00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
Primero de Juan, capítulo 4, si Dios lo permite, vamos a considerar desde el versículo 11 hasta la mitad del versículo 16. Primero de Juan, capítulo 4, desde el versículo 11 hasta la mitad del versículo 16. Afirma que has recibido el amor de Dios. Afirma que has recibido el amor de Dios. Amando a otros, confiando en la seguridad del Espíritu, creyendo el testimonio apostólico y aceptando el Evangelio. Aquí, en Primero de Juan, capítulo 4, en versículo 9 y versículo 10 del capítulo 4 de Primero de Juan, el apóstol Juan acaba de explicar la naturaleza del amor de Dios expresado al mandar a su Hijo para hacer el sacrificio expiatorio por nuestros pecados. Entonces, lo que hace ahora el apóstol Juan, aquí en... a partir del versículo 11, aquí en 1 Juan capítulo 4, versículo 11, el apóstol Juan ahora presenta la obligación a amar. O sea, Dios es nuestro ejemplo a seguir. Y el amor de Dios debe de producir amor por otros. O sea, debe de animarnos a amar a los demás. Y es que el apóstol Juan ahora presenta la obligación a amar. Por eso nos dice aquí en 1 Juan capítulo 4, versículo 11. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado en nosotros. Entonces, aquí vemos, primeramente, aquí en el versículo 11 al versículo 12, que debemos de amar a otros. O sea, afirma que ha recibido el amor de Dios amando a otros. Ahí en versículo 10, de 1 Juan capítulo 4, versículo 10 dice, en esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros. Y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Ahí destaca que Dios ya ha demostrado su amor. Porque Él ha enviado a su Hijo a morir en la cruz por nosotros. Él le ha enviado como ese sacrificio expiatorio por nuestros pecados. Y entonces llegamos aquí al versículo 11 cuando dice, si Dios nos ha amado así. O sea, al reconocer el amor de Dios, al ver lo mucho que Dios nos ha amado, nosotros también debemos de reflejar ese amor hacia nuestros hermanos en Cristo. Realmente está haciendo eco de Juan 3,16. Donde dice, porque de tal manera amó Dios al mundo, o sea, a tal nivel nos amó Dios, que ha dado a su Hijo un higienito. O sea, Él envió a la segunda persona de la Trinidad, a su Hijo, que es único en su clase. ¿Para qué? Para que todo aquel que en Él cree, no se pierda más tenga vida eterna. O sea, aquel que pone su fe en Cristo como Señor y Salvador, recibe, perdón de pecados, recibe vida eterna y por eso no se pierde, sino que disfruta ese estatus de ser llamado hijo de Dios, de ser adoptado a la familia de Dios. Y entonces, al considerar el gran amor de Dios, al haber recibido el amor de Dios, al haber conocido el amor de Dios, el creyente debe de reflejar ese amor hacia otros. O sea, Dios nos vio en nuestra necesidad y manifestó su amor. Y eso es lo que el creyente debe hacer, debe reflejar el carácter de su padre celestial, debe ver las necesidades de los de su alrededor y mostrar amor. Y es que a vista del amor inmerecido de Dios hacia nosotros, es necesario mostrar amor los unos a los otros. Y por ello el apóstol Juan aquí, en 1 Juan capítulo 4 versículo 11, presenta la obligación de amar porque los creyentes han recibido el amor de Dios. Por eso, aquí en 1 Juan 4, versículo 11, dice, amados, ¿no? Se refiere a los creyentes, aquellos a quienes Él ama, pero también son amados de Dios, o sea, Dios les ama, y ha demostrado su amor, Él ha tomado la iniciativa para mostrar su amor al enviar a su Hijo, en propiciación por nuestros pecados, como nos dice ahí, versículo 10. Entonces, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. O sea, hay que seguir el ejemplo de Dios. O sea, Dios tomó la iniciativa de mostrar su amor hacia aquellos que no lo merecían. Entonces, debemos de nosotros mostrar amor hacia otros, aun cuando aparenta que no lo merecen. debemos demostrar el amor de Dios. Y es que el amor del creyente debe de ser sacrificial, porque incluso ahí en 1 Juan 3, versículo 16, dice, en esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros, también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Eso es 1 Juan 3, versículo 16, lo cual ahí resalta el amor sacrificial. Un amor que está dispuesto a darlo todo si fuera necesario. Y es por amor, reflejando el amor de Cristo. Incluso Jesús mismo enseñó que el amor hacia Dios va conectado con el amor hacia el hombre, hacia el prójimo. Que no se pueden separar. Por eso Jesús mismo dijo en Mateo 22, del 37 al 40, Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y gran demandamiento. Y el segundo es semejante. