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Vamos a continuar en esta mañana y un breve repaso de lo que hemos visto no nos hace ningún daño, ¿verdad? Al contrario, nos ayuda a reforzar lo que queremos dejar plasmado en nuestras mentes y ponerlo en operación en el momento preciso, que en realidad es siempre. Yo comencé diciendo el primer día que abordamos este tema, que el apóstol San Pablo se refiere a Dios como el bienaventurado Dios en la carta a Timoteo capítulo 6, verso 15. Lo cual quiere decir que Dios es un Dios feliz, un Dios exitoso, a Él todo le sale bien. Él es un Dios que descansa, Él es un Dios que no se cansa, no necesita nada, lo tiene todo, es autosuficiente. Y nos creó a nosotros a su imagen para que seamos así. Cuando Dios puso al hombre en el huerto, plantó el huerto en una región que se llama el Edén. Es una palabra hebrea que traducida al español significa deleite. O sea, Dios lo puso a él en el lugar del deleite. El propósito de él era que se deleitara, que el hombre viviera una vida feliz. Lo invitó a descansar, aunque le dio trabajo, pero le dio reposo. Sembró árboles que eran hermosos a la vista y buenos para comer. O sea, Dios nos ha creado para ser felices. La persona más contenta que ha vivido sobre esta tierra es nuestro Señor Jesucristo. Y nosotros estamos llamados a hacer hechos a la imagen de nuestro Señor Jesucristo. Cuando nosotros leemos los 10 mandamientos, cuando leemos el libro de proverbios, cuando leemos la Biblia completa, nos encontramos con el reflejo del carácter de Dios. En todas esas historias y esos mandamientos y promesas, Dios refleja su carácter. La vida de nuestro Señor Jesucristo refleja el carácter de Dios. Y en todos ellos nosotros encontramos este mismo patrón, siempre descanso, satisfacción. Y a eso nos ha llamado el Señor. Y el pasaje que hemos estado analizando en la carta a los filipenses nos muestra también un cuadro del contentamiento en la vida del apóstol San Pablo. Y de allí sacamos esta descripción del contentamiento cristiano, que es un estado interno de tranquilidad que controla el alma, que proviene de la gracia de Dios y que nos mueve a someternos voluntariamente a las disposiciones divinas y a que lo hagamos con alegría, cualquiera que sea la circunstancia. Todo eso brota de lo que el apóstol San Pablo nos muestra en el capítulo 4 del libro de Filipenses. Muy bien, el día de hoy vamos a continuar con una rama de este tema tan importante, que es cómo combatir el descontento. Y vamos a comenzar procurando reconocer la perversidad del descontento, de lo cual ya mencionamos algo. Dijimos que el descontento es algo muy difícil de corregir. y hay que profundizar para desarraigarlo porque es una raíz de amargura. De hecho, la amargura es sinónimo del descontento. Lo opuesto al contentamiento es la amargura. Una persona descontenta tiene amargura, siente molestia, enojo, incomodidad por las circunstancias en las que le toca vivir, por lo que no tiene o por lo que tiene. y se manifiesta a través de la queja y de la murmuración. Podemos reconocer la presencia del descontento cuando hay queja y cuando hay murmuración. Puede ser en diferentes niveles, en diferentes grados, pero cuando hay queja y hay murmuración, eso es un síntoma de algún grado de descontento. Y yo les dije a ustedes que una de las evidencias del descontento es no solamente la queja y la murmuración, pero que esa queja y esa murmuración es un lenguaje, el lenguaje de un corazón corrupto y de un corazón rebelde. Y podemos decir algo más de la queja y de la murmuración. En la Biblia, el pecado que con más frecuencia Dios usa para describir el carácter de los impíos y de los malos es el pecado de la murmuración. Ustedes recordarán que el libro de Proverbios está salpicado de versículos donde se habla de esto. Por ejemplo, en el capítulo 21, verso 9, dice lo siguiente. Mejor es vivir en un rincón del terrado que con mujer renciosa en casa espaciosa. Capítulo 25, verso 24. Mejor es estar en un rincón del terrado que con mujer renciosa en casa espaciosa. Es casi lo mismo. La queja y la murmuración es un pecado que Dios usa con frecuencia para describir el carácter de la gente que no tiene temor de Dios. Yo le mencionaba también en el libro de Judas, el versículo número 15, en donde el profeta Enoch Habló acerca del carácter de los antidiluvianos y lo describió como gente impía contra la cual el Señor estaba enviando un juicio para hacerlos convictos de todas sus obras impías. Y lo describe como personas murmuradoras, querellosas, que andan según sus propios deseos. El descontento es también algo contrario a la gracia y a la conversión. La característica de la gracia de Dios en la vida de una persona convertida es que pone las cosas en perspectiva. Cuando una persona se convierte, sigue haciendo las mismas cosas que hacía antes en términos de su vida natural, de su vida