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Cosmovisión es una palabra un poco difícil de comprender. Podríamos llamarlo también visión de mundo. Básicamente son los lentes con los que entendemos la realidad a nuestro alrededor. Y todos nosotros tenemos una cosmovisión. Cada uno de nosotros tiene una manera de entender el mundo en que vivimos de responder a las grandes preguntas de la vida. ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo sabemos lo que es verdad? ¿Existe Dios? Usted puede tener preguntas, perdón, respuestas que se desprendan de las Escrituras, o puede tener respuestas que usted se haya imaginado, pero lo cierto es que todos tenemos respuestas a esas preguntas. Y en toda nuestra interacción con el mundo creado se ve manifestada nuestra cosmovisión, nuestra forma de entender el mundo. En realidad, hay quienes argumentan que sólo existen dos cosmovisiones, la cosmovisión bíblica y todas las demás entran dentro de una que no es bíblica. Y de alguna manera, Pablo establece esa misma distinción en Romanos capítulo 8, versículos del 5 al 8. Dice, porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne, pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden, y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Oremos. Amado Dios, Queremos pedirte, como hemos cantado, que por tu Espíritu Santo nos guíes a la verdad, limpias nuestros corazones, nos transformes, oh Dios, y nos hagas cada vez más como tu Hijo. Sabemos, oh Padre Santo, que nosotros no podemos entender esta palabra, no podemos entender tus Escrituras, a menos que tu Espíritu Santo nos asista con su poder transformador. Tú has prometido darnos vida, y vida en abundancia, y hacernos crecer cada día más. Santificarnos es Tu voluntad. Así que ayúdanos, oh Dios, te lo pedimos, por Tu Espíritu Santo y por los méritos de Cristo. Amén y Amén. Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne, pero los que son del Espíritu en las cosas del Espíritu. Me salté una palabra al leer ese versículo. ¿Notaron que me salté una palabra? ¿La palabra fue? ¿Por qué? La primera palabra del versículo 5. ¿Por qué? Siempre es importante prestar atención a esas palabritas porque nos unen al resto del contexto. ¿Por qué hacemos eso? Bueno, nosotros estamos en una serie, estamos escuchando una serie de sermones, Y a veces tendemos a separar cada sermón como si fueran cosas independientes. Pero recordemos que Pablo escribió la carta completa de principio a fin, y la intención era que fuera leída de principio a fin. Entonces, las conexiones que hay entre las ideas, aunque nosotros tenemos que separarlas, debemos tenerlas claras en nuestra mente. Y ese porqué, ese porqué, une todo lo que leímos antes de que los creyentes no andan conforme a la carne sino que andan conforme al espíritu, ahora lo agrega a ese porqué a modo de ampliación o explicación de lo que había dicho antes. Las mentes, básicamente, la diferencia entre los que andan conforme a las cosas de la carne y los que andan conforme a las cosas del espíritu, la diferencia está en sus mentes. La diferencia está en su cosmovisión. Los que son de la carne son los que andan conforme a la carne, son los que no han sido regenerados, los que no tienen el Espíritu Santo, aquellos a los que el Espíritu Santo no ha dado vida nueva. Y ellos, ¿qué es lo que hacen? Piensan en las cosas de la carne. Porque eso es todo lo que tienen. Su mente está puesta en las cosas de la carne. Eso es por lo que se preocupan. Eso es lo que dirige sus vidas. Eso es lo que define su actitud. Eso es lo que define su carácter y su conducta. Su sentido de identidad, si tienen alguno, descansa en algo o en alguien en la carne. Sus conversaciones están llenas de las cosas de la carne. Todo lo que piensan, hacen, dicen, gira en torno a la carne. ¿Y qué es la carne? Habíamos hablado ya de que se trata de la naturaleza pecaminosa. nuestro viejo yo, lo que antes regía nuestros corazones, nuestras pasiones, nuestras idolatrías. Los que no han sido regenerados, en eso es en lo que piensan y es así como viven. Sus pasiones, sus deseos descontrolados, su pecado, y eso es en lo que piensan alrededor de lo que gira su vida y todas sus interacciones, su cosmovisión. Pero, pero los que son del Espíritu piensan en las cosas del Espíritu. Y eso debería describirnos a cada uno de nosotros, los que tenemos vida en el Espíritu de Dios, los que hemos sido regenerados por su Espíritu Santo. Nuestra