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Hola de nuevo hermanos. Quisiera empezar con una oración para que me acompañen por favor. Padre eterno, te damos gracias porque estamos reunidos en este día, Señor. Te pedimos que prepares los corazones, Señor, y prepares al predicador, Señor. Que todo lo que se predique sea de acuerdo a tu voluntad, Señor. Y te pedimos por este día, Señor, que tu nombre sea glorificado y que sea glorificado en las demás iglesias que se reúnen en tu nombre. En el nombre de tu Hijo Cristo te lo pedimos. Amén. Bien. Fíjense, hermanos, que Una de las cosas que debe tener en mente el creyente cuando lee la Biblia es que cada cosa escrita, si creemos que es palabra de Dios, como lo veíamos en la escuela dominical, tiene un propósito. En ocasiones vemos relatos, datos o detalles que aparentemente solamente están ahí por carácter informativo. Sin embargo, la Palabra de Dios tiene un propósito en cada uno de sus componentes. El día de hoy vamos a recordar un relato muy conocido para la mayoría de nosotros y trataremos de estudiar algunos de los pormenores de una forma cronológica, es decir, a medida que van ocurriendo los hechos. Sin duda que el relato de la crucifixión de nuestro Señor es uno de los que mayor cobertura tiene en la Escritura y no es de extrañar, pues es el punto culminante de su ministerio. Es el momento en el que se cumplen más profecías en Cristo por unidad de tiempo que en ninguna otra parte de la Escritura. Pero dentro de este suceso de la crucifixión hay toda una serie de relatos o sucesos que parecieran al margen, que parecieran secundarios o que poco tienen que ver con el tema principal, Cristo yendo a morir por los pecadores. Sin embargo, cada uno de esos sucesos en realidad terminan por reforzar lo que Cristo hizo en la cruz. Esta mañana vamos a hablar sobre uno de esos sucesos, hermanos. Esta va particularmente sobre el suceso que abarca las primeras horas a partir del momento en el que Nuestro Señor Jesucristo es clavado en la cruz. Quisiera que me acompañaran al libro de Lucas, capítulo 23, los versículos del 32 al 43. Lucas 23, versículos 32 al 43, por favor. Y poniéndonos de pie, por favor, quisiera que me sigan con su vista en esta lectura. Lucas 23, 32, dice lo siguiente la palabra de Dios. Llevaban también con él a otros dos que eran malhechores para ser muertos. Cuando llegaron al lugar llamado de la calavera, le crucificaron ahí y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía, Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos echando suertes. Y el pueblo estaba mirando y aún los gobernantes se burlaban de él diciendo, a otro salvó, sálvese a sí mismo si este es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían acercándose y presentándole vinagre y diciendo, si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas, este es el rey de los judíos. Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo, si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo, ¿ni aún temes tú a Dios estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad justamente padecemos porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos. más este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo, de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Hasta ahí hermanos, tomemos asiento por favor, gracias. Rápidamente pasamos al punto número uno de esta predicación que es crucificado entre delincuentes. Es notorio que los cuatro evangelios, ninguno lo omite, mencionan que Cristo fue crucificado entre delincuentes. Pero estos no eran cualquier tipo de delincuente, sino que eran, según la ley romana, delincuentes de alto calibre. Los evangelios de Mateo y Marcos dicen que eran bandidos del griego Lestes, mientras que Lucas los llama malhechores, cacurgos. No sabemos con certeza qué tipos de delito cometían, si llevaban una vida como la de Barrabás, pero por la descripción que la Biblia nos ofrece sabemos que no eran cualquier tipo de ladrón, que se robaba unas sandalias o tomaba un pedazo de pan y salía corriendo porque tenía hambre. Eran personas que vivían delinquiendo, que su ingreso provenía del delito. Pero, ¿por qué la Biblia hace tanto hincapié en dar a conocer que Cristo fue crucificado entre delincuentes? ¿Por qué no simplemente dice, bueno, había