cotidiana, sigue trabajando en el mismo trabajo, ejerce la misma profesión, yendo a la misma escuela, con su misma esposa, con sus mismos hijos, con las mismas responsabilidades, es decir, todo lo sigue haciendo igual, pero la diferencia está en la perspectiva con la que hace las cosas. en lo que su corazón ahora tiene. Y la gracia de Dios pone en el corazón contentamiento, entre otras cosas. De manera que el descontento es contrario a la gracia y a la conversión. Una de las cosas que Dios hace con aquellos que se convierten es que les abre los ojos para ver el pecado. La evidencia de una persona convertida es que se da cuenta del pecado, de la realidad del pecado. Vivir una vida descontenta es hacer lo contrario de lo que hace la gracia de la conversión. Porque la persona descontenta murmura y se queja por lo malo, poniendo sus ojos en lo malo. Y eso es contrario a la gracia de Dios, porque la gracia de Dios nos enseña a poner las cosas en lo bueno. Vengan conmigo al libro de Filipenses, por favor. Capítulo número 4 de Filipenses, verso 8. Después de que Pablo dice, por nada estéis afanosos, sean conocidas vuestras peticiones, con toda oración y ruego, y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos, él dice lo siguiente en el verso 8. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendiste, recibiste y oíste y viste en mí, esto haced y el Dios de paz estará con vosotros. Pablo nos está dando aquí una receta. Nos está diciendo que sigamos el fluir de la gracia de Dios. Y el fluir de la gracia de Dios nos lleva siempre a pensar en lo verdadero, lo honesto, lo justo, lo puro, lo amable, lo que es de buen nombre, lo que tiene virtud, lo que es digno de alabanza. Eso nos hace pensar en la gracia de Dios. El descontento hace lo contrario, le hace pensar a uno lo malo, le hace pensar que la otra gente tiene malas intenciones, le hace pensar siempre en lo negativo, de una manera depresiva. Cosas pequeñas irritan a una persona descontenta. En lugar de ver la gloria de Cristo, una persona descontenta se irrita con trivialidades que no son nada comparadas con el Señor Jesucristo. Es decir, esa irritación por trivialidades es una evidencia de que esta persona no tiene su mirada puesta en el Señor Jesucristo. ¿Cómo es posible irritarse tanto con algo trivial si la gloria de Cristo está frente a nosotros? El descontento es contrario a la gracia de Dios. La gracia de Dios nos libra de afectos terrenales, eleva nuestro corazón hacia el cielo, nos desconecta del amor a esta tierra y nos conecta con el Creador. De manera que cuando un corazón se turba y murmura porque ha perdido lo terrenal, es una evidencia de que ese corazón ama al mundo. Y eso es contrario a la gracia de Dios, es contrario a la conversión. Porque el que se convierte ha encontrado la fuente de todo lo que es bueno. Ha encontrado la fuente del bien. De manera que una persona convertida que cultiva su vida espiritual nunca se siente desposeída. Eso es verdad, hermano. Esa es la razón por la que el apóstol San Pablo decía, yo digo estas cosas hermanos, le dijo él a los filipenses, no porque tenga escasez, y él tenía escasez, pero él dice, yo no me estoy quejando de la escasez, porque yo he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Ese hombre había encontrado la fuente de la satisfacción. No se sentía desposeído aunque lo habían abandonado sus amigos, aunque no tenía sustento material, aunque estaba en una cárcel. Y cuando los hermanos le mandaron a Epafrodito, uno de los miembros de la iglesia de Filipo, para llevarle una ofrenda, él lo recibió como una ofrenda para Dios. Y dijo, estoy lleno, pero todavía estaba en la cárcel. De manera que el descontento es contrario a la gracia, es contrario a la conversión. Los que estamos convertidos aquí tenemos que cultivar esa vida espiritual que Dios nos ha dado, usar los medios de gracia, convivir con el pueblo de Dios como lo estamos haciendo aquí, escuchar la palabra de Dios como lo estamos haciendo aquí, leer la escritura en privado, en nuestras vidas privadas, emociones privadas, buscar al Señor en oración, depender de Él. mantener un corazón quebrantado delante de él, participar de la santa cena, si no te has bautizado, bautizarte, amar al prójimo, amar a Dios. De esa manera nosotros cultivamos nuestra vida espiritual y la gracia de Dios fluye en nuestras vidas y nos vamos a sentir satisfechos. Sabes que una de las cosas que más llena al ser humano es hacerle bien a otras personas, ocuparse de los demás. Una persona centrada en sí misma, una persona enfocada en sus propias necesidades y deseos, es una persona miserable. Si no se siente miserable ahora, dentro de poco va a saber la miseria de su existencia. Nosotros somos insaciables en nuestras necesidades. Tenemos y siempre queremos más. Y nunca estamos satisfechos cuando queremos sólo satisfacer nuestros deseos. Por eso es que el