
00:00
00:00
00:01
Transcript
1/0
Santiago 1, del 12 al 17, dice, viene aventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de la vida, que el Señor ha prometido a los que lo aman. Que nadie diga cuando es tentado, soy tentado por Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal, y Él mismo no tienta a nadie. sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado, y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte. Amados hermanos, dice Santiago, amados hermanos míos, no se engañen. Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. Amén. Señor bendiga su palabra, vamos a orar, hermanos. Oh Dios, que estás en la altura y al mismo tiempo estás en todas partes, porque eres poderoso, eres omnipresente, omnisciente. Te damos gracias, oh Dios, porque Nuevamente has sido fiel, has sido misericordioso, tu gracia ha estado con nosotros y aquí estamos en este lugar alabando y glorificando tu nombre, Señor. Gracias porque ya te hemos cantado, ya hemos leído tu palabra y, Padre, no disponemos, oh Dios, a lo que tú has preparado a través de este predicador, el mensaje, Señor, para tu pueblo esta mañana. Te ruego, Dios, que acercamos de aquí a edificados, y con deseos también de lo que aprendamos, ponerlo en práctica, Dios. Gracias por tu palabra. Te pedimos pues que nos bendigas y que nos mantengas alertos a lo que tú tienes para nosotros. Gracias, oh Dios, en el nombre de tu Jesús, amén, amén. Bueno, pueden tomar asiento. Estamos entonces estudiando esta pístola de Santiago. Creo que vamos a pasar, si vamos a hacer varios años, creo, Estamos en el capítulo uno y estamos en el capítulo, en el versículo doce y es la quinta predicación esta, ¿verdad? Entonces, pero gracias a Dios está muy interesante, me ha ayudado mucho, a mí me ha aprendido bastante de Santiago, así que voy a ser un gran, un gran fanático de Santiago, ya que nos tenemos de aquí. Espero que ustedes también aprendan mucho, hermanos. El título de este sermón es, de esta predicación, La Culpa de la Tentación. Ya leímos la cita y estamos en una serie La Fe que Trabaja o La Fe que Obra, La Fe en Acción, ¿verdad? Eso es lo que hemos estado platicando y este es el título de esta mañana, La Culpa de la Tentación. Ya hemos dicho en estos anteriores mensajes, los cuatro que ya hemos visto, Hemos visto varias cosas, hermanos. Pero vamos a hacer un resumen para traernos de nuevo en línea para que entendamos también lo que vamos a hablar ahora. Ya vimos en primer lugar que Santiago se dirige a los judíos dispersos en todas partes. que han salido ya por persecución, o han sido deportados, o por su propia voluntad decidieron irse a otros países, a otros lugares. Pero también está escrita y dedicada a los cristianos hoy en día. Y especialmente aquí, porque estamos compartiendo esto, es para usted y para mí, hermanos. Es para esta iglesia de aquí, de Victorville, ¿verdad? Entonces, Santiago, a través de esta carta, nos está hablando a nosotros, ¿amén? Nos habla también a nosotros. Y en segundo lugar, hemos aprendido que El propósito de la epístola, por lo menos son dos razones, y es para traer consuelo a los cristianos que están pasando por pruebas y dificultades, pruebas y dificultades de todo tipo, y también para corregir y destruir también algunas doctrinas falsas, algunas enseñanzas falsas que se dan en la iglesia o en las vidas particulares. La segunda razón, entonces, o propósito, Esta carta es también para hacer un llamado a los cristianos, hermanos, a practicar su fe y probar su fe si es falta, para probarla y practicar la fe para ver si es falsa o es verdadera. Eso nos ayuda esta carta, a ver si nuestra fe de verdad es verdadera o es falsa. Y eso es el segundo propósito de Santiago al escribir esta carta. Decimos que Dios a través de Santiago nos ordena muchas cosas que se pueden resumir en el capítulo 1, versículo 22, que dice, sean hacedores de la palabra y no solamente, ¿qué?, oidores, que se engañan a sí mismos. O sea, aquí nos están imitando, nos están mandando a que practiquemos, practiquemos nuestra vida cristiana, que ponamos en práctica nuestra fe. Por lo tanto, va a ser probada también al mismo tiempo, si es falsa o es verdadera. Entonces, hermanos, ya que nos hemos introducido a esta epístola de Santiago, y que hemos visto que esta carta es muy práctica. Aquí Santiago nos enseña los principios de la fe. No nos enseña los principios de la fe, sino que nos enseña cómo aplicar esa fe que ya tenemos nosotros. Es ese conocimiento que tenemos de Dios y las Escrituras, cómo lo debemos de aplicar a las diferentes situaciones de la vida en particular. Eso es lo que nos está enseñando. No nos está enseñando cómo nosotros adquirimos la fe, ¿verdad?, sino cómo ponerla en práctica en cada situación de nuestra vida. Por lo tanto, Santiago no nos enseña qué debemos creer, sino que lo que debemos de hacer ahora que creemos. Eso es bien práctica, ¿verdad? Entonces, él no nos está enseñando, no nos enseñan doctrinas de la salvación, cómo debemos de creer, sino cómo o qué hacer ahora que ya creemos, cómo debemos de vivir con la fe que ya tenemos. Vimos también que Santiago no hace diferencia, si se recuerdan, entre pruebas y tentaciones, sino que en un sentido son las mismas cosas. Porque toda tentación es una prueba, ¿verdad? Y toda prueba también es una tentación. Así que el Señor permite que pasemos por pruebas y tentaciones. A veces las pruebas nos hacen caer también una tentación que eso nos puede llevar a pecar. Y eso es lo que vamos a ver esta mañana. Cómo resistir a esas tentaciones para no caer en el pecado. Santiago también nos enseña que para soportar estas pruebas, que pueden volverse tentaciones, necesitamos, ¿qué? Sabiduría, ¿se recuerdan? Si nosotros estamos enfrentando una tentación y pruebas bien difíciles, ¿qué debemos de pedir a Dios? Sabiduría, o sea, debemos de usar la sabiduría o necesitamos sabiduría y Santiago nos enseña a quién pedírsela. No nos enseñe que le pidan a ustedes al pastor, a un hermano más maduro, más consagrado, sino que a Dios, ¿sí? Debemos de pedir nosotros la sabiduría que necesitamos para todas las áreas de nuestra vida a Dios. Y dice que Él da sin reproche, da abundantemente. Él no le va a faltar la sabiduría porque se la dio, le dio más a alguien más, ¿verdad? Él da sin reproche y da la sabiduría