00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
A DEUTERONOMIO CAPÍTULO 7 DEUTERONOMIO CAPÍTULO 7 UN LLAMADO A VIVIR EN SANTIDAD DEUTERONOMIO CAPÍTULO 7 VERSO 6 Le dice Dios a Israel, porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios. Jehová tu Dios te ha escogido para hacerle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. Vayamos a la primera carta del apóstol Pedro, capítulo uno, verso quince. y verso dieciséis, sino como Aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está, sed santos porque yo soy santo. Oremos. Señor, nosotros te alabamos y damos gracias por tu presencia aquí entre nosotros. Gracias porque Tú nos dignifica como criaturas al darnos el privilegio de disfrutar de Tu comunión y de la bendición de hablar contigo y de que Tú hables con nosotros a través de Tu Palabra. Gracias por la comunión en el espíritu que podemos disfrutar los unos con los otros. Te pedimos, Señor, que en esta preciosa mañana Tu Espíritu se pase entre nosotros ahora en que Tu Palabra ha de ser proclamada a fin de que nos apaciente de la verdad, a fin de que nos abreve de los torrentes de Tu gracia. Provene y bendícenos toda gracia y toda bendición necesaria en este día para nuestro crecimiento y fortalecimiento en la fe. Los rogamos en el nombre de Jesús. Amén. Como podemos ver aquí en estos dos textos que hemos leído, la santidad es una de esas cualidades del ser de Dios que ha sido puesta en nuestros corazones y en nuestras vidas, tanto a nivel congregacional como pueblo de Dios, dice aquí Deuteronomio, que Dios nos ha hecho santos, y habiendo sido hechos santos somos un pueblo especial. Lo especial del pueblo de Dios consiste precisamente en esa santidad de vida que cada uno de ellos, por la gracia de Dios, pueden ostentar, pueden disfrutar y experimentar en su diario vivir. El apóstol Pedro se hace eco de esas palabras del Antiguo Testamento para aplicarla a la vida cotidiana de cada uno de los hombres y mujeres que integran el pueblo de Dios en el nuevo pacto. De ahí, mis hermanos, que buscar la santidad que Dios ofrece a los pecadores arrepentidos debe ser la meta de cada hombre, de cada mujer, para cada día en su vida cotidiana. Y ciertamente cuando uno mira a su vida cotidiana, ¿cuántas veces Sentimos el frío del desaliento y de la frustración cuando caemos víctima de esos pecados que pensábamos que ya habíamos superado y que una y otra vez lo cometemos y nos llevan a situaciones de inmoralidad y de falta de ética en nuestra vida nuestra relación con Dios, nuestra relación con nosotros mismos, nuestra relación con el prójimo. Ahora, ¿podemos llegar a vivir una vida santa como Dios espera y demanda de nosotros? La respuesta es que sí. Estamos llamados a vivir en santidad y tal cosa la podemos lograr por la gracia de Dios, por la gracia de Dios. Podemos y debemos vivir en santidad, en obediencia a la Palabra de Dios, porque es algo que Dios lo demanda, es algo que Dios lo espera de nosotros, y naturalmente el que comenzó la buena obra en nuestras vidas la habrá de completar, proveyéndole todo lo necesario a nuestras vidas para que podamos alcanzar el ideal de Dios en nuestra vida cotidiana. Por eso, mis amados hermanos, podemos y debemos buscar la santidad tal y como Dios la ha requerido de nosotros. Dios ha prometido diciendo que el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. Esa es la gran declaración que nos da el apóstol, y en virtud de eso, tenemos la posibilidad de alcanzar la santidad y de vivir una vida santa conforme al deseo de Dios para nosotros. Romanos capítulo 5, verso 19, también nos asegura, porque como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, Así también por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos. También el apóstol Pedro, en I Pedro 3.18, nos asegura diciendo, porque Cristo también padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el Como podemos observar en esos dos