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Jesús Mateo 22, del 37 al 40, donde Jesús mismo enseña que el amor hacia Dios y el amor hacia el prójimo van juntos. Se debe de reflejar principalmente amor hacia Dios, pero también hacia el prójimo. Debemos de amarnos mutuamente. Y por ello vemos aquí cómo el apóstol Juan destaca ese punto. O sea, Dios nos ha amado a tal nivel que realmente es incomprensible. O sea, es tan maravilloso. Y nosotros debemos de reflejar ese amor hacia los demás. Por eso dice, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Y continúa en versículo 12, donde el apóstol Juan enfatiza que nadie ha visto a Dios Realmente lo presenta para refutar aquellos que afirman conocer a Dios por medio de experiencias místicas, como los falsos profetas que estaban intentando engañar a los creyentes en el tiempo del apóstol Juan. Y por allá aquí el apóstol Juan dice, versículo 12, nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado en nosotros. Lo que hace el apóstolo Juan es, él enfatiza la invisibilidad de Dios. O sea, Dios es espíritu, nos dice Juan 4, 24. Y aun cuando Dios habla con Moisés, Dios le dice a Moisés, no podrás ver mi rostro, porque no me verá hombre y vivirá. Incluso en, eso es en Éxodo 33, versículo 20, cuando Dios le habla así a Moisés, y en Juan 1, 18, nos dice, a Dios nadie le dio jamás. El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer. Y ahí está hablando de Jesucristo, quien es el Hijo de Dios, es quien le ha dado a conocer. Entonces, aquí el apóstol Juan está resaltando que nadie ha visto jamás a Dios. Y como acabo de leer ahí en Juan 1, 18, es el Hijo de Dios quien le ha dado a conocer, porque Dios se ha encarnado, habitó entre nosotros, ha dado a conocer al Padre. Pero nadie ha visto jamás a Dios. Entonces, lo que Juan realmente está haciendo, él está enfatizando que nadie puede afirmar haber visto a Dios aparte del Hijo de Dios. Pero cuando los creyentes muestran amor los unos por los otros, ahí es cuando demuestran que Dios vive dentro de ellos. Es que el amor hacia otros es una señal que el amor de Dios mora en nuestros corazones. Porque el apóstolo Juan sabe es fácil amar a alguien que puedes ver. Pero Dios es espíritu y no lo puedes ver. Entonces, si no puedes amar a las personas que puedes ver físicamente, ¿cómo vas a amar a Dios a quien no puedes ver? Como nos dice aquí en 1 Juan 4 versículo 20, si alguno dice yo amo a Dios y aborrece a su hermano, Es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y es que el amor entre creyentes revela el amor de Dios. La práctica del amor mutuo confirma que Dios mora en los creyentes. Y es cuando el creyente practica el amor mutuo, el amor de Dios, implantado en el corazón del creyente por el Espíritu Santo, se hace visible. Nos dice Romanos 5, 5, dice el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Eso es Romanos 5, 5. Cuando una persona pone su fe en Cristo como Señor y Salvador, recibe el Espíritu Santo que viene a morar dentro de él. Y entonces el Espíritu Santo produce el fruto del Espíritu. Y una de las cualidades de ese fruto es amor. Y es porque, o sea, Dios es amor. Incluso aquí mismo en versículo 16, la segunda parte del versículo 16 nos dice Dios es amor. Y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él. Entonces, el que ha puesto su fe en Cristo como Señor y Salvador que tiene el Espíritu Santo, que mora dentro de él, va a reflejar ese amor, el amor de Dios. Y por ello, volviendo aquí a 1 Juan 4, versículo 12, dice, nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado en nosotros. Ahora, en capítulo 2, en 1 Juan 2, versículo 5, El apóstolo Juan señaló que la obediencia a los mandatos de Dios revela que el amor de Dios se ha perfeccionado. O sea, cuando nos dice ahí 1 Juan 2, 5, pero el que guarda su palabra, en este verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado. Por eso sabemos que estamos en él. Eso es 1 Juan 2, versículo 5, donde menciona que la obediencia a los mandatos de Dios revela que el amor de Dios se ha perfeccionado. Pero aquí, si notáis en 1 Juan 4, versículo 12, la evidencia de que el amor de Dios se ha perfeccionado en nosotros es el amor mutuo. Entonces, no solamente es la obediencia a los mandatos de Dios, como nos