Señor dice que el primero y más grande mandamiento es amar a Dios. Y el segundo, dice, es similar a este, amarás a tu prójimo. Ustedes leen los diez mandamientos y encuentran que los diez mandamientos se dividen en dos partes. Los primeros cuatro mandamientos tienen que ver con nuestro amor hacia Dios, nuestra relación con Dios. No tendrás dioses ajenos delante de ti, no te harás imagen ni ninguna semejanza, no tomarás el nombre de tu Dios en vano, te acordarás del día de reposo. Tienen que ver con Dios. Los otros seis mandamientos tienen que ver con el prójimo. Honrarás padre y madre, no matarás, no cometerás adulterio, no hurtarás, no levantarás falso testimonio contra tu prójimo, no codiciarás, O sea, ahí hay provisión para amar a Dios, para amar al prójimo, y ahí se termina todo. Y entonces la pregunta es, ¿y para nosotros qué? Dios no parece hacer provisión para nosotros. Pero lo que sucede es que cuando nosotros nos dedicamos a amar a Dios y amar al prójimo, eso mismo nos alimenta, eso nos llena. La gracia de Dios así se manifiesta. Hermanos y hermanas, queremos nosotros ser contentos, amemos a Dios. con todo nuestro corazón y amemos a nuestro prójimo, busquemos hacerle el bien a nuestro prójimo, no sólo a los hermanos de la iglesia, no sólo a nuestra familia, aún a la gente despreciable, aún a la gente pecadora, busquémosles hacerle bien, porque ellos son los que más necesitan, eso es lo que el Señor Jesucristo hizo. Así que cuando un cristiano se siente desposeído, desamparado, porque pierde lo terrenal y comienza a murmurar cuando pierde lo terreno, Es una evidencia, o no se ha convertido, o no ha cultivado su vida espiritual. Y si alguien aquí no se ha convertido, lo más probable es que esa es su realidad. Se siente desamparado. No se siente protegido porque ha perdido el trabajo, o porque ha perdido algo material, o porque ha perdido la salud. Ciertamente como seres humanos sentimos el impacto de cualquier pérdida. Eso es algo inevitable. Somos seres frágiles. Pero la diferencia está en que aunque sentimos el impacto de una pérdida, ya sea de la salud, del trabajo, de lo que sea, sin embargo, tenemos la fuente de la satisfacción. También necesitamos reconocer la perversidad del descontento en el hecho de que el descontento es estar por debajo de lo que es ser un verdadero cristiano. Primero porque un verdadero cristiano disfruta unas relaciones excepcionales. Un verdadero cristiano disfruta una relación íntima con el Padre. Somos hijos de Dios. Y piensen ustedes cómo es posible que un hijo de Dios se frustre irremediablemente. Eso está por debajo de ser cristiano. Nosotros como cristianos tenemos relación también con Cristo. Cristo es el esposo de la iglesia, cabeza de la iglesia. Dice que él amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Él ama a su iglesia, nos ama a nosotros. Y estar descontento es dudar del amor del Espíritu. Tenemos una relación también con el Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo es llamado el Consolador. Una palabra muy importante para describir, definir al Espíritu Santo en griego es paracleto, que es un término un poquito complejo, difícil de traducir con exactitud al español, pero su sentido es que es un ayudador, es un abogado, es alguien que siempre está a nuestro lado. Un cristiano es una persona que tiene al Espíritu Santo en su corazón y lo tiene siempre cerca, es el consolador. El descontento, hermanos, es una afrenta contra la trinidad. Es decirle, tú eres un padre que no cuida bien de mí. O decirle a Cristo, tú eres un esposo que no me suple. O decirle al Espíritu Santo, tú no me estás consolando como se debe. Eso es por debajo de ser cristiano. Y no sólo eso, la Biblia dice que los ángeles son espíritus ministradores al servicio de aquellos que habrán de ser herederos de la salvación. Nosotros no los vemos, pero los ángeles están alrededor de nosotros. La Biblia lo dice, que el ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen y los defiende. ¿Qué relaciones tan importantes tenemos los cristianos? El Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, los ángeles. Y el escritor del libro de Hebreos describe a los cristianos como gente que se ha acercado a la Jerusalén celestial, en donde están los millares de ángeles y donde están los espíritus de los justos hechos perfectos, que son los santos que han muerto. Todos ellos son seres felices que viven vidas plenas y satisfechas, son como una gran nube de testigos, dice el libro de Hebreos. y que nosotros corremos la carrera que ellos ya corrieron y ellos como una gran nube de testigos. Parece ser, yo no les puedo garantizar a ustedes que eso es absolutamente así, pero parece ser que ellos de alguna manera nos ven a nosotros como corremos la carrera. Aquellos hermanos en Cristo que se nos han adelantado. O los saben, o se los informan, o lo ven, pero son una gran nube de