Vengamos brevemente a un tiempo de oración. Vamos a poner en las manos este tiempo, que el Señor prepare nuestros corazones, que el Señor también ayude al que va a exponer su palabra, porque está tan necesitado, igual que todos ustedes. Amado Padre, ponemos en tus manos, Señor, este momento, uno de los momentos centrales del servicio de adoración, como es la predicación de tu palabra. Padre, habla nuestras vidas. Te necesitamos, Señor. Padre, ayuda al que va a exponer tu palabra. Dependo completamente de ti, Señor, para exponer una palabra sagrada, teniendo presente que aquí hay tantas almas que están necesitadas de ella. Muchos de ellos son tus hijos que has comprado con tu preciosa sangre y que necesitan ser guiados, orientados, animados, consolados, fortalecidos y también exhortados. Y el único que puede hacer eso eres tú, Señor, por medio de tu palabra. Hay otros que están entre nosotros que necesitan ser alcanzados por tu gracia. Y el medio que tú has dejado, Señor, es la predicación de tu Evangelio. Es aquí que estoy consciente de la gran responsabilidad que tenemos los predicadores, y por eso te necesito. Por favor, gloríficate y empequeñéceme, Señor. Por favor. En nombre de tu Hijo, amado Jesús, oramos. Amén. Juan capítulo 1, versículo 14, dice así de la siguiente manera. El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria Gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. El título de la predicación del día de hoy es, El Verbo Encarnado como el Centro de la Navidad. Amados hermanos, en estas fechas navideñas es común que en muchos de nuestros hogares se decore con luces de colores, árboles bien adornados, regalos cuidadosamente envueltos y también muchas reuniones familiares. Y todo esto nos recuerda el gozo que invade esta temporada. Una de las temporadas más favoritas de su servidor es la Navidad. Quizás para otro esta temporada es una mezcla de estrés y gozo. Sin embargo, una de las escenas más conmovedoras para nosotros los padres de familia que tenemos todavía niños pequeños y adolescentes, es cuando nuestros niños, con ojos grandes y llenos de asombro, abren sus regalos tan esperados. Recuerdo una navidad cuando mi hijo Isaac tenía aproximadamente unos ocho años de edad y al abrir su regalo brincaba y decía, eso es lo que yo quería. Y luego fue hacia nosotros, nos abrazó fuerte y nos dijo gracias. Pero lo que más recuerdo cuando él nos dijo perdón porque no me he portado bien en estos últimos días. Él estaba consciente que no merecía ese regalo, pero aún así lo estaba recibiendo. Mis amados hermanos, estos momentos reflejan un principio más profundo. Los regalos verdaderos no sólo cumplen expectativas, sino que revelan el corazón del dador. Muchos de nosotros hemos recibido el regalo más grandioso que uno pueda recibir en esta vida y es la salvación y la hemos recibido sin merecerla. Y eso es la gracia del Señor, un don inmerecido que proviene de su infinita bondad hacia nosotros. El Evangelio de Juan nos presenta este regalo incomparable de Dios, el verbo hecho carne. El Evangelio de Juan presenta el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo de una forma muy diferente a los otros evangelios como Mateo o Lucas que describen de manera detallada cómo fue este acontecimiento. Pero el Evangelio nos presenta de otra forma esta escena. El Verbo Hecho Y esta afirmación nos lleva al corazón mismo de esta temporada, la Navidad, donde entendemos que la encarnación de Cristo es la mayor expresión de amor de Dios hacia nosotros. Si ustedes observan en este versículo, en el 14, se nos revela el misterio profundo y maravilloso de la encarnación. Y ahora, para entender mejor el alcance de esta verdad, miremos más de cerca tres elementos fundamentales que Juan resalta en este versículo. El verbo O logos se hizo carne. Primera expresión. Segunda