dice ahí 1 Juan 2.5, sino el poner en práctica el amor hacia los hermanos en Cristo, el mostrar ese amor de Dios los unos para con los otros. Y entonces aquí nos dice, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. Ahora, esta idea de que su amor se ha perfeccionado en nosotros, hay algunos que piensan es el amor de los hombres hacia Dios, o algunos piensan que es el amor como una cualidad de Dios, o sea, el amor como el amor de Dios, pero es más probable que es el amor de Dios hacia el hombre. Es más probable. Y entonces, lo que ocurre aquí es que el amor que Dios nos... que ha derramado en nosotros, llega a su fin, llega a su meta. O sea, el amor de Dios hacia el hombre llega a su meta. El amor de Dios llega al fin que Él le ha dado, a su propósito en la vida del creyente, cuando éste practica el amor de Dios y lo comunica. Es cuando un creyente motivado por el amor de Dios practica el amor hacia sus hermanos en Cristo, el amor de Dios se perfecciona en ellos. Esa idea de perfeccionado es la idea de que se ha completado, se ha cumplido. Y entonces viendo que el amor de Dios llega a su meta, llega a lo que Dios, el plan que Dios tiene para ello, ¿no? Cuando nosotros ponemos en práctica el amor hacia los hermanos en Cristo. Por ello, afirma que has recibido el amor de Dios amando a otros, pero también confiando en la seguridad del Espíritu, porque si notáis aquí lo del siglo XIII, 1 Juan 4, 13, dice, en esto, conocemos que permanecemos en Él. Y Él en nosotros. En que nos ha dado de su Espíritu. Lo que hace el apóstol Juan es expresar la seguridad que tiene el creyente. De que Dios permanece en él, y él en Dios. Esta relación mutua, esta permanencia mutua, le está presentando la seguridad de salvación. Porque aquí nos dice que sabemos, o sea, conocemos que permanecemos en él y él en nosotros, en que nos ha dado de su espíritu. O sea, ¿qué es lo que conoce el creyente? Aquí nos dice que permanece en Dios y Dios en él. Y eso implica una relación íntima. Y la razón por la que lo conoce es porque tiene el Espíritu Santo que mora dentro de él y que le va transformando, le va cambiando. Ahora, el apóstol Juan anteriormente ha mencionado que esta relación está relacionada con guardar los mandamientos de Dios. Cuando nos dice 1 Juan 3, versículo 24, el que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Y en esto sabemos que el permanecer nosotros por el Espíritu que nos ha dado. Entonces, esta permanencia en Dios, o sea, el permanecer en Dios y Dios en la persona, es, ahí nos dice, el que guarda sus mandamientos. O sea, está relacionado con el guardar los mandamientos de Dios. Pero en este texto, aquí en 1 Juan 4, en versículo 13, menciona en el contexto está el amor mutuo, el amor hacia otros creyentes. Y entonces, viendo esta relación que tenemos en Cristo, y esta seguridad que tenemos por el Espíritu que nos ha dado, ahora, anteriormente, esta permanencia mutua la experimenta, ha mencionado que lo experimenta el individuo, Porque ahí en 1 Juan 3.24 dice, permanece en Dios y Dios en él. Pero si notáis aquí, en versículo 13, usa términos plurales. Cuando dice, permanecemos en él. Y él, en nosotros. Y usa términos plurales que implican que es la experiencia de toda la comunidad de creyentes. O sea, cada creyente tiene una relación íntima con Dios. Porque ha puesto en su fe en Cristo como Señor y Salvador, recibe el Espíritu Santo que mora dentro de él, y entonces tiene esta relación íntima con Dios. Pero es el amor de Dios en el creyente que anima el amor mutuo entre creyentes. Y por ello, ahí está esta unión y y esta relación íntima con Dios que es una experiencia de toda la comunidad de creyentes por eso nos dice aquí en 1 Juan 4 13 en esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros en que nos ha dado de su espíritu entonces el conocimiento de esta relación mútua con Dios se basa en que Dios nos ha dado de su Espíritu. Y es que las palabras ha dado implica que el Espíritu continúa morando dentro del creyente. O sea, este texto resalta la presencia continua del Espíritu Santo dentro del creyente. Y es que el Espíritu Santo enseña la verdad sobre Dios de que Dios ha enviado a su Hijo como el Salvador del mundo. Y ese conocimiento provee la base de la seguridad. Es que el Espíritu Santo da testimonio de quién es Jesucristo. De qué es el Evangelio. Y creer en el testimonio del Espíritu Santo provee seguridad