mente, entonces, debería estar puesta en las cosas del Espíritu. Nuestra mente debería preocuparse sólo por las cosas del Espíritu. Eso es lo que debería definir nuestra actitud, nuestro carácter, nuestra conducta. Nuestro sentido de identidad debería estar en las cosas del Espíritu. En Dios, nuestras conversaciones, toda nuestra cosmovisión debe girar en torno a las cosas del Espíritu. ¿Y qué son las cosas del Espíritu? lo que el Espíritu quiere, lo que le agrada al Espíritu de Dios, las cosas espirituales, lo que encontramos en las Escrituras. Para poder pensar en las cosas del Espíritu y ordenar nuestra vida en torno a las cosas del Espíritu, debemos reconocer la autoridad del Espíritu Santo y, por ende, la autoridad de Su Palabra. Y el Espíritu Santo produce un efecto en la vida del creyente. Por un lado, nos da sentido a la vida. Produce el fruto del Espíritu del que habíamos hablado ya antes. Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Todo eso es obra del Espíritu Santo, en los que viven conforme al Espíritu. Cambian nuestras aspiraciones, nuestros deseos. Y por último, lo más importante, y en lo que nos enfocamos el domingo pasado, es que la obra principal del Espíritu Santo es ayudarnos a poner nuestra mirada en Cristo. Ese es su ministerio principal. Y al poner nuestra mirada en Cristo, somos hechos cada vez más como Cristo. Entonces, en última instancia, la cosmovisión que tenemos, nuestra forma de conducirnos y de entender el mundo, está determinada por nuestra naturaleza. Eso es lo que está diciendo Pablo. Sólo existen dos naturalezas en los seres humanos. Están los que son de la carne y están los que son del espíritu. Y entre ellos, la diferencia se nota. Porque los que son de la carne viven. En torno a la carne, eso es en todo lo que piensan, esa es su vida. Pero los que son del Espíritu, viven para Dios, viven para agradar a Dios. Esa es su identidad, piensan en las cosas del Espíritu. Entonces, tenemos que preguntarnos, ¿dónde está su sentido de identidad? Usted, personalmente. ¿Está en lo que el Espíritu Santo está haciendo en su vida? ¿Está en esa nueva identidad que el Espíritu Santo le ha dado en Cristo Jesús? Debemos entender que somos cristianos, y debemos serlo desvergonzadamente. Donde sea que estemos, en la escuela, en el colegio, en la universidad, en el trabajo, en la comunidad, con la familia, donde sea que estemos, esta es nuestra identidad. Somos cristianos y no deberíamos tener que pedir disculpas por ser cristianos. No deberíamos tener que andar con temor de que se sepa que somos cristianos. Esta es nuestra identidad o debe serla. No debemos ser agentes secretos, que nadie sepa que soy creyente. sino que todo mundo lo sepa, que sea evidente, que sea claro. Tal vez no le caigamos bien a todo mundo, pero no es nuestro trabajo caerle bien a todo mundo. Por nuestra cosmovisión, que es tan radicalmente diferente de los que no son creyentes, inevitablemente va a haber diferencias y conflictos. Inevitablemente. Porque nosotros reconocemos la autoridad de Dios, la autoridad de su Palabra, la autoridad de Cristo, y ellos no. Para ellos su autoridad es otra cosa. Entonces, lo que nosotros por la obra del Señor reconocemos como bueno o como malo, para ellos puede que no lo sea, y que esté al revés, y eso va a crear roces y diferencias. No debe darnos temor esas diferencias, no deben darnos temor esos conflictos. ¿Cómo están sus conversaciones en el día a día, en su cotidianidad? está lleno de las cosas de Dios, en lo que habla, es incapaz de pronunciar muchas oraciones sin mencionar el nombre de Dios, el nombre de Cristo. Se filtra su conocimiento de las Escrituras en medio de sus conversaciones con su familia, con sus compañeros de trabajo, con sus hijos. Cuando sus hijos tienen alguna dificultad, ¿Qué es lo primero que usted hace? ¿Les ofrece orar con ellos? ¿Les ofrece acudir juntos a las Escrituras? ¿Buscar el rostro del Señor y su guía para esta o aquella situación? Eso debería ser lo primero, porque el que es del Espíritu piensa en las cosas del Espíritu. Si somos creyentes, esa debería ser nuestra conducta. Y para eso tenemos que llenar nuestras cabezas de las cosas de Dios. La única manera de hacer eso es a través de la Palabra de Dios. Entonces, tengo que preguntar, ¿cómo está su interacción con la Palabra de Dios? ¿Cómo está su lectura de las Escrituras, su estudio de las Escrituras? ¿Se está llenando de la Palabra