expresión. Habitó entre nosotros y estuvo lleno de gracia y verdad. En el original griego, la palabra logos se traduce como verbo o palabra. En alguna de las versiones en español de la Biblia, por ejemplo, en la nueva traducción viviente, dice en el principio era la palabra. Este término puede parecer muy extraño para muchos de nosotros, ya que asociamos palabra con algo estático o simples sonidos que emitimos nosotros al hablar. Sin embargo, amados hermanos, en la antigüedad para los judíos, el logos, el verbo o palabra representa la palabra de Dios activa en la creación, representa la revelación y la redención. Y en el contexto de los griegos, el logo era entendido como el principio racional que sostiene y ordena el universo. Juan, inspirado por el Espíritu Santo, toma esta palabra llena de significado y afirma revelándonos que el logo, el verbo, no es una idea abstracta ni una fuerza impersonal, sino una persona, Jesucristo, el Hijo de Dios. Y nos explica que aquel verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros. Y es evidente que el verbo que se hizo carne es el que es mencionado ya en el versículo 1 del capítulo 1 del Evangelio de Juan. ¿Y qué nos dice el versículo 1 del capítulo 1 de Juan? En el principio ya existía el verbo. ¿Y el verbo estaba con quién? Con Dios. ¿Y el verbo era? Dios. Mis hermanos, es evidente que Juan, por medio de estas expresiones del versículo 1, del capítulo 1, del Evangelio de Juan, desea llevar nuestras mentes a las primeras palabras que encontramos en Génesis capítulo 1, versículo 1. ¿Ustedes recuerdan qué dice Génesis capítulo 1, versículo 1? En el principio Dios creó los cielos y la tierra. Y todo esto sucedió por medio de su palabra, porque la palabra de Dios tiene poder creativo. De manera que lo que Juan nos está diciendo en su introducción al evangelio es que aquella palabra por medio de la cual Dios creó el universo es en realidad una persona y no una persona cualquiera. Mi amado hermano, ese verbo que en el principio estaba con Dios en perfecta comunión con él. Ese verbo era Dios. ¿Y a qué nos enfrentamos aquí? Este es el misterio de la Trinidad. Un Dios en tres personas. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Así que cuando todo vino a la existencia, la Palabra del Señor nos dice que el Verbo, la Palabra, el Logo ya estaba ahí, en perfecta comunión con el Padre, actuando como el agente todopoderoso por medio del cual todas las cosas vinieron a ser. Y fue ese Verbo, amado hermano y amigo, el que se hizo carne. Jesucristo vino a vivir entre nosotros lleno de gracia y verdad para que podamos conocer a Dios y experimentar su amor eterno. Mis amados hermanos y amigos que están aquí entre nosotros, este regalo de Dios, precioso e incomparable, no está envuelto en papel brillante. pero contiene una gloria preciosa e incomparable, la gloria del Unigénito, del Padre, Cristo, el Verbo, la Palabra, el Logo. No sólo tomó apariencia humana, sino que verdaderamente se hizo 100% hombre. ¿Y por qué todo esto? ¿Por qué es tan significativo todo esto? Porque si Cristo no hubiera sido completamente humano, no habría podido ser nuestro representante delante de Dios. No habría cumplido la ley en nuestro lugar, ni habría muerto en la cruz como nuestro sustituto. No podría ser nuestro gran sumo sacerdote capaz de empatizar con nuestras debilidades, deficiencias y tentaciones. El autor del libro de Hebreos, en el capítulo 4, versículo 14 al versículo 16, enfatiza este principio divino cuando dice que Cristo fue tentado en todo de la misma manera que nosotros, pero sin pecado. Mis amados hermanos, Cristo experimentó hambre, cansancio y necesidad de descanso. Tuvo un cuerpo humano, una mente humana. Y esto también lo afirma el Evangelio de Lucas, capítulo 2, versículo 52, cuando nos dice que Jesús crecía en sabiduría. Y esto se refiere