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Le damos la bienvenida a la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona, España, y le invitamos a que visite nuestra página web por gracia.es. Deseamos que Dios le bendiga ahora a través de su palabra. Vamos a orar pidiéndole al Señor en oración lo que acabamos de cantar, que nos muestre a Cristo. Señor, queremos ver al Señor Jesucristo en su bondad, en su poder, en su majestad, en su belleza, en su misericordia para con nosotros. Señor, ayúdanos por un instante a dejar de mirarnos a nosotros mismos, dejar de mirar al que tenemos al lado, dejar de mirar nuestras dificultades y cómo ruge la tormenta a nuestro alrededor para poner los ojos solamente sobre ti. el autor y consumador de la fe. Muéstranos a Cristo, Señor, que Tú eleves nuestro pensamiento y nuestros corazones y acabemos el culto de hoy en esta mañana mirando al cielo y maravillándonos una vez más de Tu grandeza, de Tu belleza, de Tu poder y de Tu gracia para con nosotros. Te lo pedimos en el nombre del Señor Jesús. Amén. Estaremos en esta mañana meditando sobre el Salmo 73, aunque citaremos muchos otros Salmos, pero un poco como resumen de lo que hemos visto hasta ahora, porque hemos estado meditando los Salmos 14, 24. Veía esta semana un reportaje sobre un naufragio que muchos de vosotros recordaréis, de aquel buque Costa Concordia, que naufragó cerca de las costas de Italia. Dice mi esposa que soy un friki con esto de las películas apocalípticas y naufragios. Creo que tiene toda la razón del mundo. Mis películas favoritas son Titanic, Deep Impact, Armagedón... Cuanto más catastróficas, mejor. Y los reportajes como estos me encandilan. Vi ese reportaje del Costa Concordia y muchas curiosidades que algunos recordaréis, como, por ejemplo, que el capitán del barco abandonó la nave antes de tiempo. La policía lo encontró en una habitación de un hotel del pueblo de enfrente mientras aún estaban rescatando náufragos de dentro del buque. Pero otra curiosidad que yo no sabía es que cuando llegó la noticia al pueblo de enfrente, justo en aquella pequeña isla italiana, allí estaba el ayuntamiento reunido y el primer teniente de alcalde, él tomó un bote para ir en dirección al barco. Así que casi a la misma hora en que el capitán del barco estaba abandonando la nave, el teniente de alcalde desde el pueblo estaba yendo hacia la nave y metiéndose dentro del barco y empezando a rescatar gente con sus propias manos. Y mientras escuchaba ese reportaje pensé que era el perfecto resumen de lo que hemos visto hasta ahora. Por un lado, el Salmo 14 dice el necio en su corazón, no hay Dios, están perdidos, se han echado todos a perder. La humanidad es ese gran buque. La humanidad se está hundiendo. La humanidad es como un gran Titanic, se va a pique. La fiesta parece que sigue por algún tiempo, pero se va a pique. Se está hundiendo. Todo se ha echado a perder. El capitán que era Adán, el capitán que era la humanidad en sí misma, ha abandonado ese barco. Nuestro representante ha fracasado. fue expulsado del huerto del Edén por causa de su transgresión. Y aquel que lo miraba de lejos, nuestro señor Jesucristo, aquel que estaba en su gloria y en su grandeza en su palacio celestial, decidió asumir el reto y meterse con nosotros dentro de la humanidad para rescatarnos. Y muy en resumen, eso es lo que vemos en el Salmo 14, dice el necio en su corazón, no hay Dios, se han echado a perder todos a una. Y en el Salmo 24, que meditamos en la última ocasión, en estos salmos, Señor, ¿quién entrará en tu santuario? El limpio de manos, el de corazón puro, Y ese es el Señor Jesucristo, es el único perfecto mediador, perfecto sacrificio, perfecto cordero, perfecto sacerdote, perfecto en todo que viene en nuestro rescate. Y estas dos verdades son esenciales para ayudarnos a comprender un poco más cómo el Evangelio está ahí también en el libro de los Salmos. Que todo lo malo es mérito nuestro, que todo lo bueno es mérito de Dios. ¿Cómo no debemos meditar en ello? Porque el mundo lo entiende exactamente al revés, ¿verdad? El mundo lo dice exactamente al revés. Cuando algo bueno sucede, es mérito mío. Yo me lo he ganado. Como mucho, qué suerte he tenido cuando algo malo sucede. Ay, si Dios existiera, si Dios fuera bueno, no estaría pasando esto. La humanidad atribuye lo bueno al hombre y lo malo a Dios. Los cristianos sabemos que es exactamente al revés. Podemos atribuir todo lo malo al hombre y todo lo bueno a Dios porque