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Bueno mis hermanos, estamos en medio de un pasaje que exalta el amor de Dios y cuando se trata del amor de Dios es bien interesante porque hay varias expresiones en la Biblia que nos dan esta idea como de que no importa cuánto creamos que hemos entendido el amor de Dios, Siempre hay algo más, ¿verdad? Y no importa cuán profundo lo veamos, cuán grande lo veamos, cuán inmenso, cuán abrumador, cuán sorprendente, siempre da para más. Siempre hay más. El sermón de la semana pasada se titulaba el gran amor de Dios, y uno podría decir, listo, hablamos del gran amor de Dios, pero Siempre hay más. Cuando se trata del amor de Dios, siempre hay más. Así que el título de este sermón, por si quieren anotarlo por ahí, es el gran amor de Dios, parte 2. Romanos 5, del 9 al 11 dice, pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo. por quien hemos recibido ahora la reconciliación. Oremos. Dios, estamos a punto de entrar de nuevo en este tema fantástico que es tu amor para con nosotros. Ese amor que has derramado en nuestros corazones, ese amor que se ve manifestado en la obra de Cristo Jesús por nosotros, tiene implicaciones profundas, grandes, constantes, inagotables. Y al contemplar algunas de ellas, aunque sea de una manera superficial, porque no podremos alcanzar a indagar en la profundidad de tu amor, no nos alcanzaría el tiempo, no nos alcanzaría la vida. Queremos rogarte que imprimas en cada uno de nuestros corazones estas verdades y que lo poco que podamos aprender sea constante en nuestros corazones, un eco constante en nuestras mentes, que nos dé seguridad, firmeza y que produzca un fruto abundante en nuestra vida y que podamos amarte más en respuesta a este amor tan grande. Por Jesucristo. Amén. Mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Siempre esas palabritas con las que comienzan los versículos son importantes. Allá hay un pues, que de hecho no lo leí en este momento, pero es pues mucho más. Y ese pues, introduce una conclusión que se extrae de los versículos anteriores. Los versículos del 6 al 8 que vimos la semana pasada, ahora llegan a esta conclusión. ¿Qué es lo que está diciendo? Porque Dios muestra su amor al enviar a su hijo a morir por los pecadores, dado que esto es así, ahora mucho más viene esa amplificación. ¿Usted creía que ya entendía el amor de Dios? No señor, ponga atención, viene más. Mucho más, cuánto más ciertamente podemos estar segurísimos de lo que viene a continuación. Estando ya justificados, seremos salvos de la ira en su sangre. ya justificados, esa es una realidad. Eso describe su condición y la mía en este momento. los que hemos creído ya estamos en paz con Dios, los que hemos creído ya estamos bien delante de Dios, en una relación correcta con Dios, a la vista de Dios, justos, declarados justos por Dios, absueltos, aceptados por Dios. Esa es nuestra condición ahora. Entonces Él dice, siendo ya justificados, estando ya justificados, en su sangre, o por medio de su sangre, y esto lo hemos abordado profundamente, se refiere al precio de la sangre de Cristo. Es decir, al decir en su sangre, está diciendo en su cruz, en el sacrificio de Cristo, en su muerte, por nosotros hemos sido justificados, ahora por Él seremos salvos de la ira. La conclusión es que Él nos va a preservar hasta el fin. Si ya somos justificados en este momento, Eso mismo nos debe dar la seguridad de que Él nos va a preservar hasta el último día. El creyente que es salvo hoy, será definitivamente salvo. ¿Se entiende? No se pierde esa salvación. ¿Por qué? Porque la base es el amor de Dios. Que ya hemos visto, es muy grande. Y cada vez que lo estudiamos, se ve más grande. No seremos avergonzados. No habrá desilusión al final de los tiempos. Seremos salvos de la ira. La Biblia habla de