versos doce al catorce el tema del mensaje en esta mañana frutos o apariencias frutos o apariencias marcos once doce al catorce nos dice así al día siguiente cuando salieron de betania jesús tuvo hambre Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si quizá pudiera hallar algo en ella. Cuando llegó a ella, no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Jesús, hablando a la higuera, le dijo, nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y sus discípulos le estaban escuchando. Vamos a orar al Señor. Soberano Dios y Padre, tú que moras en las alturas de los cielos, en esta mañana, una vez más, estamos delante de tu presencia para ser expuestos a tu palabra. Te suplicamos, Señor, que tú tengas misericordia de nosotros y que tú hables a nuestras vidas a través del Espíritu Santo infundiendo vida a esas palabras que yo he de predicar y que todos los aquí reunidos y cualquier otra persona que pueda ser expuesto a estas verdades pues seamos edificados, seamos confrontados también con nuestra falta de frutos, con nuestras apariencias y que podamos venir y acercarnos a ti en arrepentimiento verdadero buscando tu auxilio, tu perdón, tu restauración y a la misma vez acercarnos a Cristo para que real y efectivamente podamos llevar frutos, frutos dignos de arrepentimiento. Esto te lo suplicamos, señor, en el nombre de Cristo Jesús, nuestro señor y salvador. Amén y amén. Pueden sentarse, mis hermanos. Mis hermanos, nosotros vimos el domingo pasado que aquel que fue proclamado rey, aquel de quien se había dicho, bendito el que viene en el nombre del señor, aquel que ya estaba a punto de dar su vida en rescate por su pueblo, aquel que ya estaba en la última semana de vida, de existencia aquí en la tierra, antes de dar su vida en rescate por su pueblo, nos muestra, nos enseña lo que pasará con aquellos que se habían identificado como nación de Dios, pero que en realidad no tenían fe y que vivían o no vivían realmente como hijos de Dios. Eso es lo que nosotros vemos. Mostraría a través de esta enseñanza que la hora del juicio de Dios había llegado. Como también veremos más adelante, si Dios quiere, con el favor de Dios, con los hechos sucedidos en el templo y veremos si Dios quiere el próximo domingo. Explicaría el significado completo de la maldición de la hiera, como vemos que ocurre aquí, llamando la atención tanto a los oyentes de aquel siglo como a nosotros de este siglo a que nosotros somos llamados a dar frutos, frutos como resultado de la verdadera fe. Pero de todo ello, en esta oportunidad, mis hermanos, vamos a considerar que la falta de frutos provoca maldición sobre aquellos que son llamados a llevar fruto. Así que yo les invito, mis hermanos, a reflexionar a la luz de este pasaje si lo que hay en sus vidas, si usted se ha identificado como cristiano, si lo que hay en sus vidas son frutos o apariencias. Esa es la invitación a que nosotros meditemos en este día. Entonces, lo primero que tenemos que considerar es, y hacernos una pregunta, ¿frutos que sacian? ¿frutos que sacian? Nosotros vemos que el Señor Jesús ilustra su enseñanza de una manera muy viva, usando aún de su propia necesidad como ser humano. Nos dice el verso 12, si usted puede volver a ello, aquí en marcos once que Jesús tuvo hambre recordemos mis hermanos que y vuelvo y repito que Jesús nos está ilustrando la última semana del ministerio terrenal del señor y nosotros podemos entender que Jesús estaba en una semana de intenso trabajo entrando y saliendo de pensar que Jesús con los doce salió tan temprano del lugar donde él se había alojado en el pueblo vecino de Betania, una aldea cercana a Jerusalén, y no es descabellado pensar que él en un momento salió de allí sin desayunarse. Y cuando usted sale sin desayunarse, las horas avanzas, ¿qué le da? Hambre. y eso es como ser humano, 100% humano, pues también sintió hambre, identificándose con una necesidad básica de todo ser humano y por lo tanto también de todo el pueblo de Dios. y eso desde ya debe de llevarnos a nosotros con confianza a mirar a Cristo, a mirar a Cristo, porque precisamente por eso es que las Escrituras nos dicen en Hebreo 4.15 que nosotros no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino que nosotros tenemos un sumo sacerdote que ha sido tentado en todo, pero sin pecado. Eso debe de llenarnos a nosotros de regocijo. ¿Por qué? Porque cuando yo voy al Señor, voy delante de alguien que también sufrió las mismas debilidades, las mismas pruebas, las situaciones similares a las que