que necesitamos. En el último sermón, entonces, vimos y aprendimos que Santiago nos manda a gloriarnos. ¿Se acuerdan? Fue la última predicación. Él nos manda a gloriarnos. Al igual que al cristiano pobre, porque hablamos de un cristiano pobre y un cristiano rico, ¿se acuerdan? Y él le manda a gloriarse al rico y al pobre. Y aparentemente, pareciera que es en cosas diferentes, pero no, es la misma cosa. El cristiano pobre, como el rico, se debe de gloriar. ¿En quién? En Cristo Jesús. en Cristo Jesús, en la cruz de Cristo. Deben gloriarse en la salvación, en ser hijos de Dios, tanto el rico como el pobre. Eso vimos la última vez. El rico no debe gloriarse en sus bienes, en sus posaciones, en su carrera, en su fama, ni el pobre en su escasez tampoco, o en sus pobrezas. Recuerden que el ser pobre no es una virtud de Dios para nosotros. El pobre no se debe de gloriar porque es pobre. sino en la obra redentora de Cristo Jesús en el Evangelio. En eso debe de gloriarse. Amén. Hermanos, es claro, es evidente que Dios ha elegido en este mundo no sólo a pobres y a ricos, ¿verdad? Porque a veces muchos tienen el concepto de que el cristianismo, el evangelismo, el evangelio dicen es para los pobres, ¿verdad? No para los ricos. Los ricos están en otras iglesias, ¿verdad?, donde se sientan que tienen sus bancas con sus nombres y más acolchonaditas donde pueden pasar más tiempo ahí. No es así, hermanos. Y es claro que Dios se ha elegido en este mundo no sólo a pobres y no sólo a ricos, sino que dentro de los pobres y dentro de los ricos a Él escogido Dios a su pueblo. Así como hay ricos cristianos, buenos cristianos, hay también pobres, buenos cristianos, también, geminos. tengamos cuidado hermanos en creernos más o menos porque estamos en una clase u otra. Delante de Dios, estamos hablando de clases sociales, ¿verdad? Delante de Dios todos somos iguales. Santiago nos enseña que pertenecemos más a una categoría especial. Todos los cristianos pertenecemos a la categoría de los salvos. Esa es la categoría en la que nosotros pertenecemos y ahí debemos de gloriarnos, ¿verdad?, en que somos salvos. Mencionábamos que es lícito para nosotros sentirnos orgullosos de que somos salvos, así como hay cosas lícitas de las que no debemos de gloriarnos, ¿verdad?, pero el ser salvo debemos de gloriarnos en un buen sentido, hermanos. Debemos estar orgullosos de que somos hijos de Dios. Ricos o pobres, entonces, hermanos, somos hermanos en Cristo. Tanto los ricos como los pobres pasan por pruebas. ¿O creen ustedes que no pasan por pruebas los ricos? Claro que sí, ¿verdad? Tanto entonces ellos como los pobres pasan por pruebas. Tanto unos como otros necesitan la salvación, necesitan la predicación de la palabra, hermanos, y de los medios de gracias, ¿verdad? Como los estudios que tuvimos el viernes, excelente. Todas las reuniones que tenemos, aparte del día del Señor, ante los ojos de Dios, hermanos, no hay diferencia. Si eres rico o eres pobre. En la última predicación también Santiago nos muestra su preocupación en la manera de cómo debemos vivir y nos advierte que no tengamos dos mentes, ¿de acuerdo? No tengamos dos mentes, no seamos de doble ánimo. O sea, el que habla una cosa y hace otra. Que dice que sigue a Cristo pero que vive a la manera del mundo también, ¿verdad? O sea, esos son los de doble ánimo, doble mente. Santiago nos llama entonces a tener una mente renovada y que nuestra identidad y valor la encontremos, no en los valores del mundo, materiales, sino en Cristo Jesús. Cristo Jesús, o sea, todo siempre, siempre Cristo Jesús. Entonces, hermano, ya dicho esto, veamos lo que Santiago nos enseña este día, a través de esta cita que hemos ya leído. Como ya hemos hablado, lo hemos dicho también y he explicado en las prácticas ya anteriores, Santiago usa las palabras, entonces, tentación y pruebas de la misma manera, ¿verdad?, siempre siendo defensa en eso. Y Santiago nos ha enseñado que el ser tentados o tentación, tiene el sentido esencial de probar. Eso es lo que hemos también aprendido. La palabra tentación o ser tentados tiene entonces el sentido, hermanos, esencial de probar, examinar o analizar, o comprobar. O sea, cuando nosotros somos tentados, somos probados, el propósito aquí es de probarnos, de examinarnos, de analizarnos, y comprobar que si la fe en la que estamos, de que confesamos, es falsa o verdadera. Y puede tener connotaciones también o significados positivos o negativos, dependiendo del concepto. Y ya leímos en el Santiago 1.12, y aquí esa palabra de tentación se emplea en un sentido de pruebas o exámenes. Pero en las que vamos a ver más adelante, en el 13.14, la idea es aquí clara que la tentación de que aquí se menciona es una invitación al mal. Ser tentado, o estamos siendo invitados a pecar, a hacer el mal. Y eso es lo que vamos a, Santiago nos enseña en esos capítulos que hemos leído y que vamos a estar meditando. La idea entonces aquí que es clara, de que esta palabra de tentación, en esta ocasión, es una invitación al mal. Aquí entonces Santiago trata sobre un concepto totalmente distinto. La misma palabra, tentación o prueba, se emplea para ambas ideas porque la diferencia principal no está en ser tentados o probados, sino en la respuesta de cada uno de nosotros. ¿Cómo vamos a reaccionar la respuesta de cada persona a esas pruebas o a esas tentaciones? Eso va a definir la fe de nosotros, y ahí vamos a definir la palabra tentado o probado. Si un creyente responde con fiel obediencia a la palabra de Dios, soporta debidamente una prueba. Este creyente será conducido a una firme posición espiritual. Si la persona con la tentada es probada, responde de una manera correcta, obediente a la palabra de Dios, ¿Qué va a obtener? Beneficios espirituales, la justicia, sabiduría y otras muchas más bendiciones espirituales porque respondió correctamente a las tentaciones y a las pruebas. En cambio, hermano, si caemos o sucumbimos, dice el hermano, es un comentario, o si nos damos por vencidos, nos rendimos, a través de las pruebas, las tentaciones, dudando de Dios, desobedeciendo, ¿será tentado a pecar a la persona? Sí. Hermanos, una respuesta correcta ante las pruebas y tentaciones nos van a conducir a una vida firme en el espíritu, lo dice el versículo 12 de Santiago 2. Una respuesta negativa a las pruebas y tentaciones