y otros dos con el que fueron crucificados con él porque lo importante es Cristo? Sino que cada uno de los evangelios enfatiza que estos hombres eran delincuentes. Dos razones. La primera de ellas es porque es que al ser crucificado entre delincuentes se cumplía una profecía más que decía que Jesús sería contado con los iníquos y pecadores. ¿Qué nos dice Isaías 53, 12? Dice, por cuanto derramó su vida hasta la muerte y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores. Entonces podríamos poner, palomita, promesa cumplida. En segundo lugar, perdón, profecía cumplida. En segundo lugar, vemos que la palabra dice que no solamente sería crucificado entre malhechores, sino que sería considerado como uno de ellos. Y nuestro Señor fue entonces considerado como un malhechor, no solamente por la ley romana, sino por la divina. En el caso de la ley romana, Cristo fue injustamente culpable, declarado culpable, perdón, por medio de un proceso plagado de corrupción, con testigos falsos, mentiras, irregularidades, intereses ocultos, etc. Es decir, fue víctima de una falsa acusación. Pero la ley divina, Ésta sí lo declaró culpable con toda justicia. ¿Por qué? Porque en Él fueron cargados los pecados de muchos. Él fue tratado como si Él los hubiese cometido. Por eso fue contado entre delincuentes, no como presunto delincuente, sino como verdadero delincuente, como pecador. A veces tenemos esta noción de que Cristo fue injustamente crucificado. Que fue injustamente castigado por Dios, ¿no hermanos? Si el castigo a Cristo hubiese sido injusto, entonces eso haría a Dios injusto. Pero el castigo fue justo, porque al hacerse responsable de los pecados de otros, como si Él los hubiera cometido, al suplantar al hombre pecador, eso lo hacía merecedor, un justo merecedor del castigo de Dios. Por eso dice la palabra que fue contado con los iniquos, crucificado entre delincuentes como delincuente, porque de otra manera no habría salvación. En este punto, Cristo en su condición de sustituto, merecía la ira de Dios tanto como los malhechores que estaban a su lado. Pero esto no se quedó así, sino que los acontecimientos que siguieron y que involucraron a estos dos malhechores jugaron un rol importantísimo en una de las revelaciones más claras del Evangelio que podemos encontrar en la Escritura. Lo que nos lleva al punto número dos. Ambos hombres se manifiestan. Dice el versículo 35 de nuestro pasaje lo siguiente. Y el pueblo estaba mirando. Y aún los gobernantes se burlaban de él diciendo, a otro salvó. Sálvese a sí mismo si este es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían acercándose y presentándole vinagre y diciendo, si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas. Este es el rey de los judíos. Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo, si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Hasta ahí. Si bien este pasaje nos dice que uno de los malhechores se estaba burlando de él, sabemos por los evangelios de Mateo y Marcos que ambos, los dos, lo estaban injuriando. En algún momento, En un suceso que resulta difícil de entender, difícil de asimilar, ambos se suman a las burlas del público presente. Una situación totalmente surrealista. Que los otros dos, que también están padeciendo lo mismo, se suman a burlarse de Cristo. Esto demostraba la calidad de personas que en realidad eran estos malhechores. El tipo de personas con las que Jesús estaba siendo crucificado, pues no solamente blasfemaban, sino que demostraban una total ausencia de empatía por alguien que estaba padeciendo exactamente lo mismo que ellos. Ellos estaban haciendo honor al calificativo que la Biblia les pone. Hacedores de mal. Pues estaban haciendo el mal hasta en sus últimas horas de vida. Por eso la Biblia los califica de esa manera. Y las burlas, si ustedes se fijan, están llenas de sarcasmo. de burla, perdón, de jocosidad y de maldad. Ellos le piden a Jesús que se salve usando el mismo poder que usó para salvar a otros. La fama de Jesús estaba extendida, hermanos. Muchos de los que estaban ahí lo habían visto hacer milagros. Otros habían escuchado de Él. Los líderes religiosos del pueblo en ese momento también le recuerdan sus palabras respecto a derribar el templo y reconstruirlo en tres días. Esta última burla. los