únicamente a su mente humana. Esta realidad nos muestra que Cristo asumió plenamente nuestra naturaleza, con todas sus limitaciones humanas, excepto el pecado. Mis amados hermanos, la enseñanza de la encarnación del Hijo de Dios, la segunda persona de la Santa Trinidad, siendo Dios verdadero y eterno, nos dice nuestra confesión de fe, ha sido una doctrina sostenida a lo largo de la historia de la iglesia. Durante los primeros siglos de la iglesia, negar alguna de estas verdades sobre Cristo, ya sea su plena divinidad o su plena humanidad, era considerado una herejía, ya que algunos movimientos como el docetismo y el apolinarismos y otros movimientos fueron rechazados completamente porque ponían en peligro la verdad bíblica acerca de la persona de Cristo. La iglesia siempre ha entendido desde su principio que negar alguna de estas dos naturalezas era negar al verdadero salvador. Juan también nos dice que este glorioso logos, el verbo habitó entre nosotros y la palabra habitó que se encuentra en este versículo se traduce del término que literalmente significa tabernaculizó. Y esto es profundamente significativo porque conecta a Cristo con el tabernáculo en el Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, Dios moraba simbólicamente en medio de su pueblo a través de un tabernáculo. El tabernáculo era una tienda sagrada ordenada por Dios a Moisés, donde él habitaba en medio de su pueblo. Este tabernáculo era un lugar portátil de adoración, dividido en tres partes. Estaba el atrio, que estaba en la parte exterior, es decir, afuera, el lugar santo y el lugar santísimo. Este tabernáculo simbolizaba la presencia de Dios y su comunión con su pueblo. Pero ahora, en el nuevo pacto, Dios no habita simbólicamente. Dios, de manera real, abraza a mi querido hermano y deseo que tú, mi amigo, puedas creer y abrazar esta realidad. Ahora él habita en la persona de Cristo. En el Antiguo Testamento, el pueblo de Israel organizaba sus campamentos con sus casas orientada hacia el tabernáculo, reflejando así que sus vidas estaban centradas completamente en Dios. De manera similar, amada iglesia, hoy estamos llamados, cada uno de nosotros, aquellos que han sido redimidos con la sangre preciosa del logo, a organizar nuestras vidas en torno a Cristo. quien es el verdadero tabernáculo. Cuando Jesús dijo en el Evangelio de Juan capítulo 2, versículo 19, destruyan este templo, destruyan este tabernáculo y en tres días lo levantaré. Luego el texto nos aclara más adelante que hablaba de su cuerpo refiriéndose a su resurrección. Y esto nos muestra que Cristo no sólo reemplazó ese tabernáculo, sino que también encarna el cumplimiento perfecto de lo que representaba ese tabernáculo o templo. Así que cuando contemplamos el tabernáculo en el Antiguo Testamento, Quiero decirte que ahora Cristo es el verdadero Tabernáculo del Nuevo Testamento. Pero encontramos algunas diferencias fundamentales. Por ejemplo, permítanme un poco exponer algunas de estas diferencias. En el Antiguo Testamento, el acceso al Tabernáculo era limitado. El pueblo apenas podía acercarse y sólo los sacerdotes podían entrar en el lugar santo del Tabernáculo. En contraste, Ahora en la gracia, en el Nuevo Testamento, ahora Cristo, como el tabernáculo viviente, concede a sus hijos, a los escogidos, sólo por gracia, acercarnos a Él. Y también nos da acceso directo a su presencia. ¿Pero por qué nos da acceso directo a su presencia? Porque Él ve en los creyentes, en sus hijos, en aquellos que han reconocido sus pecados, la obra de Cristo. Eso ve el Padre en los creyentes, la obra de Cristo. Ahora somos dignos de estar en su presencia, no por nuestras obras, no por nuestros méritos, sino por los méritos de Cristo. Mis amados hermanos, ahora en el Nuevo Testamento tenemos en Cristo un Dios con quien relacionarnos directamente, con quien hablar