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Hay un par de palabritas cortas que se repiten en ocasiones en las escrituras que tienen significados completamente contrarios, de hecho. Ambas nacen de un sentido de admiración en alguna medida. Ambas nacen de encuentros con Dios o de momentos en los que la realidad de quién es Dios golpea. y la persona puede responder con un ay. Muchas veces esa respuesta se da en las escrituras. Recordamos a Isaías cuando tiene la visión de Jesucristo en el trono y él dice ay de mí, ay de mí que soy pecador ante la realidad de la santidad de Dios. Esa fue su respuesta. Sin embargo, en otras ocasiones y muchas veces en los salmos encontramos esta otra palabrita que se ha traducido como oh, en español. Oh, y lejos de una, de un clamor de tristeza o de dolor, se convierte en un clamor de alabanza. en una voz de júbilo y de alegría ante, igualmente, la revelación de Dios y cuando Dios ha dicho quién es Él. Y de esta manera es que Pablo concluye el capítulo 11 de la Epístola a los Romanos con un cántico, se podría decir un himno de alabanza a Dios. Romanos 11 del 33 al 36 dice, ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero para que le fuese recompensado? porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Oremos. Padre, queremos unirnos a la voz y el sentir de Pablo en esta mañana. Hemos contemplado a profundidad los misterios de la salvación que tú has urdido en el plan eterno y nosotros ahora entendemos un poco mejor y sin embargo una realidad golpea con fuerza y es la realidad de tu grandeza, de tu sabiduría, de tu poder, de tu amor, de tu fidelidad y queremos unirnos a Pablo y simplemente doblar nuestras rodillas, postrarnos en nuestros corazones y adorarte, y alabarte, y exaltarte ante Él. Llena nuestros corazones, infla nuestros corazones de alabanza en esta mañana al recorrer este pasaje en que terminemos hoy con una perspectiva aún más alta de quién eres tú. En el nombre de Jesús. Amén. Y Amén. Una pequeña palabra cargada de emoción. Así comienza Pablo. ¡Oh! Una palabrita tan pequeña, pero tan profunda y tan llena, expresa una fuerte admiración delante de quien es Dios. Y así inicia Pablo su himno de alabanza a Dios. Realmente esto es una doxología. Nosotros entonamos doxologías todos los domingos. De hecho, casi todos los cantos que entonamos son doxologías, en alguna manera en el sentido estricto de la palabra. Porque doxología viene de la palabra doxa, que significa gloria, y la palabra logía, que significa palabra, dicho, discurso o expresión. Entonces, una expresión de gloria a Dios, eso es una doxología. Y tenemos doxología entonces en todos los cantos que elevamos a Dios. Tenemos doxología en todas las alabanzas que compartimos. Tenemos doxología en nuestras oraciones. Tenemos doxología en este momento, sentados, escuchando la predicación de su Palabra. Y esta doxología es especial porque a la vez es como una conclusión de todo lo que Pablo ha venido enseñando. En vista de todo lo anterior, en vista de todo lo que hemos estudiado acerca del plan perfecto de salvación, Pablo estalla en este canto de alabanza. Oh profundidad, dice, de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios. Esa profundidad habla de la grandeza en todo sentido. Algo en lo que uno se puede meter y hundirse, que no lo puede medir, que no lo puede abarcar, que no lo puede abrazar. A la vez habla de lo inagotable. lo inconcebible para la mente, no poder ni siquiera conceptualizarlo. Así de profunda es la riqueza de la sabiduría y de la ciencia de Dios. ¿Quién podría medir las riquezas de la sabiduría de Dios? Cuando hablamos de riqueza, hablamos de abundancia. Nosotros usamos esa palabra cuando alguien tiene más de lo normal, ¿verdad? Cuando alguien tiene más de lo normal, usualmente, hablando en términos de dinero, hablando en términos materiales, decimos que tiene mucha riqueza. Pero también metafóricamente