la salvación en pasado, en presente y en futuro, todo el tiempo, y se ve como entremezclado, ¿verdad? A veces nos dice que fuimos salvos o que nos salvó. Otras veces dice estamos siendo salvados, ¿verdad? En este momento. Y otras veces, como es el caso en este versículo, dice que seremos salvos o que nos salvará. Permaneceremos salvos, ese es el punto. Él nos va a mantener salvos. Si ya nos salvó, nos mantendrá salvos. ¿De qué? En este caso habla de la ira de Dios o del juicio de Dios, del castigo eterno, de la ira venidera, de la retribución final. El enfoque es escatológico. Está poniendo nuestra mirada en el final de los tiempos y nos está diciendo, son salvos ahora, serán salvos de la ira de Dios. Son justificados ahora, cuando Cristo venga a juzgar a los vivos y a los muertos. Él los va a declarar públicamente, justos, porque ya han sido justificados. Dios completará su obra. Dios glorificará a los que ha justificado. ¿Y cómo? ¿Cómo seremos salvos? Seremos salvos por Él, dice. Por Él. Hablando de Cristo, ese mismo que derramó su sangre. La justificación es una doctrina rica y siempre hay más que sacarle. Yo siento que la hemos estudiado bastante durante esta serie de sermones de Pablo. Pero recordemos que es por medio de lo que Cristo logró por nosotros cuando derramó su sangre al morir en la cruz que ahora nosotros somos justos. Recordemos el glorioso intercambio de la cruz. como lo pone Pablo mismo en 2 Corintios 15 21 uno de mis versículos favoritos al que no conoció pecado por nosotros lo hizo pecado. para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en Él. Ese es el intercambio maravilloso que se dio en la cruz en el cual nosotros recibimos justicia, y no una justicia propia, la justicia de Dios, la justicia del Hijo de Dios. Un buen eslogan para el cristiano. Es bueno tener esas frases. Hablábamos ahora en el credo, ¿verdad? Que nos ayudan a recordar. Yo creo que un buen eslogan podemos extraer de aquí, en su sangre, en su sangre. Siempre recordar eso, tenerlo haciendo eco en nuestras mentes. Porque es muy fácil. El falseo interno, ¿verdad? Que todos nosotros tenemos, de repente asoma su cabeza y nos dice, uy, qué bueno que fuiste hoy. O sea, usted se ha portado tan bien. ha hecho todo tan bien hoy que de fijo, de fijo se ganó el cielo. Y entonces usted puede recordar en su sangre, en su sangre. Porque también puede pasar lo contrario. Puede pasar que tenga un muy mal día delante del Señor. Y ese mismo fariseo le va a decir cómo puede de viejo ya ha perdido su salvación. ¿Cómo puede estar en el favor de Dios habiendo cometido semejante pecado? ¿Cómo puede creer que Dios todavía lo ama después de lo que hizo? Y usted puede repetirlo en su sangre, en su sangre, en su sangre. Esa sangre es nuestra seguridad. Esa sangre es la que debo recordar La que debo tener presente siempre, el precio ya fue pagado. El precio ya se pagó, lo más difícil. de nuestra salvación ya se completó, ya se hizo, ya se cumplió. Jesucristo lo hizo. Cuando éramos impíos nos justificó. Cuando éramos culpables nos perdonó. Cuando éramos enemigos nos hizo amigos. ¿Habrá algo más difícil? ¿Será más difícil llevarnos a la gloria? ¿Será más difícil preservarnos hasta el final? ¿Será más difícil para Dios, después de haber hecho lo que hizo en la cruz, asegurarnos nuestra salvación hasta el día en que Jesucristo vuelva? No. Lo más difícil ya se cumplió. Lo más difícil Dios ya lo hizo. Y Él nos va a preservar hasta el final. Disfrutaremos de las bendiciones plenas de su gracia en Cristo Jesús. Él nos va a preservar. Y alguien podría preguntar, Pastor Daniel, ¿qué significa eso preservar? Los que no han venido al discipulado de los sábados tal vez podrían preguntar, ¿qué significa eso preservar? Toda verdad importante, este es un lema que debemos tener, toda verdad