todo don perfecto y toda dádiva viene de lo alto, viene de nuestro Señor. Y encontrándonos con esa realidad de que el hombre ha fracasado, Pero Cristo es el perfecto salvador. En esta mañana vamos a estar meditando en esa salvación del Señor Jesucristo. Porque los salmos tratan sobre todo y en primer lugar sobre nuestra necesidad de una salvación. Claro, pensarás, los salmos tocan muchos temas. Todos nos sentimos inspirados por los Salmos. A veces los Salmos hablan de protección frente al enemigo, a veces los Salmos hablan de necesidad y cómo el Señor la cubre, a veces los Salmos hablan de enfermedad y que el Señor nos restaura, a veces los Salmos hablan de todos estos temas de necesidad de sabiduría, Pero el tema central, el gran tema en el libro de los Salmos, es el tema del Evangelio, nuestro pecado y nuestra necesidad de un salvador, de un redentor. Todos recordaréis pasajes como el Salmo 62. En Dios solamente está callada mi alma, de él viene mi salvación. Él solamente es mi roca, mi salvación, es mi refugio. No resbalaré mucho. Él es mi roca fuerte y mi refugio. Y Dios quiere que oremos por todos los temas anteriores. Dios quiere que oremos por salud y por trabajo y por la conversión de nuestros seres queridos y por nuestras dificultades. Dios quiere que oremos por todo eso. El Señor nos escucha. El Señor responde. Pero el gran tema de los salmos es nuestra libertad de nuestro propio pecado. Que el Señor transforme nuestros corazones. De nuevo, leemos en el Salmo 25. Muéstrame, oh Jehová, tus caminos, enséñame tus sendas, encamíname en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación. En ti he esperado todo el día. Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias, que son perpetuas. De los pecados de mi juventud y de mis rebeliones no te acuerdes. Conforme a tu misericordia, acuérdate de mí por tu bondad. Oh Jehová. Así que el rey David, cuando escribe los salmos y los demás salmistas, porque sabemos que no todos son del rey David, vemos que hay un tema central, ese reconocimiento que el gran problema, el problema de los problemas, está dentro de mí mismo. El problema de los problemas, querido hermano, querido amigo, está dentro de ti mismo y es tu propio pecado y tu separación del Señor. ¿Pero cuántas veces oramos por que el Señor cambie nuestras circunstancias? Si pudierais ahora redactar una lista de oración de lo que habéis estado orando en esta semana, seguramente serían circunstancias. Señor, por un trabajo. Señor, por salud. Señor, por esa circunstancia familiar. Señor, te pido... Señor, te pido por esto, por esto, por esto, por lo otro. Y nuestro primer tema de oración al que recurrimos pocas veces, debiera ser, Señor, te pido por este corazón, porque tú lo cambies. Porque Dios no está tan preocupado en cambiar las circunstancias a tu alrededor, sino en cambiarte a ti en medio de las circunstancias. ¿No te has preguntado por qué Dios permite lo que permite? ¿No sientes las circunstancias de tu vida a veces como un bisturí que entra dentro de tu corazón y que corta lo que tiene que cortar? Las circunstancias son las herramientas de Dios para cambiarte a ti. Es que Dios no quiere cambiar tu vida, tu historia, tus circunstancias alrededor. No quiere cambiar lo que te rodea. Dios está preocupado por cambiarte a ti, por hacerte más santo, mejor cristiano, más devoto, por acercarte a él. Quiere que le ames más, que le busques más. Dios quiere hacer de ti aquí en la tierra más lo que serás allí en el cielo. Dios ya ha empezado a transformarte. a través de esta vida presente. Dios quiere que cambies tu carácter, tus deseos, tus metas, tus actitudes, tus sueños en la vida, cambiarte a ti en medio de tus circunstancias. Entonces, cuando nos acercamos a este Salmo 73, que describe mucho de lo que es la salvación del Señor, cómo la salvación se acerca a cada uno de nosotros y esa conciencia de un cambio interior, de un corazón renovado. Y estaremos meditando en la segunda parte del Salmo, a partir del versículo 21. La primera parte del Salmo, del versículo 1 al 20, vemos que hay un tema central. Y es que muchas veces miramos a los impíos. Muchas veces, Salmo 73, versículos 1 al 20, muchas veces ponemos nuestros ojos en cómo al malo le va bien. No vamos a hacer una terapia de grupo, pero podríamos levantar todos la mano. ¿Cuántas veces es ese nuestro clamor? Señor, pero... ¿Tú has visto que gente tan mala, tan impía, tan soberbia, tan... ¿Y están felices? ¿Están tan panchos? ¿Y yo que te sirvo? ¿Y yo que te sigo? ¿Y yo que renuncio a tantas cosas por ti? ¿Y yo que quiero ser santo? ¿Y yo que camino en tus estatutos? ¿Qué pasa conmigo? ¿Te has olvidado de mí? ¿Al malo le va bien y al santo le va mal? y entran dudas en nuestro corazón. Fijaos en el versículo 13. Es tremendo. ¡Qué sinceridad del salmista! En este caso, Asaf. Este es un salmo de Asaf. Versículo 13. Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón. ¡Guau! ¿Qué está diciendo? No vale la pena. Y a veces pueden entrar nuestras dudas, esas dudas a nuestro corazón, cuando vemos que a los malos les va bien. Señor, no vale la pena esto de la vida cristiana. Tanto sacrificio y parecen ellos más felices que yo. Pero el resto del salmo responde, responde con palabras de paz, de calma. Básicamente resumiendo al salmista, déjate. Eso está en las manos de Dios. Dios sabe lo que a los malos les espera. Les espera la condenación. Les espera el juicio. Versículo 18. Les esperan. Les esperan deslizaderos. Versículo 19. Les esperan asolamientos. Versículo 19 también serán consumidos de terrores. No, no es un camino de felicidad el suyo. Les espera el juicio del Señor. Y el resto del Salmo nos invita a meditar al creyente en lo que el Señor ha hecho en nuestras vidas, lo que el Señor ha hecho en nosotros. Ahí tenemos el verdadero gozo, la verdadera felicidad. Vamos a leer versículo 21 al 28. Salmo 73, versículo 21. Se llenó de amargura mi alma y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo que no entendía. Era como una bestia delante de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo. Me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo. Y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen, mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. ¿Por qué aquí los que se alejan de ti perecerán? Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien. He puesto en Jehová el Señor mi esperanza para contar todas tus obras. Estamos agradecidos al Señor por esta segunda mitad del Salmo. porque nos ayuda a reflexionar en lo que realmente debemos reflexionar. No es aquello que nos rodea, no son las dificultades en la vida, no es lo bien que le puede ir a los impíos, es lo que el Señor ha hecho en nuestra vida. Esas verdades indestructibles, inalterables, son las que traen un profundo gozo en nosotros. Pero primero describe el salmista cómo estaba antes de que Dios obrara en él. Usa palabras muy fuertes del versículo 21. Se llenó de amargura mi alma y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo que no entendía. Era como una bestia delante de ti. De nuevo, nos llama la atención la sinceridad del salmista y cómo se describe a sí mismo. En efecto, el hombre alejado de Dios, el hombre sin Dios, es así. Lleno de amargura, lleno de rencor. Como una bestia delante de ti. De hecho, ese es el efecto del pecado en nosotros. Dios nos ha hecho poco menores que los ángeles y el hombre a causa de su pecado se ha hecho igual a las bestias del campo. Recordamos que cuando Dios pone a Adán y Eva sobre el huerto del Edén, pone todas las cosas en sus manos, les hace mayordomos de todo lo que Dios ha creado y les da a comer legumbres, simientes, frutas del campo. Y sin embargo, cuando Adán y Eva pecan, una de las consecuencias que Dios dice para Adán y Eva es que toda planta del campo, toda planta verde os será a comer. Les está dando a comer la dieta de los animales, de los bueyes, de los conejos, de las vacas. Con esa afirmación, Dios está diciéndole a Dan y Eva que siguiendo su instinto, siguiendo su apetito, siguiendo su propio criterio, comiendo de un fruto que les era deseable a los ojos, ellos mismos se han puesto al nivel de las bestias. Y me recuerda este Salmo 73 todo esto mientras lo leemos. Era yo como una bestia, era yo como una bestia. Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer y comiste del árbol que te mandé diciendo no comerás de él, maldita será la tierra por tu causa, con dolor comerás de ella todos los días de tu vida, espinos y cardos te producirá y comerás plantas del campo. Sí, cada vez que comamos una ensalada con su escarola y su lechuga podemos decir, fruto de la caída, comerás plantas del campo, porque eso era para las bestias. Este es el estado de condenación del hombre. El hombre se ha rebajado a sí mismo al nivel de las bestias. Hermanos, si usamos muchas veces a los animales para describir a las personas. O no se enfada la gente y se pone como un gorila, o como un mono, o el que busca brega es