condenaría, hablando de los líderes. Pues ellos eran los que estaban siendo testigos presenciales de la destrucción del templo frente a sus ojos. Estaban contemplando el inicio de la caída de su sistema religioso. ¿Es cierto? Jesús dijo esas palabras en Juan 2, destruir este templo y en tres días lo levantará. Eso dijo Jesús, refiriéndose al templo de su cuerpo, morir y resucitar al tercer día. Lo que para ellos era una promesa incumplida de Cristo, estaba siendo en realidad una promesa en pleno proceso de cumplimiento. Una vez que Cristo muriera, comenzaría la reconstrucción del nuevo y verdadero templo. El santuario antiguo, ese donde iban a sacrificar a los animales, el santuario del antiguo pacto estaba por ser reemplazado por un nuevo templo, que era el mismo Jesús, en quien su pueblo estaría siendo reunido como una iglesia. Y para los que se burlaban en ese momento, ¿no quedaría ya lugar en donde adorar? ¿No quedaría templo donde buscar a Dios? Ese templo, con los años, iba a ser destruido. Literalmente destruido, como hasta ahorita está destruido. El templo sería ahora Cristo, a quien ellos morirían rechazando, ahogados en sus propios pecados. Y efectivamente, pasaron los años, el templo fue derribado y no hubo más templo para ellos. Pero el templo del que Cristo hablaba, ese fue derribado y levantado frente a sus ojos, y ellos no pudieron ya ser parte de ese nuevo templo, quedaron fuera, quedaron apartados de Dios. Por otro lado, a pesar de las burlas, de la incredulidad de sus corazones, volviendo al tema de los malhechores, Ambos, fíjense, aunque no creen en Él, paradójicamente quieren algo de Él. Se están burlando de Él, no creen en Él, pero quieren algo de Él. Están exigiendo ser salvados de la cruz, quieren que se les resuelva el problema en el que están metidos. Y es que, hermanos, ambos ladrones representan al mundo pecador. incapaces de ver quién es Cristo, incapaces de amarlo, pero queriendo algo de Él. Porque el mundo en su oscuridad espiritual tiene la idea de que si hay un Dios, éste le debe algo. Si ustedes se fijan, las personas que dudan que hay un Dios, en realidad siempre lo asocian con que no les da lo que ellos quieren. Es que si hubiera un Dios, yo tendría salud, o no habría hambre en el mundo, o no esto, o no el otro. Porque, en realidad, el hombre pecador cree que Dios le debe. De la misma manera, estos malhechores pensaban que si por casualidad, ese del que se burlaban los demás, era quien decía ser, entonces tenía la obligación de sacarlos del problemón en el que estaban metidos. Y es que todos en nuestra naturaleza pecadora queremos algún beneficio de Dios sin importar cuál sea su voluntad. Y acá están estos dos hombres exigiendo ser bajados de la cruz para poder huir, irse a vivir a otro lado seguramente, lo más lejos que pudieran del imperio o dentro del imperio en algún lugar donde no los encontraran y con algo de suerte extender unos años más su vida. Pero, aun cuando Cristo les hubiese concedido que bajaran de esa cruz, ese habría sido un beneficio temporal. ¿Por qué? Porque como vimos ahorita en la clase dominical, invariablemente todos nos enfrentamos a la muerte. Quizás a lo mejor ellos lo estaban haciendo de forma más rápida. Pero aún cuando Cristo les hubiese... perdón, pero Cristo, en su soberana voluntad, no baja ninguno. Porque ellos representan al mundo pecador. Cada uno se enfrentará a la muerte y será juzgado por los pecados que hizo y por la vida que llevó. Y así como ninguno de esos malhechores era inocente, ninguno lo será el día del juicio. Así como Jesús no evitó la crucifixión y muerte de estos hombres, tampoco evitará la muerte de todo ser humano con el consecuente juicio al que se enfrentará para dar cuenta por la vida que llevó. Por lo tanto, fíjense, la urgencia de estos malhechores no era bajar de la cruz. ¿Pero cómo? Si estaban a punto de morir. Ese era el procedimiento, esa era una ejecución de muerte de los romanos. Sí, pero esa no era su necesidad más importante en ese momento. Era que alguien lo salvara de su condición de pecadores. Ellos estaban a escasas horas de enfrentarse a la muerte y al inminente juicio de Dios. De manera ilustrativa podemos decir, el árbitro estaba a punto de pitar el final del partido de sus vidas. Y ellos estaban en