yo enfrento a diario. Este Dios se hizo hombre y como hombre también sintió hambre. Y cuando sintió hambre en el desierto, del cual nosotros leemos al inicio de su ministerio terrenal, la frase que él le dijo cuando Satanás lo tentó para que convirtiera las piedras en pan, la frase que el Señor le dijo, no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ¿Se acuerdan de eso? Y así fue que él venció al tentador y vio la provisión del Señor en ese caso. ¿Por qué él vio la provisión del Señor? Porque luego de la tentación nos dice la palabra que los ángeles le servían. Eso está ahí en Marcos 1.13. Ese mismo Jesús que nosotros estamos viendo venciendo la tentación al inicio de su ministerio terrenal, ese es el que ahora nos dice Marcos que tuvo hambre. y ve un árbol del cual puede tomar un fruto que alivie su necesidad. ¿Cuál es? El hambre. Y aquí yo quiero detenerme un minuto y reflexionar para hacerles una pregunta. Cuando usted va a un árbol frutal, ¿qué usted espera encontrar en ese árbol frutal? Frutos, frutos. será respuesta obvia y obviamente verdad si usted va con hambre y es un árbol que no es propiedad de nadie usted espera encontrar frutos para saciar o aminorar esa hambre eso es lo obvio De hecho, mis hermanos, cuando nosotros leemos las Escrituras, nos encontramos en Génesis 1.29, de que el Señor creó los árboles frutales con ese fin, para ser de alimento para el ser humano, también para los animales, pero especialmente para el ser humano. pero recordemos que el pecado trajo maldición sobre la misma tierra en la cual nacen y son sembrados los árboles y por esa razón sus frutos no siempre son buenos y por lo tanto no siempre sacian en el mejor de los casos y en el peor de los casos pues ni siquiera fruto haya. Eso es fruto del pecado del hombre, la maldición que cayó sobre el hombre a causa de la desobediencia pues también se aplica a toda la creación. Toda la creación sufre a causa del pecado de ese administrador que fue puesto en la tierra a administrar lo que Dios había creado. Por esa razón la tierra se le niega al hombre, por esa razón nos encontramos con árboles que no dan frutos. Y otra cosa que nosotros debemos de tomar en cuenta es que Dios ha identificado a su pueblo también como árboles frutales, nos ha identificado a nosotros. En otras palabras, si cuando usted va a un árbol frutal, usted espera encontrar fruto en ese árbol, y en otro orden de idea, cuando el Señor me dice a mí que yo soy un árbol, como un árbol frutal también, si el Señor viene a mí, ¿qué va a esperar de mí? Frutos también. frutos que sacien no la necesidad de Dios, sino la necesidad de otros, la necesidad de otros, Dios compara a su pueblo con árboles frutales también y dentro de esos árboles con los que Dios compara a su pueblo tenemos el caso también de la higuera, la higuera produce un fruto pequeño que se conoce como breba, y después produce un fruto más grande y dulce llamado higo. ¿Por qué le estoy haciendo esa diferencia entre la breba y el higo? Porque generalmente cuando el higo, la higuera comenzaba a echar hojas, echaba ese primer fruto pequeño llamado breba. no todavía echaba higos pero si echaba breva y esa breva también era de alimento, servía de alimento. Entonces cuando la palabra de Dios nos dice que Jesús fue a buscar fruto en ese árbol de higuera y vio que tenía hojas y dice el evangelista Marcos que no era tiempo de higos, no quiere decir que ese árbol no tuviera breva, que es el fruto más pequeño. De hecho, mis hermanos, nosotros vemos que la higuera es un árbol que aparece desde el mismo Edén. pues esta fue las hojas que utilizaron Adán y Eva para hacerse delantales cuando pecaron. No sé si usted lo ha leído, ahí está, en Génesis 3, 7. Entonces, mis hermanos, cuando Jesús se acerca buscando fruto, no es que Jesús lo hizo de manera altanera, orgullosa, o sencillamente tratando de dar una lección importando de que no fuera tiempo de frutos, sino que esa hiera por lo menos al tener hojas debería de tener ese primer fruto llamado breba. Entienda eso, tenía que producir un fruto, no higos completos, pero por lo menos breba. Cuando nosotros leemos en el Antiguo Testamento que Dios saca al pueblo de Israel de Egipto y lo lleva a esa tierra prometida, dentro de esas palabras que el Señor le ofrece que tendrá esa tierra, Él dice que es una tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, una tierra de aceite, de oliva y miel. Es decir, era una tierra donde había muchos frutos, pero lamentablemente el pueblo de Israel se