cuando hacemos uso de ese medio precioso de la oración. En el Antiguo Testamento, el sumo sacerdote, una vez al año, en el día de la expiación o en el Yom Kippur, entraba al lugar santísimo para interceder por los pecados del pueblo. Ese día era un día solemne en el cual los pecados del pueblo de Israel eran expiado o al menos temporalmente cubierto por medio de los sacrificios establecidos por Dios. Y en ese contexto, ese tabernáculo era el lugar donde Dios habitaba en medio de su pueblo, pero también era el punto de encuentro entre un Dios santo, santo, santo y un pueblo pecador. En el Nuevo Testamento, ese velo que separaba el lugar santísimo del lugar santo, se rasgó, abriendo completamente el acceso a sus hijos, al padre. Como decía anteriormente, en el Antiguo Testamento los sacrificios eran ofrecidos en el tabernáculo para el perdón temporal de los pecados del pueblo. Pero recuerda, amado hermano, y también amigos, en la cruz, Cristo fue al mismo tiempo el sacerdote, el sacrificio perfecto, porque Él es el verdadero Tabernáculo. Él puso fin a los sacrificios, ofreciendo un sacrificio perfecto y definitivo que nos reconcilia con Dios. Ese Tabernáculo en el Antiguo Testamento era también el lugar de adoración del pueblo de Dios, de Israel, pero ahora Cristo mismo es el centro de nuestra adoración. Y cuando Cristo ascendió a los cielos, la palabra del Señor nos dice que Él envió al Espíritu Santo, quien ahora mora en nosotros, y nos convirtió a cada uno de sus hijos, a cada uno de los creyentes que están en este lugar, en templos vivos, en tabernáculos, en depósitos del Espíritu Santo de Dios. Mi amado hermano, ahora ya no se trata simplemente de un lugar, de un día específico como lo era el tabernáculo o el templo en el Antiguo Testamento, sino que ahora se trata de un estilo de vida continuo de adoración. Esa es tu vida, amado hermano, un estilo de vida continuo de adoración. teniendo presente que según las escrituras tú eres un tabernáculo, un templo, un depósito del Espíritu mismo de Dios. Ahora cada aspecto de nuestra vida debe reflejar la gloria de Dios, porque en nosotros mora la divinidad del Espíritu Santo. Pero no olvidemos que todo esto es posible porque el Logo, el Verbo, Aquel que existía desde la eternidad pasada, el que estaba íntimamente unido al Padre, decide venir, encarnarse y morir en la cruz para expiar definitivamente nuestros pecados. Mis amados hermanos, ese bebé acostado en ese pesebre maloliento, rodeado de animales, estaba el tabernáculo viviente y definitivo. Para los creyentes, el Verbo Encarnado es el centro de la Navidad. Porque Cristo es el lugar donde Dios se encuentra con su pueblo donde su voluntad se revela y donde su justicia es plenamente satisfecha. Sí, Cristo vino como lo estábamos entonando en uno de esos himnos preciosos. Cristo vino desde la majestad para encontrarnos en nuestra miseria espiritual, muertos en nuestros delitos y pecado, y lo hizo para llevarnos de la vergüenza a la gloria. El apóstol Juan nos dice que aquel que tabernaculizó entre nosotros, aquel que habitó entre los hombres, era el logo, el verbo eterno. También Juan afirma con admiración, vimos su gloria. Juan describe estas palabras recordando momentos en los que la gloria de Cristo se manifestó de manera visible entre ellos. La pregunta es, ¿cómo y cuándo vieron su gloria? Creo que ellos vieron su gloria en múltiples ocasiones. Lo vieron en el poder de su palabra cuando calmó los vientos y el mar con sólo decir, ¡calla, enmudece! Lo vieron cuando, frente a la tumba de Lázaro, ordenó con autoridad, ¡Lázaro, sal fuera! Y el muerto salió vivo. La vieron cuando expulsó demonios que ningún otro pudo dominar. Pero también hubo un momento de mayor intensidad cuando Juan mismo, junto con Pedro y Jacobo, fueron testigos de algo extraordinario en el monte de la