una condición de pecadores. Seguir viviendo no era su necesidad más importante, era ser salvados de su pecado. De la misma manera, más allá de cualquier necesidad temporal, el mundo tiene necesidad de redención. Porque dos cosas son inminentes en cada ser humano. La muerte, ya lo dijimos, y enfrentarse al juicio de Dios, llegado el momento. Por ello, nuestra única necesidad, verdaderamente trascendente, es la redención de nuestros pecados. Lo que nos lleva a nuestro tercer punto. Un milagro ocurre. Me ha tocado leer textos e incluso predicaciones sobre este suceso que diferencian a los ladrones entre el buen ladrón y entre el mal ladrón. Y lo hacen basados en una escala de nivel de bondad que tenían. Entonces, muchos creen que uno era más bueno que el otro. Hay quienes califican a uno de ellos como un Robin Hood. Un hombre con corazón bueno, pero víctima de las circunstancias que lo llevaron a ser un bandido. Es decir, si él hubiese vivido bajo otras circunstancias, no habría sido un bandido. Sin embargo, éste es un análisis errado, hermanos, ya que tanto ante la ley romana como ante la ley divina no había diferencias. Cada malhechor era idéntico al otro. La Biblia no hace distinción. Recordemos, hermanos, que ninguno tenía siquiera el más mínimo afecto natural. No tuvieron el mínimo nivel de empatía con Jesús, esto sumado a la vida delincuencial que habían llevado. Recordemos, ellos comían de las ganancias que le daban su vida delincuencial. No, eran buenos hombres. Ninguno quería tener algo que ver con Cristo. Más allá de ser beneficiarios de algún milagro que les permitiera salir de esa situación en la que estaban. Fuera de eso, rechazaban a Cristo con todo su corazón. Y es que hermanos, no hay tal cosa como pecadores de alto y bajo calibre. Ante la palabra de Dios, ante la ley de Dios, hay pecadores y punto. Cada ser humano ha roto por completo cada uno de los mandamientos de Dios, comenzando por el primero, que ha sido transgredido por todos nosotros de una manera flagrantemente olímpica. El primer mandamiento que dice, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. ¿Quién hace eso? Yo no. Yo no. Y hermanos, nosotros no es que solamente no amamos a Dios como lo dice su palabra, como lo manda su ley, sino que encima, casi de manera natural, cada uno se ama más a sí mismo de lo que ama a Dios. Y estoy seguro que todos aquí, empezando por mí En tiempos pasados hemos tenido que derribar altares Que construimos en nuestro corazón Cosas que amamos más que a Dios, más que a su iglesia Y los derribamos, pero luego nuestra carne nos lleva a construir otros Y otros, y así estamos en una constante lucha de pecado Hoy mismo orábamos Porque el Señor nos perdone de la vida de pecado que llevamos. ¿Por qué? Porque el cristiano lucha contra el pecado. Entonces, regresando a los malhechores, ambos eran lo mismo. Ninguno era mejor que el otro ante los ojos de Dios. Sin embargo, hay un parteaguas en esta historia. En algún momento, uno de esos malhechores cambia de parecer. De pronto, ya no le parece risible lo que Cristo está haciendo y padeciendo. Ya no lo considera como objeto de burla. Ya no tiene ganas de insultarlo. Se cansó. ¿Qué pasó? Algo está cambiando de manera muy rápida y muy intensa dentro de él, pues tampoco le interesa ser salvado de su condena. ¿Qué? Estás muriendo, pero ¿cómo que ya no te interesa? Ya no quiere. De pronto, lo que manifiesta es un... ya no quiere alargar su vida, perdón, para cualquier propósito. De pronto, su interés cambia. Ahora le interesa a Cristo y estar donde Él esté. Versículo 39 dice lo siguiente. Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo, si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Y acá, respondiendo el otro, le reprendió diciendo, ¿ni aún temes tú a Dios estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad justamente padecemos porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos, mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Definitivamente que, o este hombre tenía un trastorno muy avanzado de bipolaridad, o algo muy grande estaba sucediendo en su interior. Si bien los corazones de muchos habían sido transformados por la predicación y la obra de Cristo, Fíjense cómo este malhechor, el corazón de este malhechor es transformado en el