hablamos de riqueza en otros sentidos. ¿verdad? Hablamos de riqueza cuando una persona tiene mucha sabiduría, mucha inteligencia, conoce mucho ¿verdad? Entonces decimos que tiene una mente muy rica. O cuando tenemos una experiencia que hemos disfrutado muchísimo, ¿qué decimos? La pasamos muy rico, ¿verdad? Pero aquí estamos hablando de la riqueza en un sentido metafórico porque no es algo material, pero definitivamente estamos hablando de la abundancia que sobrepasa aquello a lo que estamos acostumbrados. La abundancia de la sabiduría y de la ciencia de Dios. su capacidad de comprender, esa es su sabiduría. El entendimiento de Dios de cómo funcionan las cosas, de cómo se desarrollan todas las interacciones posibles entre todas las cosas creadas. Sólo decirlo, si nos ponemos a pensar por un momento, nos puede llegar la cabeza y no podríamos terminar de pensar en las implicaciones de que Dios tenga controlado y medido absolutamente todo lo que ocurre, todas las interacciones, todas las acciones y reacciones en este mundo, a lo largo de toda la historia, en todas las áreas y en todos los momentos. Dios lo entiende todo perfectamente. porque Él es el Creador de todo, y Él es Soberano sobre todo. Sus acciones, a la luz de esa comprensión, sólo imagínate lo que Él puede hacer entendiendo lo que entiende, entendiendo el mundo como Él lo entiende. Por eso es que podemos confiar en sus planes, por eso sabemos que lo que Él ha dicho que va a hacer desde el principio, lo va a hacer. va a llegar hasta el final, lo va a llevar conforme a sus propósitos, porque todo lo sabe, todo lo entiende, y hace lo que Él quiere hacer, y puede hacerlo. Cuando hablamos de ciencia, hablamos de conocimiento, el contenido de lo que sabe. Entonces por un lado lo que entiende, y por otro lado lo que Él sabe. Y podemos afirmar que Él lo sabe todo siempre y entiende todo, acerca de todo, siempre. Ese es el Dios que adoramos. No hay un momento en el que Él diga, ay, esto no lo vi venir, ups, se me salió de las manos. él nunca queda perplejo, él no se rasca la cabeza cuando alguien hace algo que él no esperaba, él no se confunde, no se le enredan los planes, no aprende nada nuevo, él no va aprendiendo con el tiempo y ajustando el plan de acuerdo a lo que los hombres decidan o no decidan hacer, él no cambia sus propósitos eternos, él no se replantea Ningún plan, ninguna idea. Él tiene un plan de salvación perfecto y lo ejecuta a la perfección. Cuán insondables, sigue diciendo Pablo, cuán insondables son sus juicios. Algo insondable es algo imposible de entender, imposible de explicar, inimaginable. Y cuando estamos hablando de sus juicios, en este caso no estamos hablando en un sentido legal de los juicios que Él ejecuta sobre los buenos y los malos, no es eso. No es en el sentido de juez, sino sus juicios en el sentido de su uso de razón y las decisiones que toma, sus decretos. ¿Quién puede explicar las decisiones de Dios? ¿Quién puede entender sus planes eternos? Son inescrutables, son insondables. Algo inescrutable es algo que no se puede rastrear, que no podemos ver de dónde vino y no sabemos para dónde va. de alguna manera es sinónimo de incomprensible, ¿verdad? Estamos metiendo como todo dentro de estas categorías que básicamente nos dicen, ustedes son muy pequeños en su mente, somos muy limitados. Nosotros no podemos entender esta grandeza de la sabiduría de Dios. No podemos pretender conocer todo acerca de Dios. A veces tenemos interacciones así, especialmente cuando tenemos muchos años de estar casados con la misma persona. Hay cierta predictibilidad, ¿verdad? Y podemos decir, podemos anticipar en alguna medida cómo va a reaccionar, qué va a hacer, qué va a decir. Nosotros no sabemos, no podemos predecir a Dios, no podemos anticiparnos a Él, más allá de lo que Él ha dicho que va a hacer. No podemos entender Sus decretos, no podemos rastrear Sus acciones. Proverbios 