testigos. Y cuando ellos ven que nosotros nos quejamos acá, ellos ven que estamos deshonrando al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, que estamos desconfiando del cuidado de nuestro Padre a través de sus ángeles, y que estamos, como los diez testigos que dieron un mal reporte de la tierra, estamos hablando mal de la tierra eterna. Y eso nos muestra la perversidad del descontento. Además, Dios nos ha investido como cristianos con una dignidad tan grande que nos hace responsables. Dice el dicho que nobleza obliga, ¿no es cierto? Y Dios nos ha hecho gente noble. Escuchen ustedes la descripción del apóstol Pedro en el capítulo 2, verso 9. Él dice, vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, real en el sentido de regio, de reyes, nación santa, pueblo adquirido por Dios. para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Dios nos ha vestido con una dignidad suprema y el estar descontento es indigno de esa dignidad. Un cristiano descontento, murmurador, quejumbroso, eso no es congruente con la posición que Dios nos ha dado. No es congruente con lo que Dios espera de nosotros. Que seamos luz, su pueblo, que da testimonio de su gracia. No es congruente también con lo que otros cristianos han mostrado en situaciones más difíciles de las que nosotros hemos atravesado. Ahora, no estamos hablando de una crisis, estamos hablando de un estado permanente de descontento en el corazón, de una raíz de amargura en el corazón. Un cristiano que sufre, que se lamenta por su sufrimiento, claro, no podemos nosotros pretender que los cristianos no sufren y no pasan momentos de depresión y de dificultad. Por supuesto, naturalmente, la gente alrededor, cristianos y no cristianos que no nos conocen, esperan de nosotros algo bueno como cristianos. Un pastor se levantó un día en la mañana, tenía una cita y se levantó tarde. Apenas le quedaba tiempo. Cuando se estaba rasurando se cortó. Su esposa no estaba y no tenía camisa planchada, se puso a planchar y se quemó. Cuando salió, la llanta de su carro estaba apachada. Logró resolver esos problemas y sudando se va a exceso de velocidad. Hay un alto y se pasa de largo. Hay un policía y lo detiene. Y cuando el policía lo detiene aquel hombre frustrado le dice al policía de mal modo. Deme esa multa rápido porque todo me ha salido mal hoy. ¡Apúrese! Y el policía le dice, señor cálmese, yo solía sentirme así también cuando no era cristiano. La gente espera ver algo mejor de nosotros. Y este hombre, este pastor, estaba actuando como un inconverso. Y este policía recién convertido le está diciendo que se convierta. La perversidad del descontento, hermanos, Es algo que tenemos que identificar, porque de esa manera vamos a poder combatir el descontento, que al fin y al cabo es algo inútil y es algo necio, no produce ningún buen efecto, no nos ayuda para nada. El Señor dice, ¿Quién de vosotros, por mucho que se afane, podrá añadir un codo a su estatura? ¿No te gusta tu apariencia? ¿No te gusta tu condición social o tu condición financiera? ¿Qué es lo que no te gusta de ti? Y afanándote, ¿vas a poder cambiar tus circunstancias? El Señor dice, no, no las vas a poder cambiar. ¿Para qué quejarnos de lo que no tenemos si no nos ayuda a disfrutar lo que ya tenemos? Más bien, arruina lo que ya tenemos. Los quejumbrosos son gente orgullosa que no se doblega, no reconoce su queja. Y el que se queja, se amarga. Y cuando Dios le da lo que desea, ya no lo disfruta. Ahí está la perversidad del descontento. Además es importante que nosotros reconozcamos el daño que produce el descontento. Es como una gangrena que se comienza a regar y llega el momento en que la única solución es cortar el miembro que está gangrenado. Hay situaciones sumamente complicadas, divisiones, divorcios, problemas serios y graves que suceden por boberías, por cosas pequeñas, tontas, pero en realidad no es esa cosa pequeña y tonta el problema, sino la raíz que está ahí adentro. Vean lo que dice el apóstol Santiago cuando él habla de la lengua en el capítulo 3, verso 4 dice, mirad las naves aunque tan grandes y llevadas de impetuosos vientos son gobernadas con un pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí cuán gran voz que enciende un pequeño fuego. La murmuración comienza con cosas pequeñas y se hace con un miembro tan pequeño como la lengua, pero enciende grandes fuegos. es contagioso, contamina a otros. Cuando una queja comienza a filtrarse en una congregación, por ejemplo, o en una familia, puede destruir esa congregación, puede destruir esa familia, puede destruir la atmósfera del lugar donde trabajas, puede arruinar sociedades completas. Así sucedió con el pueblo de Israel cuando los diez espías regresaron con su reporte y dijeron, esa tierra es buena, pero es una tierra que se traga a sus moradores. Esos hombres son gigantescos, nosotros no vamos a poder contra ellos y los muros son