punto más bajo de Cristo, si lo queremos ver de manera ilustrativa. En este punto, los discípulos de Cristo lo habían abandonado. Hubo un tiempo, unos meses atrás, hubo un par de años atrás, en donde ser discípulo de Cristo era trending. Era cool, era lo buena onda. Todos querían seguir a Cristo. No podían ni entrar a las ciudades porque la gente se agalopaba hacia Él como si Él fuera una estrella de rock. Porque querían algo de Él. Pero en este momento, en este preciso momento, ser discípulo de Cristo era algo vergonzoso para muchos. Y en ese momento, en el punto más bajo de Cristo, cuando era menos popular que nunca, este hombre se convence de que estaba ante un Cristo de origen real y divino, e insiste en querer estar con Él, en ir a donde Él vaya. Un milagro había ocurrido en el interior de este hombre, que lo había llevado a cambiar su parecer. Lo que nos lleva al punto número cuatro, Evangelio transformador. Este malhechor del que hablamos en el punto anterior tuvo un cambio total en todas las direcciones de su mente. Sus percepciones dieron un giro de 180 grados tanto en su autopercepción como en la percepción que él tenía de Cristo. En su auto-percepción inicialmente, él se veía a sí mismo como un hombre que no merecía tal castigo, como un hombre que merecía que Cristo lo bajara de ahí. En un par de ocasiones me ha tocado entrar a un reclusorio y también he conocido a personas que tienen ministerios en los reclusorios. Y a juzgar por mi experiencia y lo que esas personas me comentan, una de las cosas que más me llama la atención, más allá de ver presos, más allá de ver personas que han matado, lo que más me llama la atención, y a esas personas que tienen ministerios también, es que la mayoría de los presos se consideran inocentes, se perciben como inocentes. o creen que no merecen estar ahí, o que lo que hicieron no era para tanto. O sea, la maté porque se lo merecía, ¿por qué me das 30 años? Y estoy seguro que nuestro sistema puede haber tales casos de personas que están ahí injustamente, pero la mayoría están ahí porque las pruebas de sus delitos son irrefutables. Sin embargo, nuevamente, Este malechoro está siendo una fiel representación de lo que es el ser humano. Cada ser humano cree que es buena persona en el fondo. Creemos que no somos tan malos. O muchos creen que si son malos, en realidad son víctimas del sistema o cualquier otra razón que justifique su pecado. De hecho, si ustedes escuchan, por ejemplo, a los gobiernos de izquierda, ellos tienen esa filosofía. Que el pueblo es bueno, de hecho se le llama pueblo bueno. Que el pueblo es bueno, pero que las circunstancias llevan a algunos a ser delincuentes. Eso no es cierto. Eso choca de manera frontal con la palabra, porque ¿qué nos dice la palabra? El pueblo es malo. El hombre es pecador. Y como las personas no nos consideramos del todo malas, pues lo que tendemos es como a balancear por obras, casi como reflejo. Y si ustedes se fijan, todas las religiones, e incluso el ateísmo del que hablamos en la Escuela Dominical, siempre alaba las buenas obras que ellos hacen. Ellos incluyen buenas obras para agradar a Dios. Y este hombre malhechor solamente era fiel a su condición de pecador. En cuanto a su percepción de Cristo, él inicialmente pensaba que se trataba de un charlatán que había fracasado en un intento por derrocar al imperio. Pero, por si acaso no lo fuera, Si verdaderamente se tratase del Hijo de Dios, entonces el malhechor pensaba que Cristo debería ser un solucionador de problemas tres mil, un facilitador de vidas, un producto multiusos del que podía sacar ventaja, tal como lo ven muchas iglesias ahora, particularmente las iglesias de la prosperidad. Y de pronto, en un giro inesperado, ambas percepciones cambian. Él ya no se tiene por inocente. Ha dejado de victimizarse. Ya ni siquiera se considera una buena persona. Ha dejado atrás su síndrome de Robin Hood. Dice, versículo 40, respondiendo al otro, le reprendió diciendo, ¿ni aún temes tú a Dios estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos. Entonces, si se fijan, Él ahora tiene un nuevo sentido de justicia, un sentido más apegado a la realidad, donde se da cuenta que si existe alguna justicia, esa es que Él esté crucificado ahí en ese momento. Paradójicamente, esta es