dejado Su Palabra. Y gloria a Dios que nos ha dejado Su Palabra. Pero también implica que hay otras voces que tenemos que ignorar. Hay otras voces a nuestro alrededor que compiten, quieren competir, pretenden competir con la Palabra de Dios. Hay corrientes culturales en este mundo que directamente dicen, Dios dijo eso, pero nosotros decimos esto. Y es diferente. No, no, como dijo Satanás en el huerto, ciertamente no moriréis. Después de que Dios había dicho, moriréis. Entonces, cerremos nuestros oídos a esas corrientes del mundo. Tenemos deseos y pasiones pecaminosas en nosotros, inclinaciones, pensamientos, a los que a veces tenemos que cerrarles la puerta también. Y decir, no, yo tal vez siento esto, o pienso esto, o he aprendido esto, Pero la Palabra de Dios dice otra cosa, y si la Palabra de Dios dice otra cosa, mi hermano, no hay que hacer muchos cálculos, el que está equivocado es usted. ¿Sí? Y no debería tomarlo por sorpresa tampoco. Son las mentiras de Satanás, en última instancia, las que estamos combatiendo. Y la única luz que tenemos es la Palabra de Dios. Por eso dice Pedro que es una antorcha en lugar oscuro. Porque de otra manera usted no sabría, no tendría luz, no tendría idea de lo que está creyendo, de cómo lo está afectando, del camino en el que lo está llevando, de la destrucción que le espera. No tendría idea si no fuera por la palabra de Dios. Entonces esa es nuestra luz, nuestra antorcha, lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino. No son las circunstancias tampoco. Las circunstancias se pueden interpretar de muchas maneras. Imagínense que usted se levanta temprano el domingo para venir a la iglesia, ¿verdad? Pero está lloviendo, está frío, está tormentoso, la mañana amaneció cero invitadoras y, ¿verdad?, salir de la casa, salir de las cobijas. Entonces, alguno podría decir, ah, este clima es una señal de que no debo ir a la iglesia hoy, porque Dios no va a querer que yo me exponga a las inclemencias del clima? ¿Me puedo enfermar? ¿No? O tal vez alguno podría decir, no, quizás esta es una prueba de mi fe para ver si estoy dispuesto a ir a la iglesia. Mi hermano, tal vez simplemente está lloviendo. ¿Cómo sabe usted qué es lo que tiene que hacer? No dejando de congregarse como algunos tienen por costumbre. Listo. Ya, no vea circunstancias, no trata de interpretar señales y mensajes ocultos de Dios. No, su palabra es nuestra seguridad, nuestra antorcha y nuestra luz. Las circunstancias no deben ser las que nos guían. Aquel otro que está orando por un trabajo y pidiéndole a Dios, Dios concédeme un trabajo y le ofrecen un trabajo, pero tiene que trabajar los dominios. Ay, el Señor ha respondido mi oración. a través de este trabajo. Tengo que trabajar los domingos. ¿Qué dice la Palabra de Dios? Acuérdese, el cuarto mandamiento, acuérdese del día de reposo para santificarlo. Seis días harás toda tu hora. ¿Por qué nos complicamos? Porque no le damos el lugar a la Palabra de Dios que debemos darle. El típico joven o la típica joven que se enamora de un incrédulo, ¿verdad? Se enamora del incrédulo y pretende, y pretende que le va a ir bien y que Dios lo va a bendecir. Cuando Dios ha dicho en su palabra que no debemos unirnos en yugo desigual, ¿qué será? Que Dios de repente cambia de opinión. Usted pretende que Él va a cambiar de opinión o que le va a hacer a usted un trato especial. Su palabra es la antorcha, es la luz. ¿Qué querrá Dios? Lea la Biblia. Lealo, y se va a enterar. Romanos 8, versículo 15, continúa añadiendo lo que podríamos llamar una de las doctrinas más ricas de las Escrituras. No habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor. sino que habéis recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos Abba