00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
Primera de Juan, capítulo 1, si Dios lo permite, vamos a considerar desde el versículo 8 hasta el versículo 10. Primera de Juan, capítulo 1, desde el versículo 8 hasta el versículo 10. Confiesa tus pecados y recibirás perdón y limpieza. Confiesa tus pecados y recibirás perdón y limpieza. El texto nos dice aquí, 1 Juan, capítulo 1, versículo 8 al 10, dice, Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso y su palabra no está en nosotros. Eso es 1 Juan capítulo 1 desde el versículo 8 hasta el versículo 10. Confiesa tus pecados y recibirás perdón y limpieza. Recuerdo hace años hablando con un anciano que nos encontramos mientras estamos repartiendo tratados y estamos hablando con él sobre el evangelio y este hombre no veía su necesidad de un salvador porque él afirmaba nunca haber pecado Él decía nunca había pecado. Él no quería reconocer su pecado natural, o sea, por naturaleza, de que es pecador. Y él decía que jamás había pecado. Por ello, él pensaba que no tenía que dar cuentas. Él pensaba que no tenía necesidad de un salvador. Pero aquí 1 de Juan, capítulo 1, del versículo 8 al 10, nos demuestra que si el apóstol Juan hablaría con esa persona le diría que se está engañando a sí mismo que la verdad no está en él que lo que realmente está diciendo es que Dios es mentiroso porque Dios dice que todos somos pecadores y el apóstol Juan le diría que la palabra de Dios no está en él no tiene salvación porque no reconoce su pecado. La cuestión es que la naturaleza pecaminosa del hombre hace que justifiquemos nuestro pecado. Muchas veces consideramos una palabra que hemos dicho, o una acción que hemos hecho, o quizás algo que queremos hacer que es pecado, pero lo justificamos. Y tenemos nuestro razonamiento del por qué está bien, ¿no? Es que es una mentirijilla y de todas formas es para bien. O quizás es desobediencia a nuestros padres, pero bueno, no pasa nada porque al final va a ser algo bueno. Y justificamos nuestro pecado. Y somos muy hábiles en justificar nuestro pecado. Y llegar al punto de decir, pero yo no he pecado. No, no, no, yo no he pecado. Y lo justificamos. Pero lo que tenemos que... darnos cuenta es que nuestro corazón es muy engañoso. Si escuchamos en nuestro corazón y en nuestro razonamiento, pues eso nos engaña. Por eso debemos de mantenernos atentos para no caer en el engaño de nuestro corazón. Porque nos dice Jeremías 17, 9. Engañoso es el corazón más que todas las cosas. Y perverso. ¿Quién lo conocerá? Por ello, no confíes en tu corazón. Evalúa todo conforme a la Escritura. y la escritura nos dice que somos pecadores y por ello necesitamos un salvador necesitamos darnos cuenta de nuestro pecado y arrepentirnos de nuestro pecado y por ello el apóstol Juan acaba de mencionar ahí en versículo 7 que la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado O sea, Él es Salvador. Le necesitamos a Él para recibir limpieza de pecados. Es a través de Él. Es por medio de la obra de Jesucristo en la cruz que el creyente recibe perdón y limpieza de pecados. Pero los oponentes, aquellos que tienen esa mala doctrina, ese error doctrinal, esa mala enseñanza, elementos gnósticos, pues ellos afirmaban no tener pecado. Pero esa afirmación rechazaba la palabra de Dios. Nos dice Salmo 14, del 2 al 3, Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido quien buscara a Dios. ¡Todos se desviaron! A una se han corrompido. No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Eso es Salmo 14, del 2 al 3. Ahí vemos como la escritura deja muy claro que todos somos pecadores. Dios afirma en su palabra que todos somos pecadores. Romanos 5.12 nos dice que heredamos esa naturaleza pecaminosa de nuestros padres. Nos dice Romanos 5.12, por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. nos dice, bueno eso era Romanos 5, versículo 12, nos dice el Salmo 58, versículo 3, se apartaron los impíos desde la matriz, se descarriaron hablando mentira desde que nacieron. Entonces viendo la naturaleza picaminosa que heredamos nuestros padres, como