pasajes de las Escrituras, ahí se nos enseña primeramente que nuestro Señor y Salvador Jesucristo vivió en esta vida para rendirle una obediencia positiva a la ley de Dios. Pero también nuestro Señor vivió en este mundo para tributarle una obediencia activa a la palabra de Dios. Nuestro Señor no solamente obedeció de manera activa la ley de Dios, sino que también obedeció de manera pasiva esa ley. Jerry Bridge dice, la obediencia activa que el Señor le tributó a la ley, le rindió a la ley, se refiere a la vida sin pecado que vivió Cristo aquí en la tierra. se refiere a Su obediencia perfeita y a Su santidad absoluta. Esa vida perfeita se le acredita a Aquel que confía en Él para Su salvación. Y, mis hermanos, esa es la base de nuestra santidad personal, la santidad del Señor Jesucristo. Ella se nos acredita a la cuenta, y de esa manera somos equipados para andar y vivir en santidad. Añade Jerry Bridge, su obediencia pasiva se refiere a su muerte en la cruz, mediante la cual pagó completamente la pena correspondiente por nuestros pecados, y así dio satisfacción a la ira de Dios hacia nosotros. Él dijo, heme aquí, para ser tu voluntad. Él quita lo primero para establecer lo segundo. Es en esa voluntad que somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre, nos asegura Hebreos 10, 8 al 10. Como se puede observar, todos los que están bajo la gracia tienen y gozan de santidad perfeita, Esa santidad perfeita procede de la justicia imputada a nuestras almas por nuestra fe en el Señor Jesucristo. Pero aparte de esa justicia perfeita que nos fue imputada, también nos fue imputada la santidad perfeita que experimentó y vivió el Señor Jesucristo por su obediencia activa y pasiva a la ley de Dios. En Su obediencia activa Él obedeció el universo completo de la ley de Dios, y lo hizo por nosotros. En Su obediencia pasiva Él murió, condenado por esa misma ley que obedeció hasta el final, para allí pagar y satisfacer la ira de Dios que demandaba con justicia nuestra muerte. Así Él murió por nosotros, pagó la deuda que teníamos, nos absorbió de la culpabilidad y nos imputó Su justicia perfeita y nos imputó Su santidad perfeita. Por eso, a los ojos de Dios, somos tan santos como Cristo es santo, tan justos como Cristo es justo. Esa es la realidad de cada creyente, de cada hombre de Dios, de cada mujer de Dios que ha recibido a Jesús como su Salvador personal. Cuando el Espíritu Santo viene a morar por primera vez en nuestros corazones, Él nos hace santo y sin mancha delante de Dios porque su obra consiste en imputar en nuestra cuenta la justicia perfeita del Señor Jesucristo y la santidad perfecta del Señor Jesucristo. De esa manera, nos iniciamos nosotros en nuestra carrera, en nuestra carrera de la santidad, que hemos de experimentar día por día. La obediencia pasiva de Cristo y la obediencia activa de Cristo es la raíz y es la fuente donde se origina nuestra santidad personal. Nosotros tenemos la responsabilidad de conocer la voluntad de Dios. y obedecer la voluntad de Dios, para de esa manera hacer evidente en nuestras vidas que se nos ha acreditado la justicia perfecta del Señor Jesucristo y la santidad perfecta del Señor Jesucristo. El conocimiento de la verdad paulatinamente nos hace libre. conocereis la verdad, y la verdad os hará libre." ¿Libre de qué? Libre de todas esas pautas, hábitos y realidades pecaminosas que heredamos y que cosechamos del pecado original. La santificación progresiva nos lleva precisamente por ese camino en el cual nos vamos despojando de la vieja manera de vivir renovando y transformando en nuevos hombres, en nuevas mujeres, para vivir en santidad tal y como Dios lo demanda de nosotros. En todo esto, mis hermanos, Dios nos hace santo y nos ve santo en Cristo. Es nuestra responsabilidad hacer patente y tangible esa santidad ante los ojos de los demás. viviendo la vida santa que a Dios le agrada conforme a Su requisito. La gracia que