00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
Entonces, en esta mañana nosotros tenemos el tema 13 que lleva por título La Gracia de Dios. La Gracia de Dios. El autor nos dice en esa primera frase que la Gracia de Dios, esta perfección del carácter divino, se ejerce sólo para con los elegidos. Esta perfección del carácter divino se ejerce sólo para con los elegidos. ¿Quiénes son los elegidos? ¡Excelente! Es decir, aquellos que Dios ha traído a salvación. Entonces, la gracia, este tema que vamos a hablar acá, solamente se aplica a esas personas. No hay gracia sobre el inconverso, no hay gracia sobre el impío, solamente sobre los reyentes. En el Antiguo Testamento, Cuando nosotros leemos, cuando comenzamos a leer el Antiguo Testamento, nosotros nos damos cuenta de que ese término no se menciona, ese atributo no se menciona para todo el género humano. no se menciona para todo el género humano sino solamente para las criaturas de él, para sus hijos mejor dicho, para sus hijos. Entonces, la gracia de Dios se distingue en ese aspecto de la misericordia. La misericordia de Dios sí es a todo el mundo. y ese es el atributo que nosotros vamos a estudiar el próximo domingo si Dios quiere, la misericordia de Dios. La misericordia es, sí, para todo el mundo, pero la gracia ¿para quién es, Rachel? Para los elegidos por Dios, exactamente, para sus hijos. Es la única, la gracia es la única fuente de que emana la buena voluntad, el amor y la salvación de Dios para sus escogidos. Es de ese lugar que emana esa buena voluntad, de ese lugar es que emana ese amor, esa salvación para sus elegidos. Y hay un autor llamado Abraham Wood, Abraham Bush describe en un libro que se llama El Reino de la Gracia, Él dice que la gracia, definiéndola, es el favor eterno y totalmente gratuito de Dios, manifestado en la concesión de bendiciones espirituales y eternas a criaturas culpables e indignas. Vuelvo y repito, gracia es el favor eterno y totalmente gratuito de Dios manifestado en la concesión de bendiciones espirituales y eternas a criaturas culpables e indignas. En otras palabras, La gracia divina es el favor soberano y salvador de Dios, es ese favor que Dios da a aquellas personas que no tienen mérito propio, a aquellas personas que no se lo han ganado. que no han hecho nada para ganárselo. Eso es gracia. Amén. Entonces, cuando nosotros hablamos de esto, debemos de entender que si nosotros somos beneficiarios de la gracia de Dios, no ha habido nada en nosotros que nos haya hecho ganarnos ese favor de Dios. ¿Entiende eso? Es bueno que entienda esto porque pudiera darse el caso de que pensamos que la gracia es como algo que yo me gané porque yo acepté a Cristo. Y no es eso. La gracia no es algo que yo me gané porque yo acepté a Cristo, al contrario. Yo fui beneficiario de la gracia y esa gracia me llevó a aceptar a Cristo. ¿Entiende la diferencia? ¿Entiende por dónde vamos? Entonces, no piense que usted diga, bueno, porque ya yo estoy, soy parte del grupo de los predimidos, ya yo soy beneficiario de eso porque yo me esforcé en dar un paso de fe, en arrepentirme, en convertirme. Y eso no es lo que la Palabra de Dios nos enseña, para nada, para nada. Nosotros no merecíamos nada del Señor. Entonces, nosotros como sus criaturas no podemos comprar, no podemos lograr ni ganar esa gracia. porque si yo pudiera comprar, si yo pudiera ganar o lograr esa gracia, entonces ya dejaría de ser gracia. Cuando nosotros vimos que algo es de gracia, que algo fue recibido por gracia, quiere decir que el receptor, el que la recibe, no tiene ningún derecho sobre eso que está recibiendo. Que el que lo recibe no está recibiendo un pago, no está recibiendo un el bono no está recibiendo un incentivo porque trabajó para ganarse eso. Eso, si