nos conducirán al pecado y hasta la muerte, porque eso es lo que da como resultado, ¿verdad?, el pecado, la muerte. Así que veamos cómo cuando nosotros somos tentados va a depender del éxito de nuestra vida de cómo respondemos a las pruebas. Si respondemos de una manera negativa, ¿qué va a coger? Nos vamos a caer en el pecado y vamos a estar expuestos hasta la muerte, ¿verdad? pero si respondemos de una manera correcta, obedeciendo, vamos a obtener bendiciones espirituales. Ninguna persona, hermano, ni siquiera el cristiano más espiritual puede escapar de la tentación. Nadie. Ya lo vimos. Todos, tarde o temprano, vamos a estar envueltos en una tentación, una prueba. Todos. Aún el Señor en su vida, como hombre en su encarnación, quien no tenía carne pecaminosa, fue tentado por Satanás también, por las tentaciones, fue tentado Él. Sí, ¿verdad? Mateo 4.1 dice, entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Hasta Jesucristo mismo enfrentó las tentaciones, pero tuvo problemas Él para resistir las tentaciones. Él las pasó porque era obediente, se sometía entonces al Padre y él pudo pasarlas por ahí sin ningún problema. Un escritor de la Antigüedad dijo en una manera de burla, ahora mencionaba, me estaba recordando, porque mencionó que gracias a Dios, por la gloria de Dios, vamos a tener bautizos ya muy pronto. Y este hombre decía, hablando de la carne, Las tentaciones no son, ya vimos, vamos a seguir viendo que no son provocadas por Dios, porque Él no tienta a nadie, no vienen de Dios, pero porque están en nosotros, en nuestra carne. Y Él decía que el bautismo de un cristiano no ahoga la carne. ¿Sí? O sea, no quiere decir que el hecho de que van a bautizarse y se sumergen al agua, no quiere decir que sus pasiones pecaminosas se van a ahogar ahí en el bautismo, ¿verdad? No, siempre van a quedar ahí, siempre vamos a estar con esa pasión, esa debilidad de la carne. Así que los que van a bautizarse no quiere decir que no van a subir tentaciones. van a sufrir tentaciones. Pero el Señor está con nosotros y si actuamos de una manera correcta, obedeciendo al Señor, vamos a tener éxito en las pruebas y en las tentaciones. Pero hermanos, así como es algo humano que seamos tentados, también es humano y es evidente en todos el que se culpe a alguien o a algo. Y no solo por simplemente ser tentados, sino hasta cuando uno comete el pecado, cae terriblemente en el pecado, culpa a alguien. Siempre pasa eso, y eso es una característica del pecado, de que culpamos a algo o a alguien. Desde el principio, una de las principales características fue eso del pecado, la tendencia a pasar la culpa a alguien más o a algo, a alguien más, a otra persona o a algo, a alguna situación. Y nosotros como padres sabemos, hermanos, y los que no, aún los que no son padres pueden notar en los niños que están a su alrededor de que la culpa se pasa a otro. Los niños hacen algo y no reconocen que lo hicieron y a quién le echan la culpa, a otro niño más, ¿verdad? Entonces, desde ahí podemos ver de que La culpa siempre, desde pequeño, desde que uno nace, viene la culpa porque somos pecadores, ¿verdad? Y entonces estamos pasando la culpa a alguien más. Cuando Dios confrontó a Adán, ¿se acuerdan? Con su pecado, ¿qué le respondió a Adán? Esto es bien típico, ahí lo escuchamos a cada rato. ¿Qué le dijo? El hombre, o sea, cuando Jesucristo habla con Adán, le dice, el hombre respondió, la mujer que tú me vistes, ¿verdad? por compañera, me dio del árbol, y yo comí". Estaba echándole la culpa a alguien más. ¿Y ahí a quién se la estaba echando? A Dios mismo, lo peor que hizo, ¿verdad? Cuando el Señor le preguntó a Eva, dijo a la mujer, Dios, ¿qué es esto que has hecho? Y ella respondió, la serpiente, ¿verdad que me diste? La serpiente me engañó, y yo comí, respondió la mujer. Eva culpó a Satanás, pero lo que hizo peor aquí a Dan fue que culpó a Dios. Por eso el pasaje de ahora dice, ni siquiera piensen, ni se hagan creer ustedes mismos que cuando son tentados, son tentados por parte de Dios. O sea, porque Él no tienta a nadie, ni puede ser tentado. Entonces, porque siempre estamos... Ustedes han escuchado a veces a alguien de que, bueno, si algo le ocurre, algo terrible, no sé, algo fuerte, Dejan de venir a la iglesia porque dice, si yo no estaba a Dios, pues porque no me ayudó en esta situación, ¿verdad? ¿Quién está diciendo la culpa? A Dios. Y eso es lo peor que podemos hacer, ¿verdad? Que un cristiano puede hacer. Y es evidente, hermanos, que aquí Santiago no está hablando de aquellos insensatos, ¿verdad? Sino que está hablando de los creyentes. Por ejemplo, aquellos que dicen que son pobres, ¿verdad? Los pobres. Y ellos dicen que su pobreza los hace convertirse en ladrones, ¿verdad? ¿A quién están echando la culpa ellos? A la situación de la pobreza, ¿verdad? Entonces dicen, no, es que pues tengo que comer, tengo que alimentar a mi familia, que hacen robar. Y están echando la culpa a algo, ¿verdad? Que porque es su pobreza y por eso justifican los robos. o un hombre borracho culpa los problemas y presiones del trabajo o los problemas en la casa, presión en la sociedad, en su familia y justifica a sus borracheras culpando estas situaciones. Siempre echamos la culpa a alguien y dicen estos señores, estas personas que las situaciones, esas situaciones difíciles que pasan en su casa, en su trabajo, lo han conducido a refugiarse en el alcohol y se convierten en borrachos. Y después vienen manejando borrachos y pueden matar a alguien en un accidente y ellos siempre quieren justificar. Santiago tampoco permite, hermano, la idea, esto es, le enfatizé aquí, de que el diablo, bueno, después de que echale la culpa a Dios, pero muchos también le ponen, le dan la culpa a quién, al diablo. Y dicen, el diablo me obligó a hacerlo, ¿verdad? Entonces están siempre echando la culpa a alguien. En nuestro texto, hermanos, a estudiar hoy Santiago de una manera bien intensa, apasionada, de manera vehemente, él se opone de una manera intolerante, ¿sí? La idea de que nosotros debemos de culpar o que vayamos a culpar a Dios por ser tentados o por caer en la tentación. Es lo que Santiago nos está enseñando, nos va a enseñar ahora, y que no nos hagamos esa idea, ¿verdad? Y él se ha propuesto y se propone en esta carta de una manera apasionada a incitar, no, a reprendernos