nos trae y nos viste con santidad, la santidad de nuestro Señor Jesucristo, nos enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos. Para vivir en este siglo justa, santa y piadosamente, conforme a lo que nos enseña Tito capítulo 2, versos 11 al 2. Ahora, mis hermanos, la santidad no es un concepto abstracto. La santidad es un modo de vida, un estilo de vida, y ese estilo de vida, ese modo de vida se hace evidente. en nuestro modus vivendum naturalmente. Quiero comenzar, primero que nada, preguntando por qué debemos vivir en santidad. Debemos vivir en santidad, mis hermanos, porque si no destruimos el pecado, el pecado nos destruirá a nosotros. bien simple. Estamos llamados a vivir en santidad porque si no destruimos el pecado, el pecado nos destruirá a nosotros. Por ende, Dios nos demanda que seamos santos. Y quiero, primero que nada, que veamos la demanda de Dios de santidad en la familia, en el hogar. ¿Qué significa ser santo en el hogar? Bueno, vivir en el hogar conforme al diseño de Dios para el matrimonio. Bien simple. Eso es ser santo. ¿Ser santo equivale a vivir la vida conforme a lo que Dios le requiere a usted como esposa? ¿Vivir su vida conforme a lo que Dios le demanda a usted como esposo? Vivir su vida como Dios le demanda a usted, como padre, como madre, como hijo, como hija. Dios ha diseñado la relación matrimonial que debemos desarrollar, y la santidad consiste en someternos a ese diseño. Seguir paso a paso, día a día, ese diseño. que Dios en Su Palabra nos ha entregado para que vivamos en santidad. Por eso, quiero comenzar en el matrimonio. Pues es fácil ser santo aquí. Aquí es fácil ser santo, ¿sí o no? Tratar con la hermana Leida, eso es un amor. Cualquier santo tratando a la hermana Leida. Alemano es riquito, qué hombre de oración, qué bendición, qué espiritualidad. Eso es una bendición, ¿verdad? Ser santo ahí, ahora en la casa, eso es otra cosa. Por eso, hermano, comencemos con el matrimonio. La santidad no es un concepto atracto, es un concepto práctico, es una realidad práctica. Ese es el resultado directo de conocer la voluntad de Dios y obedecerla, sometiéndonos a ella. Para una esposa la voluntad de Dios en el matrimonio, para que ella sea una mujer santa como esposa, Se nos revela en Efesios capítulo 5, versos 22 y 23, la casada está insujeta a sus propios esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia. Es allí donde una mujer empieza a experimentar la santidad en su vida matrimonial, en su relación con su esposo. Dios le demanda santidad como esposa. ¿Y cómo ella ha de exhibir esa santidad como esposa? ¿Cómo ella ha de exhibir esa santidad como la mujer de su marido? Ella será una mujer santa en la misma medida que sea una mujer sumisa a su esposo. ¿Sí o no? ¿Qué andar contrario a eso es ser rebelde a la voluntad de Dios. Eso es andar en pecado y disobediencia. Bien simple. Una mujer santa será sin lugar a duda una mujer sumisa en su trato y relación con su esposo, porque esa es la voluntad de Dios, el Creador, Diseñador y Sustentador del matrimonio. Una mujer sumisa es aquella que coloca todos sus talentos, habilidades, recursos y energías en las manos de su esposo para que él sea su administrador. ¿Se entiende o no se entiende? Si ella es una mujer santa vivirá para hacer de su hogar un lugar seguro, un lugar de aliento, un lugar de confort, un lugar de comprensión, un verdadero refugio. ante la inclemencia de este mundo hostil en que vivimos. Eso es santidad en la práctica. Eso es ser una mujer santa. Vivir para eso y vivir en eso, eso es ser santo, ser santa. Ella será, si es una mujer santa, una persona afable y formal, honesta y amorosa, será una mujer paciente y sufrida. Eso es santidad en la práctica. Eso es ser santa en el hogar, en la familia, en la casa, en su trato con el esposo. Será una mujer sabia para hacer sugerencias, dar consejos y corregir el mal dentro de la casa cuando éste se suscita, cuando