fuera así, entonces no sería gracia, no sería de gracia. Porque gracia, el término nos dice que es un favor inmerecido, es algo que yo no me he ganado. Nos llega por simple caridad. y al principio nosotros ni la deseamos ni la pedimos. ¿Oyó eso? Ni la deseamos ni la pedimos. Esa exposición más completa, más preciosa de la gracia de Dios se halla expuesta en las epístolas del apóstol Pablo. En esos escritos nosotros encontramos un contraste abierto, un contraste claro entre lo que son las obras, entre lo que son los méritos humanos y lo que es la gracia. Cuando nosotros hablamos de obra, cuando hablamos de méritos aquí, estamos hablando de cualquier esfuerzo, de cualquier trabajo realizado para usted ganar algo. Y ese término gracia aparece claramente expuesto en Romanos capítulo 11, verso 6. Y me gustaría que usted se anime a leerlo. Por favor, ¿quién me ayuda? Y puede leer Romanos capítulo 11, verso 6. ¿Quién se anima? Pero si es por gracia, ya no es a base de obra. De otra manera, la gracia ya no es gracia. Si es por obra, ya no es gracia. De otra manera, la obra ya no es obra. ¡Exactamente! Eso es lo que nos dice, ¿verdad? Si es por gracia, ya no es por obra. Porque si fuera, entonces la gracia no sería gracia. Y si por la sobra ya no es gracia, de otra manera la obra ya no es obra. Entonces, la gracia y las obras son cosas que no se pueden mezclar, no se pueden confundir, no se pueden ligar. La gracia y la sobra es como el ácido cuando se habla en química ácido y alcalino. Es como el agua y el aceite. No se pueden ligar. Si yo entiendo que yo me he ganado algo, entonces ya no es gracia lo que estoy recibiendo. Estoy recibiendo un pago. Estoy recibiendo un beneficio de algo que yo he trabajado para alcanzar. Pero cuando nosotros hablamos que la salvación es por gracia o la gracia de Dios, estamos hablando de algo que yo no trabajé, que algo que yo no merecía, algo que yo no buscaba y algo que se me dio, que Dios me dio sin mérito alguno de mi parte. Esa es la gracia de Dios. Entonces, cuando nosotros estamos hablando de la gracia de Dios, estamos hablando que todo lo que hemos recibido de Dios, lo hemos recibido precisamente por gracia. No hemos merecido nada, nada para alcanzar nada, para lograr, para recibir ningún beneficio de parte de Dios. Esa gracia, tiene tres características principales, la gracia divina. Tres características principales. La primera de ellas es que la gracia es eterna. Eso es lo primero. Esa gracia fue ideada antes de utilizarse, propuesta antes de impartirse. Eso es lo que nos dice II Timoteo capítulo 1, verso 9. quien nos llamó, quien nos salvó, perdón, y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos. Segunda de Timoteo 1.9 Dios nos dio eso desde la eternidad pasada, desde allá. Dios nos dio su gracia. Dios nos hizo receptores de su gracia. Y como el término lo dice y como estamos hablando, la segunda característica de la gracia de Dios es que es precisamente gratuita. Es gratis. Nadie jamás la ha adquirido. Nadie jamás ha trabajado por ella y ha logrado alcanzar la gracia de Dios. A nosotros los receptores, los beneficiarios de la gracia no nos costó nada. El dador de la gracia sí le costó. Amén. Es bueno entender la diferencia. Hubo una parte que sí pagó, pero esa es la parte divina, ese es Dios, el que obró conforme a su misericordia para con nosotros al extendernos su gracia a través de la vida de Cristo. Pero nosotros no estamos recibiendo ningún pago, no estamos recibiendo ningún salario, Yo no me he ganado esto porque soy pastor o porque vengo a la iglesia o porque me dedico a esto. Yo no estoy ganando puntos a favor cuando yo salgo a testificar o cuando usted sale a testificar a alguien, cuando usted sale a predicarle a alguien. No estamos