y a exhortarnos a que no le demos la culpa a Dios por haber sido tentados o por haber caído en la tentación. En otras palabras, haber pecado, ¿verdad? De ninguna manera, hermanos. En el versículo 13 dice, Santiago mismo dice, que nadie diga cuando es tentado, soy tentado por Dios, que nadie diga eso. Nadie diga, se traduce del verbo decir y está en forma o tiempo presente, activo, imperativo, y está también combinada con el imperativo negativo, nadie, o sea, decir, o sea, no diga nadie, nadie diga. Santiago lo menciona mucho y da mucho énfasis en eso. Y la idea aquí es que nadie se diga, es decir, que nadie se trate de convencer que cuando es tentado, está siendo tentado por Dios. No nos hagamos esa idea ni nos tratemos de convencer que si somos tentados, somos tentados por Dios. La idea misma, hermanos, esa misma idea de pensar eso, es diabólica. Y es anatema, ¿sí?, de culpar a Dios por nuestras tentaciones, por nuestras pruebas, y aún cuando caemos, ¿verdad? Lo que dice Santiago es, por lo tanto, es que nadie debe decir que Dios es siquiera responsable indirecto de la tentación a hacer el mal. Él no es de ninguna manera, hermanos, y en ningún grado responsable, directa o indirectamente, de que seamos nosotros tentados, y mucho menos a pecar. Santiago, hermanos, en su ardiente oposición a la racionalización, envía de culpar a Dios por enviar esa atracción por el mal, nos presenta cuatro pruebas, y eso es a lo que vamos a enfocarnos hoy. Vamos a ver cuatro pruebas que Santiago aquí nos muestra, bien fundamentadas de que Él, o sea, Dios, no es responsable por nuestras tentaciones y aún menos responsable por caer en el pecado. Vamos a ver estas cuatro pruebas que él nos las explica aquí en estos pasajes que hemos visto. Y vamos a ver que en el versículo 13, la segunda parte del versículo 13, él nos explica, Santiago nos explica la naturaleza del mal. Y en el segundo lugar nos explica la naturaleza del hombre. Y nos explica también la naturaleza de la concupiscencia o de las pasiones de la carne. y por último nos va a explicar la naturaleza de Dios. De esa manera, nosotros podemos entender exactamente de dónde vienen las tentaciones y vamos a evitar ese pecado que podemos cometer o podemos llegar a cometer de culpar a Dios. Vamos entonces, hermanos, a ver la primera prueba. Y es la naturaleza del mal. En el versículo 1, si tienen sus Biblias abiertas en Santiago 1, en el versículo 13, la segunda parte dice Porque Dios no puede ser tentado por el mal, y Él mismo no tienta a nadie. La frase aquí, hermanos, Dios no puede ser tentado, nos da el concepto de alguien sin la capacidad para la tentación. No tiene esa capacidad Dios, así como no puede mentir, no tiene la capacidad para mentir. No tiene la capacidad, la capacidad de Dios para atentar a nadie acerca de la tentación. Es lo mismo que ser invencible a los ataques del mal. En otras palabras, la naturaleza del mal la hace totalmente extraña, hermanos, a Dios. separados. Los dos se excluyen mutuamente en el sentido más completo y profundo. El mal y Dios no pueden habitar juntos. Los dos se excluyen mutuamente. Dios y el mal existen en dos reinos distintos que nunca se pueden encontrar. Por eso no puede. Santiago nos explica. La naturaleza del mal está totalmente opuesta a la naturaleza de Dios. Por eso no puede venir la tentación de Dios, porque Él no tienta a nadie. Él no tiene ninguna capacidad de tentar a nadie y no lo hace. Dios y el mal, hermanos, existen en dos reinos distintos que nunca se atraen. Dios es invulnerable al mal y es del todo impenetrable, hermanos, a sus intentos del mal. Dios está consciente del mal, porque se está consciente del mal, pero Él no lo puede tocar, o sea, el mal no puede tocar a Dios. Así como una ilustración de que el sol puede caer sobre la basura o puede tocar la basura, pero la basura no puede tocar al sol. Entonces, así Dios no puede ser tentador, hermanos, ni tinta a nadie. Ambos están, hermanos, separados y se excluyen. Esta verdad aquí, hermanos, que estamos presentando, tan a menudo en las Escrituras se encuentra, acerca del único Dios vivo y verdadero y estas verdades no las encontramos o no las enseñan en otras iglesias o no las practican otras religiones. Estos otros dioses, como son hechos por los hombres, ¿verdad? Esas otras religiones que enseñan acerca de otros dioses, como son hechos por ellos mismos, son inspirados también por los demonios. Estos dioses paganos siempre reflejan las debilidades y los defectos de quienes los crean. Estos dioses son, por lo general, inmaduros, son caprichosos, son mezquinos y hasta malvados. No sólo cometen pecados abominables, sino que también inducen a sus mismos súbditos, a las mismas personas que los hacen, y los invitan, hermano, y los hacen caer en vicios de todo tipo también, esos dioses que la gente hace, ¿verdad? Estas presuntas deidades pecan contra y entre ellos mismos, y pecan contra los seres humanos sobre quienes ejercen ese mismo control, ¿verdad?, injusto e inmoral también. Como han salido de las mentes corruptas y caídas, no pueden sino manifestar las características caídas corruptas de los que las crean, y así es, ¿verdad? Una vez estábamos comentando acerca de los de que los ídolos, como son hechos por humanos, corruptos, estas mismas personas que hacen los ídolos son igual que ellos. Dicen que son mudos, son ciegos, son sordos. El que es idólatra, eso que hacen sus ídolos, ellos mismos vienen a ser también como los mismos ídolos. No quieren escuchar el Evangelio, no ven las cosas espirituales, Sus pies van al pecado. Los que hacen los ídolos se vuelven igual que ellos, los mismos ídolos. Y eso es una verdad, hermanos. Mientras que el Dios que nosotros servimos, hermanos, el Dios de las Escrituras dice en Isaías 6.3, y Él dice y el uno al otro daban voces diciendo santo, santo, santo es el señor de los ejércitos llena está toda la tierra de su gloria ese es el dios que nosotros servimos santo, santo toda la tierra dice que está llena de su gloria ese es el dios que nosotros adoramos el dios de las escrituras ese es el dios que no está hecho por hombres el señor le dijo a muchas también que le recordara a su pueblo Israel que lo alabara. En Levíticos 19, 2 dice, mira, habla a toda la congregación, le dice Dios a Moisés, de los israelitas y diles, santos