transfiguración. Aquellos que son lectores de la Palabra del Señor saben muy bien a qué me estoy refiriendo. Allí en medio de la oscuridad de la noche, Jesús con ropas comunes y corrientes, de repente se transformó. Su apariencia cambió. No fue como la nieve, sino como la luz misma. Era como si el inmortal en un breve momento se hubiese despojado de su velo humano y hubiese permitido que los discípulos contemplaran un destello de su gloria eterna. Juan con asombro recuerda y nos dice, nosotros vimos su gloria. Querido amigo y hermano, Sin embargo, la gloria de Cristo no sólo se manifestó en esos momentos espectaculares. La mayor expresión de su gloria vino en una forma que ni los discípulos ni nosotros mismos habríamos imaginado. Sus discípulos esperaban del Mesía un triunfo político rotundo, un reino visible y poderoso. Para ellos la gloria era un triunfo visible y un poder aplastador. Pero nuestro Señor Jesús redefinió la gloria. Para Él la gloria no era la exaltación terrenal. Para él, la gloria no era la aceptación de los hombres, las palabras bonitas, sino la sumisión absoluta a los designios del Padre. El momento culminante de su glorificación no fue el trono, no fueron las buenas palabras de los hombres, sino la cruz. Jesús llamó a la cruz, la hora de mi glorificación. Juan capítulo 17, versículo 1 al versículo 2. Usted puede encontrar esta afirmación divina. Aquellos que los hombres consideraban un bochorno, Jesús lo veía como glorioso. ¿Por qué? Porque en la cruz Dios estaba reconciliando a sus escogidos consigo mismo. Este es el verdadero mensaje de Navidad. Mis amados hermanos, uno de los grandes propósitos de la encarnación de nuestro Señor Jesucristo fue precisamente esto, la reconciliación entre el hombre y Dios. Este sublime acto no sólo manifiesta la inmensidad del amor de Dios, sino que también revela la plenitud de su preciosa gracia. Y es precisamente en Jesús, el Verbo Encarnado, donde vemos la gracia de Dios en su máxima expresión. Jesús es la encarnación de la gracia de Dios. Nuestro texto nos dice que él estaba lleno de gracia y de que cuál es la última palabra del versículo 14 que leímos lleno de gracia y de verdad. Muchas veces definimos la gracia como un regalo inmerecido Pero quiero decirte, amado hermano, que esa definición se queda corta. La gracia de Dios es recibir bendiciones cuando merecíamos todo lo contrario. No es sólo que no merecíamos el cielo, es que merecíamos el infierno. No es sólo que no merecíamos la compasión de Dios, es que merecíamos su castigo justo. Sin embargo, Dios decidió tratarnos con gracia, y esa gracia tiene un nombre y un rostro, Jesucristo. Que este glorioso mensaje de la encarnación de Cristo, amada iglesia, renueve nuestro gozo en estas Navidades. La Navidad no es la abundancia de comida, No son las largas horas de encuentro familiares, aunque muchas veces son lindos y amenos, nos abrazamos, compartimos. No es, si voy a entrenar para los niños ropa nueva, zapato nuevo. No, es la encarnación del verbo. Que este mensaje glorioso renueve nuestra adoración en nuestras familias. Que nosotros podamos compartir el verdadero mensaje de la Navidad a nuestros hijos. Que este mensaje glorioso renueve nuestro compromiso de vivir para la gloria de Aquel que se hizo carne lleno de gracia y de verdad. El apóstol Juan dice en el versículo 16 del mismo capítulo número 1, pues de su plenitud todos hemos recibido y gracia sobre gracia. En Jesús habita toda la plenitud del Dios de gracia. De esa plenitud hemos recibido cada uno de nosotros sin cesar. Esa es la experiencia que disfrutamos todos los que estamos en Cristo. Mis hermanos, iglesia bíblica hispana en Viena, recuerda, recuerda, para nosotros siempre será Feliz Navidad. Siempre será Feliz Navidad, aunque el día de mañana en tu casa no tengas ahí una comida sabrosa, un pavo muy