elevadísimos. No se puede. Y la gente se contaminó y se puso a llorar toda la noche. Además, el descontento no solamente se hace peor, pero a nivel individual arruina nuestras oraciones, nuestra vida de oración. Neutraliza, invalida el poder de nuestras oraciones. Cuando el Señor le enseñó a sus discípulos a orar, les dijo, si no perdonáis a los hombres vuestras ofensas, vuestro Padre celestial tampoco perdonará vuestros pecados. ¿Qué privilegio nosotros tenemos, hermanos y hermanas, de que podemos llegar en oración y decirle al Señor que perdone nuestros pecados y confesar de nuestro descontento? Es mejor decirle nuestro descontento. Dios es capaz de soportar. Dios no se escandaliza si nosotros le decimos que nos sentimos descontentos y amargados. Al contrario, Él se complace, se complace en perdonarnos. Descontento hace mucho daño, nos vuelve ingratos. El que murmura, murmura porque quiere que las cosas cambien a su manera o quiere más de lo que ya tiene. Pero mientras murmura y mientras exige más y mientras exige que las cosas cambien a su manera, no agradece lo que ya tiene. Martín Lutero tenía un dicho, el método del espíritu es hacernos pensar menos en lo malo y hacernos pensar más en lo bueno. De manera que si viene una prueba, el Espíritu nos hace pensar que es pequeña. Y si viene una misericordia, por pequeña que sea, el Espíritu nos hace pensar que es grande. Un hombre que murió como un mártir en Alemania en los tiempos de Hitler, Dieter Bonhoeffer, estuvo los últimos años de su vida preso y al final lo colgaron, lo mataron por su fe en Cristo y por otras razones que tenían que ver con su fe en Cristo. Él se unió a un movimiento que quería conspirar contra Hitler por causa de su fe en Cristo y lo colgaron. Y mientras estuvo en la cárcel escribió unos libros. En uno de ellos hablaba de la comunión y decía cuán preciosa es la comunión con el pueblo de Dios y cuánto uno se da cuenta de lo precioso que es estar con un hermano, aunque sea el más sencillo, cuando uno está en esta cárcel. Porque él estaba en la cárcel y deseaba estar en uno de los servicios de la iglesia. Nosotros estamos en tantos servicios, hermano, que a veces nos acostumbramos, ¿verdad? Y lo tomamos como algo que así tiene que ser. Pero es un privilegio estar con el pueblo de Dios. Y preguntémonos, ¿cómo es posible adorar a Dios sin gratitud? Con descontento y con queja. No se puede adorar a Dios. Aquel hombre Coré, que fue uno de los que se rebeló contra Moisés, Y habían otros, uno llamado Datán y Abirán y toda su familia se rebelaron contra Moisés. Estaban murmurando. Moisés los llamó para hablar con ellos y ellos dijeron, no, no iremos allá. Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel para hacernos morir en el desierto. Ahora fíjense ustedes la desproporción, porque ellos estaban hablando de Egipto como una tierra que destilaba leche y miel. Y lo único que podían ver era el desierto. Y veían a Moisés como uno que se señoreaba imperiosamente de ellos. Y estos hombres murieron en el desierto. No supieron ser agradecidos. El descontento hace daño, nos vuelve ingratos. Es contrario a la gracia de Dios. Además, es una pérdida de tiempo y de energía. No sé exactamente cuánto tiempo se hubieran tomado los israelitas para llegar desde Egipto hasta la tierra prometida, pero era cuestión de semanas. ¿Y saben cuánto tiempo estuvieron allí? 40 años. Y fue por su queja y su murmuración, por su descontento, porque pensaron mal de la tierra, porque no le creyeron al Señor. Perdieron tiempo, perdieron energías. Una generación completa se quedó postrada en el desierto por causa del descontento. Además, el descontento nos hace decir cosas atroces y muchas veces monstruosas, nos hace ofender. Santiago dice aquí en el capítulo 3, que leímos hace un momento, en el verso 6, la lengua es un fuego, un mundo de maldad, está puesta entre nuestros miembros y contamina todo el cuerpo e inflama la rueda de la creación y ella misma es inflamada por el infierno. Cuando la lengua ha sido inflamada por el infierno y se suelta, puede decir cosas atroces, destructivas. El descontento nos hace hablar cosas torpes. Y lo peor de todo, el descontento hace que Dios se desagrade de nosotros y hace que el cuidado de Dios sea quitado del murmurador. El primer gran descontento, ser descontento del universo, ¿saben ustedes quién es? Satanás. Él no estaba contento. en el cielo no estaba contento. Se reveló contra Dios, estaba descontento. Y cuando vio que Dios creó a un ser a la imagen y semejanza de él, se puso descontento y fue a provocarlos, a tentarlos, para llenarlos de su misma ruina y de su misma miseria. Esa es su naturaleza, porque está descontento. Así que pueden ustedes imaginarse lo que Dios mira cuando mira el descontento en el corazón de un creyente. ¿Ven, hermanos, por qué razón es necesario reconocer cuán perverso es el descontento y cuánto