llega, cuando aparece, en el esposo, en los hijos. Eso es ser santo, o más bien eso es ser santa en una mujer, en una esposa. Será una mujer laboriosa y buena administradora, una mujer santa, identificada como santa según Dios en su palabra. Será la mujer buena administradora de lo mucho o de lo poco que en el hogar el Señor provea. Y creo que el retrato más claro, fehaciente y detallado que da la Biblia de una mujer santa Lo encontramos en Proverbios, capítulo 31, verso 10 al 31. ¡Vea qué santa más santa! ¡Vea qué santa más santa describe Dios aquí! Dice mujer virtuosa, o sea, mujer santa. ¿Quién lo hallará? Son hecasas. Porque su valor sobrepasa a las perlas. Confía en ella el corazón de su marido. No carecerá de ganancia. Le recompensará con bien y no con mal, todos los días de su vida. Busca lana y lino y con gusto teje con sus manos. Es como un barco mercante que trae su pan de lejos. Se levanta siendo aún de noche, de madrugá, y da de comer a su familia y su diaria ración a sus criadas. Evalúa un campo y lo compra, y con sus propias manos planta una viña. Cine su cintura con firmeza, y esfuerza sus brazos. Comprueba que le va bien en el negocio, y no se apaga su lámpara en la noche. Su mano aplica a la rueca, y sus dedos toman el uso. Sus manos extiende al pobre y extiende sus manos al necesitado. No teme por su familia a causa de la nieve, porque toda su familia está vestida de ropa doble. Tapices hace para sí y se viste de lino fino y púrpura. Es conocido su marido en las puertas de la ciudad cuando se sienta con los ancianos del país. te las hace y las vende, entrega cinta al mercader, fuerza y honor son su vestidura, y se ríe del porvenir. Su boca abre con sabiduría y la ley de la misericordia está en su lengua, considera la marcha de su casa y no come pan de ociosidad. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada. Y su marido también la alaba. Muchas mujeres han hecho el bien, pero tú sobrepasas a todas. Engañosa es la gracia y vana es la hermosura. La mujer santa, la que teme a Jehová, ella será alabada. Dadle del fruto de sus manos, y en las puertas de la ciudad, alábenla. ¿Qué? El maquillaje que lleve en la cara. la pintura que se pone, los trajes hermosos que se ponen. Dice ahí sus hechos. Esa es su carta de identidad, su santidad de vida. Maridos, ¿quieren ese tipo de mujer, santa, en sus hogares? ¿Sí o no? Levanten la mano, hermanos, los que quieren ese tipo de mujer en sus hogares. Todos queremos ese tipo de mujer en la casa. ¡Qué bueno! ¡Qué bendición! Tener ese monumento de mujer santa en la casa. ¡Qué bendición! ¿Cuánto necesitamos de esa especie inmensa casa? Hermanos, oremos, oremos y oremos más por ellas, para que Dios la capacite con Su gracia eminente y abundante, para que sean esa clase de mujer santa que Él espera, que tengamos nosotros como maridos en nuestros hogares. Hermanos, la gente, uno en el mundo, sobre todo en el mundo católico, habla de las santas de las santas monjas. Ser santo detrás, ser santa detrás de un hábito, ser santa detrás de una muralla, vivir entre murallas, entre paredes, con un rosario en la mano, rezando, sirviendo a algunos viejitos, en un orfelinato, es fácil ser santo así. Ahora, ser santo, ser santa más bien y ser la esposa de Francisco Guzmán esa es otra historia esa es otra historia y no es una historia de cuentos de hadas de corintellado ¿verdad que no? ¡Cuántas veces en lo personal he hecho tropezar en su vida de santidad a mi linda y querida esposa! ¡Cuántas veces he tenido que llorar lágrimas de sangre al haberme convertido en una piedra de tropiezo, manchando por manchar la pureza del carácter de mi esposa, con mis actos, mis hechos, mis actitudes, mis palabras, que la hacen llorar, que la hacen tropezar. ¡Cuántas veces mis resabios han sido para ella una piedra de tropiezo? ¿Cuántas veces mis iras, mis enojos han sido para ella una piedra de tropiezo? ¿Cuántas veces mis