he leído ahí en Romanos 5, 12, pero también ahí en Salmo 58, versículo 3, resalta que nacemos siendo pecadores. No somos pecadores porque pecamos, sino que nacemos siendo pecadores. Incluso en Salmo 51, versículo 5. He aquí en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. Entonces, nacemos siendo pecadores. Por ello, no podemos afirmar de que no somos pecadores de que nunca hemos pecado, porque todos los días pecamos. Todos los días caemos cortos del estándar de Dios. y por ello aquí si notáis el texto aquí en primera de Juan capítulo 1 versículo 8 dice si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros Aquí vemos como el apóstolo Juan, una vez más, se incluye a sí mismo para aplicar la declaración a todos. O sea, a todos. Quien sea que seamos. Si decimos que no tenemos pecado, estamos en error. Nos estamos engañando a nosotros mismos. La verdad no está en nosotros. Aquí, el apóstolo Juan, en versículo 6, podéis notar, como él acusa a sus oponentes de afirmar comunión con Dios, aunque caminan en oscuridad. Esa idea de caminar en oscuridad implica que están practicando el pecado, no están andando en la luz de Dios. Dios es luz, nos dice el versículo 5, y no hay ningunas tinieblas en Él. Entonces, si caminamos en tinieblas, no estamos practicando las obras de Dios, no le estamos agradando, no estamos viviendo como Él desea que vivamos. Si caminamos en tinieblas, es porque no hemos recibido la luz de Dios. Y entonces, están practicando el pecado. Pero aparenta que esa acusación, estos oponentes la niegan. Dicen que no necesitan limpieza de pecado. aunque viven en tinieblas, piensan que ellos, piensan que han sido iluminados espiritualmente a tal punto que no pueden pecar, y que no pecan. Ahora posiblemente están pensando, desde que recibieron esa iluminación, no han pecado, pero realmente están pensando, mira, no tenemos nada que confesar porque no hemos pecado. Ahí en versículo 8 dice, si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Dicen que no necesitan limpieza de pecado, porque niegan que hayan pecado. Y cuando uno niega que es pecador, piensa que no es responsable por sus acciones. Piensa que no va a tener que dar cuenta por sus acciones, porque piensa que no ha pecado. Y es que si no reconocen su pecado, no pueden beneficiarse de la limpieza que obra la sangre de Cristo. O sea, la limpieza que nos mencionó al principio del siglo VII. Dice, la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Realmente están rechazando la obra redentora de Jesucristo. Y al rechazar la obra redentora de Jesucristo, al rechazar el sacrificio expiatorio de Jesucristo, están rechazando la comunión con Dios. porque es a través de Jesucristo, por la cual tenemos comunión con Dios. Y es que ellos, estos oponentes afirman que su conducta exterior no importa porque su conocimiento ha eliminado su naturaleza pecaminosa. Ellos estaban afirmando una perfecta pureza. Y no querían aceptar el pecado de sus hechos. Pero aún así, como menciona aquí el apóstolo Juan en versículo 6, estos primeros de Juan 1-6, Él afirma que andan en tiñeblas. Ellos están andando en tiñeblas, no están andando en luz, entonces pueden decir lo que quieran. O sea, pueden decir que tienen comunión con Dios, pero si andan en tiñeblas están mintiendo. O sea, no solamente se están engañando a sí mismos, sino que están realmente mintiendo, porque no están poniendo en práctica la palabra de Dios. No practican la verdad, nos dice ahí versículo 6. Y es que el apóstolo Juan le responde diciendo que se están engañando a sí mismos y que la verdad no están ellos. Es lo que nos dice aquí el versículo 8. Cuando dice, si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos. O sea, aquí menciona ese autoengaño. Porque no quieren, no quieren reconocer que han pecado. No quieren reconocer su necesidad de un salvador. No quieren reconocer su necesidad de confesar pecados. No quieren reconocer su necesidad de perdón. Necesitan perdón de Dios. Pero no lo quieren aceptar. Y por ello se están engañando a sí mismos. Diciendo que no han