una realidad que a Él no le conviene. pero no por ello menos verdadera ya no está dispuesto a cerrar los ojos ante la realidad y esa es la conversión que hace el Espíritu Santo muchas veces porque nosotros nos consideramos buenas personas pero cuando el Espíritu Santo nos abre los ojos nos vemos al espejo y vemos que en realidad no somos buenas personas entonces Este hombre tiene abiertos los ojos. Muchas veces, a veces en nuestra incredulidad, vestimos de verdad aquello que nos conviene y escondemos o disfrazamos aquello que no nos resulta favorable. Pero en este punto, casi al final de su vida, los ojos de este hombre malhechor están abiertos a la realidad de su pecado. Porque el Evangelio es transformador y te hace ver la verdad sin filtros, tal cual es que eres un pecador cuya vida de pecado será juzgada por Dios. El Evangelio no te oculta información, te la revela. Es como al médico, el hecho de que tú no sepas que tienes una enfermedad terminal, no hace que requieras menos de una medicina o de un tratamiento. El hecho de que tú no sepas o no aceptes que eres un pecador ante la ley de Dios, no cambia tu realidad ante su justicia. Pero luego, el Evangelio transformador, a través del Espíritu Santo, va más allá de revelarle a este hombre quién es de revelarle a este hombre cuál es su condición y le revela quién es Jesús. Versículo 41 al final dice más este ningún mal hizo y dijo a Jesús acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Esta es una afirmación, si ustedes revisan cada palabra de la inocencia, pureza, señorío y majestad de Cristo, este ningún mal hizo, este no tiene por qué estar aquí. Dice, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino, tú tienes la autoridad de incorporarme a tu reino. Y si tienes un reino, eres un rey. Y si eres un rey, eres el dueño de ese reino. Una conclusión lleva a la otra. Se da cuenta ese hombre, el malhechor se da cuenta de que ese hombre del que se había estado burlando, en realidad no tendría por qué estar allí, clavado en la cruz, y sin embargo estaba. Cae en cuenta de que se trataba de un ser inocente y no solamente eso, sino que se trataba de un rey, no de un delincuente, sin necesidad de estar allí y sin embargo estaba. El malhechor había despertado a la realidad. Ahora bien, ¿de dónde viene esta transformación? Porque no es una cosa normal, insisto. Unos minutos atrás, este malhechor verdaderamente odiaba a Cristo. Se burlaba de Él, lo consideraba un estafador, un charlatán, y ahora en este giro de acontecimientos, resulta que quiere estar con Él, ir a donde Él va, ir a donde Él vaya, y quiere que sea su Rey y Señor. ¿Cómo un malhechor que ya tiene una idea preconcebida llega a la conclusión de que quien está a su lado muriendo crucificado junto con él y recibe burlas de los demás es en realidad el Mesías? La verdad es que no tengo idea, hermanos. Solamente la obra del Espíritu Santo pudo convencerlo de tal cosa. Yo no sé bajo qué mecanismo el Espíritu Santo, que es todopoderoso, concibió ese milagro, qué herramientas usó. Probablemente usó el testimonio de Jesús y su reacción ante toda la ola de odio que estaba recibiendo. Probablemente escuchó su oración por el perdón de quienes lo estaban crucificando e insultando. No lo sabemos. El caso es que este hombre fue transformado desde su interior. Él no se preparó para aceptar a Cristo. No tuvo que bajarse a hacer cambios en su vida. De hecho, ya ni siquiera tenía tiempo de hacerlo. Ya solo le quedaban unas horas en este mundo. Fue el Espíritu Santo quien lo convenció de pecado, lo llevó al arrepentimiento, le mostró quien era Cristo y finalmente lo llevó a sus pies. Y hermanos, Tocando un punto que vimos en la Escuela Dominical, nosotros estamos llamados a predicar el Evangelio cada vez que Dios nos dé la oportunidad de hacerlo. Pero tenemos que tener en cuenta que nuestra eleguencia al presentarlo, o cualquier atributo nuestro, nuestros conocimientos, en realidad no es algo que dependa de nosotros. Una persona no se va a convertir a Cristo por lo bonito que nosotros le hablemos. Una persona se va a convertir a Cristo porque por escuchar el Evangelio y que el Espíritu Santo haga una obra en él. Y muchas veces nosotros queremos tomar el rol del Espíritu Santo y queremos esforzarnos, etc. Nosotros