olvidó de Dios y hizo lo que bien le parecía y por esa razón fueron oprimidos en varias ocasiones. La lectura que teníamos hoy en jueces seis nos enseñó una de esas ocasiones y en varias ocasiones ellos clamaban a Dios y siempre el Señor los escuchaba levantándoles un libertador Pero otra cosa que nosotros también vemos en las escrituras es que hubieron personas en las historias que se levantaron como personas autoproclamadas libertadores y terminaron siendo personas que oprimían al pueblo, como de hecho sucedió en la época de los jueces con un caso particular que leeremos dentro de varios domingos, el caso de Abimelec, un hijo, un hijo, de Gedeón, oiga bien, de este gran hombre que veremos que liberta al pueblo de Israel, lo veremos el próximo domingo, un hijo de Gedeón que mató a sus hermanos y se autoproclamó rey. Es que el ministerio no es heredado, no tenía que heredar nada a este hombre. Entonces, uno de los hermanos que se salvó de Abimelec, habló de lo que sucedería con Abimelec, usando figuras del pueblo de Dios comparado con árboles frutales. Principalmente de eso leemos en Jueces capítulo 9, verso 7 al 15, y allí se nos dice que la higuera tiene dulzura y buen fruto. el árbol de la higuera tiene dulzura y buen fruto. Y tomando eso como referencia, mis hermanos, y yéndonos a las escrituras, tendríamos que preguntarnos y respondernos, ¿qué se espera del pueblo? ¿Qué es considerado en Isaías 60, 21, plantío de Dios? o como se nos llama en Primera de Corintios, capítulo 3, verso 9, que nosotros somos el campo del cultivo de Dios. ¿Qué se espera de ellos? ¿Qué se espera de nosotros? Y la respuesta nosotros la encontramos en las Escrituras. Para muestra, les doy un ejemplo, Isaías 5, 7. Isaias cinco siete nos habla acerca de lo que el Señor espera de cada uno de nosotros, de todo aquel que se identifica como pueblo de Dios. Cinco siete nos dice, ciertamente, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá su plantío delicioso. Él, pero hubo derramamiento de sangre, justicia, pero hubo clamor. Pero también en Migeas, en Migeas, capítulo seis, verso ocho, nos dice, él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno, ¿y qué es lo que él demanda el Señor de ti? o haciendo la forma de pregunta, ¿y qué es lo que demanda el Señor de ti? sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios. Eso es lo que el Señor espera de aquellos que se identifican como pueblo de Dios. ¿Cuántos de los que están aquí son pueblo de Dios? Entonces, la pregunta es, ¿su vida como parte del pueblo de Dios, produce ese fruto que Dios espera, hacer lo que es justo, buscar el bienestar del otro, humillarse ante el Señor para hacer solamente lo que le agrada a él, su voluntad, la del Señor, y no la suya, para nosotros poder dar frutos que sacien. Primero necesitamos estar unidos a Cristo. Cristo es la vida verdadera en quien podemos dar buenos frutos. Para dar frutos que sacien debemos primero conocer a y ser saciados por aquel que sacia por completo la necesidad de perdón y vida eterna de su pueblo. Una verdadera vida en abundancia. Necesitamos estar unidos a Cristo. Eso es lo que nos dice Juan 10.10. Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia. ¿Qué frutos hay en su vida? Frutos que sacian, como le dije hace un ratito, no a Dios. Ya Él no está en medio nuestro, no necesita ser saciado de nada. Pero hay frutos en su vida que sacian a los que están a su alrededor. Hay frutos en su vida que satisfacen a los que están a su alrededor. Hay frutos en su vida que sacian al pueblo de Dios. Tenemos que tener esto pendiente, mis hermanos. En segundo lugar, la reflexión de esta mañana nos lleva a extender la pregunta a ¿Frutos que sacian o apariencias sin fruto? ¿Frutos que sacian o apariencias sin fruto? Regresando a la lectura de Marcos 11, verso 13, ¿Qué encontramos allí? Marcos 11, 13. ¿Qué encontramos? Nos encontramos, mis hermanos, que Jesús vio un árbol de higuera. ¿Qué tenía ese árbol? Hojas. Y por lo tanto, Jesús se acerca para ver si hay fruto. El follaje externo era señal del fruto que producía el árbol. ¡Qué árbol más bonito! ¡Qué árbol más precioso! ¡Ay, se debe de tener buenos frutos! ¡Debe de tener buenos frutos! ¿Pero qué ocurrió? ¿Qué nos dice el pasaje? Que no había más que hojas. No había fruto. Marco señala que no era el tiempo de la cosecha. Es decir, que para ese tiempo era normal que no tuviera higos. Pero sí debía de tener por lo menos breva. El fruto pequeño. Entonces, si daba la apariencia de tener fruto por su