Padre. no es un espíritu de esclavitud por el cual podamos estar en temor, o sea, el Espíritu de Dios no nos hace esclavos de Dios en el sentido de que debemos andar con miedo de este capataz que en cualquier momento se aira contra nosotros y que si no hacemos bien nuestro trabajo y que si no nos desempeñamos correctamente está ahí en el cielo con un látigo esperando nada más el momento que usted se equivoque para lanzarle el chilillazo. Hay iglesias donde esa es la imagen que se promueve de Dios. Zeus con sus rayos, listo, nada más, esperando. Sálgase un toquecito del camino para que vea. No es espíritu de temor. No es para que andemos con miedo. No estamos en peligro ante Dios por lo que Dios ha hecho en Cristo, y al habernos adoptado en Su familia como Sus hijos, no estamos en peligro. No debemos andar con temor en ese sentido. Hay otro temor que sí es correcto delante de Dios. La reverencia que se le debe a un Padre. El incrédulo siente terror cuando escucha la voz de Dios. El incrédulo sí. Escucha los mandamientos y sabe que no tiene defensa. Él sabe lo que le espera. Ese sí tiene derecho, no solo derecho, debe, debe sentir terror. Pero nosotros, mis hermanos, estamos en una relación diferente con Dios. Nosotros, cuando sentimos terror, cuando sentimos miedo, Cuando nos sentimos inseguros y cuando hay dudas, no es porque hemos escuchado la voz de Dios, es porque estamos escuchando la voz de Satanás, el acusador. Y estamos ignorando las promesas de Dios y la seguridad que nos da. Escuche la voz de Dios. Si no que habéis recibido el espíritu de adopción. por el cual clamamos Abba, Padre. Escuche la voz de Dios. Usted ha recibido espíritu de adopción, no de temor. Usted puede llamar a Dios su Abba, su Padre. Antes estábamos huérfanos, éramos extraños, en miseria, pero Dios, por su espíritu, por la fe en Cristo, nos introdujo en su familia, nos adoptó en su casa. Ya no somos extraños, somos hijos y gozamos de todas las libertades y todos los privilegios y todas las responsabilidades de hijos. Llevamos el apellido, ¿cómo nos llamamos? Cristianos, en honor al nombre de Cristo. Podemos entrar a la corte del Rey del Universo con confianza, sabiendo que Él nos va a recibir, que nos escucha, que nos atiende, porque es también nuestro Padre. Sólo un hijo puede entrar así. Imagínense la corte de un Rey. Sólo un hijo podría entrar sin ser invitado. Sólo un hijo podría entrar sin temor y sentarse en el regazo del Rey. Ninguna otra persona podría hacer eso. Nosotros podemos entrar con confianza, con valentía. Algunas traducciones dicen con osadía al trono de la gracia. Porque hemos sido adoptados. Cuando usted cae en pecado, no debe esconderse con miedo del Dios Juez. Corra a los brazos de su padre, confiese su pecado, pida perdón y él lo va a recibir. Porque usted es su hijo, usted es su hija. Cuando enfrenta aflicción, cuando enfrenta dolor, no dude del amor de su padre. No dude de que él lo está cuidando. Corra a sus brazos. Y va a encontrar seguridad, va a encontrar consuelo. Y es más, acuérdese de la promesa de que si bien aquí vamos a derramar muchas lágrimas, cuando Cristo vuelva, nuestro Padre enjugará todas nuestras lágrimas. Arcis Froh cuenta que él cuando estaba pequeño salía a jugar y en ocasiones se caía, se raspaba, y lo primero que hacía era salir corriendo para donde la mamá. para que ella lo abrazara, le limpiara las lágrimas con su delantal, ¿verdad?, y lo mandara de vuelta a jugar. Y él dice que, claro, si al momentito se volvía a caer otra vez iba a necesitar ese consuelo. Así somos nosotros, podemos correr a nuestro padre constantemente, no importa cuántas veces lleguemos con las rodillas cholladas por las aflicciones de este mundo, podemos ir a él y él