ganando puntos a favor. Amén. Es bueno que usted entienda eso. En tercer lugar, la gracia es soberana. ¿Qué quiere decir eso? Con que la gracia es soberana. que quien la ejerce, Dios, la otorga a quien Él quiere, a quien Él quiere. Amén. Es soberana, como dice Romano 5.21, para que la gracia reine, es decir, si reina es porque está en el trono y el que ocupa el trono ese es el soberano. Por eso Hebreo 4.16 nos habla acerca del trono de gracia. Es el que está allá en el cielo, ¿verdad? Entonces Él en Su soberanía otorga Su gracia a quien Él quiere. Él otorga Su favor a quien Él quiere. Y cuando nosotros hablamos de gracia debemos de hablar también en todo el sentido de la palabra que Su favor se extiende a sus elegidos, como dije al principio, pero dentro de sus elegidos Dios alguno le puede proveer capacidades humanas, financieras, para estar en una mejor posición económica en esta tierra y quizás a otros que también son receptores de su gracia no le provee esas capacidades, esas habilidades o esos recursos y como él es soberano, él decidió otorgárselo a quien él quisiera. Como dice la palabra, no es del que coge ni del que quiere, sino de Dios quien tiene misericordia. Esa es la gracia de Dios, es soberana. Entonces son tres cosas, tres características que tiene la gracia. ¿Cuáles son? A ver, si usted se acuerda. Es eterna, esa es la primera. Es soberana, esa es la tercera, falta la del medio. El nombre lo dice? Es gracia pero... ¡Gratuita! Es eterna, es gratuita y es soberana. Estas son las... Perdón. Estas son las tres características de la gracia de Dios. Entonces, la gracia al ser un favor inmerecido se ha de conceder de manera soberana, por esa razón en Éxodo 33.19 el Señor nos dice, tendré misericordia del que tendré misericordia. Si Dios mostrara su gracia sobre todos los descendientes de Adán, si Dios demostrara su gracia sobre todos los descendientes de Adán, la conclusión a la que llegaría los descendientes de Adán, sería de que Dios estaba obligado a llevarlos al cielo como una justa compensación por haber permitido que la raza humana cayera en el pecado. Es decir, si Dios extendiera su gracia sobre todo el mundo y era así, porque yo soy hombre, yo, claro, eso no es lógico, Eso es lo lógico, pero debemos de entender que el gran Dios no está obligado para con ninguna de sus criaturas y mucho menos para con aquellas personas que le son rebeldes a impartir su gracia. Dios no está obligado a eso. Entonces, por esa razón la gracia no se extiende a toda la humanidad, sino solamente a quien Exactamente, a lo que Él ha escogido, a lo que Él quiere, a lo que Él ha querido escoger. ¿Por qué razón? Porque Él es soberano y porque Él ha determinado escoger a algunos y a otros, dejarlos a su propia suerte. La vida eterna, mis hermanos, es una dádiva, es un regalo. Por esa razón, la vida eterna no se puede conseguir por obras, ni tampoco se puede reclamar como un derecho. No es que yo me merezco esto porque yo soy una persona fiel en la Iglesia, no. Si la salvación es un adadio, ¿a quién tiene el derecho alguno de decirle a Dios a quién debería de concedérsela? Hay personas que viven reclamando eso, ¿no? ¿Por qué? ¿Por qué Dios permite esto? Y tampoco podemos pensar que alguien diga, no pero si alguien desea convertirse, Dios va a echazar a esa persona porque no fue parte de los elegidos. No, tampoco es eso. Porque nosotros debemos de entender que no hay nadie quien busque a Dios. Y cuando una persona muestra el deseo de buscar a Dios es porque es Dios quien ha puesto en su corazón ese deseo. Por esa razón Él dice en Su Palabra que Él no rechaza a nadie, que vaya a sus pies, que vaya buscándole. Pero debemos entender que sí Dios ejerce el derecho que a Él le asiste de elegir dentro de un mundo