serán porque yo, el Señor, su Dios, también soy santo. Dios repite ese mandamiento también a la iglesia hoy en día, hermanos, en 1 Pedro 1, 16, porque escrito está, sean santos porque yo soy santo, dice también el Señor. Su santidad, hermanos, es eternamente pura. Por eso no puede ser que Él tiente a nadie, y el mal no le puede tocar. Su santidad, hermanos, es pura todo el tiempo, eternamente. Su santidad es mezclada solamente con la justicia pura y perfecta. Eso es lo que Dios es. Su santidad es una mezcla solemne y grande en la justicia, y es perfecta. Y con esa plena comprensión de que Dios es absolutamente impunelable al mal, o incluso a la tentación al mal, el profeta Abajug dijo también, miren, y él afirmó, muy limpios son tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión. que expresaba el profeta Habacú. También en Hebreo 7.26 leemos, al Señor Jesucristo, que era Dios en forma humana, se le describe como santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores. Amén. Para, nosotros escuchamos, sabemos del Padre Nuestro y lo escuchamos, ¿verdad?, que muchos lo recitan, ¿verdad?, como una oración, cómo decir, El Señor nos lo dio como un ejemplo, como un modelo, pero no para que repitieramos exactamente esas mismas palabras. Pero para algunos cristianos las enseñanzas de Jesús en el Padre Nuestro sugieren o creen que Dios puede, si quiere, meternos en tentación y por lo tanto tenemos que pedirle que nos libre del mal. Hemos escuchado en Mateo 6.13 donde dice Y no nos dejes caer en tentación, si no libran del mal. Esa es la versión que nosotros tenemos de la Nueva Biblia de las Américas. Pero miren, Reina Valera dice, y no nos metas en tentación. Puede haber una mala interpretación aquí. Dice, no nos metas en tentación, si no libran del mal. Y es diferente a la versión que nosotros tenemos que dice, y no nos dejes caer en tentación, si no libran del mal. La idea aquí, hermano, es que debemos pedirle a nuestro Padre Celestial que no nos lleve a una prueba o no permita a que nuestra fe sea probada a un grado que, por nuestra inmadurez y debilidad, pudiera convertirse en una tentación insoportable que nos pueda llevar a hacer el mal hasta pecar. Eso es lo que significa esa frase ahí, que no permita que nosotros lleguemos a un extremo de que no podamos resistir a esas pruebas y caigamos en el pecado, y debemos pedirle que nos libre de ese mal, no que él nos está metiendo ahí, nos está incitando al mal. Dios permite, hermanos, a las pruebas en las que pueden ocurrir las tentaciones, pero para hacer que los creyentes pequen, pero no para hacer que los creyentes pequen, sino para conducirlos a una mayor paciencia, madurez. Santiago 1, 2 al 4, lo leímos ya antes, esto reafirma lo que dice Santiago en 1, 3, dice, Dios no tienta a nadie, ¿verdad? Pablo les asegura a los creyentes en 1 Corintios 10, 13, no les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios que no permitirá que ustedes sean tentados, no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape. O sea, no está diciendo aquí que como Él les da la tentación, Él también va a poder decir la vía de escape, no. Cuando nosotros nos encontramos en esas pruebas, dice que Él nos va a proveer también para escapar de esas pruebas, de esa tentación, a fin de que podamos o puedan resistirlas. Eso es lo que está diciéndonos ahí. A veces podemos interpretar mal esa parte ahí. Entonces, ya vimos esta primera prueba que Dios no es. el culpable de nuestras pruebas. Él no nos tienta, porque no puede ser tentado. Veamos la segunda prueba, que es la naturaleza del hombre. Vamos a ver esta segunda prueba, que Dios no es tentado y es la naturaleza del hombre. En Santiago 1.14, de la cita que estamos usando, dice, sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión o concupiscencia, ¿verdad? No diga a nadie que es tentado por parte de Dios, sino que cada uno es tentado, ¿verdad?, cuando es llevado, traído y seducido por su propia naturaleza, por sus propias pasiones, es lo que está diciendo aquí Santiago. Y esta es la segunda evidencia, hermanos, de que Dios no es responsable de nuestras tentaciones, aun hasta de pecar. Y esa es nuestra propia naturaleza, esa disposición espiritual caída que nos hace susceptibles a la tentación, a la tentación. Dispuestos, estamos dispuestos o somos capaces de caer en esas tentaciones por nuestra misma naturaleza. Nos fue ahogada cuando nos bautizamos la naturaleza pecaminosa, ¿verdad? Siempre la llevamos. Y es por esa razón que nosotros somos tentados a pecar, ¿verdad? Y somos probados y si no resistimos, llegamos a pecar. Entonces, vamos a ver estas palabras, hermanos. Primero, en el versículo aquí 14 dice, cada uno, dice, ¿verdad? Si no que cada uno, dice en esta cita que acabamos de leer, y es que esta frase, hermano, hace énfasis en la universalidad de la tentación. O sea, todo ser humano va a ser tentado, todo cristiano es tentado, sea rico o pobre. Todos los seres humanos somos tentados. No hay hermanos y hermanas. hermanos, que no sean tentados o que no pasen por esta prueba. El tiempo presente nos pronuncia, hermanos, y nos subraya la realidad continua, repetida y es ineludible del proceso que ocurre, como dice nuestro pasaje. Que vamos a ver un proceso que ocurre, hermanos, de que si no resistimos a la prueba, a la tentación, vamos a dar como luz, como resultado del pecado. Cuando alguien de su propia pasión, concupiscencia, dice, dice la reina Valeria, dice la concupiscencia, dice, es atraído y seducido, vamos a usar otras dos palabras, atraído y seducido, vemos estas dos palabras atraído y seducido, hermanos. Vamos a ver estos dos términos y se traducen del original describiendo aspectos muy estrechamente relacionados, pero diferentes del proceso de tentación. Y el primero es que, por ejemplo, en la palabra atraído, y esto viene del verbo exalco del original, que significa quitar, arrastrando, como compulsando por un deseo interior. Y se emplea a menudo, hermano, como un término de cacería para referirse a una trampa tentadora destinada a atraer hacia ella algún ingenuo animal, ¿sí? O sea, cuando dice, cuando alguien es atraído o seducido, lo compara aquí el escritor como una trampa que alguien pone para un animal que quiere capturar. Y eso pasa con nosotros. Y el segundo término es seducido. Cuando la