jugoso. Aunque no tengas un árbol con mil colores, si lo tienes, pues maravilloso, yo lo tengo. No estoy en contra de esas cosas. Pero para nosotros, con eso o sin eso, siempre es Feliz Navidad. ¿Por qué? Porque su gracia nos rodea, nos sustenta y nos preserva. En ningún momento los creyentes debemos de sentirnos desamparados, solo. porque estamos resguardado en el lugar santísimo de Aquel que puso su tabernáculo entre nosotros. Amada iglesia, recuerden, estamos en Cristo y al estar en Él estamos seguros bajo la cobertura de la presencia misma de Dios. Sí, Jesús siempre ha sido, siempre ha existido y entonces puedes estar firme. seguro en tus días difíciles. Mi amado hermano, ¿estás sufriendo en este momento? ¿Tienes temor? ¿Tienes confusión porque visualizas un año 2025 bastante difícil por ciertas circunstancias? Mi amado hermano, suplica al Señor que te guíe para que puedas tener presente esta verdad. que él no es sólo un mero conocimiento o un mero poder, es una persona que entregó su vida en la cruz del Calvario, que te ama, que se interesa tanto por ti, que ha dado su vida en la cruz para el perdón de tus pecados y ha resucitado para darte una esperanza no temporal, sino eterna. Mi amada Iglesia, el que siempre ha existido, jamás dejará de ser. Él permanece porque Él es eterno. ¿Cómo no confiar en Él? Medita en estas verdades para que Su Espíritu te asombre en estas Navidades y lo haga siempre hasta que Él venga. Amigo, para ti, el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Dios mismo descendió para caminar en medio de su creación y lo hizo para redimir nuestros pecados. No sigas viviendo separado de Aquel que vino a salvarte. Cristo tomó nuestra humanidad. Ruega a Dios poder abrazar este mensaje y creerlo. Arrepiéntete de tus pecados. Ven a Él. Ven a Él, corre hacia Él. No necesitas obras. Ven a Él, quien habitó entre nosotros para reconciliarnos con Dios. Amigo, hoy es el día de salvación. Ven al Verbo Encarnado y encuentra en Él gracia y verdad y experimenta lo que su pueblo, lo que sus hijos estamos experimentando. Dios te bendiga. Feliz Navidad. Dios me los bendiga y me los guarde. Y mi mayor deseo para mis amigos es que este mensaje pueda tener un lugar en tu corazón. Ruego, hemos rogado como iglesia, como liderazgo, que este mensaje caiga en tierra fértil. y dé fruto al ciento por uno. Una vez más, ¡Feliz Navidad! El Verbo se ha encarnado. El que ha existido, siempre existirá. Es el Eterno. ¡Gloria a Dios! ¡Aleluya! Amados hermanos, oremos al Señor. Amado Padre, gracias por darnos un año más, Señor. donde podemos celebrar esta temporada tan especial y tan esperada, Señor, por todos nosotros. El poder recordar el nacimiento precioso, glorioso del Eterno, el Verbo. Dejaste tu majestad y decidiste descender tomando nuestra humanidad. Pero sin pecado, lo describe el autor de Hebreo. Gracias por tu paciencia. Gracias por alcanzarnos. Gracias por llenarnos de tu verdad y de tu gracia. Padre, ayúdanos, por favor, como iglesia, a festejar, Señor, de manera bíblica, verdadera, el significado de esta temporada. Que podamos, Señor, instruir a nuestros hijos, a nuestros jóvenes, a los nietos, Que cuando podamos compartir con amigos no creyentes, tú nos de las palabras de gracias, las palabras exactas para que nosotros podamos compartir este precioso mensaje. Señor, el verdadero significado de la Navidad. Por medio de tu obra en la Cruz del Calvario, tú nos reconciliaste. Te puedes ser tus enemigos. Bendice a los amigos que están aquí entre nosotros. Oh Dios, sólo Tú puedes atravesar esos corazones, sólo Tú los puedes alcanzar. Te ruego, por favor, te lo suplico, alcánzalos y llénalos de Tu gracia, por favor. Sálvalos. Bendice a Tu Iglesia, Señor, y gracias por sustentarnos, sostenernos. Oramos en el nombre precioso de Tu Hijo y nuestro Dios y Salvador Jesucristo. Amén.