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Lucas 4 20 es la palabra del Señor Dios y dice así. Cerrando el libro, lo devolvió al asistente y se sentó, y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él, y comenzó a decirles, hoy se ha cumplido esta escritura que habéis oído. Y todos hablaban bien de él, y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca y decían, ¿no es este hijo de José? Entonces, él les dijo, Sin duda me solicitaréis este refrán. Médico, cúrate a ti mismo. Esto es todo lo que oímos que se ha hecho en Capernaum. Hazlo también aquí en tu tierra. Y dijo, en verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Pero en verdad os digo, muchas viudas habían Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y y seis meses, y hubo una gran hambre sobre toda la tierra. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Zareta en la tierra de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en los tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado sino Naamán, el Sirio. Y todos de la sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas. Y levantándose, le echaron fuera de la ciudad y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se fue. Esta es la lectura de la palabra del Señor en esta tarde. Puede tomar su lugar. y nunca había habido un sábado en una sinagoga como en la sinagoga de Nazaret hace dos mil años, que comenzaría en una manera tan maravillosa con aquel verbo que existía en el principio, aquel verbo que era Dios, que se había hecho carne. En él estaba la vida y él era la luz de los hombres que vino y brilló entre grandes tinieblas en Nazaret. Pero la gente viviendo en tinieblas no comprendieron al Hijo de Dios, asumiendo en Su persona una naturaleza humana para poder comunicarles Él directamente a los pecadores humanos, para dar testimonio de la luz, para anunciarles el Evangelio a los pobres, para proclamar libertad a los cautivos, para venir a darles vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, a los afligidos, para anunciar el año agradable del Señor. Esta viene siendo una de las historias más trágicas de este evangelio, que empezó de una manera maravillosa ese sábado por la mañana, donde Jesús le tocó exponer la porción de Isaías, pero termina en tragedia. Y podríamos decir, pues en Nazaret estaba y Nazaret fue hecho por medio de él y Nazaret no lo conoció. Y Juan 1 11 al 13 dice A los suyos vino Jesús vino a su propio pueblo en su propia aldea para mostrarles de que él era el Mesías que habían estado esperando que él venía a traer a. a darle vida a los muertos, a darle libertad a los oprimidos, a darle vista a los ciegos, a anunciar el evangelio a los pobres. Pero a los suyos vino y los suyos no lo recibieron. Pero todos aquellos que le recibieron les dio derecho a llegar a ser hijos de Dios, es decir, los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre ni de voluntad de carne ni de voluntad de hombre, sino de Dios. Y yo me pregunto cómo pudo un sábado tan especial Jesús regresar a su aldea donde él había crecido, donde todo mundo lo conocía y venir a mostrarles el evangelio y hablar directamente Dios con su pueblo de su propia aldea y empezar un sábado de reposo en esa sinagoga en Nazaret y comenzarles diciendo el libro de Isaías en mí se está cumpliendo hoy ya no necesitan decir cuando Dios va a mandar al Mesías lo están viendo y lo tienen delante de sus ojos y ustedes no lo captan porque porque empezó muy bonito ese sábado, pero terminó en tragedia, pues que pudo salir mal. Y yo me pregunto, a preguntar, ¿qué sería el atrevimiento de Jesús o sería la incredulidad de la gente? Sería que Jesús se atrevió mucho en decirles de que Él era el ungido, que venía a salvar a esta clase de gente, a pobres, a cautivos, a ciegos, a afligidos, y decirles, yo soy la esperanza que ustedes estaban esperando. Está disponible esta salvación, pero solamente se va a hacer disponible a ti si tú te miras como ciego, si tú te miras como afligido espiritualmente, si tú te miras como un pobre espiritualmente, moralmente, si tú te miras como un cautivo por medio de la opresión del pecado. Es la salvación tuya si confiesas tu pobreza espiritual. Es la salvación regalada a ti si tu confiesas tu esclavitud espiritual. Si tu confiesas de que tu tienes una ceguera espiritual. La salvación es para todo aquel que confiesa su derrota espiritual. Y esto tienes que recibirlo. Tienes que aceptar quién eres tú para recibir quién eres, quién soy yo. Es lo que Jesús les estaba diciendo, leyendo el libro de donde fue escrito esa profecía de Isaías y él diciendo esto se ha cumplido en mí. Pero ustedes tienen que mirarse así. O sería que fue más la incredulidad de la gente. El día de salvación se había acercado a ellos. Les había llegado. Estaba ahí parado delante de ellos el Salvador del mundo. Parado frente de ellos. Estaban escuchando su voz. Estaban mirando su rostro. Él estaba ahí enfrente de ellos. con un mensaje de riquezas espirituales, con un mensaje de perdón, con un mensaje de vida eterna, con un mensaje de liberación. Pero como no supieron reconocer su bancarrota espiritual, de que eran pobres, de que eran prisioneros, de que estaban ciegos espiritualmente, de que estaban oprimidos, prefirieron ellos autojustificarse y llenarse de un celo santo, supuestamente para tratar de obedecer lo que en el Antiguo Testamento estaba prescrito que cuando venía un falso profeta, lo que tenían que hacer era matarlo, era callarlo. Si a un profeta venía y les guiaba mal, les tenían ellos que dar la muerte. Y ellos, en lugar de mirar de que se estaba cumpliendo la profecía en frente de ellos, con el chico de casa, el chico de la aldea, el chico que siempre vivió ahí en Nazaret por años. Y ahora él les está diciendo yo fui ungido por medio de Dios. Y este es el mensaje. Estas son las buenas nuevas que ustedes han estado queriendo escuchar por mucho tiempo. Aquí está. Aquí lo tienen, pero alguien que está siempre arraigado en su propia justicia, nunca considera