persona es atraído, después viene la otra frase, seducido. Este es un término que se usa para los por lo general para referirse a la pesca y se refiere a la carnada que se le pone al anzuelo, ¿verdad? O el cebo, se llaman unos, cuyo propósito es o era también el de atraer a la presa de la seguridad donde se encuentra a la captura y después hasta la muerte, ¿sí? Entonces, cuando usa la palabra esta de que cuando alguien está atraído, seducido, está hablando de que de que por medio de las tentaciones hay una atracción por lo que se le ha presentado y después es seducido. Es como esa trampa donde se le pone lo que va a hacer atraer al animal y después ese animal llega y es atrapado y llega a producir hasta la muerte. También se usa la palabra seducida al mismo tiempo. Pedro emplea dos veces este término, seducir en su segunda carta de Pedro, en 2.14.18 dice, tienen los ojos llenos de adulterio y nunca cesan de pecar, seducen a las almas inestables, tienen un corazón ejercitado en la avaricia, son hijos de maldición, pues hablando con arrogancia y vanidad, seducen mediante deseos o pasiones, carnales por sensualidad a los que hace poco escaparon de los que viven en error. Hermanos, muchos animales, incluyendo los peces, se atraen con muy buenos resultados a las trampas y a los anzuelos para los peces porque la carnada o cebo que se usa es muy atractivo. Así tiene que ser. Muchos usan los lombricitas, ¿verdad? Y los peces son atraídos por esta carnada o ese cebo que él le pone. Debe de parecer atractivo, hermanos. Debe de parecer apetecible, ¿verdad? Luce bien, huele bien. Y eso apela a los sentidos de los animales, si referimos a eso. Su deseo por el cebo o la carnada es tan intenso que los hace perder su precaución y pasan por alto la trampa. o el anzuelo hasta que es demasiado tarde y caen en la trampa, ¿verdad? Y esto está ilustrándolo aquí, se está ilustrando así cómo es que la tentación nos puede llegar a caer en pecado, hermanos. Es exactamente del mismo modo que nosotros caemos o sucumbimos a la tentación cuando nuestra propia concupiscencia, nuestra propia naturaleza pecaminosa muestra pasiones, ¿Nos atraen a las cosas malas que apelan a nuestros deseos carnales? Esas trampas que vemos de los, no sé, comerciales o lo que nosotros apelan a nuestros deseos y a veces caemos en el pecado. El pecado más nos puede parecer atractivo y deleitoso. Y por lo general así es. Sí, lo es. Al menos por algún tiempo. De lo contrario, hermanos, va a tener poco efecto sobre nosotros. Si no es atractivo, si no se ve deleitoso, no huele bien, como dice la carnada, no va a ser atractivo para la persona y no va a haber éxito. La naturaleza pecaminosa eso busca y se le va a presentar la trampa y la carnada de una manera atractiva, hermano, y no va a poder resistir iba a caer en ella si no resistió de una manera correcta. Satanás trata de mostrar el pecado, hermanos, lo más atractivo posible. No habría atracción alguna del pecado si no es atractivo. Y no va a ser atractivo a la pasión o las concupiscencias pecaminosas del hombre, que hace que el mal parezca más atractivo, hermanos, que la justicia. Vemos y aprendemos entonces, hermanos, que es la naturaleza pecaminosa del hombre, sus pasiones, su concupiscencia que hacen que él vea la falsedad. No es porque Dios lo hace, sino porque está en nosotros la tentación, esa pasión pecaminosa que podemos ver al enfrentarnos a una tentación, que la falsedad es más atractiva que la verdad. Puede pasar que la inmoralidad es más atractiva que la pureza moral, y las cosas del mundo son más atractivas que las cosas del Dios también. Y eso es lo que sucede, hermanos, porque tenemos nosotros nuestra naturaleza pecaminosa de ego. Según cómo andemos, cómo nos estemos usando de los medios de gracia, vamos a caer en eso. Vamos a ver las cosas del mundo más atractivas que las de Dios. Vamos a ver la falsedad como verdad. Vamos a ver la inmoralidad más atractiva que la pureza moral. ¿Sí? Porque está en nosotros esas pasiones. No podemos culpar a Satanás y a sus demonios, a los incrédulos o al mundo en general por nuestras pasiones, hermano, por nuestras pasiones propias. Sin duda alguna no podemos culpar a Dios, eso es definitivo. El problema no es un tentador de afuera, hermano, sino el traidor que está adentro de nosotros, ese remanente. Manolo, comparte una vez el remanente que mora en nosotros del pecado, ¿sí? Eso está ahí siempre y eso es lo que nos lleva a nosotros a caer al pecado si somos tentados. De nuevo, hermanos, no somos tentados, ¿verdad?, ni siquiera indirectamente de parte de Dios, sino que somos tentados y atraídos y seducidos por nuestra propia pasión pecaminosa, nuestros deseos caídos. Por eso es que nosotros caemos al pecado. Por eso nosotros cedemos a la tentación. El fallo, entonces, está completamente dentro de nosotros. Está en nuestra carne, hermanos, no redimida. ¿Cuándo va a ser redimida esa carne? En el tiempo de la muerte, en la glorificación. Hablando como cristiano y apóstol, Pablo, estamos hablando de él, confesó a todos los creyentes lo siguiente, en Romanos 7, 18-25, él dijo esto, Este es bien conocido y creo que ustedes, algunos que ya hasta lo saben de memoria. Romanos 7, 18 al 25 dice, Porque yo sé que en mí, dice, ¿verdad? Yo sé que en mí, es decir, en mi carne no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien no. pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo, ya no soy yo, yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí, la concupiscencia, las pasiones de la carne. Así que queriendo yo hacer el bien, la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la fe y del pecado que está en mis miembros, miserable de mí ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios por Jesucristo, Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con el otro, con la carne, a la ley y del pecado. Germías también apoyaba esto y en su testimonio decía Germías en 17.9, engañoso es el corazón más que todas las cosas. ¿Quién lo conocerá? Jesús también dijo, lo que sale de la boca, del corazón sale. Y esto contamina al hombre, porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los falsos testimonios, las blasfemias, etcétera, etcétera, etcétera, de la pasión de nuestra carne, de nuestra naturaleza pecaminosa, de nuestra concupiscencia. De