somos los mensajeros. ¿Estamos llamados a prepararnos? Sí. ¿Estamos llamados a mejorar en nuestra forma en cómo presentamos el Evangelio? Sí, también. ¿Debemos de dejar de predicarlo porque no sabemos cómo hacerlo? No. Porque si yo te pregunto, ¿por qué eres cristiano? ¿Por qué eres algo? Y tú no me lo puedes explicar, entonces yo pasaría pues a cuestionar tu salvación. Yo no voy a decidir si tú lo eres o no. Pero es que si aquella fe que dices tener no la sabes explicar en palabras simples, es que a lo mejor no la has entendido. Y esas palabras simples son las que tú puedes usar para hablarles a otros. Lo demás, hermanos, lo demás es obra del Espíritu Santo. Cierro paréntesis. Este hombre fue finalmente transformado en uno que se sabía pecador, merecedor del castigo, arrepentido de su pecado, lleno de humildad para ir a Cristo, lleno de fe para depositar su vida en manos de Jesús. No tenía un doctorado en teología, no había llevado clases fundamentos en la fe, no estudió el seminario, ni siquiera se había bautizado. Pero no lo necesitaba. El Espíritu Santo lo llevó de la mano a Cristo para que Él dijera, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. El verdadero arrepentimiento proviene de la obra del Espíritu Santo. Es un milagro llevado exclusivamente por Dios. La salvación, tu salvación, le pertenece a Dios de inicio a fin. Tú no hiciste nada. Porque muchas veces tenemos esta noción de que tenemos que ayudarle a Dios. O que nosotros le vamos a dar la oportunidad a Dios. Está bien, te voy a dar una oportunidad. ¿Un Dios Todopoderoso necesita oportunidades? Dejo el punto ahí. Y pasamos al punto final. 5. Cristo Redentor. Uno de los puntos que resalta acá es la determinación y la compasión de Cristo para salvar a los que vienen a Él. Un Cristo, fíjense cuál era la condición de Cristo en ese momento. Un Cristo abandonado por sus discípulos, cansado, golpeado, adolorido, deshidratado, increpado y humillado siendo colgado desnudo en una cruz y aún sabedor de que lo peor estaba por venir. Es decir, el momento en que su padre lo iba a abandonar e iba él a padecer toda la ira por el castigo que merecía, ese Cristo no tiene dudas en salvar al hombre que lo había estado insultando durante las primeras horas, pero que ahora venía a él en arrepentimiento y fe. Yo debo aceptar y estoy completamente seguro, lo firmo, que en el lugar de Cristo, yo, al ver al malhechor que viene a mí, habría estado irritado habría estado cansado y después de tanto dolor y tanta humillación le había respondido déjame en paz no me molestes y quizá conociéndome lo habría rematado con una frase de venganza diciéndole tenga para que aprenda ahora te vas a quedar sin la salvación el que ríe al último ríe mejor Sería capaz de contestar cualquier cosa en mi carne, enojado, después de haber sido humillado, después de estar cansado, después de haber sido sometido a lo que mi Cristo fue sometido. Pero mi Cristo, nuestro Cristo es sin pecado. Por fortuna, Él es verdaderamente e infinitamente misericordioso. Cuando Él dice en Juan 6.37, al que a mí viene, no le echo fuera, se refería justamente a esto. A hombres como éste. A hombres como nosotros que constantemente lo traicionamos. Que no nos consideramos malas personas. Que lo suplantamos usualmente con altares en nuestra mente. al que a mí viene, no le echo fuera. Independientemente de la vida de pecado que se haya llevado, incluso cuando se haya mostrado un odio manifiesto ante Dios, Cristo no rechazará al alma que viene a sus pies. Esa es la misericordia que Cristo muestra al pecador arrepentido. Porque el arrepentimiento verdadero, ya lo dijimos, es un milagro causado por el Espíritu Santo. Y Dios no puede rechazarse a sí mismo. Dios le manda almas a Dios y Dios las va a rechazar. Por supuesto que no, hermanos. Versículo 43 dice, Entonces Jesús le dijo, De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. A este hombre lo mandaba Dios y Dios lo recibió. Por eso la palabra hace énfasis en este tipo de situaciones, poniendo a este hombre con una vida depravada, dedicada a la delincuencia, yendo incluso al extremo de increpar cara a cara a su Creador, para mostrarnos que Él, a través del Espíritu Santo, puede cambiar incluso esos corazones, para mostrarnos que no hay vida de pecado que Él no