mirarse él mismo, examinarse él mismo y considerar su condición pecaminosa. La gente que se auto auto justifica es gente que es pronta para mirar problemas en alguien más, pero nunca para mirarme a mí mismo. Y aquí el problema que ellos encontraron no fue el problema dentro de ellos. El problema era el que les estaba mostrando la verdad. Ese era el problema. Y así reacciona el ser humano. Cuando alguien viene y te dice cuál es tu problema y tú realmente no lo ves como problema, siempre hay un contraataque. No, yo no soy el problema. Tú eres el problema. Y en cierta manera, aquí esta gente lo que está haciendo es diciendo nosotros no somos eso. ¿Cómo te atreves tú Jesús a venir a decirnos de que nosotros somos pobres? ¿Cómo te atreves tú Jesús a venir a decirnos que nosotros somos prisioneros? ¿Cómo te atreves tú Jesús a venir a decirnos de que nosotros somos los oprimidos? Nosotros no somos esas cosas. Nosotros no somos así. Nosotros somos gente recta. Aquí estamos este sábado por la mañana en la sinagoga haciendo lo que Dios nos pide. Nosotros no somos ciegos así. Quizás los gentiles que no tienen a Dios, quizás ellos sí, pero nosotros no. Nosotros no necesitamos reconocer algo así. Nosotros somos buenos, somos buenas personas. Nosotros no necesitamos reconocer de que tú vienes a traer estas cosas porque no son para nosotros. Cómo va a ser para nosotros? Más bien es para la gente de afuera. Así pensaban, así piensa cada persona que se auto justifica. El evangelio de Jesús viene y te dice esta es tu condición espiritual y tú necesitas un salvador. Abraza a Cristo. Tú no te puedes salvar a ti mismo. Reconócelo a Él. Acéptalo a Él. Recíbelo a Él gratuitamente. Recibe una gracia inmerecida en Cristo Jesús el Salvador. Ese es el mensaje de la gracia del evangelio, donde Dios te da una justicia que es de Cristo y en cierta manera tú tienes que abandonar la tuya. No puedes arraigarte y sostenerte a tu orgullo. No puedes que te duela que Dios rechace tus buenas obras y que tienes que tú realmente abrazar solamente las obras de Cristo. Pues es más fácil eliminar la voz de aquel que te dice que estás mal. Y eso es lo que miramos aquí. Porque esa gente no entendió que la misericordia es para el miserable espiritual. Esa gente no entendió que la gracia es para el desgraciado espiritual y ellos no se miraban de esa manera. Es más fácil eliminar esa voz que viene y te dice yo vengo a traer buenas nuevas a los pobres y ustedes son pobres. Yo vengo a poner en libertad a los cautivos y ustedes son cautivos espiritualmente. Yo vengo para ustedes y ellos dijeron nosotros no somos esas cosas. Más bien. Muestranos un milagrito. Esa fue su respuesta. Eso de que tú de los pobres, eso no, no, no, no. Más bien muéstranos un milagro, Jesús. ¿Has estado haciendo milagros en otros lugares? ¿En Capernaumas acabas de hacer un montón? Mejor muéstranos aquí. Nosotros somos tu casa. Nosotros somos tu pueblo. Y cómo no vas a favorar mejor a Nazaret que a Capernaum? Tú eres de aquí. Muéstranos un milagrito mejor. Olvídate de eso, de que nosotros somos los malos, los pobres, de que nosotros somos los afligidos. No somos nosotros. Son otra persona. Mejor muéstranos un milagrito. Eso es lo que le están diciendo a Jesús. Miren lo que vamos a empezar ahí en el 20. Y dice cuando cerró el libro, lo devolvió al asistente y se sentó. Y los ojos de todos de la sinagoga estaban fijos en él y comenzó a decirles, hoy se ha cumplido esta escritura que habéis oído. Y todos hablaban bien de él y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Creo que eso se puede tomar de una manera positiva porque Jesús aquí, Él hubiera sido el predicador de predicadores. Nadie no hubiera podido predicar como Jesús. Nadie podría leer el texto como Jesús lo hubiera leído. Jesús hubiera leído este texto hablando de él mismo porque él fue el que le inspiró. Y él aquí está delante de su pueblo, delante de su aldea de Nazaret. Y en cierta manera, él se para como un rabino, pero no más que un rabino. Se para como el eterno hijo haciéndose hombre. para venir a salvar a esta gente y leyendo algo que él había inspirado 700 años antes de aquí Jesús lo está hablando con autoridad y la gente se maravilla en grandes palabras que están saliendo de él porque él hubiera leído en una manera perfecta que jamás nadie lo había leído de esa manera. abrió su boca. El profeta de Dios, el sacerdote de Dios, el ungido de Dios, el rey de Dios, abrió su boca y él tuviera en su boca una comprensión impecable de la verdad. Él podría razonar con un perfecto razonamiento. Él era Dios hecho carne. Él pudiera haber tenido la interpretación más precisa que nadie jamás ha tenido y comunicar con una precisión que nadie ha podido comunicar como Jesús podía comunicar. Pero una cosa es la elocuencia del predicador y otra cosa muy distinta es lo que percibe el que la oye, el oidor. Y en este caso, ellos se maravillaban de grandes palabras llenas de gracia y la gente en cierta manera empezó a pensar, Esas palabras son llenas de gracia, pero óyeme, como que te las estás aplicando tú a ti en una manera que nadie más se las había aplicado. Tú estás hablando, esas palabras como que suenan demasiado grandes para ti, Jesús. Tú eres Jesús, el que vive por allá. Te conocemos desde chiquito. ¿Cómo que ahora estás hablando tú con este peso, en estas palabras que son para el Mesías y ahora tú estás diciendo Mesías? Yo jugaba contigo fútbol cuando éramos chiquitos. ¿Cómo que ahora tú vienes a decir y usar estas palabras que Dios fue el que las inspiró y ahora te las estás aplicando tú a ti mismo, Jesús? Pues en cierta manera, ¿quién te crees que eres? Tú eres Chuchito con el que siempre nos la pasábamos ahí, jugábamos, crecimos juntos, y ahora tú estás diciendo de que tú eres el Mesías. En cierta manera percibieron de que estas palabras te las estás aplicando en una manera muy, que no te pertenece a ti Jesús. Son grandes porque es la palabra de Dios, pero la manera en cómo tú te las estás aplicando es una manera rara