daño hace el descontento? Es importante que nosotros estemos alertados, que reconozcamos cuán perverso es el descontento y cuánto daño hace el descontento. Ahora, una cosa muy importante que tenemos que reconocer o tenemos que considerar son las excusas y los pretextos que nuestro corazón engañoso usa cuando se siente descontento. Ustedes saben, los pretextos son viejos, Tan viejos como Adán y Eva. Dios le dice a Adán, ¿qué has hecho? Adán le dice, la mujer que tú me diste. O sea, él puso su dedo, se lo puso a la mujer y después se lo puso a Dios. Como diciendo, a mí no me metan en eso, eso no es mi culpa. Esa fue la primera excusa que encontramos nosotros en la Biblia. Así es como el corazón humano suele actuar. Buscamos quien sea culpable aquí y buscamos un culpable allá. Para salir nosotros exonerados. Cuando el Señor le pregunta a Eva, Eva, ¿por qué has hecho esto? Ella dice, la serpiente me dio. Ninguno de los dos quiso reconocer su culpa. Y así es el corazón descontento. Dice, no, no, yo no me estoy quejando. Es la verdad. Yo solo hablo los hechos. Porque el descontento borra la visión de la bondad de Dios en nosotros. ¿Cómo es posible, hermanos, que los hechos de aquí borren el hecho supremo de que Dios es bueno y tiene control de todo? La realidad de aquí no debería de impedirnos a nosotros ser fieles a Dios, porque hay una realidad más elevada que esta. La realidad de aquí no debería de provocar en nosotros envidia o codicia, porque nosotros somos llamados a vivir en un nivel más elevado que la realidad de aquí. Otro pretexto que nosotros usamos es el pretexto de decir, yo no estoy descontento, lo que estoy es molesto por el pecado o por mi pecado. Tengo molestia por mi propio pecado. Pero generalmente cuando una persona dice eso, está realmente lamentándose, no tanto de su pecado, sino de las consecuencias de su pecado. Mucha gente no se queja de su pecado hasta que se lo descubren. ¿Por qué no nos afecta el pecado sino hasta que viene la aflicción? Muchas veces se nos abren los ojos hasta que viene la aflicción y cuando la aflicción se va, entonces la carga por el pecado se quita. Y algo también muy común es cuando nosotros perdemos la sensibilidad de la presencia de Dios. Dios se manifiesta en nuestras vidas de muchas maneras y entre esas muchas maneras, Dios se manifiesta ocasionalmente o frecuentemente de una manera sensible a nuestros corazones y nos hace sentir una paz que nosotros la podemos percibir, la podemos disfrutar, nos hace sentir una tranquilidad, su ternura en nuestros corazones. Pero hay momentos en que perdemos la sensibilidad por esa ternura. Nos sentimos como en un desierto. Y esos momentos son de prueba, hermano. Nos prueban para saber si nosotros dependemos de lo que sentimos o de lo que Dios ha prometido. Y cuando una persona murmura porque no siente esa paz y se queja de que Dios lo ha dejado, está pecando doble, porque está pecando primero por su propio pecado y luego porque está diciendo que Dios lo dejó, cuando en realidad Dios no nos ha dejado. Y además nosotros no somos llamados a depender de lo que sentimos, somos llamados a depender de la palabra de Dios. Esa queja, hermanos, nos turba a nosotros y deshonra, deshonra al Señor. Los israelitas tenían esa tendencia. Cuando ellos llegaron a aquel lugar llamado Mara, dice que cambiaron el nombre de ese lugar por Meriva, porque ellos tuvieron una rencía contra el Señor allí. Y tentaron al Señor. Y la pregunta de los israelitas ahí fue, ¿está Jehová entre nosotros o no? Y eso fue tentar al Señor. Otro pretexto que nuestro corazón presenta. Es cuando de repente alguien nos hace algo y nosotros decimos, lo que Dios me haga, yo lo aguanto, pero no voy a aguantar lo que me esté haciendo fulano de tal. Cuando nos sucede eso, hermanos, cuando una persona que a nosotros no nos agrada, una persona que nosotros no soportamos y no toleramos y decimos, yo sí aguantaría que si el Señor me lo hiciera, pero no fulano de tal. Recordemos que fulano de tal es un instrumento de Dios. Y que si Dios está permitiendo que esa persona nos haga algún daño, es porque Dios lo está permitiendo. Esa fue la actitud de David cuando Simeí, uno de sus grandes enemigos, lo insultaba y le tiraba tierra. Y uno de los hombres de David le dijo, yo voy y le quito la cabeza a ese hombre. Y David le dice, déjalo, que el Señor le ha dado permiso para insultarme. Y quizás el Señor convierta los insultos de ese hombre en bendiciones más tarde. Déjalo. ocasiones, hermano, en que nos encontramos en una situación como esa. Y nos vemos tentados a usarlo como excusa para decir, eso sí yo no lo aguanto, a esa persona yo no la aguanto. Pero en realidad nosotros deberíamos de aprender a compadecernos de aquellos que nos atormentan. El Señor dice, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer. Si tiene sed, dale de beber. Porque haciendo esto, ascuas de fuego