allí sale todo eso, ¿verdad? Entonces, no podemos estar chocopando a Dios. Es la naturaleza de la carne. Por eso Jesús, sabiendo que sus apóstoles estarían sujetos a la tendencia de hacer lo malo, porque sí, ¿verdad? Él lo sabía, por su carne no redimida, les aconsejó lo siguiente, en Mateo 26, 41, dice, velad y orad para que no entréis en tentación. El Espíritu de la verdad, sí, está dispuesto, pero la carne es débil. Así que ese es el consejo que da aquí, ¿verdad? Mateo para que podamos resistir a las tentaciones. Aunque, hermanos, hemos sido salvos gloriosamente, ¿verdad? Hemos sido hechos participantes de la actividad de la naturaleza divina y tenemos el Espíritu Santo en nosotros. No obstante, retenemos a un enemigo dentro de nosotros, ¿verdad? La carne. En la forma... Ustedes quizás pueden preguntar, ¿pero de qué forma esa naturaleza pecaminosa la podemos identificar, hermanos? Con los deseos, con los anhelos, con las pasiones que nosotros seguimos, con la manera como nosotros nos conducimos, podemos ver y podemos identificar que sí tenemos esa naturaleza pecaminosa. Hermanos, cada persona tiene sus propios deseos, pasiones o concupiscencias. Es por eso que es su propia pasión. La pasión de usted no es la del hermano ni de la hermana. Cada uno tiene sus propias pasiones y su concupiscencia. Lo que debe preocupar a cada creyente ya que lo que es tentación para unos quizás no sea tentación para otros. Por eso es particular, hermanos. Cada quien tiene sus propias cupiscencias, lo que dice aquí Santiago. Cada quien, cada uno tiene su propia naturaleza pecaminosa. Para uno quizás lo que para otro es una tentación y no la puede resistir, para otro quizás sí. pero todos vamos a tener, tenemos esa situación. Lo que tenemos en común no son las pasiones, hermanos, y deseos carnales particulares, sino el hecho de que las tenemos y tenemos la responsabilidad personal a ellas de responder de una manera correcta para bendición o de una manera incorrecta para caer en pecado y hasta la muerte. Así que de eso depende de cada uno, ¿verdad? Cómo respondemos a las tentaciones. Si vamos a hacerlo de una manera correcta o incorrecta, y así vamos a tener los resultados. Vamos a ver la otra tercera prueba de que Dios no es fuente de la tentación, y esta es la naturaleza, hermanos, de la pasión o de las concupiscencias. En Santiago, entonces, uno quince dice, y dice, después cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado, y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte. hermanos míos, no se engañen, dice Santiago, ¿verdad? No erréis, dice otra versión. Entonces, una prueba más, hermanos, una tercera prueba de que Dios no es la fuente de tentación, se ve en la naturaleza de las pasiones o concupiscencias. Santiago aquí analiza la pasión o deseo de la carne desde un punto de vista práctico. Y aquí está, hermanos, toda la esencia, el meollo de de la enseñanza de Santiago acerca de la tentación. Santiago aquí cambia las metáforas que usó o que usamos de la cacería y de la pesca y ahora lo emplea o lo trae como un proceso del nacimiento para ilustrar su opinión o su entendimiento en cuanto a ese tema. Aquí se describe la concupiscencia o las pasiones como una madre que concibe y da a luz un hijo, y eso que consigue ese hijo es el pecado, y cuyo destino final es la muerte, porque así es lo que dice la Escritura. El Señor, entonces, por medio de Santiago pone en claro que el pecado no es un acto aislado, o ni siquiera una serie de actos aislados, sino más bien el resultado de un proceso específico que se, vamos a explicarlo de una manera breve, en cuatro pasos. Santiago aquí entonces pone claro que el pecado no es un acto aislado, ni siquiera una serie de actos aislados, sino más bien el resultado de un proceso. Hay un proceso en la concupiscencia cuando llega a dar como resultado el pecado y es un proceso específico y lo vamos a explicar en cuatro pasos, hermanos. El primer paso es el deseo. Es una traducción sustituta aquí de pasión o convicencia, el deseo. Antes de la salvación todos son esclavos de las pasiones. Todos son esclavos. Nosotros un tiempo fuimos esclavos de las pasiones, ¿sí? O sea, hasta vivíamos ahí. En Efesios 2, 1 al 3 dice, y Él les dio vida a ustedes que estaban muertos en sus delitos y pecados. en los cuales anduvieron en otro tiempo, según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre ellos también todos nosotros, todos nosotros que ya ahora somos hijos de Dios, en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne. y de la mente. No la resistíamos, la satisfacíamos los deseos de la carne, ¿verdad? Sin pensarlo, íbamos y corríamos y cometíamos el pecado, ¿sí? Satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, los mismos que los demás. La concupiscencia, hermanos, o deseos de la carne, se determinan si es correcta o incorrecta ¿Sí? Por el objeto que se desea y en parte por cómo y con qué propósito se desea. O sea que en sí, la concupiscencia, la naturaleza pecaminosa en sí, no dice si es moral o inmoralmente mala. ¿Sí? Si es moral o inmoral. Si no depende de cómo, si no depende y determina si es correcta o incorrecta por el objeto que se desee, y en parte también por cómo y con qué propósito se desea. El deseo y la pasión puede estar ahí, pero si no, si se actúa de una manera incorrecta o correcta, eso lo determina de otra manera. Comienza como una emoción, ¿verdad? Comienza como una emoción, un sentimiento, un anhelo por algo al principio pudiera estar en el subconsciente. Se desarrolla ese deseo desde algo profundo dentro de nosotros, expresando un deseo de adquirir, de lograr o poseer algo que no tenemos. Por ejemplo, quizás un carro, pasamos por una agencia de autos Quizás deseamos un carro por ahí, o pasamos por una casa y está el open house, y pasamos y empieza a ver ese deseo de cambiar lo que tenemos. Si le gustan las joyas, pasa por una joyería y empieza a ver y empieza a desear las cosas. Y hay un anhelo por desear las cosas. Entonces ahí empieza el deseo. Cuando nos formamos un deseo y un anhelo por tener esas cosas que ni necesitamos, pero las queremos tener. Entonces, ahí empieza. Ese es el proceso, hermanos, que aquí Santiago nos explica. Y el segundo paso es el engaño, hermanos. Tenemos el deseo, ¿verdad? Y después viene el engaño. El engaño está más