que nunca hemos nosotros escuchado, porque mire lo que le dicen. Se dicen entre ellos, ¿No es este el hijo de José? En esa sinagoga todos lo hubieran conocido, lo hubieran reconocido desde que eran pequeños y se quedan, ¡ah caray! ¿No es este el hijo de José? Pero lo interesante es que Jesús Enrolla el pergamino, lo da al asistente, va, se sienta y está a punto de predicar el mensaje. Jesús está pronto a predicar y empieza a estar. Se ha cumplido delante de ustedes esta profecía y eso hubiera sido el inicio del sermón. Pero ellos, entre ellos que están ahí en la sinagoga, están empezando a decir a caray. Pues este no es el hijo de José. Entonces imagínense la escena. Jesús está pronto puesto para explicar el mensaje de Isaías 61 que acaba de leer y les dice hoy se ha cumplido esto delante de ustedes y está lo que sigue es la explicación. Pero ellos empiezan a preguntarse. No es este el hijo de José? Por qué lo lee de esa manera? O sea, ¿qué está pasando aquí? ¿Nos estás diciendo que esta escritura está siendo cumplida hoy? No, Jesús. Esa escritura será cumplida algún día, pero no puede ser hoy. Tú eres Jesús. Tú eres el que siempre conocimos desde chiquitos. ¿Cómo que tú vas a ser? O sea, lamentablemente, La gente entendió algo completamente distinto a lo que Jesús está tratando de mostrarle. Y sabe qué? Hasta el día de hoy, gente que se dice que es de descendencia judía aún lo toman de esta manera. Va a venir algún día el Mesías. Pero no hoy, algún día. Y ellos hasta tienen el refrán, el próximo año en Jerusalén, el próximo año en Jerusalén, el próximo año en Jerusalén. Pero acaban aquí escuchar aquí en Nazaret, el mejor predicador que jamás ha existido y nunca hubo predicador antes de él o después de él de su altura, y sus palabras salieron de sus labios. Eran palabras que nunca jamás alguien había escuchado. Y la incredulidad que empieza a surgir en sus oyentes, oyentes que él hubiera conocido desde chiquito, que supieran todo lo que tenía que ver de él, o podrían decir a su casa está allá. Su trabajo es esto. Él me hizo una mesa una vez. O sea, él una vez me ayudó con esto. O sea, era gente que lo conocía personalmente. Y ahora Jesús está empezando a predicar. Y nace la incredulidad, la sinagoga, Nazaret. Y pues lo que pasa es de que pienso yo, Jesús estaba listo para explicarles lo que Isaías 61 hablaba acerca de él. Pero como en cierta manera Jesús siente la incredulidad y Jesús en cierta manera tiene que cambiar de mensaje. Y mire el mensaje que Jesús cambió. Porque está interesante todo eso, mire lo que dice, hay que tomarlo en el 23, dice, entonces se les dijo, sin duda, necesitarán este refrán médico, cúrate a ti mismo. Esto es todo lo que oímos que has hecho en Capernaum. Hazlo también aquí en tu propia tierra. O sea, ellos estaban diciendo sabes que Jesús está cerrado. O sea, uno de esos milagritos de los que se andan contando acerca de ti. Cúrate, estás medio zafado y ya. Más bien. Haz un milagro aquí. ¿Quieres que nosotros te creamos? Demuéstranos qué es lo que traes. Porque hemos estado escuchando por la región de Galilea, por la región de Judea, que has estado haciendo maravillas, has estado haciendo prodigios, has estado haciendo milagros, pero aquí no has hecho ni uno en tu propia aldea, en tu propio lugar. Haz algo aquí. Todo lo que se está diciendo en Capernaum, queremos que tú lo hagas aquí en tu propia tierra. Muéstranos un milagrito y así te vamos a creer. Entonces puedes seguir con el mensaje, porque ya después de mirando el milagrito, vamos nosotros a creer. Porque en cierta manera, Lucas asaltó todo mucho del ministerio de Jesús hasta este punto. Y para este punto, Jesús ya tiene una gran fama de todos los milagros que ella hacía. Entonces viene a su a su A su sinagoga que viene siendo su casa, que fue su casa, su casa de instrucción por años, por décadas, desde que ellos llegaron a Nazaret. Ellos solamente están pidiendo un milagro. Pues, állame, ¿cómo que vas a querer más a Capernaum y a la región de Galilea, a todo esa área? Y a ellos, ¿sí les vas a mostrar tus poderes? Pues, muestra tus poderes aquí, Jesús. Estuviste 30 años aquí, no nos enseñaste nada. Nosotros nos miramos, pero se está escuchando de que tú andas haciendo milagros por allá. Pues nosotros queremos que tú hagas un milagro aquí. Aquí hay enfermos. ¿A poco solamente Capernaum hay enfermos? Aquí también hay gente que está sufriendo. Cómo tú siendo un niño aquí desde tu infancia aquí en Nazaret, cómo no vas a mostrar preferencia aquí? Pero ¿sabe qué? Los milagros nunca salvan a nadie. Los milagros nunca convencen a nadie. ¿Sabía usted eso? ¿Qué pasó con Moisés? ¿Cuántos creyeron a Moisés? Y Moisés hacía milagros, hacía prodigios, hacía cosas especiales como solamente abrir un mar y entrar por tierra seca. Y los milagros en cierta manera no los salvaban. Ahora yo diría, Los milagros tienen dos funciones. Uno es de que un verdadero creyente ve un milagro y fortalece la fe de ese verdadero creyente. Pero para alguien que no es creyente, ve un milagro y el milagro solamente produce en el asombro. Pero hasta ahí. Lo único que quiere es de que se sigan haciendo más milagros y mirar más milagros, pero no produce un cambio de corazón, no produce salvación, un milagro. Moisés hizo muchos milagros y terminó perdiéndose en la tierra prometida gracias a una generación incrédula que aunque miró docenas y docenas de milagros, hicieron a Moisés caer. Y no entró a la tierra prometida donde los iba a meter. ¿Por qué? Por la incredulidad. Elías y Eliseo hicieron muchos milagros. Hasta caía fuego del cielo y les decía Elías, si ustedes ven, a ver cuál Dios realmente responde, a ver cuál Dios realmente es Dios. Y aun cuando vieron caer fuego del cielo, No creyeron en Elías. Tuvo que salir corriendo. ¿Por qué? Porque los milagros nunca salvan a nadie. Más bien, para alguien que solamente es un espéctaculo. espécticos y alguien que nomás está en la expectativa. Ver un verdadero milagro, en cierta manera, les trae juicio, no bendición. En