impenitente, un mundo incrédulo, A Dios le place elegir a un número limitado para salvación porque Él es soberano y a quien Él quiere entonces Él imparte esa gracia. Dios no está obligado, mis hermanos, a dar por la fuerza su dádiva, su regalo, su don a aquellos que no lo aprecian. Dios no está obligado a eso. Nadie está obligado a dar lo que es suyo, ¿verdad que no? Dios no está obligado a salvar a nadie que ha resuelto seguir su propio camino. Dios no está obligado a eso. Pero Dios en su gran amor extiende su gracia sobre un grupo que está en la misma condición que aquellos que no fueron receptores de esa gracia. Amén. Que lo que cambia esa perspectiva de vida, es la gracia de Dios en el corazón de esa vida. Entonces, por eso que usted debe ver que esto es una obra de Dios de principio a fin. Es decir, el que produce en nosotros ese querer como hacer, es Dios por su buena voluntad. Es su gracia, orando en nosotros, que nos lleva a esto. Por eso hay personas que en su impenitencia van a persistir en pejar porque su corazón no redímido le va a llevar entonces a una vida de constante pecado y constante rebeldía en contra de los mandamientos de Dios. La mejor señal de que una persona ha sido receptora de la gracia de Dios es precisamente ese deseo de obedecer, de someterse a los mandamientos de Dios. Esa es la señal inequívoca de que esa persona ha sido receptora de la gracia de Dios. Ese deseo de conocer lo que Dios ha revelado en su Palabra y someterse a esos dictámenes, a esos mandamientos, a esas ordenanzas. Entonces, si nuestro corazón no siente ese deseo de someternos a lo que Dios ha mandado en su Palabra, debemos pedir al Señor que tenga misericordia de nosotros. Y si eso nace en nuestro corazón, Señor, da misericordia a mí porque en mí no hay ese deseo de someterme a tus dictámenes, a tus mandamientos, a tus ordenaciones. Es una buena señal porque Dios está impartiendo gracia para que usted ore de esa forma. Amén. ¿Ve cómo es la obra de Dios? ¿Ve cómo Dios se manifiesta? Por eso es que toda la gloria es para Él y nada de nosotros. Así que no hay nada que encolerice más al hombre natural y que saque más a la superficie de su corazón esa enemistad innata y dura contra Dios que el hacerle ver que la gracia de Dios es eterna, gratuita y absolutamente soberana, no hay nada, no hay nada. Entonces, nosotros estamos acá, mis hermanos, porque Dios ha sido misericordioso para todos nosotros y ha impartido su gracia. Primero misericordia, porque como le dije, la misericordia es a todo el mundo y en segundo lugar, entonces a quien a él le ha placido le ha impartido entonces su gracia. Amén. Su gracia. Entonces ese corazón no quebrantado Para ese corazón no quebrantado es demasiado humillante aceptar que Dios formó su propósito desde la eternidad sin consultar para nada con la criatura. Para la persona que se cree recta, como hay mucho en el mundo, para esa persona que se cree recta realmente les resulta duro, en exceso, en demasía, creer que la gracia no se puede conseguir, no se puede ganar por el propio esfuerzo humano. Hay personas que son así duras de corazón, no, yo tengo que ganarme eso. En el catolicismo romano eso es lo que prima, tú te ganas la salvación, tú tienes que trabajar para alcanzar el favor de Dios. Son personas con un corazón altanero porque piensan, aunque quizás no lo dicen, pero piensan así, de que si trabajan duro, si se esfuerzan mucho, pueden alcanzar algo de parte de Dios, pueden comprar el favor de Dios. Eso también se da en los Testigos de Jehová, con ese esfuerzo constante, por visitar, por predicar, porque ellos entienden que a través de eso se están ganando puntos a favor delante de Dios para poder tener la entrada al fenómeno de los siglos. Pero la Biblia no nos