follaje, debería de tener por lo menos, breva, el fruto pequeño, no tan delicioso como el higo, no tan dulce como el higo, pero algo tenía que tener para ser de alimento a quien se acercara al fruto porque tenía muchas hojas. Ese árbol prometía mucho, pero no daba nada. Mis hermanos, ¿y qué es lo que abunda ahora en estos tiempos, desde que cayó el hombre hasta nuestros tiempos? Nosotros vivimos en un mundo lleno de aparente cosas buenas, una gran cantidad de gente con apariencia de bondad, una gran cantidad de gente con muy buenas intenciones, pero sin fruto. Gente que dice ser parte del pueblo de Dios, pero sus vidas, con sus vidas demuestran que no han conocido a Dios y que viven solamente para sus deseos egoístas. Como nos lo retrata también Juodas 1.12. No son como los árboles plantados por Dios y arraigados en él, del cual nosotros leímos en el Salmo 1. ¿Se acuerda del Salmo 1? De hecho, mis hermanos, todavía en nuestro entorno vemos personas asistiendo a la iglesia pero su fe es sólo de apariencia y no hay frutos de justicia, no hay frutos de misericordia, no hay humillación ante Dios. Hay grandes predicadores que aparentemente conocen mucho de la Palabra de Dios pero no viven de acuerdo a ella. Muchos creyentes que se dicen salvos por la sola fe y proclaman esa doctrina, la sola fide, pero con sus obras demuestran que realmente son incrédulos, que no han recibido una fe que salva, porque no hay frutos que evidencian esa fe, pues no creen a la palabra de Dios para poner por obra las enseñanzas que reciben. Como nos dice Santiago 2, 14 al 20, y aunque tengan apariencia de verdad, se engañan a ellos mismos, como también nos dice Santiago 1.22. Y engañarán a otros, como también nos dice II Timoteo 3.5. Pero lo que sí es cierto, mis hermanos, es que Dios no es engañado por las apariencias. Dios realmente sabe lo que hay en el corazón de cada uno de nosotros. A veces nos da terror que las demás personas descubran la infructuosidad de nuestras apariencias, pero no nos da temor delante de Dios que siempre nos ve. Entonces, vivimos escondidos, ¿verdad? No quiero que me vea la gente, no quiero cuidarme de mi testimonio con la gente, pero ¿acaso Dios no ve? lo que hay en su vida. ¿Acaso Dios no ve lo que hay en su corazón? Una invitación, mis hermanos, es que corramos a Cristo para que podamos ser transformado desde nuestro interior y así expresar interiormente lo que realmente, exteriormente, lo que hay en nuestro interior, gracias a la obra de Cristo en nosotros, a la vida que Él imparte en nosotros. corramos a Cristo, corramos a Él. Finalmente, la tercera enseñanza de nuestra reflexión en esta mañana es una seria admonición. El árbol sin fruto recibirá maldición. Y esto es declarado con la manifestación del Hijo de Dios. Y esto fue dicho también por el precursor del Señor enviado a preparar el camino. Es decir, lo dice aquí Jesús, pero también lo dijo Juan el Bautista. Mateo 3.10, quedó registrado eso. ¿Qué dice Juan el Bautista? El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado fuera. Ese es el juicio de Dios para todos aquellos que en aquel entonces se gloriaban de ser un pueblo escogido por Dios, pero que en realidad no lo eran, porque con su vida demostraban que no eran hijos de Dios, tal como denunció también el profeta Jeremías al anunciar el juicio de Dios contra las naciones y contra el pueblo de Israel también. Jeremías capítulo 8, 14 al 13, nos habla acerca de eso. Allí estaba, allí estaba la profecía de que Israel dejaría de ser como nación el pueblo escogido de Dios. Y dice Jeremías también allí que ahora el nuevo Israel, el verdadero Israel de siempre, sería un pueblo escogido de toda lengua, de toda raza, de toda nación. Por ello, mis hermanos, la maldición de la higuera tiene mucho significado, porque el pueblo que se esperaba que debía dar fruto y rendirse al Señor, a su Rey, a su Salvador, ese pueblo que era la nación de Israel, lo rechazaron a Jesús por completo. Pero en medio de ese terrible juicio se vería también la salvación de Dios llegando a todas las naciones como Dios lo había prometido a Abraham. En ti y en tu simiente serán benditas todas las naciones, todas las familias de la tierra. Mis hermanos, no podemos olvidar la verdad o la lección que se está proclamando, que se está enseñando cada vez que se anuncia el Evangelio. Mis hermanos, los que no creen y no se sometan al Señorío de Cristo, aunque digan ser cristianos, no son más que árboles sin fruto y todo árbol sin fruto recibirá maldición. Entienda