pecado. Diciendo que no tienen ninguna clase necesidad de confesar pecados. Se están engañando a sí mismos. El año pasado tuve un estudiante de... tendría unos cinco años de edad que constantemente se engañaba a sí mismo. Él hacía competencias en mis clases de inglés y... aunque él conseguía menos tarjetas de vocabulario en el juego, él se autoproclamaba ganador. ¡Él ha ganado! Aunque tenía menos tarjetas de vocabulario. O llegaba el último en una carrera y afirmaba ser el primero. Tenía la peor nota de la clase, pero se jactaba de ser el más listo. O sea, él se autoengañaba. Y eso es lo que aquí el apóstol Juan está diciendo. Aquellos que afirman algo que no es cierto, se están engañando. Dicen que no tienen pecado, pero se engañan. Esta persona afirma que no tiene pecado, pero no es verdad. Por eso dicen la verdad... O sea, si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. El contraste, ¿no? El que sí afirma tener pecado, el que sí afirma haber pecado, está diciendo la verdad. Admitir que tenemos pecado es hacer frente a la realidad de nuestra condición. es afirmar, somos pecadores, necesitamos un salvador. Y es que cuando confesamos nuestro pecado, entonces recibimos limpieza de pecados. pero tenemos que confesar nuestro pecado. Para poder recibir esa limpieza, para poder recibir a nuestro Salvador, para poder aceptar a Jesús como Señor y Salvador, tenemos que darnos cuenta de que somos pecadores. Si no, nunca vamos a darnos cuenta de nuestra necesidad de perdón, nuestra necesidad de un Salvador. Si no admitimos nuestro pecado, no recibimos perdón. Y la verdad no está en nosotros. Y es que negar que uno ha pecado es un acto de las tinieblas. Porque somos pecadores. Y el que constantemente niega que es pecador, le está diciendo a Dios que, como nos dice el versículo 10, le está llamando mentiroso. Es un acto de las tinieblas. La verdad no está en él. Lo cual, luego aquí, en el capítulo 2, en 1 de Juan, capítulo 2, versículo 4, nos dice, el que dice, yo le conozco, o sea, alguien afirma conocer a Dios, le dice, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él. Entonces, ahí afirma esa, lo que significa esa idea de la verdad no está en él, es que es mentiroso. Realmente no ha aceptado el Evangelio en su corazón y está viviendo en una mentira. Se está engañando a sí mismo. Pero no engaña a Dios. Dios sabe quiénes son suyos y quiénes no. La cuestión es que es común que las personas nieguen su pecado. Intentan justificar su pecado. Intentan esconder su pecado. Pero aquellos que niegan su pecado no reciben perdón. Porque no buscan perdón. Y el pecado estorba nuestra relación con Dios. Por ello, aquí en versículo 9, el apóstol Juan dice, si confesamos nuestros pecados, Él está hablando de Dios. Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Ahora, negar que uno es pecador o que uno ha pecado es incompatible con andar en la luz. Es necesario rechazar la idea de que no somos pecadores. Porque la escritura lo afirma, lo deja muy claro. Dios dice que somos pecadores. Tenemos que reconocerlo, tenemos que aceptarlo y tenemos que buscar perdón. Tenemos que acudir a Dios y buscar perdón. Darnos cuenta de que necesitamos un Salvador. Y es que la actitud correcta del creyente es admitir su pecado y confesarlo. Y es una acción que debemos hacer constantemente porque pecamos todos los días y en cuanto pecamos tenemos que reconocer nuestro pecado Y pedir perdón a Dios. Primero perdón a Dios y si hemos ofendido a alguien pedir perdón a esa persona. Si tenemos que restituir algo pues lo restituimos. Tenemos que reconocer que somos pecadores. Y cuando admitimos nuestro pecado y lo confesamos entonces podemos recibir el perdón que Dios promete. Porque aquí nos dice si confesamos nuestros pecados. Esta es una condición. Tenemos que confesar nuestros pecados. Tenemos que afirmar de que somos pecadores y confesarlos. O sea, en vez de afirmar que no hemos pecado, debemos confesar nuestros pecados. Confesar los pecados es más que admitir que somos pecadores. Porque quizás puedes decir, bueno, sí, soy