del Señor de tal manera que ésta se desborda y se le sale por los poros en cada conversación? Eso es lo único que va a transformar verdadera y profundamente nuestra cosmovisión, la palabra de Dios. El versículo 6 dice, porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del espíritu es vida y paz. Vean el contraste tan grande. Y continúa de alguna manera y amplía el argumento del versículo anterior. Ahí el término que utiliza ahora es ocuparse, que de nuevo tiene que ver con nuestro estado mental, tiene que ver con nuestro esfuerzo, nuestros pensamientos, lo que nos preocupa, lo que nos... lo que ocupan nuestras mentes, eso es. ¿Dónde ponemos nuestra mente y nuestro corazón? Si lo hacemos en las cosas de Dios, eso va a producir vida y paz. Si lo hacemos en las cosas de la carne, eso trae muerte. ¿Dónde está? Como dice el mismo Jesús, donde está tu tesoro, allí está también tu corazón. Lo que para nosotros es más valioso debería ser Dios, su voluntad, su palabra, las cosas de Dios. Porque el ocuparse de la carne es muerte. Está hablando de incrédulos. Y sabemos que los incrédulos, ese es su destino. Mientras no crean en Cristo, su destino es la muerte. Lamentablemente, esa es la realidad. Y esto debería movernos a compasión para predicarles el Evangelio, porque su destino es la muerte. En el juicio final, eso es lo que van a enfrentar. Van a ser condenados al infierno para siempre. Esa es la realidad del incrédulo. La triste realidad. y la realidad de la que nosotros fuimos sacados por la obra del Espíritu Santo. Y también, actualmente, la descripción que hacen las Escrituras de las personas que hoy viven sin Dios, es que están muertos en sus delitos y pecados, es que están separados de Dios. Y estar sin Dios, es estar sin vida, porque Él es la vida, y Él es la fuente de la vida. Biológicamente, Están vivos, pero espiritualmente no. Pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Vida porque el Espíritu nos da nueva vida en Cristo. y infunde esa vida constantemente, nos da vida cuando nacemos de nuevo y nos da crecimiento, eso es vida. Cuando vemos una planta que está creciendo y que empieza a rendir frutos, decimos o son evidencias de que esa planta está viva. de que los nutrientes le están llegando, de que el agua le está llegando, de que hay crecimiento, hay fortalecimiento, y está produciendo el fruto que debería producir. Y nosotros es igual, hemos nacido de nuevo, pero no nos podemos quedar, o no nos vamos a quedar, en un ramito, con una hojita, que se asomó sobre la tierra. Porque estamos unidos al Dios de la vida. Y ese Dios va a hacernos crecer, y nos va a hacer producir un fruto abundante, nos va a fortalecer. Eso es lo que hace el Espíritu en nosotros. Jesucristo lo puso en estos términos. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Lejos de Dios, eso no es una realidad. Pero unidos a Dios, el dador de la vida, claro que sí. hemos recuperado nuestro propósito y entendemos que cualquier otro fin que no sea vivir para Dios es muerte, es un desperdicio. Dice también que es vida y paz. Ahora, esa paz se puede entender de manera objetiva. ¿En qué sentido? Bueno, Cristo cumplió la justicia de Dios por nosotros, y entonces estableció paz entre nosotros y Dios. Entonces, puede ser que se refiera a esa paz. La paz de ser declarados inocentes delante de un Dios que nos iba a castigar. La paz de ser reconciliados con Dios objetivamente. Pero también, Es una paz subjetiva, porque esa reconciliación trae cambios a nuestro interior. Saber que estamos de vuelta al propósito original con el que fuimos creados, de llevarle gloria a Dios, recuperar nuestra verdadera identidad en Cristo. Eso trae tranquilidad. La tranquilidad de la fe cristiana. Las verdades de la fe y de nuestro andar cristiano producen en nosotros paz. Pase en nuestra conciencia de saber que estamos bien con Dios. Pase en la coherencia de nuestra fe, de las doctrinas, de saber que lo que creemos es verdadero. La paz de darle sentido a la realidad, de que podemos entender a través de las Escrituras el mundo que nos rodea, eso trae paz, eso trae tranquilidad. La seguridad de nuestra salvación trae paz y tranquilidad. Saber que somos de Dios y Él es nuestro para siempre trae paz. Y saber que estamos en las manos de Dios, que Él nos protege, que Él provee todo lo necesario para nosotros. Saber que su propósito para nosotros es nuestro bien, su gloria y nuestro bien, eso trae paz. Es muy diferente de la vida de muerte y desesperación que teníamos antes. Y el versículo 7 continúa la distinción, y elabora más todavía lo que dijo el versículo 6. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden. Los designios de la carne, otra forma de hablar de cosmovisión, de la dirección de nuestra vida, son enemistad contra Dios. La cosmovisión sin Dios se revela contra Él. Lo saca del cuadro y pretende ver el mundo sin tomar en cuenta a Dios. Y Pablo está diciendo, es porque no se quieren someter a la ley de Dios. Porque no lo reconocen como su rey, su legislador, su creador, que tiene derecho sobre sus vidas y prefieren rebelarse en contra de esta autoridad. Pero tampoco puede. De nuevo, su naturaleza. La naturaleza pecaminosa hace imposible que alguien quiera siquiera sujetarse a Dios. Y esa es la realidad de la mayoría de las personas a nuestro alrededor. No se puede abrazar dos cosmovisiones en conflicto. O creemos en Dios y en las cosas de Dios, o estamos aferrados a las cosas de la carne, pero no podemos abrazar las dos. En última instancia, la dirección básica o la disposición básica de nuestra vida es uno o lo otro. Pero no puede ser los dos, porque nos llevaría en caminos completamente opuestos. Es cierto que a veces somos inconsistentes como creyentes, es verdad. No estoy diciendo que todos los creyentes sean perfectos en su cosmovisión. Pero la disposición de nuestra vida, la dirección general de nuestra vida, es un crecimiento en las cosas de Dios. Sí, con fallas, y fracasos, y errores, y pecado. Pero la tendencia de nuestra vida no es el pecado. La tendencia de nuestra vida no es una cosmovisión sin Dios. Así entiende el mundo. Iba a decir una frase un poco confusa. Así entiende la gente el mundo. Sindios, pretenden. entender el mundo sin Dios. Y si usted fue a la universidad o está en la universidad, si ha estudiado en la universidad, usted sabe esto, lo sabe de primera mano, lo ha experimentado. Porque le puedo preguntar, ¿en cuántas materias le dijeron? Así es como Dios define esta área del saber. Así es como Dios nos ayuda a interpretar esta materia o incluso esta profesión, esta carrera. ¿Qué es lo que venden en la universidad? La posibilidad de entender el mundo que Dios creó sin Dios. Y en cada materia nos meten una filosofía que no toma en cuenta a Dios. ¿Por qué? Porque son desarrollados por personas que no toman en cuenta a Dios. Les dije que la cosmovisión, nadie escapa de su cosmovisión. Eso quiere decir que los que escriben los libros de texto en las universidades y en los colegios tienen una cosmovisión y es o a favor de Dios o en rebeldía contra Dios. Y se va a ver en cada página que leemos, en cada materia que estudiamos, en cada curso que llevamos, en cada profesor que nos enseña. Y los hijos que tenemos no escapan a esta realidad. En las escuelas donde estudian nuestros hijos, les enseñan a entender el mundo sin Dios. Y el trabajo que tenemos como padres es desenseñarles. lo que aprenden mal y enseñarles correctamente cómo se entiende el mundo sin Dios. Hace poco encontramos una película en Netflix que se llama Orión y la oscuridad. Yo no sé si alguien la ha visto. Es sobre un niño que le tiene miedo a todo, a todo, pero especialmente a la oscuridad. Y, pues, la oscuridad es personificada en esta película y como que se cansa de los gritos y del susto de este niño, y se le presenta un día y le dice, vea, lo voy a llevar en una aventura conmigo para que usted entienda cómo la oscuridad es necesaria para los ciclos, desde una perspectiva muy práctica, muy científica, cómo la oscuridad es necesaria, ¿verdad? Entonces, así es como empieza la aventura de Orión con la oscuridad. Pero, ¿qué es lo que están intentando ofrecer en la película? Que un niño con temores venza su miedo a través del conocimiento práctico y el razonamiento en sí mismo, no acudiendo a ningún Dios, ni acudiendo a Dios ni por la explicación de la existencia de la oscuridad en el mundo. ni por su protección, ni por su guía, ni porque le ayude a vencer los temores. Y de hecho, a mí me gusta leer las críticas de estas películas antes de permitir que Mateo y Belet las vean. Y en la crítica particularmente de estas decían, no dejan espacio en su cosmovisión a una explicación basada en Dios. Lo que hace la película es 100% humanista, y que el niño se bandee solo para vencer sus temores. Y entonces lo dejamos verla, sabiendo cuál era la conversación que tendríamos que tener después, ¿verdad? Pero tenemos que entender que está en todas partes, a todo nuestro alrededor, la gente está intentando enseñarnos a entender el mundo sin Dios. termina diciendo el versículo 8. Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Porque en última instancia, todo lo que fue creado por Dios, su propósito es la gloria de Dios. Entonces, no podemos agradar a Dios en nuestra interacción con nada en el mundo si no lo estamos haciendo para Él. Y volviendo al ejemplo de la escuela, ¿qué es lo que les enseñan en la escuela a nuestros hijos? ¿Les enseñan que pueden interactuar con la historia? y entender la historia, ya sea del mundo o de nuestro país, sin considerar al Dios soberano de la historia, que tiene propósitos y que en su providencia ha ordenado los eventos a como él quiere. No, eso no importa. Entonces, tratan de entender la historia sin el Dios de la historia. Tratan de entender la biología sin tomar en cuenta al Creador de todos los seres vivientes. tratan de entender los idiomas sin considerar al Dios creador de la palabra hablada, al Dios que confundió los idiomas en Babel, sin tomar en cuenta al Creador de nuestro conocimiento y nuestras capacidades de hablar y de comunicarnos como reflejo de su gloria en nosotros. Entender la matemática, Sin el Dios del orden. Sin el Dios que dio orden a la creación. Sin el Dios de la lógica y del razonamiento. Entender el arte. Sin el Dios de la belleza. Sin el Dios de la hermosura, de la bondad, de la verdad. Eso es lo que pretenden. Y entonces, al intentarlo, sin tomar en cuenta a Dios, no pueden agradarlo. No pueden. No pueden hacerlo. Pero, por implicación quisiera darle vuelta a este último versículo para terminar. Diciendo, bueno, sí es cierto, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Entonces, lo contrario es cierto. Los que viven conforme al Espíritu podemos agradar a Dios. Y eso es de gran alivio para nosotros. Debe ser una motivación enorme saber que los que vivimos según el Espíritu, estamos siendo transformados por ese Espíritu, y capacitados por ese Espíritu para poder agradar a Dios. Y no solamente en términos superficiales de lo que hacemos, sino que toda nuestra cosmovisión sea agradable a Dios. Y que nosotros al pensar en la historia y en nuestra historia veamos la mano de Dios y que busquemos la verdad, la belleza y la bondad en todas las manifestaciones artísticas del ser humano. Que veamos al Dios dador de la vida en cada ser viviente que haya a nuestro alrededor. Que entendamos la profundidad, la complejidad, la lógica y el orden de la matemática como un reflejo del Creador de las matemáticas. Podemos agradar a Dios porque Él nos ha dado las herramientas, en Su Palabra y por Su Espíritu, para pensar en términos que le glorifiquen a Él. Y es nuestro deber ejercitar esa cosmovisión, es nuestro deber esforzarnos, ocuparnos, como dice Pablo, en las cosas del Espíritu. Él nos está haciendo cada vez más como Cristo. Dios dijo, este es mi Hijo amado. Hablando de Jesús, en quien tengo complacencia. Y si nos está recreando a su imagen, el propósito de Dios es complacerse también en nosotros. El propósito de Dios es ver cómo estamos entendiendo y creciendo en nuestro andar cristiano, y que eso dibuje una sonrisa en su rostro. Quiere hacernos como él. Pero una cosa es segura. Si bien en este proceso le vamos a agradar cada vez más, en un sentido experiencial, legalmente, delante de Dios, ya somos de su agrado. Porque legalmente, tenemos la justicia de Cristo. Y si Cristo fue obediente en todo, Él nos ve a nosotros, como si fuéramos obedientes en todo. Esa es la justificación. Esa es la maravilla del perdón de Dios en Cristo. Y eso nunca va a cambiar. Entonces, por un lado ya tenemos su justicia, y por otro lado nos santifica para crecer en esa justicia. Y parte de ese crecimiento en la justicia de Cristo es contemplarlo a Él. Admirar su obra, admirar su persona, sus palabras, su enseñanza, su gloria, y adorándolo a Él ser transformados. Y una forma de hacerlo es recordando lo que Él hizo por nosotros en la cruz. Así que vamos a pasar a conmemorar la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo a través del sacramento de la Santa Cena. Oramos.
Las cosas del Espíritu
Series Romanos
Sermon ID | 3102413434245 |
Duration | 30:15 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | Romans 8:5-9 |
Language | Spanish |
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