de que uno permanece en Dios y Dios en él. O sea, el Espíritu Santo que mora dentro de nosotros nos da esa seguridad de que somos creyentes. porque nos damos cuenta de que Dios vive en nosotros y nos va transformando y nos va cambiando. Y el Espíritu Santo dentro del creyente da evidencia de que uno es creyente y que permanecen Dios y Dios en él. Como nos dice Romanos 8, 16. El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Eso es Romanos 8, 16. Entonces, afirma que has recibido el amor de Dios, amando a otros, pero también confiando en la seguridad del Espíritu. Y en versículo 14, creyendo el testimonio apostólico. O sea, tenemos el testimonio del Espíritu Santo que mora dentro de nosotros y nos atestigua de que somos hijos de Dios. Pero cuando creemos el testimonio apostólico, como nos dice el versículo 14, eso también afirma de que somos hijos de Dios. Nos dice el versículo 14. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo el Salvador del mundo. Ahora, Dios ha provisto un doble testimonio. De que Jesús realmente es el Hijo de Dios. Él es Dios encarnado. Él es el Cristo. Él es Señor y Salvador. El Espíritu Santo da testimonio, como nos dice el siglo XIII, y también los apóstoles dan testimonio. Como nos dice en Juan 15, del 26 al 27, Jesús está hablando y dice, pero cuando venga el Consolador, que se refiere al Espíritu Santo, cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también. Porque habéis estado conmigo desde el principio. Eso es Juan 15, del 26 al 27. Donde ahí Jesús mismo está resaltando que el Espíritu Santo va a dar testimonio, pero también los apóstoles. Ese doble testimonio de que Jesús realmente es el Mesías. Él es el Salvador. Él es Dios encarnado. Y por ello aquí, después de que han mencionado el testimonio que da el Espíritu Santo, ahora en versículo 14, aquí en 1 Juan 4, 14, da esta confirmación del amor redentor de Dios por medio del testimonio apostólico, por medio del testimonio de los apóstoles. Y por ello ese término, nosotros, es más probable que se refiera a los testigos apostólicos, o sea, los apóstoles mismos. Cuando dice nosotros, el apóstol Juan, dando testimonio, incluyendo al resto de los apóstoles, diciendo y nosotros hemos visto, y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Lo cual nos recuerda a como empezó la carta de 1ª de Juan. Cuando nos dice en 1ª de Juan 1, versículo 1. Lo que era desde el principio lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al verbo de vida. Porque la vida fue manifestada. y la hemos visto. Y testificamos y os anunciamos la vida eterna la cual estaba con el Padre y se nos manifestó. Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos. Para que también vosotros tengáis comunión con nosotros y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea cumplido. el apóstol Juan da testimonio de lo que ha visto, al igual que los demás apóstoles han visto y han entendido, han observado y han entendido por completo quién es Jesús. Él, sí, es 100% hombre, pero no es un hombre normal, porque también es 100% Dios. Él es el Salvador. Él es Dios encarnado. Y el apóstol Juan da testimonio de lo que ha visto. Y eso es lo que hicieron los apóstoles. Por eso nos dice aquí 1 Juan 4,14. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Y lo que hace el apóstol Juan es afirmar que el testimonio de la encarnación de Dios se basa en la experiencia personal y no en especulaciones filosóficas. Por ello, el creyente genuino va a recibir el testimonio de los apóstoles. Va a creer su anuncio de salvación en Cristo Jesús como el único y suficiente Salvador. Y es que los apóstoles observaron con atención. Ellos vieron con sus propios ojos la misión redentora del Hijo de Dios. Lo que vieron confirmó que Jesucristo es Dios encarnado. Y ese conocimiento les impulsó a dar testimonio, a proclamar el mensaje del Evangelio. Y por ello nos dice aquí en 1 Juan 4, versículo 14. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Esas palabras, ha enviado, destacan la importancia perdurable esa importancia perdurable que Dios envió al Salvador. Y el Salvador describe quién es. O sea, la salvación que obró está conectado con su esencia divina. La razón por la que Él es el Salvador es porque Él es Dios encarnado. Y Él vino con ese propósito. Y entonces resalta el propósito y el resultado de que Dios envió a su hijo para proveer salvación, para ser el salvador del mundo. Ahora, el mundo identifica a la sociedad pecaminosa, apartada de Dios, bajo el dominio de Satanás, muertos en sus delitos y pecados. Pero Cristo, por amor, Él vino. O sea, Dios le envió tomando esa iniciativa para proveer salvación. Y como nos dice en Romanos 5,8, más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Ahí vemos el gran amor de Dios. Y lo que es interesante, y que aquí en primera de Juan 4, versículos 13 y 14, vemos como el apóstol Juan menciona a las tres personas de la Trinidad en conexión con el amor redentor de Dios. Porque ha mencionado a Dios, Dios Padre, dando el Espíritu Santo, ahí en versículo 13, y en versículo 14 dice, nosotros hemos visto y testificamos que el Padre, o sea, Dios Padre, ha enviado a Dios Hijo, a su Hijo, ¿para qué? Para ser el Salvador del mundo. Vemos la Trinidad involucrada en nuestra salvación. Entonces, afirma que has recibido el amor de Dios amando a otros, confiando en la seguridad del Espíritu, creyendo el testimonio apostólico, y por último, aceptando el Evangelio. O sea, confesando a Jesús como Señor y Salvador. Nos dice el versículo 15, y la primera parte del versículo 16, dice, todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Podéis notar cómo enfatiza esa idea de confesar, o sea, de conocer, de creer. Y es que lo que hace el apóstol Juan es presenta la confirmación del amor redentor de Dios por medio de la comunión mutua con Dios. Al confesar a Jesús como Señor y Salvador. Y es que el propósito redentor de Jesús se aplica a la persona cuando ésta le confiesa como Señor y Salvador. Y cada individuo tiene que decidir si va a aceptar a Jesús como Señor y Salvador. Por ejemplo, nos dice Juan 3,36. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida. sino que la ira de Dios está sobre él. Sos Juan 3, 36. Entonces, la Escritura es clara. Todos nacemos siendo pecadores. Hemos heredado nuestra pecaminosidad de nuestros padres. Nos dice Romanos 5, 12. Romanos 5, 12 dice, por tanto como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos Pecaron. Esos Romanos 5.12. O sea, todos nacemos siendo pecadores. Nos dice Romanos 3.23, por cuanto todos pecaron. Y están destituidos de la gloria de Dios. Entonces, eso es Romanos 23. Entonces, nacemos siendo pecadores, mereciendo la ira de Dios, porque hemos roto su ley. En Salmo 58, versículo 3, dice, se apartaron los impíos desde la matriz. Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron. Aún también en Salmo 51 versículo 5, y aquí en maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre. Eso es Salmo 51 versículo 5. Esos dos textos resaltan que nacemos siendo pecadores. Esa es la condición en la que estamos. Y Efesios 2, uno nos dice que estamos muertos en nuestros delitos y pecados. Y entonces, al ser pecadores, como nos dice Romanos 6.23, lo que merecemos es la muerte. Y es una condenación justa. Nos dice Romanos 6.23. Porque la paga del pecado es muerte. O sea, si has pecado, ¿qué es lo que mereces? La muerte. Pero ahí es donde entra el amor de Dios. Porque... Nos dice la segunda parte del siglo XXIII, Romanos 6.23, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Romanos 6.23 o en Romanos 5.8, más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Entonces, viendo el gran amor de Dios, Él tomó la iniciativa para proveer salvación, enviando a su Hijo a morir en la cruz por nosotros. Y cada individuo tiene que decidir si creer en Jesús como Señor y Salvador o no. Y como leía en Juan 3.36, El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Entonces, en algún momento de la vida hay que tomar la decisión de creer o no creer. El que decide no creer, lo que está haciendo es rechazar el sacrificio de Cristo en la cruz. Está rechazando al Hijo de Dios. No está creyendo en Jesús como Señor y Salvador, entonces, ¿qué es lo que recibe? el castigo eterno en el lago de fuego, porque está bajo la ida de Dios. O sea, para perderse por toda la eternidad no tiene que hacer nada, porque ya está condenado. Pero para poder obtener vida, tiene que creer. Tiene que decidir, confesar en Jesús como el Hijo de Dios, creer en que Él es el Señor y Salvador. Por eso aquí nos dice en 1 Juan 4, versículo 15, Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios. Dios permanece en él y él en Dios. Está afirmando que él realmente es un creyente genuino. Aquel que confiesa a Jesús como Señor y Salvador. Lo cual es