importante demanda una explicación precisa. Y yo creo que la verdad de nuestra preservación o perseverancia demanda una explicación precisa. La perseverancia de los santos es como se conoce esta doctrina, que incluye la necesidad que tenemos como creyentes de permanecer firmes en la fe y aprovechar todos los medios de gracia para permanecer firmes. Pero realmente lo que debería destacar y resaltar es la gracia de Dios en nuestra perseverancia. Y nuestro maestro, Arcis Pro, dice que él prefiere el término, o decía, que en paz descanse, que él prefería el término preservación. en lugar de perseverarse, porque eso pone el énfasis donde debe estar. ¿Quién es el que hace la obra de preservar? Dios. Dios es el que nos preserva. Dios ha preservado a los hijos que Él ha adoptado. Dios inicia, logra y aplica la salvación a cada uno de nosotros. El énfasis en el Dios soberano. y el Dios que elige. Y esa es la razón por la que podemos estar seguros de que llegaremos hasta el fin, porque Dios es soberano y porque Dios elige. Cuando una pareja adopta a un hijo, yo no sé si ustedes conocen a alguien que haya adoptado, conocen a alguien que haya sido adoptado, pero lo cierto es que la adopción es una decisión irrevocable. En el momento que usted adopta un hijo, lo está recibiendo, le está dando su apellido, lo está recibiendo en su hogar, y este hijo va a tener todos los derechos y todas las responsabilidades de un miembro de la familia, como si fuera su hijo natural. Sí, debe aprender a vivir bajo las normas de la casa, debe aprender a vivir bajo las reglas de este techo y pues tendrá que hacer uso de sus derechos y también cumplir con sus responsabilidades. Pero cuando se porta mal ese hijo adoptado, no lo devuelven y van a buscar otro. Los padres que lo han adoptado han tomado esa decisión y no lo van a echar de la casa para luego recibirlo de nuevo, para luego volverlo a echar, para luego recibirlo y a veces nosotros aplicamos esa idea a nuestra relación con Dios. Dios nos ha adoptado para siempre. Somos hijos suyos con todos los derechos y responsabilidades de hijos. Pero cuando fallamos en nuestras responsabilidades como hijos, Recordemos que Él nos ha elegido, nos ha adoptado y nos ama para siempre. Es un amor irrevocable, ineludible. No sé por qué alguien querría escapar del amor de Dios, pero si alguien quisiera, no podría escapar. El creyente verdadero puede caer temporalmente, puede llegar a un punto de rebelión en su vida, pero esa rebelión no será definitiva nunca, porque Dios va a preservarla. No es una excusa, tampoco, no es una excusa para decir, bueno, entonces la ley no importa, la voluntad de Dios no importa, voy a hacer lo que yo quiera, voy a vivir como yo quiera, no es eso. La idea de la perseverancia de los santos no es darnos una excusa para pecar y vivir como nos dé la gana. La idea de la perseverancia de los santos es darnos un consuelo cuando no logramos vivir a la altura. Es darnos un consuelo cuando este apellido que se nos ha concedido lo hemos manchado con nuestro pecado. Es en esos momentos en los que la perseverancia de los santos se vuelve un tesoro. Así que si usted está luchando con el pecado, está luchando por permanecer a la altura de este nombre, de esta familia, sí, dé pasos de fe, sí, dé pasos de obediencia, por supuesto, dele la espalda al pecado, arrepientes, claro que sí, pero sobre todo confía en la gracia de Dios, sobre todas las cosas, recuerde aquel que lo eligió, Porque el que lo eligió, envió a Jesús a morir por usted. El que envió a Jesús a morir por usted, lo llamó a usted por medio de la predicación del Evangelio. El que lo llamó por medio de la predicación, le dio nueva vida por su espíritu. Él mismo lo perdonó, lo justificó, lo reconcilió, lo adoptó. El Dios que lo amó y lo ha amado hasta hoy, no dejará de amar. Esa debe ser su seguridad. Nada lo podrá separar del amor de Dios. Escuche. Escuche estas verdades. Recuérdelas siempre. Renueve su compromiso con el Señor todas las veces que sea necesario y descanse en la gracia y el amor de Dios. Versículo 10. Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más estando reconciliados seremos salvos por su vida. Este versículo es una repetición y ampliación del versículo anterior. Entonces, suena como en los proverbios, como que se dice una cosa y luego se dice lo mismo de otra manera. Algo así es lo que está haciendo Pablo aquí. Siendo enemigos, o cuando éramos enemigos, cuando había mutua hostilidad entre nosotros y Dios, porque nosotros estábamos en rebeldía contra Dios y odiábamos a Dios, y Dios estaba encendido en su ira contra nosotros a causa de nuestro pecado. En ese momento, Dios hizo lo imposible, nos reconcilió. Fuimos reconciliados con Dios. Ese estado de amistad fue restaurado. La comunión con Dios, el estado de paz con Dios. Él nos hizo sus amigos por la muerte de su Hijo. De nuevo, por el sacrificio de Cristo en la cruz. Entonces, si esto es una realidad, vean que ya dijimos, parte de nuestra realidad es que somos justificados. Ahora, parte de nuestra realidad, u otra cara de esta misma realidad, es que somos reconciliados con Dios. Y si esta es una realidad mucho más, estando reconciliados, dice, mucho más seguramente, ciertamente, la conclusión lógica ineludible de esto, es que tenemos algo más grande que simplemente una amistad. con Dios, que ya es algo enorme, pero tenemos algo más grande que esa relación restaurada y es la salvación plena en todo el sentido de la palabra. De nuevo, no sólo ahora, sino también en el futuro. Libertad del poder y del dominio del pecado hoy, que es un anticipo de la libertad, del dominio del pecado, definitiva que experimentaremos en Gloria. ¿Por qué? Dice, por su vida. Y eso incluye toda la obra de nuestro Salvador Jesucristo. Su muerte, su resurrección, su exaltación, En unión con Él somos salvos del juicio. Somos partícipes de la vida del Cristo resucitado. El poder de la resurrección es el mismo poder que obra en nosotros hoy, dándonos nueva vida. El Señor de la vida nos da vida. Y por su mediación constante sabemos que seremos salvos. por su providencia, por su Espíritu Santo que mora en nosotros, por su intercesión todos los días delante del trono. Por eso sabemos que seremos salvos, porque Él está vivo hoy y continúa actuando en nuestro favor todos los días. Si no hay otra fuente de seguridad que la obra de nuestro Señor Jesucristo. Les decía ahora que la reconciliación y la justificación son como dos caras de la misma moneda, o dos formas de ver la misma realidad en la que ahora estamos. Con un énfasis diferente. La justificación tiene un énfasis legal, la reconciliación tiene un énfasis más relacional. Entonces, la justificación es como en el papel, ¿verdad? Ahí está la firma, sello, somos justificados. Pero la reconciliación nos habla de la relación de tú a tú. la relación personal que ahora tenemos con Dios. Una, la justificación lidia con la culpa, la reconciliación lidia con la amistad, con la paz en medio de nosotros. Los pecadores son justificados, los enemigos son reconciliados. Entonces, esta obra de justificación y reconciliación sólo Dios mismo podía llevarla a cabo. Sólo Dios podía soportar y quitar las consecuencias de la enemistad que existían. Sólo Dios mismo podía soportar la ira de Dios. Él era el único que podía hacerlo. Sólo Dios podía soportar su propia ira. Y Romanos 5.11 dice, y no sólo esto. O sea, seguimos sumando. Hay más todavía. No sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. Además de todo esto, o sea, hay más, también nos gloriamos en Dios. Y hemos hablado de esta jactancia santa, ¿verdad? Podemos