10, perdón, Proverbios 30, del 18 al 19, habla de algunas cosas que no se pueden rastrear, como el rastro del águila en el cielo, dice el autor de Proverbios. O como el rastro de la serpiente sobre una peña o sobre una roca. Como el rastro de un barco en medio del mar, se ve por un momento y ya después no lo vemos más. Como el rastro de un hombre en el corazón de una mujer. Aún más misteriosos y ocultos son los caminos de Dios. Porque ¿Quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿Quién entendió la mente del Señor? El Dios que lo entiende todo a la perfección. ¿Quién puede entenderlo a Él? ¿Quién podría conocer sus pensamientos? Nosotros no podemos entender como Él entiende. Si pudiéramos entender a Dios seríamos más grandes que Dios. Sus razonamientos, sus pensamientos, sus decisiones están fuera de nuestro alcance. Y por lo tanto, ¿quién le puede aconsejar? ¿Quién puede decirle a Dios, tengo una idea, tal vez usted no ha considerado esto? Tal vez yo tengo un mejor criterio en esto porque yo lo estoy viviendo. Déjeme explicarle bien cómo me siento. No podemos aconsejar al Señor. Isaías 40.13 dice, ¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová o le aconsejó enseñándole? Job tuvo una experiencia que lo llevó a expresar. ¿Has oído tú el secreto de Dios? ¿Está limitada a ti la sabiduría? Si no podemos entender los planes y caminos de Dios, ¿cómo se nos ocurre a veces tratar de ponerlo en el banquillo de los acusados y juzgar sus acciones, y juzgar sus decretos, examinarlo como si pudiéramos meterlo bajo un microscopio? ¿Por qué permitió que pasara esto? ¿Por qué no me dio aquello que le pedí si era bueno? ¿Por qué me salvó a mí y no a un amigo, a un ser querido, a un familiar? ¿Qué pasa con los indígenas que están allá en lugares remotos donde no llega el Evangelio? Dos cosas. En cuanto a si Dios ha salvado o no a alguien que usted quisiera que Él salga, Ore al respecto hasta que no haya muerto esa persona, nada está escrito en piedra. En su mente y en su corazón usted no sabe, realmente no sabe. El único que sabe es Dios y Él no nos ha dicho a quienes ha elegido para salvación. Y nos vamos a sorprender de la cantidad de personas que nos vamos a encontrar en el cielo, que confiaron en Cristo Jesús como el ladrón en la cruz. en el último momento de sus vidas, y no les dio tiempo de dar testimonio, y no les dio tiempo de decirnos a nosotros, creo lo mismo que usted me ha estado predicando toda su vida. Y hasta que estemos en gloria, nos daremos cuenta. Y por otro lado, ¿usted cree que hay alguien a quien Dios quiera salvar y no pueda? ¿Usted cree que los indígenas en lugares remotos están más allá de su alcance y que Dios no los puede salvar? Si eso es lo que cree, no ha entendido los 11 capítulos, repase los 11 capítulos, todos los sermones son como 70 que hemos estado viendo, porque no ha entendido la soberanía de Dios en la salvación. Dios no necesita nuestro criterio, no necesita nuestro consejo, no necesita nuestra sabiduría, pero nosotros sí necesitamos su sabiduría, sí necesitamos su consejo. ¿Cuántas decisiones importantes hemos tomado sin detenernos a orar? ¿Cuántas decisiones importantes hemos tomado sin considerar su voluntad, sin buscar su consejo? El versículo 35 continúa, ¿a quién le dio el primero para que le fuese recompensado? ¡Qué golpe más directo al Ego! ¿Quién le ha dado un regalo a Dios para ponerlo en deuda? ¿Quién le ha dado algo a Él que Él necesitara? ¿Quién le ha dado algo por adelantado para asegurarse el favor de Dios? ¿Quién podría ganarse de alguna manera dándole algo, sobornarlo? ¿Quién le ha prestado a Él para que Él tenga que pagarle? ¿Con quién está endeudado Dios? ¿Con quién está endeudado? Él no le debe nada a nadie, no está obligado a nadie. no debe recompensar a nadie. La única paga que Él tiene el derecho y sería justo de darnos es la muerte por nuestro pecado. Si le debe algo a alguien