efecto, el efecto del corazón no pasa nada. Y el milagro más bien lo único que hace es endurecerlo más, porque lo único que van a pedir es más milagros y más milagros y más función y más sentir y más acá y más allá. Pero realmente nunca va a haber un cambio de corazón a menos de que Dios haga el milagro en el corazón y Dios haciendo milagro en el corazón. Ahí cambian las cosas. El hombre necesita el milagro en el corazón. El hombre necesita ser liberado de esa espiritualidad en la que está cautivo. Por eso Jesús dice que viene. El hombre necesita ser rescatado de ese cautiverio que Jesús dijo que venía a liberar de esos cautivos, de esos oprimidos. El hombre necesita un milagro en el corazón para poder ver la gloria de Dios en faz de Cristo y no la puede ver si no hay un cambio de corazón. No puede tener vida nueva si no hay un cambio de corazón. Entonces mire lo que dice ahí en el 24. Y dijo, en verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Y vaya que es cierto. Este pueblo tenía la tendencia de rechazar a Dios junto con sus profetas. Puede mirar usted en el antiguo pacto de cuántas veces Dios les mostró algo y Dios les habló a través de mediadores, a través de profetas, a través de jueces, a través de Moisés, a través de sacerdotes. Y cada vez que Dios hablaba, nunca lo recibían. Y si un profeta era de un cierto lugar, menos lo recibían. Y aquí Jesús lo que hace es de que los acusa y los acusa diciéndole Ustedes siempre tienen la tendencia de oponerse a Dios a través de su profeta y en cierta manera ustedes están imitando al Israel de antes. Pues como no quisieron escuchar la explicación del sermón mesiánico. Y como se acaba de cumplir aquí. Y ellos no quieren escuchar eso, ellos quieren ver un milagro. Jesús les dice, ok, hablemos pues de los profetas que hacían milagros, que no fueron recibidos por el pueblo. que fueron despreciados por el pueblo, pero sí hacían milagros allá, más allá. ¿Ustedes quieren recordarse de profetas que no fueron bien recibidos por su propia gente? Hay que hablar de Eliseo y hay que hablar de Elías. Vámonos a recordar, vámonos por la senda de recordarnos y realmente mirar que ningún profeta es recibido bien en su propia casa. Entonces Jesús les dice en el 25, pero en verdad os digo, muchas viudas había en la tierra de Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por treinta, por tres años y seis meses, y cuando hubo gran hambre sobre toda la tierra. Pues aquí lo que Jesús está haciendo es de que está regresando a la historia de Israel, donde Israel en ese entonces era una iglesia, una iglesia, era una un pueblo apóstata, aunque todavía era cuando en el tiempo de Jesús, pero esta cuando ellos regresaron de de de Babilonia, ellos regresaron curados de de de no tener ídolos, de no tener estatuas, aunque tenían el templo de ídolo, pero ellos regresaron curados de la idolatría. Pero en el tiempo que Jesús nos está regresando es en el tiempo donde ya era un Israel apóstata donde adoraban a Baales y era toda la adoración a Baal. Y era un rey conocido como el rey Jacob cuando empieza el día su ministerio y todo mundo está adorando a un Dios que se llama Baal. Pues Dios lo que hizo es de que Dios, porque ya el pueblo estaba tan endiosado en su idolatría. Lo que Dios hizo fue de que les mandó una sequía por tres años y medio. No cayó agua y empezaron a desfuncionarse las cosas. Empezaría una hambruna. Empezaría la gente a morir. Y como usted sabe, las sequías producen Gente que no tiene que comer, no tiene que beber, y eso produce muertos, y produce muchas viudas, produce muchos huérfanos. Y Jesús los está llevando a eso y les está diciendo, ¿saben qué? Tampoco Elías fue buen recibido, pero ¿saben qué es lo que hizo Dios? Porque la gente, aunque Elías hizo grandes cosas para que la gente dejara su idolatría y recibiera el mensaje de Dios, Dios tuvo que hacer algo. Pero no lo hizo con ellos porque ellos no querían dejar su incredulidad. Más bien, había muchas viudas en el tiempo de Elías, pero Dios no mandó a Elías a ninguna de las viudas ni a los huérfanos de Israel. Dios es un Dios de viudas. Y usted mira en el Antiguo Testamento, Dios siempre está diciendo que cuidemos a las viudas. También es algo que también Pablo lo pone también en el Nuevo Pacto, donde dice que tenemos que cuidar por las viudas, por gente que ya está anciana y mujeres que pierden a sus hijos. Pero más bien, Pablo sí da ciertas especificaciones de cómo deben de ser las viudas para poder ser ayudadas por la iglesia. Pero Dios es un Dios que le preocupan las viudas. El problema es de que Dios no mandó al profeta a viudas judías. Dios mandó al profeta a viudas gentiles y Jesús les está mostrando. Ustedes no quieren recibir el mensaje de Dios. Pues entonces no se les va a dar el mensaje de Dios. Se les va a dar a los gentiles, a la gente que no tiene nada que ver con el pacto. Ellos van a a escuchar y ellos van a creer y ellos no van a necesitar milagros que ustedes están pidiendo aquí mire lo que dice el 26 sin embargo a ninguna de ellas fue enviado elías sino a una mujer viuda desadepta en la tierra de sidón Esa historia es como si Jesús agarrara un carbón y les empezara a pisar una llaga y empezarles a quemar una llaga, porque esta hubiera sido una de las historias que nunca se hablaba. ¿Por qué? Porque tenía que ver con gente fuera de Israel, fuera del pacto. ¿Y sabe quién viene ahí de la tierra de Sidón? La misma mujer que llevó al rey Jacob a la idolatría y acá llevó al pueblo junto con ella y junto con él. Ella era la sacerdotisa, su papá era de la tierra de Sidón. Isabel, ella era de ahí. Jesús está diciendo, ¿sabes qué? Tú no quieres la palabra de Dios. Quieres un milagro en vez de recibir lo que yo fui ungido para venir a darles gratuitamente solamente que confíen en mí. Ustedes no quieren recibir eso. Pues Pues este mensaje no se va a quedar aquí. Este mensaje va a salir para afuera y la gente allá afuera no va a pedir milagro. Así como la viuda de Zareta. Esa viuda, bien el profeta