como un tiburón. O el que no calla es como un loro. Y hay gente rapaz, como un buitre o como una hiena. Y hay gente que come como un cerdo. Usamos expresiones de animales para ilustrar, para describir algo muy real y muy auténtico. Y es que el hombre, fruto de su pecado, se ha rebajado al nivel de los animales. Y me recuerda ese Salmo 73 de nuevo al rey Nabucodonosor. En su orgullo, en su soberbia, Dios le trajo una locura y le hizo vivir de cuatro patas. Daniel capítulo 4. Fue echado entre los hombres, comía como los bueyes. Su cuerpo se mojaba con el rocío del campo. Su pelo creció como plumas de águila. Sus uñas como la de las aves. Pero al fin del tiempo, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo y mi razón me fue de vuelta. Y bendije al Altísimo y a la vea y glorifiqué al que vive por siempre, cuyo dominio es siempre eterno y su reino por todas las edades. Estuvo como un animal entre los animales, pero cuando volvió en sí y se humilló delante del Altísimo, fue restaurado y fue puesto en pie. ¿No es la experiencia de aquel hijo pródigo que se fue de casa y estuvo, ¿dónde? Entre los cerdos. Y de nuevo nos dice también esa parábola, pero volvió en sí. Y dijo, iré a mi padre y le diré. Y el padre le restaura. Alejarnos de Dios, vivir según nuestros apetitos, según nuestro deleite, según nuestro criterio, según nuestra opinión, según nuestra soberbia, según nuestro pecado, es hacernos semejantes a los animales. Y solamente Dios es el que se acerca, nos toma de la mano y nos restaura. Nos pone en pie. Nos dice, deja de estar de cuatro patas. nos pone en pie y nos restaura. Y podemos decir entonces como una bucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y sus caminos justos. Y él puede humillar a los que andan con soberbia. La gran pregunta en este en este estado, hermanos, amigos, es hasta dónde Dios tiene que permitir tu humillación para que hagas como una bucodonosor y levantes los ojos al cielo. ¿Hasta dónde tienes que llegar? Te tienes que ver en medio de esos cerdos sin poder comer de sus algarrobas para que vuelvas en sí y digas volveré a la casa de mi padre. Volveré a la casa de mi padre. Vemos en el versículo 23 la salvación del Señor. Aunque el salmista es muy franco en describir su circunstancia, En el versículo 23 vemos que está lleno de esperanza. Con todo, yo siempre estuve contigo. Me tomaste de la mano derecha. Siempre estuve contigo. Señor, aun entonces tú no apartaste de mí tu mirada. Y esa es la experiencia de los que somos del Señor. Miramos nuestra historia por el retrovisor espiritual, porque tenemos un retrovisor espiritual, ¿sabéis? Podemos mirar para atrás. Miramos nuestra historia y decimos, yo estuve allá, yo estuve allá, yo estuve allá... Pero, ¿sabes? El Señor siempre estuvo conmigo. No apartó su mano de mí. Aunque yo estaba donde estaba, lo mal que estaba y lo lejos que estaba de Cristo, el Señor me estaba mirando. Aunque yo estaba donde estaba, yo ya era suyo. Solo que yo no lo sabía. Su gracia me había de alcanzar. Hace un tiempo, conversando con una hermana ancianita, creo que estaba predicando en alguna iglesia en Andalucía, conversamos después de la reunión con ella y me explicó su testimonio y me explicó, de joven, cómo pasó un tremendo accidente. Si no quiero recordar mal, era un incendio. Y ella recuerda cómo pudo escapar de aquella situación y siempre recordando toda su vida cómo salió viva de aquello. hasta que muchos años después conoció el Evangelio. Y ahora, con esa retrospectiva, podía decir, ahora sé por qué salí viva de aquella casa. Porque yo ya era del Señor. Y aunque años después había de escuchar la palabra, yo ya era una oveja suya. Y cuando escuché su voz, le seguí. Sí, hermanos, porque no son los que escuchan su voz que se convierten en ovejas automáticamente, son sus ovejas. que escuchan su voz y le siguen, pero ya son ovejas aun cuando no saben que lo son, pero el Señor si sabe quienes son los suyos. Y el salmista expresa esto aquí, con todo yo siempre estuve contigo. Tú nunca me abandonaste, tú nunca me dejaste, tú ibas como un padre amoroso siguiendo mis pasos donde estaba yo para acercarme a ti en el tiempo propicio indicado por ti. Tú siempre me estuviste mirando y me tomaste de la mano derecha. ¡Qué bendición! Y qué expresión expresión tan simple, sencilla, diáfana del amor de Dios, la misericordia de Dios y la soberanía de Dios. Me tomaste de la mano derecha. No dice el salmista. Ay, pero entonces me dio un brote de inteligencia