es eso. Pero nosotros no podemos comprar su favor, no nos podemos ganar su misericordia, no podemos asegurarnos su gracia. Hermanos, de nuevo, si esto es algo que todavía usted está albergando en su corazón, repasa los últimos sermones de Romanos 11, de Romanos, perdón, completo. Job 35, 7 dice, si fueres justo, ¿qué le darás a él o qué recibirá él de tu mano? ¿Quién me ha dado a mí primero, dice Dios, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío. Si Él no le debe nada a nadie, entonces nadie puede reclamar de Dios nada como si fuera un derecho. La bondad de Dios, Su misericordia, Su generosidad, no se basa en nada que nosotros hayamos hecho. No podemos acumular mérito para nosotros ni para nadie más. Toda otra religión pone a los dioses en deuda, de eso se tratan todas las religiones paganas. Yo traigo un sacrificio o yo hago algo o yo regalo algo, ofrezco algo, alguna obra hago para poner a esta deidad en deuda conmigo y que me tenga que pagar. Que me tenga que recompensar. Y que haga prosperar la tierra. Y que produzca mucho fruto. Y que bendiga los vientres. paganismo y se ha colado en la iglesia. ¿Cuántas promesas le hemos hecho a Dios para que nos dé algo? ¿Cuántas veces hemos intentado hacer un trueque con Él? Y ni pregunto cuántas veces hemos fracasado en esas promesas. Estoy seguro de que no las hemos cumplido. ¿Cuántos han llamado a pactar con Dios? a comprar su milagro. ¿En cuántas iglesias se promueve esta imagen de ese Dios que de alguna manera yo le puedo doblar el brazo para que haga lo que yo quiero que Él haga? Ese no es el Dios que Pablo está celebrando aquí en Romanos. Ese no es el Dios de esta doxología. Ese no es el Dios que adoramos. No podemos darle nada para que Él nos dé. Y por lo tanto, la salvación no se puede comprar. Si usted cree que va a llegar al cielo diciendo me lo gané, ya sabe lo que le voy a decir, repase los sermones de Rodales. Muchas veces, recuerdo cuando nos estaban enseñando a evangelizar niños en las escuelas bíblicas de vacaciones, había toda una conversación ahí un poco mecánica que uno trataba de tener con el niño para que llegara a ser la oración del pecador. No sé cuántos niños hicieron más de una vez esa oración. Yo sé que yo la hice muchas veces. Pero al final, uno le preguntaba al niño, si Dios, si usted muriera hoy y llega al cielo, y Dios le pregunta, ¿por qué lo tengo que dejar entrar? ¿Usted qué contestaría? Y la respuesta que le enseñábamos, y con vergüenza lo digo, La respuesta que les enseñábamos era, porque yo acepté a Jesús en mi corazón y por eso puedo entrar al cielo. ¿De cuánto acá me gané yo la entrada al cielo? No hemos entendido el Evangelio. Si pensamos que en ese día vamos a poder hablar de lo que nosotros hicimos, para poder entrar al cielo. Porque toda la salvación, de principio a fin, es obra soberana de Dios. Él proveyó la salvación en Cristo. Él transformó nuestros corazones para que creyéramos. Él nos dio la fe para creer en Jesucristo. Él nos dio el arrepentimiento. Y cuando lleguemos al cielo, si Él nos hiciera esa pregunta, Lo único que podríamos decir es porque Ud. es fiel a sus promesas. Porque Ud. me salvó en Cristo Jesús y Ud. dijo que me iba a traer hasta aquí. Y la única razón por la que puedo entrar a cielo es porque Ud. es quien dijo ser. Porque de Él, versículo 36, y por Él y para Él son todas las cosas, a Él sea la gloria por los siglos. Amén. Todas las cosas, son todas las cosas. Eso incluye nuestra salvación, pero no se limita a nuestra salvación. Todo, absolutamente todo, es de Él. O sea que todo proviene de Él. Él es el creador de todo. Él ha sido la fuente de todo lo que existe. Todas las cosas que existen fuera de Él, existen gracias a Él. Todo lo que no es Dios, es creado por Dios. Él es la fuente de todo ser. y Él es la fuente de toda bendición. Todo es por Él. No solamente lo creó, sino que lo sostiene. En este momento, el presente, todo