una respuesta a ese testimonio apostólico. Es una respuesta al Evangelio que se ha proclamado por boca de los apóstoles. Y confesar implica aceptar la realidad de lo que se profesa. Es que el apóstol Juan está enfatizando la confesión de fe que se debe de afirmar para ser creyente. O sea, afirmar que Jesús es el Hijo de Dios es reconocer que Jesús es el Hijo de Dios encarnado. Que realmente es el Salvador del mundo. Es una confesión que los falsos profetas nunca podrían afirmar. Y es que el apóstol Juan deja claro que aquellos que aceptan y confiesan la realidad de la encarnación de Dios son los que tienen comunión con Dios. La confesión de fe en Jesucristo como Señor y Salvador asegura al creyente de que Dios permanece en él y de que él permanece en Dios. Permanece, ese término permanece señala la relación presente y una relación que continúa Hay una relación íntima con Dios. Y por ello aquí nos dice, en 1 Juan 4, 15, todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y entonces la primera parte del siglo XVI dice, y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Y es que Juan ahora presenta la experiencia de la relación que tiene el creyente con Dios. O sea, nosotros, identifica a todo el que ha creído en Jesús como Señor y Salvador. Cuando dice aquí en 1 Juan 4, 16, y nosotros hemos conocido y creído. O sea, identifica a todos los creyentes que han conocido, que han creído. en Jesús como Señor y Salvador. Es que el amor de Dios ha provocado el conocimiento y la fe. El creyente crece en su conocimiento y su fe en el amor de Dios. Ahora, lo que ha hecho el apóstol Juan anteriormente, ahí en versículos 9 y 10, ha mencionado la manifestación del amor de Dios. ¿Cuál es la manifestación del amor de Dios? Es que Jesucristo Vino a la Tierra. O sea, que Dios envió a su Hijo. Nos dice ahí en 1 de Juan 4 del 9 al 10. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros. En que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por Él. En esto consiste el amor. No en que nosotros hayamos amado a Dios. Sino en que Él nos amó a nosotros. Y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Eso es 1 de Juan 4 del 9 al 10. O sea, Dios ha manifestado su amor. Y lo que hace el apóstol Juan ahora es él presenta la realidad continua del amor de Dios en relación con su pueblo. O sea, aquellos que han aceptado a Jesús como Señor y Salvador, que se han apropiado por la fe de su sacrificio en la cruz, vienen a ser parte de la familia de Dios, son adoptados de la familia de Dios. Y es que el amor de Dios derramado en nuestro corazón, en nuestros corazones por el Espíritu Santo, ahora manifiesta su presencia y su poder en nuestros corazones. Y es que Dios manifiesta su amor en las vidas de su pueblo. Y es que la fe genuina reconoce y se goza en la actividad del amor de Dios en la comunidad de creyentes. Y por ello aquí realmente el apóstol Juan está describiendo cómo podemos reflejar el amor de Dios, cómo podemos afirmar que realmente hemos recibido el amor de Dios. Y es amando a otros, confiando en la seguridad del Espíritu Santo, creyendo el testimonio apostólico y aceptando el Evangelio. O sea, cuando ponemos nuestra fe en Cristo como Señor y Salvador, vamos a amar a otros. porque Dios mora dentro de nosotros. O sea, el Espíritu Santo asegura en nuestros corazones de que somos hijos de Dios y vamos a reflejar el fruto de la Espíritu, vamos a reflejar amor los unos para con los otros. Y es porque hemos creído el testimonio apostólico. Hemos creído el testimonio de los apóstoles y hemos aceptado el Evangelio que nos ha transformado. Y por ello debemos de reflejar nuestra fe. Debemos reflejar que realmente hemos creído en Jesús como un Señor Salvador, que realmente hemos aceptado y recibido el amor de Dios. ¿Y cómo demostramos que hemos recibido el amor de Dios? Amando a los demás. Confiando en esa seguridad y salvación que tenemos porque el Espíritu Santo mora dentro de nosotros. creyendo y anunciando el testimonio apostólico y aceptando el evangelio y viviendo de acuerdo al evangelio. Por ello afirma que has recibido el amor de Dios. Vamos a terminar en oración.
Afirma que has recibido el amor de Dios
Series 1 Juan
Sermon ID | 316252214153545 |
Duration | 38:40 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | 1 John 4:11-16 |
Language | Spanish |
Documents
Add a Comment
Comments
No Comments
© Copyright
2025 SermonAudio.