enseña eso. Y el hecho de que la gracia separa a los que quieren para ser objeto de sus favores, provoca entonces, es decir, ese hecho de que nosotros hablemos de esto, de que esto es solamente para el mundo, provoca entonces muchas protestas, discusiones acaloradas de esas personas rebeldes y orgullosas. No, es que cómo es posible que esto sea así, que yo no creo que Dios pueda hacer esto, se olvidan de ese aspecto de lo que es la soberanía de Dios y que Él ejerce su soberanía sobre lo que Él quiere y cuando Él quiere. Como el barro que se levanta en contra del alfarero, el que va moldeando al barro y le diga ¿por qué me has hecho así? ¿Usted cree que eso sería correcto? El alfarero moldea el barro a su antojo y le da forma a ese barro a su antojo, conforme a su deseo, conforme a su plan, conforme a sus proyectos. Así es que hace el alfarero con el barro, ¿verdad que sí? El alfarero no va a preguntarle al barro, ¿cómo tú quieres que te haga? ¿Te hago una taza? ¿O te hago una pinajita? ¿O te hago un plato? ¿Cómo te hago? Dime, ¿cómo te gustaría que yo te haga? Eso no es lo que enseña la... bueno, la naturaleza, pero tampoco la Palabra de Dios. Entonces, esa gracia distintiva de Dios se muestra a Él salvar a los que en Su soberanía, a Él salvar a los que en Su soberanía Él ha separado para ser Sus predilectos. Así de sencillo. Dios en Su soberanía decidió este aquí, este aquí, este allá, para ser Sus predilectos. Entonces, cuando nosotros hablamos de distintiva, nosotros estamos hablando de que Dios, en su gracia, escoge a algunos y a otros deja a su suerte. Amén. Escoge a algunos y a otros deja a su suerte. Esa fue la gracia que le llevó a Dios a sacar a Abraham de entre sus vecinos idólatras, de entre sus parientes idólatras, y lo llevó a convertirse, a ser llamado un amigo de Dios. Es esa gracia. Fue esa gracia la que salvó a los publicanos de los, ¿cómo se llamaban nosotros?, de los fariseos. Esa gracia que dijo, déjalos a estos fariseos. Es esa gracia que obró en el tiempo de Noé para llamar a Noé para que construyeran un arca y fuera salvado él y su familia, es la gracia de Dios. Hay un autor llamado James Hervey que ha presentado un artículo en una página completa, más de una página, Yo solamente le voy a leer una sola porción para que lo podamos tomar como referencia, pero ustedes lo tienen ahí en su manual, en su libro, es bueno que ustedes lo lean la porción completa. Solamente le voy a leer una parte. Dice así este señor James Hervey, Considerad el caso de Saulo, el perseguidor ruedi encarnizado, que vomita amenazas, dispuesto a hacer una carnicería, acosando a las ovejas y matando a los discípulos de Jesús. La desolación que había causado y las familias que había arruinado no eran suficientes para calmar su espíritu vengativo. eran sólo como un sorbo que, lejos de saciar al sabueso, le hacía seguir el rastro más de cerca y suspirar más ardientemente por la destrucción. Estaba sediento de violencia y muerte, tan ávida e insaciable era su sed que hasta respiraba amenaza y muerte. Hechos 9.1 habla acerca de eso. Sus palabras eran como lanzas y flechas, y su lengua como una espada afilada. Amenazar a los cristianos era para él tan natural como el respirar. En los propósitos de su corazón rencoroso no había sino deseo de exterminio. y sólo la falta de más poder impedía que cada sílaba y cada aliento que salía de su boca esparciera más muerte e hiciera caer más discípulos inocentes. ¿Quién según los principios de justicia humana no le hubiera declarado vaso de ira preparado para una condenación inevitable? Más aún, ¿quién no hubiera llegado a la conclusión de que para este enemigo implacable de la verdadera santidad estaban reservadas forzosamente las cadenas más pesadas y la mazmorra