Elías, vaya conmigo a Primera de Reyes 17 y ahí es donde miramos esta historia. Yo me imagino a los familiares de Jesús, como les dije la semana pasada, hubieran estado ahí, hubiera estado ahí María, hubieran estado ahí sus hermanos, a escucharlo hablar, así como Martín Lutero, que miramos ahorita, hubiera estado la familia de Jesús y hubieran estado ahí, como que ya va, ya va mal. Ya va mal. A ver, ¿cómo le vamos a hacer para poder salir de aquí? Porque aquí Jesús ya está hablando otra cosa y quién sabe qué otras historias está levantando. Y no está explicando el texto, ahora está explicando otra cosa. Híjole, ya vamos, ya vamos mal. Ya vamos mal. Yo me imagino a sus familiares ya nomás agachando la cabeza, rascándose el pelo de que, híjole, ya empezamos mal. Ya empezamos mal. Aquí esto no puede terminar bien. ¿Cómo se le atreve sacar una historia de estas? Estas historias no se cuentan. Estas historias no se cuentan, aunque pasó entre nosotros los judíos, esta es una historia que nos agrada. ¿Por qué? Porque mire, Primera de Reyes, 17, versículo 8, vino después a él, o sea, Elías, la palabra del Señor diciendo, levántate, vete a Zarepta. que pertenece a Sidón y quédate ahí. Y aquí yo he mandado una viuda ahí para que te sustente. Él se levantó y se fue a Zarepta. O sea, Elías se levantó y obedeció. Cuando llegó a la entrada de la ciudad de aquí, ahí estaba una viuda recogiendo leña. Entonces Dios manda al profeta a Zarepta, la tierra de gentiles, de donde eras, de donde era el papá de Jezabel. Y Dios, ignorando a todas las viudas de Israel, manda al profeta de Dios afuera. A esta viuda, habiendo tantas viudas en Israel, envía a su profeta a ministrar a una viuda gentil en la tierra de Sidón. Mira lo que dice. Y Elías la llamó ahí en el 10. Y la llamó y le dijo, te ruego que me consigas un poco de agua y un vaso. para que yo beba. Cuando ella iba a conseguirlo, le llamó y le dijo, te ruego que me traigas también un bocado de pan de tu mano, en tu mano. Pero ella respondió, vive Yahweh tu Dios. Que no tengo pan. O sea, ella está jurando por el nombre de Dios. Es una gentil, pero está jurando por el nombre de Yahweh. Entonces podríamos decir, esta mujer en cierta manera está atraída por el Dios de Israel. En cierta manera es una mujer que cree, porque dice, vive Yahweh tu Dios. que no tengo pan, solo tengo un puñado de harina y una tinaja y un poco de aceite en la vasija y estoy recogiendo unos trozos de leña para entrar a prepararlo para mí y para mi hijo para que comamos y muramos. Entonces aquí tienes a una viuda gentil que en una manera u otra cree en el Dios verdadero y hasta jura por su nombre, el nombre de Yahvé. Y mira lo que dice el 13, entonces Elías le dijo, no temas, Nomás le dijo, no temas, ve, haz como has dicho, pero primero hazme una torta pequeña de eso y tráemela. Después harás para ti y para tu hijo. Primero soy yo. Porque así dice el Señor, Dios de Israel, no se acabará la harina en la tinaja ni se agotará el aceite en la vasija hasta el día en que Yahweh mande lluvia sobre la faz de la tierra. Esa fue la orden. No miró milagro. No miró nada. Ni siquiera sabía de qué era profeta. Entendía de que venía de Dios, pero aquí le está diciendo profeta, haz lo que te digo, hazlo. ¿Y sabe qué hace esta mujer? ¿O qué? ¡CREYÓ! ¡O-BE-DE-CIÓ! Lo que el profeta le dijo y fue e hizo como realmente le fue instruido. No le dijo sabes que para creerte haz un milagrito. Sabes que para saber que realmente eres elías, muéstrame, haz algo, haz algo, haz desaparecer algo, muéstrame un trick, enséñame un truco de magia, algo. Para saber. Y ya después de que yo sepa, yo voy y hago lo que tú me pidas. No. Ella creyó, obedeció, poniendo su vida en riesgo y la vida de su hijo. Y en cierta manera, yo pienso que esta mujer dijo, no, pues. pues voy a morir hoy o voy a morir mañana si obedezco y supuestamente él me dice que Señor Dios nunca me va a faltar pues si muero hoy o si muero mañana de todos modos voy a morir pero él me está diciendo que hay una esperanza pues le obedezco y no pidió nada a cambio para ella ponerse en marcha y poner su fe en marcha mire lo que dice el 15 entonces ella fue hizo conforme a la palabra de Elías y ella y él y la casa de ella comieron por muchos días y la harina y la tinaja no se acabó ni se agotó el aceite en la vasija conforme a la palabra del Señor que había hablado por medio de Elías. ¿Qué hizo esta mujer gentil? Creer, obedecer sin cuestionar nada. Ella reconocía su condición y no le quedó nada sino decir, no pues voy a morir. ¿Obedezco? ¿Y quizás Dios realmente cumpla? ¿O muero otro día y muere también mi hijo? Pero ella miramos una gran P y Jesús está tomando esta ilustración y está diciendo, ¿ustedes aquí no quieren creer? Pues no crean. Pero Dios se va a ir para afuera y va de hallar también sacar a gente que no anda buscando milagro y ellos si van a creer sin pedir nada a cambio. Ellos si van a creer. Pues si esa historia no fue suficiente. Jesús les da otra, del profeta que le siguió a Elías para irritarlos aún más en su incredulidad. Jesús les da otra historia igual con el profeta Eliseo. Y luego mire lo que Lucas nos dice aquí. ¿Qué dice Jesús? En el 27 de Lucas 4. Y muchos leprosos había en la tierra de Israel en tiempos del profeta Eliseo, o sea, algunos años más adelante. Había un montón de profetas. ¿Por qué? Porque ellos se habían dado a la idolatría y en cierta manera en esa región todavía estaba la presencia de Dios y se levantaba la lepra por juicio de Dios en contra del pueblo idólatra y había muchos leprosos. Y Jesús les dice, y había muchos leprosos en Israel. Acuérdense, había muchas viudas en Israel y también había muchos leprosos en Israel, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán, el sirio. Naamán hubiera sido un capitán del ejército sirio, un arquienemigo de los israelitas. que atacaba y aterrorizaba a Israel, pues lo que pasó es de que éste también hubiera sido gentil, pero no solamente gentil, éste hubiera sido un peor. ¿Por qué? Porque