eso. Cristo no maldijo la higuera de manera caprichosa, simplemente porque él no pudo saciar su necesidad de alimento en su condición de hombre, sino que Cristo lo hizo, esa maldición, para ilustrar lo que sucedería con aquellos que son llamados pueblo de Dios, pero que habían dejado a Dios en ese primer siglo que estaba representado en la nación de Israel. pero que a través de los siglos sus siguientes está representado en todo aquel que se identifica como creyente pero no da frutos. Ahora, ¿cuáles son los frutos que somos llamados a dar? ¿Qué fruto yo debo de dar? ¿Lo que me dice la gente? ¿Lo que me dicen las redes sociales? ¿Lo que me dice el amigo? lo que me dice la televisión, la radio, lo que me dicen los medios masivos de comunicación, cuáles son los frutos que yo debo de dar, como debo de darlo. Sencillamente, mis hermanos, tenemos que comenzar por un pasaje bíblico, no es el único, pero por uno básico, uno conocido, uno del cual no sabemos de memoria, Gálatas 5, 22 y 23, más el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fe, mansedumbre, bondad, templanza. Contra tales cosas no hay ley. comenzando por allí, no es lo único, el Señor nos ha dado su palabra escrita y allí nos muestra cómo quiere que nosotros andemos, cómo quiere que mostremos esos frutos que el Señor está pidiendo de nosotros, cómo manifestar esos frutos. ¿Es usted como un árbol sin fruto a pesar de estar en el campo de cultivo de Dios. Entonces ya es tiempo que usted comience a dar fruto o solo tiene apariencia. ¿Se resiste usted a creer en Cristo como su único y suficiente Salvador? ¿Se resiste usted a someterse a la Palabra de Dios y en lugar de amarla, la aborrece a la Palabra de Dios? Cuidado con ello. porque todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Pero si usted cree que Cristo llevó sobre sí, sobre él, sobre Cristo en la cruz la maldición que usted tenía a causa del pecado, entonces crea también en Cristo para que le dé la gracia, para comprender sus enseñanzas, para ponerlas por obra, Clame a Cristo para que su Espíritu Santo ilumine su entendimiento y vea las cosas como realmente son y no se deje llevar simplemente por las apariencias. Pídale al Señor que le pueda llevar a dar frutos dignos de arrepentimiento. No se contente con ser simplemente un cristiano de apariencias. Pídale a Cristo que le haga un verdadero cristiano, un árbol que de frutos en lugar de un árbol que sea de maldición. Pídale a Dios que pueda dar frutos, que sacien a otros al mostrarles la gracia, la bondad y el amor de Dios. Porque para eso está el árbol frutal, para saciar. Si usted cree en Cristo de todo corazón, usted tiene derecho de participar del fruto de la vida. Usted puede ser saciado completamente. Usted puede mostrar a otros cómo pueden ser saciados también en el Señor Jesús. Acuda a Cristo. Acuda a Cristo. Acuda a Cristo. porque es el único que le puede llevar a dar frutos. Él es esas corrientes de agua en el cual el cristiano está plantado para dar fruto a su tiempo, para que sus hojas no caigan, como nos dice el Salmo 1. Él es las corrientes de agua, da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. O como también nos dice Juan capítulo 15, yo soy, hablando Jesús, yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Todo salmiento que en mí no da fruto lo quita y todo el que da fruto lo poda para que demos fruto. Hermanos, el Señor nos promete eso. Es una promesa que tenemos al alcance. ¿Cuál es? Permanecer en Él. permanezcan en mí, dice el Señor, y yo en ustedes. Como el Sarmiento no puede dar fruto en sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la vid de ustedes los Sarmiento, el que permanece en mí y yo en ustedes, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada puede hacer. Ese es el llamado. a que dejemos la vida de apariencias y comencemos a dar frutos, a que nos enfoquemos en conocer cuáles son esos frutos que el Señor nos pide que demos, a que estemos cerca del Señor, que nos acerquemos a Él porque es la única forma en que podemos dar frutos. Fuera de Cristo viviremos y seguiremos viviendo la vida de apariencias, una vida religiosa vacía, hueca, como cualquier otro religioso. pero en Cristo podemos llevar mucho fruto. Frutos para la gloria de Dios, pero frutos también para saciar el hambre espiritual de los que nos rodean. Que el Señor nos dé esa gracia de acudir a Él, que el Señor nos dé esa gracia de esperar en Él y producir frutos a 30, a 60 y a 100%. Vamos a estar de pie y vamos a orar al Señor.