lo que existe y continúa existiendo, continúa existiendo porque Él lo sostiene. Porque su mano poderosa continúa dando vida. continúa proveyendo, continúa sosteniendo todo lo que Él creó, lo dirige y lo lleva activa y minuciosamente conforme a sus propósitos. ¿Y cuál es ese propósito? Pablo lo pone en dos palabras, para Él. Todo es de Él, eso dirige nuestra mirada al pasado, por Él, Eso pone nuestra mirada en el presente y para Él pone nuestra mirada en el futuro. Todo regresa a Dios en el sentido de que al final se trata de su gloria. Todo lo que ocurre, todo lo que somos, todo en la historia del universo entero, todo lo que ha habido, hay y habrá es para Él. para su gloria. Dios es la fuente de todo y por lo tanto, la fuente de nuestra salvación. Dios es quien sostiene todo y por lo tanto, quien sostiene nuestra salvación. ¿Usted cree que usted tiene la tarea de mantenerse salvo? Repase con nosotros. nosotros descansamos en sus promesas, descansamos en su fidelidad, descansamos en que Él nos ha salvado y nos sigue salvando y nos mantendrá salvos hasta el final. Si dependiera de nosotros ya nos habríamos soltado, ya habríamos perdido la salvación mil veces, si dependiera de nosotros, si la salvación fuera algo tan débil y tan incierto que dependiera de nosotros. pero no depende de nosotros. Dios es el propósito de nuestra salvación, Dios se glorifica en nuestra salvación y como su gloria está en juego, la sostendrá hasta el fin. Su gracia, su bondad, su amor, su fidelidad, su sabiduría, su poder, su soberanía, su justicia, su verdad, su autoridad, todo se trata de Él. Al considerar la salvación que nos ha dado, al recordar nuestra propia historia, lo que Él ha hecho como nosotros, cómo Su gracia nos ha perseguido, cómo Su gracia nos ha alcanzado, al reconocer la profundidad de Sus planes y el poder para llevar esos planes a cabo, ¿Cómo respondemos? ¿Nos lleva a adorarlo? ¿Contemplar su grandeza en la salvación nos lleva a admirarle a él? ¿A admirar su poder, su sabiduría, su amor? ¿Podemos unirnos a Pablo? Toda la doctrina que hemos estado estudiando en este más de un año debería llevarnos a adorar. Ese es el propósito final. Debemos pasar de la teología a la doxología. sino sólo estamos llenando nuestras cabezas de información, información que nos va a condenar en el día final. Cuando hablamos de nuestra experiencia, ¿dónde está el enfoque? Cuando otros nos preguntan acerca de nuestra salvación, nuestra experiencia con Dios, ¿dónde está el enfoque? El problema del arminianismo es ese, el enfoque está mal, yo creí, yo acepté, yo decidí y al final el héroe soy yo, Y de alguna manera yo soy mejor, yo soy especial, es que yo sí entendía, es que yo sí creí. Y hablamos de nuestra iglesia, y hablamos de nuestros pastores, y el error de los reformados, hablamos de nuestra doctrina. O nos gloriamos en Dios. o nos gloriamos en quién Él es y en lo que Él ha hecho y en lo que está haciendo y buscamos que otros lo conozcan a Él, que lo admiren a Él, que lo adoren a Él, que se postren ante Él. Al final de eso se trata. Mis hermanos, si después de mi trabajo en esta iglesia, sin importar cuánto dure, ustedes recuerdan esto y sólo esto yo me voy a dar con satisfecho la respuesta correcta es gloria la respuesta correcta es la gloria de Dios por eso nos salvó y para eso nos salvó y por eso nos sostiene así que podemos decir junto con Pablo a Él sea la gloria por los hijos
A Él sea la gloria
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33 ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! 34 Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? 35 ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? 36 Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
Sermon ID | 126241630352315 |
Duration | 29:40 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | Romans 11:33-36 |
Language | Spanish |
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