impaciencias, mis impertinencias, mis testaruderes han sido para ella? una terrible piedra de tropiezo en su proceso de santidad, en su crecimiento en la santidad. Mami, perdóname, perdóname. Reconozco que soy un pecador, perdonado pero pecador. Esa es la realidad. Pero te amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente, con todas mis fuerzas, con todo lo que soy y con todo lo que Dios me ha dado. Queridos maridos, somos responsables, y tenemos el deber de presentar delante de Dios a nuestras esposas, santas, sin manchas, sin arrugas, ni cosa semejante. Es el paralelismo que nos hace Efesios capítulo cinco. Al contrastar el matrimonio cristiano con la relación entre Cristo y la iglesia, Y en ese sentido, hermanos, debemos ser sensibles a nuestros pecados, porque estamos llamados a cultivar la santidad en nuestras esposas, santificándolas por medio de nuestra conducta santa delante de Dios, y sobre todo en nuestro trato diario con los resabios, los arranques de ira, las impaciencias, la rudeza, ese espíritu libertino, ese espíritu tirano que muchas veces se apodera de los esposos, oprimen, arruinan, manchan la santidad. de una mujer. ¿Qué debemos de hacer en esos contextos, cada vez que descubrimos que hemos pecado y hemos hecho pecar a nuestras esposas? Primero que nada le debemos de confesar nuestro pecado a Dios, porque el pecado de un hombre, de un esposo contra su esposa, primero que nada es un pecado contra Dios. es un pecado contra Dios. Y una vez se le ha confesado el pecado a Dios, al Señor, debemos tener la humildad de venir con ella para también confesarle el pecado a ella, pedirle perdón por lo que hemos hecho. Y de esta manera hemos de buscar la limpieza de nuestro pecado con el que hemos pecado y con el cual muchas veces también provocamos a pecar a nuestras esposas porque no siempre ella anda en el espíritu y responde en el espíritu sino que muchas veces responde mal a nuestras malas actitudes responde mal a nuestras malas palabras cuando hablamos en un lenguaje iracundo, enojado, de rabia la provocamos y hacemos pecar también a ella. Entonces, en ese contexto, no solamente debemos procurar que ella nos perdone a nosotros, sino también que debemos procurar que ella misma sea perdonada, porque obviamente nuestros pecados no le dan a ella libertad para pecar también contra Dios y aún contra nosotros mismos. Por eso, hermanos, procura la limpieza del pecado. con que tú has pecado contra Dios y contra tu esposa, y procura que ella sea una mujer santa siempre adelante de ti. Pídele al Espíritu Santo el poder para ser diferente cada día, diferente en tu trato con ella, diferente en tu conducta frente a ella, sobre todo frente a sus errores y fallos como criatura. en su trato contigo." Hermanos, eso es santidad en la práctica. La santidad no es un concepto abstracto. La santidad es un modo de vida, un estilo de vida, que se manifiesta en una esposa al relacionarse con su esposo. Pero también ¿Podemos medir la santidad de un marido? ¿Qué tan santo es un marido? ¿Podemos medir la santidad de un esposo? Por supuesto que sí. ¿Podemos tomar el espiritucímetro de la palabra de Dios y determinar cuánto de santidad hay en ese hombre como esposo de esa mujer? ¿Qué es la santidad? para un marido. Bueno, conocer la voluntad de Dios para el matrimonio, para su desempeño como esposo y someterse a ese patrón de Dios para el marido en su relación, en su trato, en su liderazgo como esposo de esa mujer. Eso es santidad. Eso es santidad. conocer la voluntad de Dios y obedecer la voluntad de Dios, viviendo en sumisión a ella. Primero vemos que Dios le ordena a las esposas a sujetarse a sus esposos, y da la razón. ¿Por qué? Porque así como Cristo es cabeza de la iglesia, el marido es cabeza de la esposa. Su santidad la podemos ver, la de un marido, por su desempeño como líder de la esposa, por su desempeño como cabeza de su esposa. Una cabeza, sabemos si es