era leproso. Los gentiles estaban inmundos, los leprosos estaban más. Los gentiles eran gente de afuera. Los leprosos eran gente que nunca querías ver en tu vida porque te contaminaban con su inmundicia. No era de que te transmitían la lepra, sino que te hacían inmuro, impuro, inmundo. Pues esta es la historia de Jesús. Excelente historia, ¿no? Pues ya se imaginaría cómo estuviera ya la gente. Primero nos ofendes con esta de la viuda y ahora nos vas a ofender con una del leproso. Nos estás comparando con una viuda gentil y nos estás comparando con un gentil leproso que es nuestro arquienemigo por siglos. Con eso nos estás comparando Jesús y Jesús les diría sí. Ellos no necesitaban nada de milagritos para creer la palabra de Ellos obedecieron. Ellos no necesitaban algo antes para creer. Ellos. Dios les pidió ciertas cosas y ellos obedecieron. Sin pedir nada a cambio y ustedes tienen aquí el Mesías y vengo y les leo lo que estaba escrito acerca de mí y cómo se cumple delante de ustedes hoy. Ustedes piden un milagro. O la incredulidad. Pues mire. Este leproso detestable por medio de la gente religiosa es con quien Jesús los está comparando. Pero no tanto así, más bien les está diciendo, ustedes están peor que un leproso. Ustedes están peor, porque ellos sí creyeron. Ustedes están peor que las viudas. Dios no mandó viudas a Israel, pero sí mandó una vida. Dios no mandó profetas a las viudas de Israel, pero sí mandó su profeta a una vida gentil y ella de volada obedeció, de volada creyó. Ahora aquí, pues. Este asirio. Ese gentil era capitán del ejército Sirio y lo que él lo que pasó en su vida es de que él capturó a una de las niñas judías y la trajo para atrás a su casa y la puso a trabajar a su casa. Le dio lepra en ese en ese tiempo y esa niña creyente en el Dios de Jehová Dios le empezó a decir a su amo sabes que tú tienes que ir con Eliseo. Eliseo te puede sanar. Mira, mira esta jovencita amo, aunque se la robó, se la llevó fuera de su voluntad y la tenía como sierva. Esta jovencita le dijo, sabes que tú tienes que ir con el profeta de Dios. Él te puede sanar. Y en cierta manera, este namán con el rey de Israel llega a conocer a Eliseo y pues va con Eliseo y ahí podemos tomar la el pasaje en Segunda de Reyes 5. Vaya conmigo a Segunda de Reyes 5. Pues Namás, Namán empezaría a creer en el Dios de Israel y terminó conociendo a Eliseo. Y mire lo que dice, le dice Eliseo. No sale a buscarlo, sino que manda a alguien y el Eliseo le da lo que debe de hacer. Y mira lo que hace este hombre gentil, no solamente gentil, leproso, algo feo para la gente de Israel. Mira lo que dice ahí en 2 Reyes 5 10. Esta es la instrucción del Eliseo, le dice ve y lávate en el río Jordán siete veces. Ese sería el río donde Juan el Bautista estaba bautizando y donde Jesús fue bautizado, en ese mismo río. Lávate en el Jordán siete veces, y tu carne se restaurará, y quedarás limpio. Pero Namán se enojó, y se iba diciendo, ¡He aquí! No pensé, yo pensé, seguramente Él vendrá a mí, y me detendrá, e invocará el nombre del Señor su Dios, moverá su mano sobre la parte enferma, y me curará de la lepra. Y lo dice, ¿y no son estos otros ríos más limpios que este? O sea, ¿no son Havana y Lafar, ríos de Damasco, mejor que las aguas sucias del Jordán? ¿No pudiera yo lavarme en uno de ellos y ser limpio? Y se dio la vuelta y se fue enfurecido. Ahí miramos de que no creyó nada, pero van y lo convencen y lo que dice el 13, pero sus siervos se acercaron y le hablaron diciendo, Padre mío, si el profeta te hubiera dicho que hicieras una gran cosa, ¿no lo hubieras hecho? ¿Por cuánto más? ¿Cuánto te dice? Lávate y quedarás limpio. ¿Por qué no lo haces? ¡Obedece! ¿Qué tan difícil es? ¡Ve, ven, lávate! Aunque está todo sucio el río, ¡haz lo que el profeta te dice! Y mira lo que hace en el 14. Entonces, él bajó y se sumergió siete veces en el río Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios. Si se da cuenta, de su desesperación, de que no había alivio para él, sino solamente humillarse y creer la palabra de Dios, aunque hubiera sido una vergüenza irte a lavar a un río Jordán. Era un río sucio, era un río no bonito, no hubiera sido agua cristalina, hubiera sido agua lodosa. Él tuvo que poner al lado su incredulidad, tuvo que poner al lado su orgullo, humillarse bajo la palabra de Dios. En su desesperación puso a un lado su estatus social, puso a un lado todo para obedecer la palabra de Dios. Y mire lo que pasa ahí al final del 14. Y su carne se volvió como la carne de un niño pequeño. Y quedó limpio y regresó al hombre de Dios con toda su compañía y se fue y puso delante de él. Hijo, he aquí, ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Para el punto, para este punto del mensaje. Ya la sinagoga está captando que está tratando de decir Jesús. Ya están entendiendo. Jesús nos está Nos está diciendo que el mensaje puede salir para afuera. La palabra de Dios puede salir para afuera, de que en cierta manera nosotros somos como la viuda, de que en cierta manera nos está comparando como este leproso. Pero estos no pidieron milagro antes de creer. Nosotros estamos pidiendo milagro para creer y Jesús está yendo por otro lado, pero nos está comparando con lo peor que nos puede comparar con gentiles. Y la sinagoga. Captando todo lo que Jesús estaba tratando de mostrarles. Jesús les está diciendo el Mesías de Dios. Aquí nos acaba de demostrar que nuestra condición espiritual. Somos pobres, somos captivos, somos ciegos, somos oprimidos. Y ahora nos está diciendo que somos peor que la viuda. Y ahora nos está diciendo que somos peor que leproso. ¿Cómo se atreve? Nosotros no somos así. Nosotros somos hijos de Dios. Nosotros somos el pueblo de Dios. Ese mensaje no es para nosotros. Ya por el punto de este mensaje, ya nada va bien. Va de Guatemala a Guatepeor. Y ese es el primer mensaje de Jesús en todo este evangelio. Un mensaje que salió todo mal. Y yo me imagino a la gente, yo me imagino a sus familiares. Híjole, ay, ay, ay, ¿qué va a pasar aquí? Jesús