va a limpiar nuestras lágrimas, pero llegará un día en que él va a jugar todas nuestras lágrimas por última vez y no habrá más llanto. Anhelamos ese día. Anhelamos ese día. Y es una promesa de Dios. Cuando usted atraviesa necesidad, cuando tiene temor por el mañana, no está seguro si va a tener suficiente para mañana, Dios es su Padre que provee para usted y le da todo lo que usted necesita. Si enfrenta situaciones de peligro, Dios lo protege. Una oración que a nosotros nos gusta hacer y nos gusta recordarle a Mateo es que, aun cuando papá y mamá están dormidos, Dios no duerme. Papá y mamá pueden estar bien privados, pero Dios nunca duerme. Él nos protege siempre, aun cuando no somos conscientes, Él nos está protegiendo. No hay que temer, no hay que temer ningún peligro. Y cuando somos testarudos, cupones, y seguimos cayendo en el mismo pecado, sepa también que su padre, que lo ama, lo va a disciplinar, y ahí también hay amor. Porque ¿qué clase de padre es el que no disciplina a sus hijos? El que no los ama. Pero nuestro padre sí nos ama. Y como dice la confesión de fe de Westminster, en medio de todo esto, nunca nos va a desechar. Nunca nos va a desechar. Porque somos sus hijos. Estamos en esto para siempre. No hay quítenme. Somos suyos y Él es nuestro. La adopción humana, les dije que era como un reflejo asombroso, realmente asombroso, de esta adopción que disfrutamos en Cristo. Pero se queda corta. Siempre creo que nadie va a entender mejor el Evangelio que una persona que ha sido adoptada. Yo tengo esa teoría porque hay unas realidades de nuestra salvación que experimentamos que se ven reflejadas en el proceso de adopción donde un niño es recibido en un hogar que no es su hogar por una familia que no es su familia y es tratado como si fuera de la familia y se le da el apellido y tiene todos los privilegios y todas las responsabilidades pero... y todo eso es de pura gracia ¿verdad? de pura gracia porque ningún padre está obligado a adoptar a nadie entonces a quien adopta y quien adopta lo hace por gracia lo hace para bendecir, para ayudar, por amor Pero incluso si adoptamos un niño, nosotros no podemos hacer nada en el corazón de ese niño. No podemos transformar el corazón, no podemos transformar la naturaleza, sólo podemos amarlo y recibirlo en nuestro hogar. Y eso es todo. Adentro, en su ser, no podemos hacer nada. Que sí, lo que hacemos externamente va a ser de impacto, por supuesto que sí. Pero nuestro Padre Celestial, cuando nos adopta, nos transforma desde adentro. Entonces nos hace, somos objetos de su amor, primero incondicional, porque nos escoge por razones que sólo él conoce y derrama su amor en nosotros sin nosotros merecerlo. Pero a partir de ahí, lo que el Espíritu Santo empieza a hacer en nosotros es que nos hace cada vez más dignos de ese amor. ¿Lo entienden? Entonces, su amor, su gracia nos salva, pero a través de esa misma gracia y de ese mismo amor nos transforma. ¿Y cuál es el propósito de esa transformación? Hasta que llegue el día en que se va a complacer en usted, hija de Dios, en usted, hijo de Dios, como se complace en su origénito, hijo. Él dijo, este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia. Cuando ese Hijo Amado regrese y complete en nuestras vidas esta obra de transformación y nos dé cuerpos glorificados y seamos, ahora sí, hechos conforme a su imagen y semejanza, nuestro Padre va a decir, estos son mis hijos amados en los cuales me complazco. Ven, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor.
Abba, Padre
Series Romanos
Sermon ID | 33124445273420 |
Duration | 33:35 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | Romans 8:14-15 |
Language | Spanish |
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