una buena cabeza o una mala cabeza, ¿cómo? ¿Cómo usted puede saber si Usted está delante de alguien que tiene buena cabeza o mala cabeza. ¿Cómo usted lo puede determinar? ¿Usted lo puede determinar? Claro que sí. Por sus hechos, sus frutos, hablan de lo que hay aquí. ¿De qué está mueblado su caco? Su cabeza. ¿Qué muebles hay aquí? Su conducta lo va a identificar. Ah, mira, hay una mezedora. Hay una vitrina. Ah, mira, ¿qué hay ahí? Lo que está ahí dentro lo va a sacar para afuera. Eso hablará de su cabeza, pues en ese mismo contexto podemos saber cómo es la cabeza que lidera a esa mujer por sus hechos, por sus obras, por la relación santa en obediencia a la palabra de Dios que Él sostiene diariamente con ella en su relación con ella como esposo. La esposa y los hijos pueden decir que tienen a un hombre santo en su casa cuando ese hombre vive para buscar y promover el bienestar de ellos. El bienestar de ellos son su meta, son su objetivo, son su ideales por excelencia. Él vive para eso. Eso habla de la santidad de ese hombre. ¿Cuánto anhela y desea, busca, el bienestar de su esposa? Eso habla de cuán santo tú eres. Te indica eso cuán santo tú eres. Si tú vives para satisfacer sus necesidades y sus aspiraciones, y te esmera en lograr ese objetivo, eso habla de tu santidad. ¿Qué tan santo tú eres? Bueno, en tu trato con la esposa, en tu vida familiar. Bueno, vamos a examinar o examinemos qué tanto tú te involucras, qué tanto tú te esfuerzas y sacrificas para buscar satisfacer las necesidades y las aspiraciones de esa mujer. ¿Eso habla de tu santidad o de tu mundanalidad, si no es el caso? Sabremos de cuán santo tú eres por el tiempo y el dinero que tú empleas para satisfacer las necesidades temporales que tiene esa mujer. Y esto de un modo desinteresado y de un modo continuo. Vive ese hombre para eso. para buscar y llenar esas necesidades materiales que tiene esa mujer continuamente. Él vive para eso, para cazar esas necesidades y darle satisfacción plena, completa, a esas necesidades que tiene esa mujer. Eso habla de la santidad de ese hombre. Podemos medir la santidad de un esposo en su casa viendo si ese hombre ama a su esposa como Cristo ama a la iglesia y como Él se ama a Sí mismo. Ahí veremos qué tan santo ese hombre es. La amas a ella como te ama a ti mismo, entonces tú eres un hombre santo. Si no es así, tú eres un mundano. ¿Qué tanto te ama a ti mismo? Tú puedes identificarlo. ¿Cuánto te ama a ti mismo? Pues fácil. Nomás tiene que dolerte la cabeza a ver cómo tú reaccionas al dolor de cabeza. Nomás tiene que darte un tropezón para ver cómo tú reaccionas a ese tropezón. Nomás tenemos que ver que alguien te amenace tu integridad física a ver cómo tú reaccionas a esa amenaza. ¿Cómo tú reaccionas? Indiferente. Como que nada pasó. No, hay una reacción en ti. ¿Para qué? ¿Para resolver ese problema? Eso habla del amor que tú tienes por ti mismo. Habla de tu pasión por ti mismo. De tu interés por ti mismo. Porque te amas a ti mismo. La medida del amor con que nos amamos es la misma medida de amor que Dios requiere con que amemos a nuestras esposas. Y, hermanos, menos de ahí es mundanalidad, menos de ahí implica no ser un esposo santo en la relación esposos amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, a fin de santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua, por la palabra, para presentársela a sí misma, una iglesia gloriosa, que no tenga mancha, ni arruga, ni cosas semejantes, sino que sea santa y sin falta. Eso es el santo, vivir para eso, en el matrimonio. Él ama con un amor incondicional, con un amor vorictivo, con un amor intenso, con un amor sin fin, con un amor desinteresado, con un amor con propósito, con un amor sacrificial, con un amor manifiesto. Entonces lleguemos a la conclusión. Estamos delante de un santo. ¿Sí o no? ¿Qué usted cree, mi hermana? ¿Sí o no? Cuando ese hombre se consagra en obediencia a Dios, a satisfacer