y dije voy a asirme de la mano de Dios. No es el salmista el que se agarra de la mano de Dios, es Dios. Que agarra su mano derecha. Los que tenéis niños pequeños sabéis lo importante que es tomarlos de la mano. Si yo quiero asegurarme que mi hijo Abraham llega al otro lado de la calle vivo, yo le agarro de la mano. No extiendo mi mano y le digo, va, hijo mío, agárrate, a ver si llegamos al otro lado. Yo agarro su mano. Él tiene la impresión de que la está agarrando, pero estoy seguro de que yo la estoy agarrando más fuerte que él, aunque él abrir la suya. Yo no abro la mía. Porque quiero que llegue al otro lado. Esto es lo que está expresando aquí el salmista. Tú, señor, tú. Me asiste de la mano derecha. Tú me tomaste de la mano derecha. Y qué bendición y qué gozo que eres tú el que me agarraste de la mano derecha. Porque si fuera yo el que me agarro de tu mano, qué pronto se abriría y qué pronto caería de tu gracia. Pero tú me tomaste de la mano derecha. Y así es como llega la salvación a nosotros y podemos clamar esto. Señor, gracias porque me tomaste de la mano derecha y me guiaste a través del camino de esta vida. Gracias, Señor, porque tú me tomaste de la mano. Otra cosa es cómo lo percibimos nosotros. Tenemos la impresión, por supuesto, de que somos nosotros los que nos agarramos de la mano de Dios, que damos un paso de fe, que recibimos el Evangelio, que nos hacemos cristianos, que he decidido seguir a Cristo. Tenemos esa impresión, como ese niño que toma la mano de su padre, Pero sabemos que es por su gracia y por su poder que él no abre su mano y nos lleva al otro lado. De nuevo, los que tenemos niños pequeños o los que habéis sido padres, habéis vivido esta experiencia, ¿verdad? Hay un río, hay varias piedritas para pasar por el río y el niño dice, ¿cómo pasamos, papá? Y tú le dices, bueno, pues vas saltando de piedrita en piedrita. Vale. Y el momento que el niño va a intentarlo, tú agarras al niño y le llevas de piedra en piedra. hasta que llega a la otra orilla y cuando llega a la otra orilla, el niño se gira y dice saltado bien papá. Sí, hijo mío, lo has hecho perfecto. Pero era tu fuerza el que le estaba sosteniendo. Así es como Dios nos hace andar a través de la vida cristiana. Él nos está haciendo con su mano todopoderosa y no nos deja. Y gracias damos a Dios por esa gracia inmerecida. porque Dios es el que produce en vosotros, así el querer como el hacer por su buena voluntad. ¿Y por qué Dios se toma tantas molestias en el salmista? Si era torpe y no entendía y era como una bestia delante de él, ¿por qué Dios se toma la molestia de acercarse y tomarle de la mano derecha? ¿Por qué Dios se tomó esa molestia contigo si eres de Cristo? Por pura gracia, querido hermano, querido amigo, por pura gracia. No es porque Dios viera algo maravilloso en nosotros. No es porque Dios estuviera triste de pasar la eternidad sin ti en el cielo. No es por todas esas cosas que a veces escuchamos. Es por pura gracia y misericordia que Dios quiso trazar un plan de rescate y alcanzarte. Llevarte a su presencia. Por pura gracia, Salmo 79, ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre y líbranos y perdonan nuestros pecados por amor de tu nombre. Porque Dios no puede hacer nada por alguien mayor que Dios mismo. Dios está motivado por el amor de su propio nombre, por su propia gloria. Salmo 106, pero Él nos salvó por amor de su nombre. Es por su grandeza que Dios nos salva por pura gracia. Él no ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades. Salmo 103, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados, porque bien podría. Y Dios hubiese sido justo sencillamente en enviar a toda la humanidad al fondo del infierno. Hubiese sido un Dios justo, santo y bueno. pero Dios trazó un plan de salvación para alcanzarnos y llevarnos a su presencia. Solamente a él la gloria. Y vemos que esa salvación preciosa es gracias al Señor Jesucristo, a la entrega y el sacrificio del Señor Jesucristo. El Señor Jesucristo, su entrega, su sacrificio está en todas partes de los salmos. Seguramente el que recordemos con mayor claridad es el salmo 22, cuando el rey David escribe de esa forma profética, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? He sido derramado como aguas, todos mis huesos se descoyuntaron. Oradaron mis manos y mis pies. repartieron entre sí mis vestidos. El Salmo 22 es probablemente el más claro en que vemos, leemos el Salmo 22 y decimos esto es la crucifixión. Siglos antes de Cristo los