se acaba de sentar y ya lo está regando feo. Miren lo que dice el 28 de Lucas 4. Todos en la sinagoga se llenaron de ira cuando escucharon estas cosas. ¿Por qué llenarse de ira con estas cosas? Pues es fácil, porque en su propia opinión, ellos pensaban que eran piadosos. Ellos pensaban que ellos eran rectos. Ellos pensaban que ellos eran justos. Ellos se miraban como los hijos del pacto que no necesitan hacer nada. Ellos querían un milagrito, pero ellos eran los buenos. Estos gentiles que, en cierta manera, se colaron dentro de las páginas de las Sagradas Escrituras. Ellos Son los inmundos. Ellos son los pobres. Ellos son los impíos. Ellos son los cautivos. Ellos son los ciegos. Ellos son los oprimidos. Nosotros no. No nos podemos mirar nosotros como miserables espirituales. Somos hijos de Dios. Somos hijos de Abraham. Nosotros no somos leprosos espirituales. Eso es en otras palabras. los está enfrentando y los está desafiando. Ustedes pueden ser judíos todo lo que ustedes quieran y pueden decir de que ustedes descienden directamente de Padre Abraham y lo tienen a él como padre. Pero ¿saben qué? El pueblo de Israel, aunque tenga todas esas bendiciones, eso no quiere decir que son exclusivos a este nuevo pacto que yo vengo a traer. Y ustedes deben de creer en mí Ustedes deben de poner su confianza en mí para ser salvos porque en cierta manera ustedes son igual que cualquier gentil o cualquier leproso o cualquier viuda que está allá afuera. Son todos iguales y necesitan de mi salvación y ustedes también son Espiritualmente están en una condición de pobres espirituales, de oprimidos espirituales, de ciegos espirituales y de cautivos espirituales también. Pero ¿saben qué? Los gentiles que realmente, realmente nunca pidieron nada, ellos sí creyeron. Ellos no se creían buenos e injustos. Ellos sabían y tenían que tomar su condición y reconocer que no tenían nada que ofrecer, sino solamente obedecer y creer. ¿Y eso fue suficiente para ellos? Eso puede ser suficiente para ustedes, pero ustedes se auto justifican. van a la sinagoga, de que alaban a Dios, de que adoran a Dios, de que dan sus diezmos, van al templo, están circuncidados, estudian la palabra de Dios cada Shabbat por la mañana, guardan la ley, guardan el Torah, son celosos en cuanto a los santos, y pues ellos diciendo sí, somos tan celosos, mira Jesús, El Antiguo Testamento nos dice que matemos a falsos profetas. Y vas a ver que tan celosos somos nosotros por la ley de Dios. Te vamos a matar. Sí, mira el gran conflicto que de la nada explotó en esta sinagoga en Nazaret. Empezó todo bien. Pero se fue de mal, de mal, de mal en Peor y terminó en Guatepeor. Porque mire, ellos le dijeron, sabes que Jesús nos llena de ira que tú levantes esa clase de gente y nos compares así. Nosotros no somos así, no necesitamos eso. Necesitamos un Mesías que venga y nos libere de todos estos gentiles que nos han enjaulado por miles y siglos ya. Que nos libere de los gentiles para nosotros tener nuestro propio cuerpo, propio pueblo, nuestra propia adoración, nuestra propia religión. No necesitamos un Mesías que viene y nos muestra el estado de nuestro corazón. Osire, levantándose, el 29, y levantándose. Esta fue la reacción física, carnal, que Jesús les acaba de exponer. levantándose imagínense que todos ustedes se levantaran y que se me vinieran encima pero no con un con una ira de que cómo nos comparas con eso cómo vienes a decirnos tú que que vienes a salvar esa clase de gente aquí no vas a encontrar esa clase de gente nosotros somos judíos somos hijos de dios tenemos las promesas de dios con las promesas de Dios estaban siendo cumplidas ahí en frente de sus ojos y lo que sale de su corazón es ira y luego después lo que esa ira produce es de que se levantan. El confrontamiento a la realidad, a su incredulidad hizo que se levantaran y mostraran lo que realmente había dentro de su corazón de todos estos fieles religiosos congregantes. Lo que quisieron hacer primero es silenciar la verdad que les mostraba su condición. intentando de matar al mensajero y de matar al salvador y de matar al Mesías ungido de Dios. Esa era la reacción natural de ellos. Una vez se le preguntó a un ateo filósofo, ¿y qué si Dios aparecería aquí hoy delante de ti? ¿Sabe qué dijo el ateo? Lo mataría. Si Dios se me apareciera aquí, ¿qué harías? Lo mato. Ese es el corazón del hombre. Para Dios. No quiero escucharlo. No quiero que me diga nada. No quiero someterme a nada de lo que Él dice. Yo soy autónomo. Yo tengo mi propia justicia. No necesito un Salvador. Un corazón no regenerado por la gracia de Cristo. Esa es su reacción. Entonces lo que hacen es que se llenan de ira, se levantan, lo toman, mire lo que dice ahí, sigue diciendo Lucas 29, levantándose se echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cumbre del monte, o sea, lo arrastraron fuera de la sinagoga. Imagínese una sinagoga santa donde nunca había, nunca pasaba nada así. Nunca había conflictos así, había conflictos afuera. Pero era una sinagoga, era un lugar pacífico, un lugar religioso donde nunca había nada así. Pues con Jesús fue diferente. Se rellenaron de ira, se levantaron todos. Lo agarraron. No solamente lo agarraron para echarlo para afuera. Pablo también lo hicieron. No, no, lo agarraron a Jesús con la intención de cumplir el Antiguo Testamento. de autonomio, hay que cumplir la ley hermano, no es que somos tan celosos. Siempre habían tenido un montón de profetas que los mandaban y los mandaban a otros lados y para ellos nunca los mataron, pero viene el verdadero profeta y lo primero que piensan es hay que matarlo. Imagínense el corazón caído del hombre. Nunca mataron a los otros profetas. ¿Por qué cree que cayó Jerusalén cuando los profetas le decían? No se preocupen, no se preocupen. Esta Jeremías está tonto. Esta Jeremías no lo escuchen. Más bien tenemos el templo del Señor, tenemos el templo del Señor y Dios va a proteger el templo del Señor. Y Jeremías no. Esos son falsos maestros. Dios va a venir y va a destruir