a montonas sobre su cabeza. Ascuas de fuego sobre su cabeza significa dos cosas. Significa, por un lado, que esa persona tarde o temprano se va a dar cuenta que nosotros no le estamos pagando con mal y su conciencia va a ser atormentada de pensar cuánta maldad, cuánta malicia ellos han usado contra una persona inocente. Ascuas de fuego también puede significar que aunque esa persona nunca se arrepienta y aunque nunca cambie y aunque nos siga haciendo daño, al final el Señor se lo va a cobrar. Hermanos, esta es la manera de combatir el descontento. Cuando lo vemos desde el punto de vista de Dios, es mejor que la gente nos falle a nosotros y nos defraude a nosotros, que nosotros defraudarlos a ellos. En el mundo no se deja la gente, nadie se deja. El que ataca primero es el que gana. Pero en el Señor no es así. Una vez le preguntaron al famoso filósofo Sócrates cómo él aguantaba tanto a los que le ofendían. Y él decía, si yo veo a un enfermo, lo compadezco. Y cuando alguien me ofende y me hace daño, yo veo a esa persona como un enfermo, porque esa persona está enferma. Así que siento compasión y lo compadezco. Y por eso lo soporto. Yo creo que no era cristiano, pero tenía suficiente contigo común por lo menos para entender eso. Otro pretexto que nosotros usamos es que algunas veces decimos, yo esperaba cualquier cosa menos esto. ¿Y por qué no habríamos de esperar nosotros que nos suceda algo? Hay un teólogo muy importante en los Estados Unidos, que ya murió, llamado John Kirshner. Ese hombre escribió un librito muy interesante que se llama El problema del placer. Y en el libro él toca el tema del sufrimiento. ¿Por qué existe el sufrimiento de la gente inocente, de personas inocentes? ¿Por qué sufren personas inocentes? El hermano Gerstner dice que en realidad la pregunta no es por qué sufre la humanidad, sino la pregunta es por qué la gente, por qué la humanidad tiene tantas cosas buenas, por qué hay tanta alegría, porque en realidad los hombres merecen la ira de Dios, todos los seres humanos. Están condenados. Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, dice el apóstol San Pablo. Y si eso es cierto, entonces todos mereceríamos estar sufriendo. No tener ninguna cosa buena. Y el hermano Gerner pregunta, ¿y cómo es posible que tengamos tantas cosas buenas? Esa es la gran pregunta. Pero nosotros razonamos de otra manera, como que si lo mereciéramos todo. Yo recuerdo hace muchos años, yo era joven, más joven. Estoy en un punto de mi vida en que no sé si soy joven o viejo, hermano. No sé qué decir. Bueno, para muchos de aquí soy un tremendo viejo. Para otros soy un muchachito. El Señor me había bendecido tanto. Yo iba manejando mi carro, el primer carro que yo tenía. Tenía muchas bendiciones. Todo estaba muy bien. Y entonces me sentí muy agradecido y muy conmovido. Y viendo todo lo que tenía, todas las bendiciones que Dios me había dado, comencé a llorar de gratitud. Y le digo yo al Señor, Señor, gracias porque Tú me has dado más de lo que yo merezco. De repente me apareció casi como que si estuviera oyendo una voz. Algo así, ¿no? Como que me hubiera dicho, pero si tú no te mereces nada. Y reflexioné, que yo le estaba diciendo, me estás dando más de lo que yo merezco. Como que si me mereciera algo. Así que cuando nosotros decimos, yo estoy descontento porque esto si no me lo esperaba. Si a mí me pasara esto, jamás. Pero ¿por qué no? Esa es una pregunta muy solemne, hermano, pero muy importante. A mí me asustó Richard Baxter. Cuando yo leí las direcciones que Richard Baxter, un puritano, escribió, los consejos que él daba a los que se iban a casar, él dice muchas cosas muy importantes y muy buenas. Si alguien está aquí a punto de casarse, le recomiendo a Richard Baxter. tiene un libro que se llama el directorio cristiano porque ahí él da direcciones para la vida en todos los aspectos desde un punto de vista cristiano y él dice recuerda cuando te vayas a casar que un día yo no me esperaba esto hermano dice recuerda que un día uno de los dos se va a morir y yo dije hoy yo no quiero pensar en eso ahora pero ese hombre hermano estaba fundamentado en la realidad uno nunca sabe lo que puede suceder los cementerios están llenos de gente joven Nosotros tenemos que estar preparados, no podemos pensar que algo no nos va a suceder a nosotros. Y no puede ser, es un pretexto. Otro pretexto que a veces nosotros ponemos es que decimos, lo que pasa es que mis problemas son serios. Cuando alguien dice, mis problemas son serios, está minimizando los problemas de otros y está maximizando sus problemas. Y ciertamente, algunos problemas son más serios que otros, en cierto sentido. Pero por más grande que sea nuestra aflicción, no es más grande de lo que merecen nuestros pecados. y además los problemas que nosotros tenemos podrían ser peores. Pensando en las últimas consecuencias podríamos estar condenados al infierno y no lo estamos. Probablemente es más seria la queja que el problema. Otro problema es cuando nosotros decimos es que mi situación es inestable e insegura. A ustedes les ha pasado, a mí me ha pasado también. Pero hay momentos en la vida en que uno siente que la vida de uno está colgando de un hilo o que hay una espada colgando de un hilo encima de la cabeza de uno, como el famoso Damocles. Pero hay momentos en que hay tanta inestabilidad y tanta inseguridad en nuestra vida que eso puede ser una excusa para la queja, para un corazón descontento. Escuchen las palabras del salmista en el Salmo número 39, verso 5. Él dice, He aquí que diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti. Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Nadie está seguro. Nadie está seguro, hermano. por el hecho de que todos nosotros somos completa vanidad. Y cuando estamos en una situación difícil, es una buena oportunidad para comprenderlo. Si nuestra situación financiera o nuestra salud es débil, debemos de consolarnos en el hecho de que nuestra alma está segura, hermanos, de que hoy nosotros hemos tenido alimento y de que mañana también el Señor cuidará de nosotros. Quizás nosotros digamos, me costó tanto lo que tenía, y lo perdí. Por esa razón, hermanos y hermanas, cuando nosotros busquemos algo que cuesta algo, que es muy caro, un carro, por ejemplo, que es muy caro, o un trabajo que costó mucho conseguirlo, o una casa que es muy hermosa, asegurémonos con qué actitud estamos buscando eso, no sea que lo perdamos y nos duela demasiado más de la cuenta. Uno de los problemas más serios de tener un carro bonito, un carro nuevo, es dónde lo dejamos para que no me lo rayen. Esa es la ventaja de tener un carro viejo, que uno no se ande preocupando de eso, por lo menos. Asegurémonos con qué actitud lo estamos buscando nosotros las cosas. Debemos, delante de Dios, estar dispuestos a entregarle todo. Acuérdense de Abraham. Dios le dijo, toma a tu hijo, lo llevas al desierto, le das un poquito de agua y lo dejas ahí en el desierto. Y dice que Abraham le dolió porque él amaba a su hijo Ismael. Y Abraham tuvo que tomar a su hijo Ismael y abandonarlo en el desierto. Dios le dijo, yo lo voy a cuidar. ¿Y saben qué? Dios nunca le devolvió Ismael a Abraham. Fue una prueba tremenda, hermano. Pero después vino la prueba máxima porque Dios le dijo, toma tu otro hijo, al que tú amas, y lo llevas y lo sacrificas. Esta era la segunda vez que Dios le pedía un hijo. y Abraham lo llevó y lo iba a sacrificar y cuando lo iba a sacrificar Dios le dice Abraham no lo hagas yo te lo voy a devolver y Dios se lo devolvió hay cosas que Dios nos pide y nunca nos las va a devolver hay cosas que Dios nos pide y nos las devuelve el punto aquí es estar dispuestos a entregarle lo que nos pida si nos lo devuelve lo va a devolver con bendición Si no nos lo devuelve, nos libró de un tremendo problema, hermano, porque Dios sabe lo mejor para nosotros. Así que para combatir el descontento, nosotros tenemos que aprender a reconocer las excusas y aprender a reconocer el daño que hace y aprender a reconocer cuán perverso es el descontento. Oremos, hermano. Señor y Padre, gracias porque En estos días de tranquilidad, de alegría, de comunión con tu pueblo, nos permites reflexionar en estas cosas que son tan importantes y tan prácticas, para que en el día malo nosotros podamos estar firmes y luchar contra el descontento, Señor. Para que en el momento cuando tengamos que enfrentar esas realidades crueles y dolorosas de la vida, nuestro corazón esté contento, nuestro corazón esté agradecido. Y podamos decir, he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Y podamos decir, sé vivir humildemente y sé tener abundancia. Enséñanos, Padre, enséñale a tu pueblo. Y aquellos que no te han conocido, Padre, muéstrales la gloria de Jesucristo. Muéstrales la gloria de la cruz. Muéstrales la gloria de la vida eterna y el perdón de los pecados, Padre. Para que aprendan a estar contentos contigo. En el nombre de Jesús. Amén.
La Dañina Perversidad del Descontento
Series El Contentamiento Cristiano
Este es el tercer mensaje de la serie “El Contentamiento Cristiano.” En él, el Pastor García expone las sutilezas de la lógica carnal para excusar, disimular y ocultar el descontento. Aprenda de qué manera el descontento está enraizado en la codicia, la rebelión y la amargura, las cosas que hicieron a Satanás tratar de usurpar el trono de Dios y que provocaron su expulsión eterna de la presencia divina. El descontento caracteriza al mundo sin Dios y es incongruente con una verdadera vida cristiana. Escuche este mensaje y reciba las herramientas bíblicas para vencerlo y vivir una vida de contentamiento y victoria espiritual.
Sermon ID | 103091134310 |
Duration | 40:49 |
Date | |
Category | Camp Meeting |
Language | Spanish |
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