alardear, sí podemos alardear los cristianos, siempre y cuando alardeemos en Dios. Podemos jactarnos en Dios. Podemos exaltar a Dios, adorar a Dios, magnificar su nombre, gozarnos en Él. Nuestra felicidad, nuestra plenitud, está en Él, en nuestra maravillosa nueva relación con Dios. Esa debe ser la fuente constante de nuestro gozo, nuestra paz, nuestra alabanza, nuestra adoración, que ahora estamos bien con Dios, y hemos sido recibidos en su casa, y somos sus amigos, y Él es nuestro amigo. Hemos sido reconciliados con Él por el Señor nuestro Jesucristo, Cristo el ungido por nosotros. Nuestro profeta, rey y sacerdote Jesús, quien nos enseña, nos gobierna y nos reconcilia. Por Él hemos recibido esta reconciliación. La enemistad con Dios es profunda y es tan profunda como la reconciliación es profunda. Nosotros estábamos en enemistad con Dios en todo sentido. No solamente cometíamos actos de desobediencia contra Dios, sino que en nuestra mente, en nuestros pensamientos, éramos incapaces de conocer a Dios verdaderamente. Y eso era parte de esa enemistad en nuestras mentes en contra del Creador. Y si no podíamos conocer a Dios, no podíamos conocer el mundo que Dios creó. No podíamos conocernos a nosotros mismos. No podíamos conocer nuestra realidad. No podíamos conocer a los demás. Porque todo conocimiento verdadero se desprende del conocimiento de Dios. Sin conocer a Dios, andamos como abejones de mayo pegando en todas partes porque no entendemos nada del mundo. No podíamos amar a Dios. ni queríamos amar a Dios. Y si no podíamos amar a Dios, ¿no podíamos amar el mundo que Dios creó? No podíamos amar a las personas creadas a imagen de Dios. Y no podíamos... Voy a tener mucho cuidado con esto. Presten atención. No podíamos amarnos a nosotros mismos siquiera. Ahora, yo argumento que el que se ama a sí mismo sin amar a Dios, realmente se odia. Todos se aman a sí mismos, ¿verdad? Nadie necesita que le digan, amen, se aman, quieras y un poquito, no, nadie necesita que le digan eso. Todos, la raíz del pecado es el amor a uno mismo, para deterioro de uno mismo, para maldición de uno mismo. ¿Dónde podemos hallar verdadera plenitud? Solamente en el amor de Dios. en ser amados por Dios y en amar a Dios, no en amarnos a nosotros mismos. Porque el tema del amor es que dirigimos nuestros afectos hacia aquello que consideramos lo más importante. Y si yo considero que yo soy lo más importante, me voy a amar a mí mismo, pero eso no fue el propósito para el que fui creado. Y no es cierto que yo soy lo más importante. No es cierto que yo soy el bien máximo. No es cierto que yo soy lo mejor del mundo. El bien máximo, el bien mayor, lo mejor del mundo es Dios. Entonces, si yo quiero realmente vivir una vida plena, debo amar a Dios y ser amado por Dios. Ahí es donde está la esencia de ser humano, en el amor de Dios por nosotros, en nuestra relación con Dios. No éramos capaces de obedecerle, ni queríamos obedecerle. Y la interacción con el mundo que él creó era un desastre, abuso y destrucción a nuestro paso. No podíamos servir a los demás, ni queríamos servir a los demás. Sólo podíamos servirnos a nosotros mismos. Pero ahora, mis hermanos, ahora, pensando en todo eso, vean la profundidad de nuestra enemistad con Dios. Ahora piense, usted y yo hemos sido reconciliados. ¿Qué significa eso? ¿Qué significa esa reconciliación en la vida del creyente, en la vida de la iglesia? Significa, por un lado, que podemos conocer a Dios ahora sí, verdaderamente, a través de su palabra. Podemos saber quién él es, podemos saber lo que le gusta, podemos conocer su poder, su sabiduría, su amor, la obra de redención plena a través de Jesucristo, conocerlo verdaderamente. Y a través de conocerlo a Él, todo lo demás cae en su lugar. Y ya yo entiendo el mundo, y entiendo a las demás personas, y