más oscura y angustiosa. Con todo, admirar y adorar los tesoros insondables de la gracia. Este saulo fue admitido en la compañía bendita de los profetas, contado entre el noble ejército de los mártires, y llegó a ser figura destacada entre la gloriosa comunión de los apóstoles. Un ejemplo claro, mis hermanos, de lo que fue el corazón transformado por la gracia de Dios de un hombre como lo fue Pablo. El apóstol ruego, ¿verdad? más ruego, el apóstol Pablo. La maldad de los Corintios era proverbial. Algunos de ellos se revolcaban en el sieno de vicios tan abominables y estaban acostumbrados a actos de injusticia tan violentos que eran reprobables hasta para la naturaleza humana. Con todo, aún estos hijos de violencia, estos esclavos de la sensualidad, fueron lavados, santificados y justificados. I Corintios 6, 9 al 11. Lavados en la preciosa sangre del Redentor, santificados por la operación poderosa del Espíritu bendito, justificados por las misericordias infinitas y tiernas del buen Dios, los que en otro tiempo eran la aflicción de la tierra, fueron hechos la gloria del cielo, la delicia de los ángeles. ¿Qué les parece? ¿Qué les parece eso? Tremendo, ¿verdad? Entonces, esa gracia de Dios, mis hermanos, se manifiesta en el Señor Jesucristo. Esa es la manifestación plena de la gracia de Dios, por Él y a través de Él. Eso es lo que nos dice Juan 1.17, que la ley fue dada por medio de Moisés, mas la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. Eso no quiere decir que Dios no hubiera cobrado gracia antes de venir Cristo, pero la manifestación de Cristo es la manifestación más plena, más completa de la gracia de Dios, porque nosotros recibimos gracias a través de Cristo. Amén. Aunque en el Antiguo Testamento, Dios dio de su gracia también sobre personas puntuales. Como nosotros vimos, hemos visto por ejemplo en Génesis, hoy ya terminamos esta serie, como lo siguió Dios manifestando a través del pueblo de Israel y también a través de algunos gentiles que pudieron ser receptores de esa gracia siendo gentiles. No sé si usted ha leído en Bosuel cómo Dios fue misericordioso para con una señora prostituta llamada Rad. que era gentil, que era de la ciudad que Dios había ordenado destruir y Dios fue misericordioso, Dios impartió su gracia y a través de esa prostituta es la línea genealógica del Rey David y por ende es la línea genealógica del nacimiento físico de nuestro Señor Jesús. Amén. También Ruth, también Ruth, que era gentil y fue receptora de esa gracia. Así que Dios impartió su gracia también en el Antiguo Testamento, pero la revelación plena de su gracia se manifestó. Se manifestó cuando Cristo vino aquí en la Tierra. Entonces, esa gracia de Dios es la que nosotros proclamamos en el Evangelio. Esa gracia es la que nos dice el apóstol que es tropezadero. para el judío que se cree justo por ser judío, por haber nacido siendo judío, y locura para el griego, el vano, el filosófico. ¿Y por qué? ¿Por qué se presenta como una locura? ¿Por qué se presenta como algo vano? ¿Por qué se presenta como algo sin sentido? Precisamente porque en la gracia, cuando hablamos de la gracia, no hay nada que halague el orgullo del hombre. No hay nada que halague el orgullo del hombre. El Evangelio nos enseña que no podemos ser salvos si no es por gracia. El Evangelio nos enseña que fuera de Cristo es el don inefable de la gracia de Dios. Fuera de Cristo la situación del hombre es terrible, es irremediable, está sin esperanza. Fuera de Cristo. El Evangelio le habla a los hombres como unos criminales, culpables, condenados, muertos. Ese es el Evangelio que nosotros somos llamados a predicar. Antes tienen que verse a la luz de lo que la Palabra de Dios dice para que entonces tomen una decisión. O lo rechaza, sigue