este templo. Y más vale que ustedes cooperen con los babilonios. Dios los está mandando en exilio. Más bien, láncense a sus pies cuando vengan. Cállate. Métalo en un pozo. Pues aquí está Jesús diciéndoles y ellos con un celo santo, con un celo santo. Lo primero que quieren hacer es mostrar su orgullo y su veneno. Orgullo de que ellos pueden y el veneno es de que ellos tienen tanto celo por las cosas de Dios. Están dispuestos a hacer cualquier cosa. para cumplir la ley de Dios. Pero Jesús, pasando por medio de ellos, se fue. Déjenme les resumo en otras palabras lo que acaba de pasar en esta sinagoga. Jesús les dice, Todo esto que ustedes estaban esperando en mí se cumple, enfrente de ustedes, crean en mí, reciban a mí, yo soy el Salvador, yo soy el ungido de Dios, yo soy el Mesías y ellos. Tú tienes fama de milagros, muéstranos un milagro, muéstranos evidencia para creer en ti. Y en cierta manera Jesús le responde, gentiles de antes, no necesitaron milagros para creer. ¿Por qué no me creen? Ellos no necesitaron milagros para creer. Ellos solamente se humillaron, obedecieron y creyeron la palabra de Yahvé. Aquí está Dios hecho carne, mostrándoles, cumpliéndoles los que Dios había dicho en el Antiguo Testamento. Se está cumpliendo adelante de sus propios ojos. Lo único que deben de hacer es recibirme y creer, y yo los puedo salvar. No respondan como Israel siempre ha respondido. Más bien respondan como estos gentiles. Israel siempre ha respondido en incredulidad. Respondan como los gentiles que les acabo de narrar, de esas historias que ustedes saben que existen, están en la Escritura. Respondan así. No se pierdan respondiendo como Israel siempre ha respondido. Y ellos en cierta manera, ¿y cómo te atreves a compararnos con gentiles? ¡Eso no se hace! ¡Nosotros somos hijos de Dios! Y pues Jesús tratando de comunicarles que necesitan dejar de pensar en términos raciales. Todos los hombres pecadores vienen a la salvación igual. No importa ya si eres hombre o mujer, si eres esclavo libre o si eres descendencia de Abraham o no. La descendencia de Abraham no salva a nadie y nunca salvó a nadie. Es la fe. es creer la Palabra de Dios, reconocer la miseria espiritual, es sólo admitir que necesitas un Salvador. Eso es todo. Hay una sola razón de por qué gente que escucha el Evangelio no recibe a Cristo. ¿Y sabe cuál es? Porque no se ve como pobre. Porque no se ve como prisionero. Porque no se ve como ciego. Porque no se ve como oprimido. Dios no tiene nada que ofrecerle a gente que no se mira de esa manera. ¿Qué les va a ofrecer? La salvación es para el que se está perdiendo. La misericordia es como les digo para el miserable. La gracia es para el desgraciado. Las riquezas del Evangelio son para los pobres espirituales. Pero cuando notas y reconoces, yo no tengo nada que me recomiende ante Dios. Yo no tengo nada que me haga de que Dios se sienta bien en mí. Cuando reconoces eso. Recibes lo único que Cristo tiene para ofrecerte. Y tristemente esta aldea de Nazaret, su propia casa, su propia sinagoga, se perdió de recibir al Mesías que tanto esperaban. Siguiendo las pisadas del Israel de antes. ¡Qué tristeza! Empezó tan bonito ese sábado y terminó con un rechazo. No hagas tú eso. No rechaces a Jesús. Jesús después hablaría cosas muy negativas en contra de su propio ciudad. Hablaría cosas muy negativas. ¿Por qué? Porque lo rechazaron. Lo rechazaron. No miraron, no consideraron su bancarrota, su miseria, su condición pecaminosa. Lo único que ellos consideraron fue un celo malvado por callar aquella voz que les delataba su verdadera condición. No podemos tener un celo malvado de esa manera. No podemos rechazar a Cristo Jesús. Gente, y se lo vuelvo a repetir, gente, no importa de qué raza sean, no importa qué viene y fluye por su sangre, no importa nada de eso. Gente que rechaza a Jesús es gente que rechaza a Jesús. Nadie puede decir, yo soy hijo de Abraham. En cierta manera, Dios todavía tiene muchas promesas para mí. Si usted piensa que Dios tiene todavía muchas promesas para ellos, muchas promesas, o sea, que el Antiguo Testamento nunca fue cumplido, como si Dios nunca cumpliera sus promesas y como que si esta manera que Dios se adelantó mandando a Jesús, no cumpliendo los que le debían. Hay muchos versículos donde Dios cumplió cada una de las promesas. que Dios les hizo al pueblo, mandó a Jesús y el pueblo siguió negándolo, siguió rechazándolo y se perdió de la salvación que hubieran ellos encontrado en Cristo Jesús por un celo malvado, un celo. Nosotros no podemos tener esa clase de celo. Lo mejor que nosotros podemos hacer es realmente aceptar nuestra condición. aceptar mi posición delante de Dios y reconocer de que yo no me puedo recomendar por nada ante la santidad de Dios y mis buenas obras vienen siendo como obras de inmundicia, como trapos de un leproso, como la esperanza de una viuda sin esperanza. Pero Dios puede salvarnos y con su gracia puede restaurarnos y darnos la salvación. Y quizás el milagro que necesitamos lo miramos en Namán. Namán recibió el milagro, pero lo recibió después de que obedeció. No antes. Nosotros queremos siempre las cosas antes para poder nosotros hacer algo. Dios lo único que quiere es que confíes en Él. de que confíes y de que creas Padre te damos gracias por tu Palabra Señor te pedimos Señor que tú cambies nuestro, nuestra perspectiva de cómo qué es lo que requieres tú de nosotros no requieres nada sino una simple obediencia y una simple fe es lo único que te agrada lo simple del hombre Pero somos tan tercos y tenemos tanto celo por nuestra autosuficiencia, por nuestra autojusticia, que lo último que queremos hacer es dejarla y hacerlo simple en obedecer y creer. Padre, te pido que tú bendigas tu palabra. En el nombre de Jesús, lo pedimos. Amén.
(35) Celo Malvado
Series El Evangelio según Lucas
Sermon ID | 10302315606241 |
Duration | 1:01:58 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | Luke 4:20-30 |
Language | Spanish |
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