Salmos ya nos están anunciando que vendrá un Mesías y que será crucificado y derramará su sangre en nuestro favor. Un Cordero perfecto en nuestro lugar. Como dice muy bien Spurgeon, hacía falta el Salmo 22 y el sacrificio del pastor en el Salmo 22 para que tú y yo pudiéramos tener el descanso del Salmo 23. Después de ese hora daron mis manos y mis pies. Leemos a continuación Jehová es mi pastor. Nada me faltará y nada me faltará porque él lo ha logrado. Él lo ha conseguido. Él ha alcanzado ese rescate, esa victoria. Cristo había de morir. Para que tú y yo tuviésemos ese descanso. Y entonces nos encontramos con el versículo 24. Me has guiado según tu consejo y después me recibirás en gloria. Me has guiado según tu consejo y después me recibirás en gloria. Está describiendo este salmo en esta segunda mitad todo el transcurso de nuestra vida cristiana. Y si dejamos una vida pasada atrás y el Señor nos lleva a la salvación, ahora encontramos también en el Señor su guía en el camino de la santificación. La salvación no acaba con el mero hecho de salvarnos, Tú y yo hemos sido salvos. Si eres de Cristo, has sido salvo. Pero si eres de Cristo, estás siendo salvo. Cada día el Señor te rescata con su gracia y con su misericordia, porque tenemos la palabra que es lámpara a nuestros pies, donde tenemos sabiduría para el caminar de la vida cristiana. Porque Dios refrena tu vida para que no vivas todas las consecuencias de tu propio pecado. ¿No ves la salvación del Señor en su protección frente al mundo y al maligno? Continuamente, el cristiano tiene esta sensación de que Dios me ha salvado, pero no es algo en el pasado, sino que en el presente, Señor me está salvando, me está protegiendo, me está guiando, me está cuidando. Y en su palabra tengo toda la sabiduría que necesito. Bueno y recto es Jehová. Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino. Si nos perdimos al seguir nuestro propio consejo, somos santificados siguiendo el consejo de Dios. Dios nos guía, Dios nos salva, Dios nos glorifica. Y vemos también aquí la glorificación en este versículo 24. Me has guiado según tu consejo y después me recibirás en gloria. Con qué certeza lo dice el salmista. Qué contraste entre el camino de los impíos que acaba de describir y ahora esa certeza de decir me recibirás en gloria, estaré en la gloria, estaré sentado en la mesa del Señor. Querido cristiano, ¿te llena eso de gozo? Estamos más preocupados por la salud, por los problemas políticos, por la relación con los hijos, por la hipoteca, por qué me quedará de jubilación. Estamos tan preocupados por otras cosas que encuentras aquí tu gozo. El Señor te toma de la mano derecha, te guía según su consejo y te lleva a la gloria. Y es algo ciertísimo. Y nuestro corazón debiera de dar saltos de alegría. Ahí está nuestra satisfacción, no en las cosas de esta vida. No en las cosas materiales. El salmista está llevando nuestra atención hacia donde debemos poner nuestros ojos. Deja de mirar a los impíos si les va bien o no les va bien. Deja de ver la prosperidad de los malos. Deja de ver esos asuntos y mira dónde está realmente escondida tu gloria, tu gozo, en lo que Dios ha hecho contigo. en lo que te espera, en la mansión celestial, en la eternidad. Y la gloria es algo ciertísimo, tan ciertísimo que Romanos 8 lo dice en pasado. A los que predestinó, a estos también llamó. A los que llamó, a estos justificó. A los que justificó, a estos glorificó. Ay, se ha equivocado aquí el apóstol Pablo. Debería decir glorificará. No, glorificó, porque a ojos de Dios ya está hecho. Es algo ciertísimo. La salvación es algo ciertísimo. Cuando Cristo en la cruz dijo consumado es dijo misión cumplida. Estamos ahora experimentando el despliegue de todo ello. Pero es algo cierto tú para Dios tú ya estás en la gloria sentado junto a él. En el banquete celestial nos glorificó. Es cuestión de tiempo que veamos todos los efectos de lo que la sangre de Cristo ha hecho en ti. Es cuestión de tiempo nada más. Tú y yo estamos sujetos al tiempo. Él no está sujeto al tiempo. Y tú y yo lo estamos viviendo. No es de extrañar, no es de extrañar que el salmista diga versículo veinticinco veintiséis a quien tengo yo los cielos, sino a ti y fuera de ti nada deseo en la tierra. Podemos decir esto, querido hermano, querida hermana, podemos decir fuera de ti nada deseo en la tierra. Podemos decir como el salmista, también el sábado veintitrés, el señor y mi pastor, nada me faltará. Literalmente, el señor es mi