pecador, pero si no admites pecados específicos, no admites que, bueno, has robado, que has mentido, que has codiciado, etcétera, pues entonces no vas a recibir ese perdón porque no estás confesando tus pecados. Esa idea de confesar es la idea de decir lo mismo. O sea, es reconocer los pecados específicos que hemos cometido. es presentar nuestros pecados delante de Dios usando sus definiciones y buscar perdón en Él. O sea, buscarle a Él para que nos perdone. Esa idea de confesar es no intentar esconder absolutamente nada, sino ponerlo todo sobre la mesa y llamar pecado lo que Dios llama pecado. Y exponer o manifestar los pecados que hemos hecho. O sea, decir lo mismo que Dios dice. O sea, Dios llama a la mentira pecado. Entonces, llamamos a la mentira pecado. Dios dice la codicia es pecado. Pues usamos los mismos términos que Dios. El afán es pecado. Etcétera. Entonces, el punto es que es decir lo mismo, es reconocer los pecados específicos y confesarlos. Y también hay que reconocer que... por nuestra naturaleza pecaminosa, hay pecados que no los vemos. Nuestros ojos están velados. Estamos ciegos a muchos de nuestros pecados, entonces por ello debemos de pedir perdón también por los pecados que aún no entendemos o a los cuales aún estamos cegados a ellos. Que Dios nos dé a entender dónde pecamos y confesar todos nuestros pecados. Es reconocer que somos pecadores por naturaleza. Y también hemos pecado en práctica. O sea, no solamente somos pecadores desde nacimiento, sino que también hemos pecado. Y es reconocer nuestro pecado y confesarlo. Y es una práctica que continúa constantemente. Aunque hemos sido rescatados por la obra de Cristo en la cruz, aunque hemos creído en Jesús como Señor y Salvador, aún batallamos con nuestra naturaleza pecaminosa y por ello tenemos que constantemente vivir vidas de arrepentimiento. Reconocer que pecamos. Y pecamos todos los días. Y tenemos que confesar nuestros pecados. Y lo que Dios promete es perdonar, si confesamos nuestros pecados. Aquí nos dice, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. O sea, Dios perdona nuestra deuda y limpia nuestra impureza. Por eso ahí resalta que Él perdona nuestros pecados, o sea, nuestros errores, eh... Todos nuestros fallos no llegamos a su estándar y Él nos perdona. Es como esa deuda que tenemos y Dios nos perdona esa deuda. Pero toda esa suciedad por nuestro pecado, Dios la elimina, Dios la limpia. Él limpia nuestra impureza. Por ello el salmista, ahí en el Salmo de David, en el Salmo 51, del 1 al 2, Dice, ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones, lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Eso es Salmo 51, del 1 al 2. Y si notáis, en ese texto, él pide que Dios le perdone, que borre todas sus rebeliones, y que le limpie, que le purifique, y que lo haga conforme a su carácter. No es que el salmista tenga mérito alguno. No lo basa en su propio mérito, sino en el carácter de Dios. Y eso es exactamente lo que vemos aquí en 1 Juan capítulo 1 versículo 9, cuando dice, si confesamos nuestros pecados, Él, o sea, Dios, es fiel y justo. O sea, el perdón se basa en el carácter de Dios. Él nos perdona porque Él es fiel, Él es justo. Él va a cumplir sus promesas y Él ha provisto un Salvador para que Él pueda perdonarnos. Pero tenemos que reconocer que nuestro pecado nos separa de Dios. Nos dice Isaías 59 versículo 2, vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios. Y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír". Eso es Isaías 59, versículo 2. Nuestros pecados son un obstáculo en nuestra relación con Dios, por eso debemos constantemente confesar nuestros pecados. Es necesario mantener nuestra relación con Dios libre de obstáculos. Y Dios promete perdonar. Y hay seguridad del perdón y la limpieza de pecados por el carácter de Dios. Y Dios siempre actúa conforme a su carácter. Dios es fiel y justo para perdonar y limpiar pecado confesado. Y es que puedes confiar en el perdón de Dios porque Él es fiel. Él va a hacer exactamente lo que dice que va a hacer. Lo que dice que hará, eso lo va