sus necesidades intelectuales, sociales, de recreación, sexuales y espirituales, entonces estamos delante de un hombre santo. Ese es un santo. ¡Qué santo tiene esa hermana como esposo! ¡Bendito sea el Señor! Cuando ese hombre se esfuerza para que ella sea la primera dama en su vida, estamos delante de un hombre santo. ¿Sí o no, hermana? ¿Usted quiere ser la última dama o la primera dama en su casa? ¿Primera dama en el país de su hogar? Ella es consciente que después del Señor Jesucristo en su vida, la de su esposo, ella está en primer lugar de la fila, en el primer lugar de la fila de las demás relaciones humanas en este mundo. ¿Sabremos cuán santo es el hombre de Dios en su casa por el trato deferente, gentil, respetuoso, caballeroso, tierno? que le dispensa a su esposa diariamente, continuamente. Eso habla de la santidad de ese marido. Ese es un hombre santo. Sabemos cuán santo es ese hombre por las alabanzas y reconocimiento que él le tributa a ella. En gratitud por la incalculable cantidad de cosas buenas y de bienes que ella hace, busca y provee para él. Banquete en la mesa y banquete en la cama. Es una mujer de bien. Y ese hombre está agradecido por esos bienes. Por eso la alaba. ¿Por eso los maridos deben preguntar la amo con un amor voluntario, intensivo, sin fin, desinteresado, con propósito y sacrificial? Si la respuesta es sí, entonces tú eres un hombre santo. Si la respuesta es que no, revísate. Te falta para alcanzar la estatura de la santidad de vida, plena, como Cristo le espera. Mi amado hermano, si a la luz de este espejo te ve a ti mismo y descubre hoyos negros en el universo de tu vida de santidad, ¿qué tú deberías hacer? ¿Quedarte con el brazo cruzado o comenzar a taparlo? Debes comenzar a tapar esos hoyos negros para que brille allí la gloria de Dios. y para que pueda alcanzar la felicidad en el matrimonio, porque sin santidad no habrá el banquete de la felicidad. Una esposa que falle en su deber de sujetarse a su marido como lo demanda el Señor, no será feliz porque no es una mujer santa. y un marido que no cumple su rol de líder, amante, no podrá proveer felicidad para su mujer, porque no es un hombre santo. La tragedia de muchos matrimonios. Encontramos su raíz en la falta de santidad del esposo, en la santa desantidad de la esposa, al desoír y desobedecer esos principios básicos y elementales de la santidad familiar. Donde no hay santidad, no habrá paz, y donde no hay paz, hay conflicto, guerras y pleitos. Por eso si te ve en este espejo y encuentra hoyos negros, en el universo de tu vida matrimonial? No eres un hombre santo. ¿Qué debes de hacer? Confiésale tu pecado a Dios, tu pecado a tu esposa, limpia ese pecado creyendo en la sangre de Jesús, que nos limpia de todo pecado. ¿Cuándo fue la última vez que tú le confesaste tu pecado a Dios, tu pecado matrimonial a Dios y a tu cónyuge? ¿Cuándo fue la última vez? Que habiendo visto tu pecado, lloraste por tu pecado, reconociste tu pecado, fuiste a la presencia de Dios, se lo confesaste y fuiste donde tu esposa, donde tu esposo, y dijiste, mi amor, yo he pecado contra Dios, he pecado contra ti, perdóname. ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste? Y no me digas a mí que tú no pecas contra tu coño, que tú no rompes platos. ¿Cuántos platos al día tú rompes? ¿Quedan en la vajilla todavía? ¿Queda alguno vivo en la vajilla? ¿Cuántas vajillas tiene que comprar? Porque se fueron hace rato lo que compraste. ¿Tuviste que comprar otra nueva porque se acaban? Santiago 1, 19 al 24 dice, recibí con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Oiga bien, pero sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañandos a vosotros mismos. Porque cuando alguno es oidor de la palabra y no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que mira su cara natural en un espejo. Se mira a sí mismo y se marcha, y enseguida olvida cómo era. ¿Para qué siguen los espejos? para que