pueda perdonar. Más aún, hermanos, la misericordia de Dios Se muestra en que Él no bajó de esa cruz aún cuando pudo hacerlo, en cualquier momento. Sin embargo, decidió permanecer. En primer lugar, porque Él no puede incumplir sus promesas. y él había puesto su nombre de por medio de que él nos iba a salvar. Y en segundo, porque las implicaciones de haberlo hecho serían letales para todos nosotros, incluso para ese malhechor que terminaría arrepentido, pues la esperanza de salvación se habría perdido para todos. Y se ahí en 53.7 dice, angustiado él y afligido, no abrió su boca, como cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció. y no abrió su boca. Finalmente, esta es la humanidad representada en forma de dos delincuentes de igual calaña, merecedores del mismo castigo, lo único que los diferenciaba era quizá el nombre que tenían. Pero ante la ley divina eran exactamente lo mismo. Curiosamente, en el pasaje del juicio de las naciones, de Mateo 25, Jesús aparta a los individuos que están frente a Él, el día del juicio, unos a su izquierda y otros a su derecho. A los de la izquierda los acusa de su vida de pecado, principalmente por su falta de amor a Dios y al prójimo, los dos primeros mandamientos, justo los mandamientos que habían roto estos dos malhechores. Y por ello, a este grupo de la izquierda lo aparta el castigo eterno. Pero en contraste, a los de la derecha les dice algo muy diferente. Les dice, venid, benditos de mi Padre, heredad del reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Y les toma en cuenta obras que ellos no habían hecho, principalmente relacionadas con un profundo amor a Dios y al prójimo. A lo que las personas de este grupo honestamente responden que ellos no habían hecho tales obras. Pero Cristo les responde que sí las hicieron. La diferencia con respecto a los de la izquierda es que las hicieron en Cristo. Además de que las obras de Cristo les fueron también contadas a ellos. Este malhechor que muchos piensan que fue precisamente el de la derecha No tuvo tiempo de bajarse para hacer obras. Pero no hacía falta. Sus pecados fueron pasados a Cristo y la vida perfecta de Cristo le fue contada a Él y como nos sería contada a muchos otros. En aquel día, al final de la jornada en el Gólgota, hubo tres hombres que murieron. Dos culpables y uno inocente. el inocente fue el malhechor arrepentido. Porque Cristo cargó sus pecados, se hizo culpable de algo que él no había hecho y sufrió la ira y el abandono de su padre. El otro malhechor, probablemente el de su izquierda, no quiso ver a Cristo y al final murió ahogado en su propio pecado. Pero al tercer día, Cristo se levantaría de la muerte para establecerse como salvador perpetuo. Hermanos, el suceso del ladrón en la cruz nos enseña que nunca es tarde para ir a Cristo. Nos enseña muchas cosas, nos enseña que no importa qué vida se haya llevado, Cristo siempre será suficiente y estará dispuesto a recibir al alma que viene a Él. El alma que viene a Cristo trae una garantía de que es enviada por Dios. Y el lo dijimos, Dios no puede rechazar a Dios. Al final hermanos, estos dos ladrones nos representan. Al final, Al final, Cristo murió como culpable para que ese ladrón muriera como inocente. Y así, nosotros, si hemos sido lavados con la sangre de Cristo, moriremos como inocentes. No por nuestra inteligencia, no por nuestras virtudes, no por ser medio buenos, sino porque Cristo nos dio su vida perfecta. Entonces, al final, hermanos, demos gracias al Señor por su salvación. Oremos. Señor, te damos gracias porque nos permites ver quiénes éramos nosotros, Señor. Nos permites vernos representados en ese ladrón arrepentido, Señor. Totalmente indigno, Señor. Pero que a través de Tu Espíritu Santo, Tú nos trajiste hasta Ti, Señor. Y sin merecerlo, nos diste Tu vida perfecta y tomaste la nuestra, Señor. Te damos gracias, Señor, infinitas por ello, Señor. La vida no nos alcanzará para agradecerte, Señor. Pero permítenos, Señor, agradecerte en la eternidad, Señor. En el nombre de Tu Hijo Cristo, Te lo pedimos. Amén, Señor. Que el Señor les bendiga.
Crucificado entre delincuentes
Sermon ID | 1120241614425350 |
Duration | 47:27 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Luke 23:32-43 |
Language | Spanish |
© Copyright
2025 SermonAudio.