a hacer. Él cumple sus promesas. Él es fiel cumpliendo sus promesas de perdonar y purificar. Por eso Él promete que si confesamos nuestros pecados, Él promete perdonar. Y podemos confiar en que su perdón es real porque Él es fiel. Porque Él va a actuar conforme a su carácter. Y además, Él actúa conforme a su justicia, que Él es recto. Él hace lo que es recto siempre. Y es que si el pecador cumple las condiciones de la Palabra de Dios, sería injusto no perdonarle. Dios sería injusto si no perdonase a aquellos que confiesan sus pecados, porque Él ha dicho que el que confiesa sus pecados, le perdonará. y le perdonará por la obra de Cristo en la cruz. Sería injusto si pusiese a los que niegan su pecado al mismo nivel que aquellos que confiesan su pecado. Entonces, aquí, por eso resalta la justicia de Dios. Dios es justo al condenar al malhechor y al perdonar a aquel que se arrepiente de sus pecados, aquel que clama a Dios para salvación, para perdón, aquel que confía en Jesús como Señor y Salvador. Y es que Dios es fiel a sus promesas, al ser fiel a sus promesas es justo en perdonar. Y quizás dices, pero cómo puede el Dios justo, o sea, cómo puede Dios, en su justicia, perdonar Aquel que es culpable. Y es porque Cristo tomó la ira de Dios. Es porque Cristo murió en la cruz por nosotros. Él tomó nuestra deuda, nuestro castigo sobre sí mismo y murió por nosotros. Es la obra de Cristo en la cruz. Ese es el sustituto que Dios provee. El Salvador que Dios envió. Él envió a su Hijo para morir en la cruz por nosotros. Nos dice Romanos 3, del 21 al 26. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios. Testificada por la ley y los profetas. La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo. Para todos los que creen en Él. Porque no hay diferencia. Por cuando todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia a fin, perdón, a causa de haber pasado por alto en su paciencia los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia a fin de que Él sea el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús. Sus Romanos 3, del 21 al 26. Entonces, el hombre es pecador desde nacimiento. Ha heredado esa naturaleza pecaminosa desde Adán y Eva. Pero Dios ha sido muy paciente. Muy paciente. Entonces, podrían, las personas podrían decir, pero él es injusto, no condena al pecador. Pero entonces, Dios, manda a Jesucristo, o sea, manda a su hijo Jesucristo, quien es Dios encarnado, y él toma la ira de Dios. Él muere en nuestro lugar, lo cual demuestra la justicia de Dios, porque alguien paga esa deuda. Alguien toma la ira de Dios, que nosotros merecíamos, pero Cristo la toma sola en sí mismo y Él muere por nosotros. Y por ello manifiesta la justicia de Dios. Manifiesta que Él es justo. Y Él justifica O sea, declara inocente aquel que cree en Jesús como Señor y Salvador, porque Jesús es la propiciación. Nos dice ahí en el texto que acabo de leer en Romanos 3, versículo 25, a quien Dios puso como propiciación. Ese término propiciación se refiere al pago de rescate. Nosotros merecemos castigo, pero Jesús toma nuestro castigo. Él muere en nuestro lugar. Y al morir por nosotros, Él paga nuestra deuda. Pero nosotros tenemos que aceptar ese pago por nosotros. Aplicarlo a nosotros mismos. Creer en Él como Señor y Salvador. Y esa es la razón por la que Dios es justo aquel que acepta a Jesús como Señor y Salvador. Dios puede proveer perdón porque Jesús ya ha tomado el castigo. Él ya ha muerto por nosotros. Él ha tomado toda la ira de Dios por nosotros. Y por eso Dios puede perdonar al pecador. Cuando éste se apropia por la fe de la obra de Cristo en la cruz. Y confiesa sus pecados. Se arrepiente de su maldad. Confiesa sus pecados. Por eso nos dice aquí Primera de Juan, capítulo uno, versículo nueve, si confesamos nuestros pecados. Él, o sea, Dios, es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Nos dice... Primera de Pedro, dos, versículo veinticuatro, está hablando de Jesucristo, dice, quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero. para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia, y por cuya herida fuisteis sanados". Eso es 1 Pedro 2, versículo 24, donde nos dice que Jesús mismo tomó nuestros pecados. Él llevó nuestros pecados sobre sí mismo. Y murió por nosotros. Y por eso nosotros podemos vivir. Porque nos apropiamos de su sacrificio por la fe. y recibimos vida eterna, recibimos perdón de pecados. Nos dice Hebreos 9, del 24 al 28, porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora por nosotros ante Dios. Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el lugar santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera, lo hubiera sido necesario padecer muchas veces, desde el principio del mundo, pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después desde el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos y aparecerá por segunda vez sin relación con el pecado para salvar a los que le esperan. Esos deberéos nueve del veinticuatro al veintiocho. O sea, Jesús es quien toma el pecado sobre sí mismo y satisface la ira de Dios. Y por ello podemos recibir perdón de pecados. Es que el pecado nos hace culpables e impuros delante de Dios y por ello es necesario recibir perdón y limpieza. Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y los confesamos, Dios los perdona y los limpia. y ya no obstaculizan nuestra relación con Dios. Lo maravilloso es que aquí no pone límite al perdón de Dios. Dios perdona todos nuestros pecados. Por eso dice el esfili, justo para perdonar nuestros pecados. No hay un pecado demasiado pequeño, ni un pecado demasiado grande, ni una cantidad de pecados que Dios diga, no, esos no los perdono. Ah, mi misericordia, mi amor, mi gracia, mi perdón tiene límite. Eso no lo voy a perdonar. No. Él dice, si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Entonces, cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y los confesamos, Dios los perdona. Él los limpia. Y por ello, cuando nos hemos arrepentido genuinamente y hemos confesado nuestros pecados debemos de descansar en la palabra de Dios de que Él sí perdona y no debemos de dejar que Satanás nos siga acusando sino debemos de confiar en que Dios realmente nos ha perdonado porque en Apocalipsis 12 versículo 10 nos menciona que Satanás es un acusador y que nos acusa delante de nuestro Dios día y noche. Y ahí en Apocalipsis 12 están celebrando de que por fin Satanás ha sido lanzado fuera del cielo. Ya no tiene esa posibilidad de constantemente estar acusando a los creyentes. Entonces, no debemos dejar que nos siga acusando cuando hemos sido perdonados por Dios, porque la limpieza de Dios es total. Y Dios es el único que nos puede limpiar de la contaminación del pecado, por eso tenemos que acudir a Él para recibir perdón. Ahora, posiblemente los dos términos son sinónimos cuando menciona para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad, aunque también podría ser que esa limpieza de toda maldad significa la eliminación de la culpa y del poder del pecado en el corazón del hombre. Pero es que vemos cómo Dios toma la iniciativa, Él envía a su Hijo para pagar por nuestros pecados. Nos dice en 1 Juan capítulo 4 desde el versículo 9 hasta el versículo 10, dice, en esto se mostró el amor de Dios para con nosotros. en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él. En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Eso es 1 Juan, capítulo 4, desde el versículo 9 hasta el versículo 10. Sabemos ahí la iniciativa de Dios por su amor. Él envió a su Hijo para pagar por nosotros. Como mencioné, ese término propiciación se refiere a ese pago de redención, ese pago que nos rescata, que nos compra, nos da libertad. Porque estábamos sujetos a nuestros pecados por nuestra maldad, pero Cristo paga por nuestros pecados y nos da esa libertad cuando le aceptamos como Señor y Salvador. Y es que confesar que necesitamos limpieza de pecado por la sangre de Jesús nos permite andar en la luz y disfrutar de compañerismo con la comunidad de creyentes y con Dios mismo. Pero entonces, en versículo 10, vemos como el apóstol Juan, una vez más, se dirige a estos oponentes que