la condición de las demás personas, a la luz de las Escrituras. Y mi propia condición, y mi propia realidad, mi propósito, empiezo a conocer verdaderamente. ¿Cómo está su tiempo de conocer a Dios? Ese espacio en el día, donde usted se detiene para leer las Escrituras y conocer a Dios. ¿Está dedicando tiempo de calidad a esa relación? ¿Cuántas veces se maravilla en este Dios? ¿Cuántas veces se detiene a observar lo que Dios ha creado para alabarle y para exaltarlo a Él, para ver su sabiduría y su poder en la creación? ¿Cuánto tiempo dedica a pensar en sus obras? ¿Cuánto tiempo dedica a pensar en la cruz? Donde se ve desplegada la plenitud de nuestro Dios con un esplendor que no vemos casi en ninguna otra obra. ¿Cuánto tiempo medita en él? Ahora usted puede amar a Dios y saberse amado por Dios. Ahora usted puede amar la creación de Dios. puede amar a las personas creadas a la imagen de Dios, y puede hallar verdadera plenitud y bienestar en su amor por Dios, en vivir para Dios, ser verdaderamente pleno es glorificar a Dios. Y este es el punto central de la reconciliación. Él ha transformado la esencia de nuestro ser. esto es lo que somos, somos nuevas criaturas, somos hijos, somos justos, somos santos, somos su iglesia, somos su pueblo, somos su templo, su casa, su cuerpo, su morada, somos su imagen en Cristo Jesús, sus representantes en la tierra, sus amigos, sus siervos, sus seguidores, esos somos, esa es nuestra nueva esencia, hombres y mujeres, recreados a la imagen de Dios, como debía haber sido, hechuras suyas, creados en Cristo Jesús, ¿para qué? Para buenas obras. Somos obra de sus manos, mayordomos de la creación, amos, cuidadores de este mundo, creadores para el Creador, responsables por la creación y por los dones que le ha puesto en nuestras manos para interactuar con ella. Entendemos ahora lo que somos. Entendemos lo que son los demás. Entendemos que la necesidad más grande de las personas sin Dios es esta misma reconciliación. Y esas buenas obras para las que fuimos creados es lo más visible externo, el testimonio a los ojos de los demás, de que queremos vivir para la gloria de Dios. Capacitados por el Espíritu Santo para obedecer en todo lo que hacemos, todo lo que hacemos, desde lo más ordinario hasta lo más importante y trascendental, lo hacemos para Él. La reconciliación es profunda. toca cada fibra de nuestro ser, de nuestro pensamiento y de nuestras acciones, se derrama. Ahora tiene más sentido cuando Pablo nos decía que Dios había derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Es algo grande, profundo, inmenso, es mucho más alto que nosotros, más amplio que nosotros, nos absorbe por completo. y afecta y debe afectar todo en nuestra vida todo absolutamente todo Pablo nos hace un resumen de todo esto y con esto quiero terminar con las palabras de Pablo en segunda de Corintios segunda de Corintios 5 del 17 al 21 quedémonos con esto en nuestros corazones de modo que si alguno está en Cristo Las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió con Él por medio de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación. Es decir, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo. no tomando en cuenta a los hombres sus pecados, y nos ha encomendado a nosotros la palabra o el ministerio de la reconciliación. Por tanto, somos embajadores de Cristo. Como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos, reconcíliense con Dios y termina donde empezamos y donde siempre debemos terminar nosotros. Al que no conoció pecado. por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios.
El gran amor de Dios – parte 2
Series Romanos
Sermon ID | 114231849384717 |
Duration | 31:06 |
Date | |
Category | Sunday - AM |
Bible Text | Romans 5:9-11 |
Language | Spanish |
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