usted vea lo que hay sucio en la cara suya y se limpie entonces la Biblia es un espejo donde usted vea lo sucio las manchas de su pecado cuando tú descubres que en su cara hay manchas, sucio ¿a dónde usted va? ¿va para el baño? ¿al lavamanos? coge el jabón se triega la cara y luego coge la toalla y se la seca Y después de eso viene el polvo, viene la crema, viene para hermosear la cara. Hermanos, eso es lo que Dios nos demanda. Eso es lo que Dios nos demanda. Pero el que presta atención a la perfeita ley de la libertad y que persevere en ella, sin ser olvidador, olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. Hermano, ¿cuál es el secreto de un matrimonio feliz? La santidad del hombre y de la mujer. Esa es la llave maestra para abrir el cofre de la felicidad conyugal Por eso, hermanos, hermanas, si queréis ser felices, tanto debéis de ser. Sin ella sólo habrá amargura, frustración, desesperanza, y conozco casos de mujeres y hasta de hombres que se han pasado años orando, ¿sabe qué? ¡Que Dios se lo lleve del lado! ¡Que Dios le arrebate con un torbellino, y se lo lleve, porque no aguanta más! que el Dios de paz nos santifique por completo. Hermanos, esa oración apostólica debe ser nuestra oración continua. ¡Que el Dios de paz nos santifique por completo, en toda nuestra manera de vivir, en cuerpo, en alma, en espíritu! que esto sea una realidad constante y sonante en nuestra relación conyugada. Que seamos santos, santos, porque estamos viviendo esta clase de vida matrimonial que Dios nos describe en Su Palabra. ¿Es posible para nosotros hacer eso? Sí. El que da la paja también nos dará el lodo para que hagamos el ladrillo. Él nos dio el lodo, Cristo es ese lodo, nuestra vida es la paja, mezclemos la paja con el lodo, pongámoslos en ese molde de la palabra de Dios, y el fuego del Espíritu de Dios calentará ese lodo, y esa paz y la cali y la convertirá en un poderoso ladrillo para la gloria de Dios y nuestra felicidad matrimonial. Oh mis hermanos que Dios nos ayude a santificar nuestros matrimonios viviendo vidas santas sin ira ni contienda. A los amigos que están aquí sin Cristo la sangre de Cristo es el único medio para alcanzar la santidad en esta vida. Sin esa sangre preciosa nadie será santo. Cree en ella, y esa sangre preciosa pondrá en tu crédito, en tu cuenta, la justicia perfeita de Cristo y la santidad perfeita de Cristo, la base sobre la cual podemos construir una relación matrimonial santa. Esta noche veremos la santidad en nuestra vida como padres y la santidad en nuestra vida como hijos de padre y de madre pecadores. Espero que traigan a sus muchachos para que oigan estas cosas y se pongan delante del espejo de la Palabra de Dios. para que vean a ver si son santos o están engañándose a sí mismos. La santidad no es un concepto abstracto, es una vida, es un estilo de vida, y eso es real, se hace real y tangible en nuestra vida como esposo, en nuestra vida como esposa, en nuestra vida como padre, en nuestra vida como madre, en nuestra vida como hijo, en nuestra vida como hija, en el hogar, en el hogar se hace visible la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Oremos. Padre, nosotros te agradecemos ahora Tu Palabra bendita, Tu Palabra santa, Tu Palabra transformadora, proveedora de bien para todo pecador. Te rogamos, Señor, que esta Palabra que predicamos en esta mañana, Tú la use con poder y gracia de lo alto. para hacernos santo como Tú eres un Dios santo. Santifícanos en la verdad, Tu Palabra es la verdad. Haz esto una realidad en nuestras vidas, como esposo, como esposa, pues lo rogamos, Señor, en el nombre de Jesús. Amén.
Esposos llamados a santidad
Series Vivir en santidad
Llamados a vivir en santidad en el matrimonio
Sermon ID | 2211419555410 |
Duration | 56:48 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Deuteronomy 7:6 |
Language | Spanish |
Documents
Add a Comment
Comments
No Comments
© Copyright
2025 SermonAudio.