siendo rebelde rechazándolo o viene humillado delante de Dios. El Evangelio nos dice que el más sincero moralista de la sociedad está en la misma condición terrible que el más peligroso criminal de esta tierra. Están ambos bajo condenación. Oye, eso es lo que presenta el Evangelio. que el religioso, el religioso más vehemente con sus buenas obras, no está en mejor posición que el infiel más profano de esta tierra. Eso es el Evangelio. Eso es lo que nosotros somos llamados a predicar. El Evangelio considera a todo descendiente de Adán como un pecador caído, todo descendiente de Adán, contaminado, merecedor del infierno, desamparado. La gracia que anuncia el Evangelio es la única esperanza de esa persona en esa condición. Entonces, nunca piense usted que esa persona, porque sea buena, va a tener alguna oportunidad de ganarse el cielo, porque usted también estaría haciéndose cómplice de ese concepto erróneo de que la persona tiene algún mérito en sí mismo para poder ganar algún favor de Dios. Por muy buena que sea la persona, esa persona necesita a Cristo, necesita repentirse, necesita venir confesando sus pecados y su culpa, porque todos somos pecadores. Amén. Todos aparecemos delante de Dios como culpables, como personas convictas de las personas que hemos quebrantado la santa ley de Dios. Ya la sentencia ha sido dictada, ni siquiera estamos esperando a que se nos dicte la sentencia, ya la sentencia ha sido dictada. lo que nos libra de esa condenación es en nosotros ser receptores de esa gracia, es recibir esa gracia, es recibir esos beneficios. Entonces, ¿cómo podemos recibir esos beneficios si todavía no lo hemos recibido, si usted todavía no lo ha recibido? Venga delante de Él, reconozca En primer lugar, esa absoluta rectitud de Dios, que Dios es recto, que Dios demanda el cumplimiento de su ley y que en usted no existe la capacidad mínima de cumplir esa ley y que por lo tanto usted tiene que abandonarse a sus brazos a los brazos del Señor para que Él sea misericordioso para con usted y le imparta de su brazo. Amén. Y así entonces usted pueda ser librado de la condenación del justo juicio de Dios. Como dijo otro autor llamado G.S. Bishop, es el último párrafo de este capítulo, Él dijo de la siguiente forma, la gracia es la provisión para hombres que están tan caídos que no pueden levantar el hacha de justicia, tan corrompidos que no pueden cambiar sus propias naturalezas, tan opuestos a Dios que no pueden volverse a Él, tan ciegos que no le pueden ver, tan sordos que no le pueden oír, tan muertos que Él mismo ha de abrir sus tumbas, es decir Dios, ha de abrir sus tumbas y levantarlos a la resurrección. ¿Qué le parece? Esa es la gracia de Dios. Así que el Señor nos ayude, ¿verdad?, a nosotros poder ser receptores de su gracia. Amén. Que podamos haber recibido de su gracia, porque eso nos da garantía eterna. no solamente en esta Tierra, no solamente en esta Tierra, sino para siempre, de que Él nos sostendrá, de que nos llevará a su descanso etéreo. Amén. ¿Alguna pregunta?
La Gracia de Dios
"Y si por gracia, luego no por las obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por las obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra". (Rom. 11:6)
Esta perfección del carácter divino es ejercida sólo para con los elegidos. Ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento se menciona jamás la gracia de Dios en relación con el género humano en
general, y mucho menos en relación con otras de sus criaturas. En esto se distingue de la "misericordia", porque ésta es "sobre todas sus obras" (Sal. 145:9).
Sermon ID | 131192135523298 |
Duration | 43:29 |
Date | |
Category | Sunday School |
Bible Text | Psalm 145:9; Romans 11:6 |
Language | Spanish |
© Copyright
2025 SermonAudio.