continúan diciendo que no han pecado. Porque en el Siglo X dice, si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso. Y su palabra, no está en nosotros. Es que, negar que uno haya pecado, es un grave pecado. Y es decir, que Dios es mentiroso. O sea, el hecho de que Dios perdone, demuestra la realidad del pecado. pero negar el pecado pone en duda la fidelidad y la justicia de Dios. Negar el pecado es negar la necesidad del sacrificio expiatorio de Jesucristo. Decir que uno no ha pecado, realmente es pisotear la obra de Cristo en la cruz, es rechazarla, es negar la necesidad de su sacrificio expiatorio, de que Él murió en nuestro lugar. Ahora, aquí menciona dice, si decimos que no hemos pecado le hacemos a él mentiroso y su palabra no está en nosotros. Ahora, hay algunos comentaristas que piensan que el versículo 8, cuando dice, si decimos que no tenemos pecado, y el versículo 10, si decimos que no hemos pecado, piensan que son afirmaciones paralelas o son afirmaciones idénticas. Y piensan que el versículo 8 se refiere a una actividad continuada de que decimos que no tenemos pecado, y en versículo 10, si decimos que no hemos pecado, está refiriéndose a una condición de nunca haber pecado, de no haber pecado. Entonces, piensan que el mensaje es el mismo, pero presentado de diferente forma. Y piensan que simplemente el apóstol Juan está destacando los resultados. Versículo 8, nos estamos engañando. Versículo 10, le estamos haciendo a Dios mentiroso. Pero es más probable que en versículo 8, cuando dice, si decimos que no tenemos pecado, es que los oponentes están negando la presencia de pecado en ese momento. O sea, no tienen ningún pecado que confesar. Y por eso en versículo 9, el apóstol Juan dice, hay que confesar los pecados. Ellos están diciendo, yo no tengo ningún pecado que confesar. Pero el apóstol Juan está diciendo, si confiesas tus pecados, recibes perdón de pecados. Ellos dicen, yo no he pecado. ¿No? Entonces, va desde, en versículo 8 de decir, yo no tengo ningún pecado que confesar, pero en versículo 10, está diciendo, nunca he pecado. Y porque nunca he pecado, no hay necesidad de confesar pecado, porque no soy pecador. Esa es la diferencia. O sea, en el versículo 10, los oponentes están negando actos pecaminosos en el pasado. O sea, nunca han pecado. No solamente no tienen ningún pecado que confesar, sino que nunca han pecado. Y por ello, aquí está mencionando esas dos afirmaciones. No tengo pecado que confesar, en versículo 8, y en versículo 10, nunca he pecado. Y es que, aquí en versículo 10 dice, si decimos que no hemos pecado, o sea, que decimos que nunca hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, le estamos llamando a Dios mentiroso. y su palabra no está en nosotros. ¿Por qué le estamos llamando mentiroso? Porque su palabra nos dice que somos pecadores. Incluso nos dice Romanos 3.23, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios. O en esos textos que leímos anteriormente, hay en Salmo 14, Salmo 14, del 2 al 3, dice, Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres para ver si había algún entendido que buscara a Dios. Todos desviaron. Aún se han corrompido. No hay quien haga lo bueno. No hay ni siquiera uno. Eso es Salmo 14, del 2 al 3. Entonces, eso simplemente son algunos textos que resaltan que la Escritura misma nos dice que somos pecadores. Entonces, el negar que tenemos naturaleza pecaminosa, estamos diciendo a Dios, eres un mentiroso. Por eso aquí, el apóstol Juan está mostrando la seriedad de esa afirmación. Porque negar el pecado es negar la necesidad del sacrificio expiatorio de Jesucristo. Y Pablo mismo, el apóstol Pablo, deja claro, somos pecadores por cuanto todos pecaron. y están destituidos de la gloria de Dios. O sea, por nuestro pecado no alcanzamos la gloria de Dios, no tenemos acceso a Dios. Aquellos que niegan su pecado están diciendo que Dios es mentiroso. Lo cual están igualando a Dios, le están igualando al diablo. ¿Quién es el padre de mentira? Nos dice Juan 8, 44. Donde nos dice que no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira de suyo, habla porque es mentiroso y padre de mentira. Eso es Juan 8, versículo 44, donde está describiendo al diablo. Entonces, al llamar a Dios mentiroso, le estamos igualando con el diablo. Aquellos que niegan su pecado no conocen el Evangelio. Por eso dice la última frase, versículo 10, su palabra no está en nosotros. O sea, el Evangelio que resalta. Somos pecadores, necesitamos un salvador y Jesucristo es nuestro salvador. Es el hijo de Dios, Dios encarnado, a quien Dios ha enviado para proveer salvación, para morir en nuestro lugar. Pero aquellos que niegan que son pecadores no conocen el Evangelio. La única esperanza que tiene una persona, así, que niega que es pecador, es arrepentirse, es darse cuenta de sus pecados. Y es aceptar el mensaje de salvación en Jesucristo. Por eso, los primeros dos versículos del capítulo 2, en 1 Juan 2, versículo 1 al 2, dice, Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no peguéis. Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre a Jesucristo el justo, y Él, es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Eso es 1 de Juan, capítulo 2, del 1 al 2. O sea, Jesús murió por todos. Él murió por todos los pecadores. Él pagó por nuestra deuda. Y por eso tenemos que apropiarnos por la fe de su sacrificio en la cruz. El aceptarle como Señor y Salvador. Es necesario reconocer que el pecado es real. Es necesario reconocer que somos responsables por nuestro pecado delante de Dios. Pero Cristo murió en nuestro lugar. Y si le aceptamos como nuestro Señor y Salvador, entonces recibimos perdón de pecados. Cuando confesamos nuestros pecados, dice El Esfilii, justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Y es que Dios ha declarado su estándar moral, pero también ha provisto al Salvador. El Salvador que ha pagado por nuestro pecado. Nos dice Romanos 5, 8, más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Sus Romanos 5, versículo 8. O sea, Cristo muere en nuestro lugar. Somos nosotros los que merecemos morir. Porque nos dice Romanos 6, 23, la paga del pecado es muerte. ¡Has pecado! Sí, todos somos pecadores. ¿Qué es lo que mereces? La muerte. ¿Por qué? Porque esa es la condenación que Dios ha determinado. Les dijo a Adán y Eva en el jardín, si coméis de ese fruto moriréis. Eso es lo que heredamos. ¿Heredamos la naturaleza pecaminosa? ¿Somos pecadores? ¿Hemos roto la ley de Dios? Nos dice 1 Juan 3,4. Todo aquel que... 3,4. 1 Juan 3,4. Y de todo aquel que comete pecado, infringe también la ley. Pues el pecado es infracción de la ley. Ahí resalta que el pecado es romper la ley de Dios. Nacemos siendo culpables, mereciendo la muerte, pero Cristo muere en nuestro lugar. Él toma la ira de Dios sobre sí mismo y por ello podemos recibir perdón de pecados. Nos dice en 2 Corintios 5.21, al que no conoció pecado, está hablando de Jesucristo, quien es santo y perfecto, al ser Dios es eterno y es santo. Por eso dice, al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado. ¿Cómo? O sea, él tomó sobre sí mismo todo nuestro pecado. ¿Por qué? Dice 2 Corintios 5.21, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Entonces, al él tomar nuestro pecado, Él paga por nuestro pecado, elimina esa deuda, nos limpia de toda nuestra maldad, y Él nos da su justicia cuando nos apropiamos en su sacrificio por la fe, y por ello obtenemos perdón de pecados. Vida eterna, limpieza de toda nuestra maldad, pero un requisito es confesar nuestros pecados. Y por eso aquí nos dice, aquí en 1 Juan capítulo 1 versículo 9. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Entonces, debemos de reconocer que somos pecadores por naturaleza y que hemos pecado. Y debemos de confesar nuestros pecados. Confiesa tus pecados y recibirás perdón y limpieza. Vamos a terminar en oración.
Confiesa tus pecados y recibirás perdón y limpieza
Series 1 Juan
Sermon ID | 102024170184676 |
Duration | 46:02 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | 1 John 1:8-10 |
Language | Spanish |
Documents
Add a Comment
Comments
No Comments
© Copyright
2025 SermonAudio.