pastor, No quiero nada. Literalmente el hebreo dice eso. El señor es mi pastor. No quiero nada. El señor es mi pastor, pero qué puedo querer. El señor es mi pastor. Nada más deseo. Y es lo que aquí repite el Salmo 73. A quién tengo yo en los cielos, sino a ti y fuera de ti nada deseo en la tierra. Te tengo a ti, señor. Y si te tengo a ti, ¿Va a ir mi corazón detrás de otras cosas? Si te tengo a ti y tú lo tienes todo, cuando te tengo a ti todo lo tengo. ¿Qué más puedo desear? Nada deseo en la tierra. Mientras los malos se afanan por conseguir y por lograr, y eso es lo que vemos ahí fuera en el mundo, y eso es lo que vemos en el mundo laboral y universitario y en la política. Desear, desear, desear, desear y corazones nunca satisfechos. El cristiano puede decir Señor, a ti te tengo en los cielos y ya no deseo nada. Mi corazón está rebosante, está lleno, está gozoso. Hermano, no corras detrás de las cosas de este mundo, sea lo que sea. Sea lo que sea. Bienestar material, casa, coche. Trabajo. No desees nada más de lo que deseas al Señor. ¿Deseas un esposo o una esposa? ¿Deseas tener hijos? Todo eso son cosas lícitas. Desea al Señor más que cualquier otra cosa que puedas desear en este mundo. ¿A quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. ¿Qué contraste en esta sección que estamos meditando? Solamente si vemos del versículo 22 al 25, aquí ha cambiado esta persona completamente. Si en el versículo 22 dice tan torpe era yo que no entendía, era como una bestia delante de ti. En el 25 dice a quien tengo los cielos, sino a ti y fuera de ti nada deseo en la tierra. ¿Qué ha pasado en este corazón? ¿Qué cambio tan increíble en apenas unos versículos? Un corazón que no deseaba ni entendía las cosas espirituales, que iba detrás de las cosas de este mundo. Ahora es un corazón que ama y que busca y desea al Señor. Todos hemos visto eso en alguna ocasión. El mismo ateo que blasfema y le regalas una Biblia y la rompe delante de tus narices y la tira a la basura. En una semana la está abriendo, leyendo y explicándotela. Y tú dices, pero qué ha pasado aquí? No es humanamente explicable. Había un concurso en la televisión, un programa, que seguramente habréis visto. Muy malo, muy malo, pero todos podemos confesar que alguna vez lo hemos visto, que se llamaba Cambio Radical. ¿Sí? ¿Lo recordáis? Metían a alguien en el quirófano y le hacían de todo, pobrecito. O sea, 30 operaciones que debían hacerse en espacio de años, se las hacían en un día. Le metían ahí de todo lo que no le gustaba, se lo cambiaban. Claro, salía la persona pitipuesta, ¿verdad? Seguramente de plástico de arriba abajo, pero da igual. Salía mona o mono. ¿Y qué cambio? Pero cuando abría la boca veías que era la misma persona. habían cambiado solo algunas cosas exteriores. No, este es el cambio radical, el que vemos aquí en el Salmo 73, que alguien que aborrece a Dios, que no es capaz de amar a Dios ni amar a su hermano, ahora tiene un corazón que ama a Dios sobre todas las cosas y ama al prójimo como a sí mismo. Eso es un milagro. Y eso solo puede hacer el poder del Evangelio. solo lo puede conseguir el poder de Cristo. Y tal vez tú estás buscando cambio en tu vida, seas cristiano o no lo seas aún, estás buscando cambio en tu vida. Te puedo asegurar que solamente en la palabra de Dios está el cambio, que lo has buscado ya muchas veces y de muchas maneras. Y solamente en el poder de la sangre del Señor Jesucristo está el cambio que anhelas. ¿Qué deseas? ¿Qué buscas? Fuera de ti, nada deseo en la tierra. En Cristo está ese cambio. ¿Cuántas personas ha cambiado el Evangelio? ¿Cuántas personas ha cambiado el Evangelio? ex delincuentes, ex drogadictos, ex adúlteros, ex todo lo que tú quieras. Si la ciencia fuera un poquito más sincera y noble, si la llamada psicología y las psicoterapias fueran más honradas, tendrían que reconocer que nada cambia el ser humano como el poder de la palabra de Dios. Y tendrían que promover el cristianismo en todos los hospitales, en todas las escuelas, en todas las universidades, porque es lo único que de verdad cambia a la persona. Pero como está tan metido el anticristianismo dentro del corazón del ser humano, es incapaz de reconocer que la palabra de Dios es cierta y cambia corazones. Incluso en algunas áreas de la psicología y de las ciencias sociales se ha llegado a definir la conversión cristiana como el Jesus effect, el efecto Jesús. Sí, y ahí queda. Es algo inexplicable, pero sabemos que la fe cristiana cambia a las personas. Hay un efecto Jesús. Que no podemos explicar. La palabra de Dios lo explica. Que la sangre del Señor Jesucristo cambia y transforma corazones. El salmista concluye en el versículo 28. Si bien en el 27 habla de la destrucción del impío, porque aquí los que se alejan de ti perecerán, tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta, describe el efecto contrario en el versículo 28. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien. Hay los que se alejan de Dios y hay los que se acercan de Dios. Los que se alejan de Dios, su camino es el de la destrucción. El Señor acabará con ellos. Los que se acercan al Señor, dice el salmista, acercarme a ti es el bien. Dice un refrán que todos conocemos, quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. ¿A dónde te acercas hay un beneficio? ¿Cómo es acercarse al Señor? ¿Cómo es estar bajo la sombra del Omnipotente? ¡Qué bendición tan grande! El Señor tiene en su mano la salvación. Él es la roca del creyente. Él es el tesoro del creyente. Y el creyente dice, nada deseo en la tierra más que a ti. El cristiano crece cada día más en esa sed del Señor. Si no eres cristiano aún, estás viendo cómo el Espíritu Santo trabaja en ti porque te está acercando al Señor. Y si ya eres de Cristo, estás viendo la obra del Espíritu Santo en ti, en que te está acercando cada día más a Cristo. Tienes cada día más sed de Cristo. Tal vez estés pensando, David, estoy pasando una época de sequía espiritual como no te puedas imaginar. No tengo sed de Cristo. ¿Entonces tienes sed de tener sed de Cristo? Eso quiere decir que estás vivo, hermano. Porque el que está muerto no piensa si tiene sed. Solamente el bebé que acaba de nacer y llora porque clama, está vivo. El cristiano que clama al cielo está vivo y el Señor escucha su clamor. Quien es sed de Dios, puedes decir como el salmista, como el ciervo brama por las corrientes de las aguas. Así clama por ti o Dios el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Y como dice el Salmo 42, ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, porque aún he de llamarle. Salvación mía y Dios mío. Y este final de este Salmo 42, salvación mía y Dios mío, me recuerda mucho a las palabras de Tomás en Juan capítulo 20. Tomás, el incrédulo. ¿Recordáis? No, yo no creo que ella haya resucitado. Bueno, si pongo mi mano en su costado y mi dedo en su herida, entonces sí creeré. Y el Señor se presenta y le dice, Tomás, aquí está mi herida, aquí está mi costado. Y Tomás exclama, Señor mío y Dios mío. Sí, el Dios del que habla el Salmo 73 es el Señor Jesucristo. Y podemos leer el Salmo 73 de esta manera. Es Cristo el que te toma de la mano derecha. Es Cristo el que no ha apartado sus ojos de ti. Es Cristo el que te guía según su consejo. Es Cristo el que te recibirá arriba en gloria. Es Cristo a quien tienes en los cielos. Es Cristo y fuera de Cristo nada deseamos en la tierra. Nada deseamos en la tierra. Mi alma tiene sed. Sed del Señor Jesucristo. salvación mía y Dios mío. Amén. Vamos a orar. Señor, gracias por esta salvación preciosa que encontramos en ti y solamente en ti. Gracias porque el salmista nos la describe de esta forma tan sincera y profunda. Gracias, Señor, porque la hemos vivido cada uno de nosotros. Pero te pedimos que sigas haciendo crecer en nosotros esta sed por ti, este deseo por tu palabra. Porque cuanto más cerca de ti, más nos cubre tu sombra y nos colmas de favores espirituales, Señor. Porque tú eres la vid y nosotros los pámpanos y no podemos hacer nada separados de ti. Acércanos a ti, Señor, porque te necesitamos desesperadamente. Y aquellos que aún no te conocen, Señor, abre los ojos de la fe en ellos. Tú puedes abrir esos ojos de la fe y crear un corazón nuevo en ellos, un corazón que te ame, un corazón que lata por ti, un corazón que vea, Señor, y que pueda aclamar como el salmista, te tengo a ti en los cielos, nada deseo en la tierra. Te pedimos, Señor, que esta realidad sea muy cierta en nuestros corazones y gracias por el Señor Jesucristo, que dejando su gloria, su trono, su majestad, se hizo hombre como nosotros, se encarnó para venir en nuestro rescate, no porque lo mereciéramos, sino por puro amor, por pura gracia, para gloria de tu nombre, en nombre del Señor Jesús.
La Salvación en Cristo
Series Cristo en los Salmos
Sermon ID | 111207336392 |
Duration | 46:46 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Psalm 73:21-28 |
Language | Spanish |
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