estrechamente relacionado con la mente que con las emociones. Porque los deseos son emocionales, ¿verdad? Entonces, cuando viene el engaño, viene hacia la mente. Cuando pensamos en el objeto deseado, nuestra mente comienza a elaborar ¿qué, hermanos? Una justificación para tener aquello, ¿sí? Para conseguir aquello que hemos deseado. No tenemos que decirle a nuestra mente que justifique nuestra concupiscencia o nuestros deseos o pasiones. porque ya está muy predispuesta y es un producto de nuestra naturaleza caída, ¿sí? Nuestra mente es engañada, hermanos, ya por el deseo, ¿verdad? Como el deseo de tener lo que deseamos es tan fuerte e intenso, tenemos la tendencia a pasar por alto los peligros que puede traer eso o los daños posibles que puede traer ese deseo de lo que deseamos. Simplemente, hermanos, el deseo lo justifica el esfuerzo de tenerlo. Muchos se esfuerzan por tener algo que ya desearon y son engañados y lo pueden llegar a lograr por medio del esfuerzo y lo llegan a tener. Al llegar a ese punto, hermanos, dice Santiago, que la concupiscencia ha concebido. Porque ya lo deseó, ya fue engañada su mente, ya lo justificó y es como que ya consiguió, ¿verdad? Es lo que está ilustrando aquí Santiago. Por decirlo así, ha comenzado a formarse y a crecer ese niño adentro, Es lo que está ilustrando, como cuando la madre consigue y empieza a formarse ese bebé ahí, así es la tentación, hermanos. Empieza con un deseo, una justificación por tener aquello que se ha deseado como muy intenso, y ahí entonces ha sido concebido la vida de pecado. El tercer paso entonces es el planeamiento, ahora viene el planeamiento. Es cuando se comienzan a hacer los planes para llevar a cabo el deseo emocional que hemos ya concebido en nuestra mente. Se empieza a planear. Esta etapa implica nuestra voluntad, nuestra decisión consciente de complacer la concupiscencia, el deseo de la carne, hasta que se satisface ese deseo. lo que se ha anhelado, porque todo eso, al haber deseado y haberlo ya maquinado en nuestra mente, se racionaliza, hermanos. Ahora se busca conscientemente como un asunto de elección. Ahora ya están esos dos pasos, ahora vamos a elegir, vamos a decidir, ¿verdad? Y eso trae más nuestra mente envuelta. Y el cuarto paso y final es la desobediencia, hermanos. Si permitimos que el proceso continúe, hasta aquí podemos pararlo, ¿verdad? Ya lo deseamos, ya lo racionalizamos, lo estamos planeando, ahora viene el paso final. ¿Y qué es el paso final? Pues la desobediencia, ¿verdad? Estamos hablando del pecado. Si permitimos que el proceso continúe, el designio o plan o la intención inevitablemente produce desobediencia a la ley de Dios por medio de la cual da luz el pecado. El deseo conduce al engaño, el engaño al plan, el plan a la desobediencia que es pecado. Y ahí da luz el pecado. No hace falta, hermano, mencionar que cuanto más pronto en el proceso nos nos proponemos a resistir, tanto mayor es la probabilidad de que evitemos el pecado. En cuanto más pronto en este proceso de desear, de engañarnos o de racionalizar, planear, entre más pronto paramos, va a haber menos posibilidad de que caigamos en pecado, porque el resultado de todo va a ser el pecado, y el pecado es muerte. O sea, resistir al deseo, al engaño, al plan y la desobediencia. Por el contrario, hermanos, cuanto más demoramos en resistir, tanto mayor es la posibilidad de que se produzca el pecado. Si no resistimos y seguimos con el proceso, va a ser seguro que vamos a caer en el pecado, o sea, ese va a resultar como en el pecado. Sólo el cristiano, hermanos, que es capaz de controlar sus respuestas emocionales ante la tentación cuando aparece por primera vez, será capaz de enfrentar la vida sin caer en pecado. Sólo el cristiano que es capaz de controlar sus respuestas emocionales ante la tentación cuando aparece por primera vez, será capaz de enfrentarla sin pecar en su vida. ¿Habrá quien lo haga eso? ¿Podremos hacer nosotros eso? Hermanos, ninguno de nosotros lo va a resistir cada tentación con sólo rechazar de inmediato los malos deseos. Necesitamos entender vías para tratar con el pecado en cada etapa. Debemos saber algunas cosas, hermanos. Por ejemplo, debemos asegurarnos de estar en contacto con cosas que alimentan nuestras emociones de forma piadosa. Debemos estar reuniéndonos aquí, participándonos en las actividades. No solo ganamos directa y positivamente de los beneficios espirituales de estas cosas, sino que también el gozo santo que recibimos de ellas. logra que las cosas impías, si estamos nosotros envueltos en las cosas espirituales y estamos alimentándonos de las palabras del Señor, vamos a lograr que las cosas impías no sean menos atractivas, que sean menos atractivas y hasta repulsivas para nosotros. Eso es algo que debemos de hacer, hermanos, porque es difícil que que nosotros resistamos al principio de la primera en los deseos, resistamos a esas tentaciones y les pongamos un alto ahí. Puede ser que llegamos hasta concebir y dar a luz al pecado. Entonces, ¿qué debemos hacer entonces? Estar envueltos, hermanos. Estar en contacto con aquellas cosas que alimentan nuestros espíritus, nuestras emociones, ¿sí? De una forma piadosa. También debemos estar en guardia en lo que a nuestra mente se refiere. Miren ahí lo que dice Pablo en Romanos 12 de 2, dice, y no se adapten a este mundo, sino transformense mediante la renovación de su mente para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto. También ahí en Filipenses, Pablo aconseja a la iglesia de Filipos, dice, por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditar. Hay que estar envueltos y hay que estar meditando en la Palabra del Señor para que podamos resistir a esas tentaciones, hermanos. Si nomás estamos leyendo o escuchando las predicaciones de los domingos o nomás los estudios que tenemos y el resto de nuestra vida no estamos envolviéndonos o no estamos alimentándonos de las palabras del Señor, vamos a tener problemas para resistir a las tentaciones, vamos a tener problemas, vamos a pasar de un proceso al otro, vamos a decir las cosas, vamos a racionalizar, vamos a engañarnos nosotros mismos con las ideas y por último vamos a desobedecer y vamos a caer en el pecado. El Hijo hermanos, concebido por los deseos y las pasiones de la carne, nace como un asesino, ¿sí? Porque Romanos 6, 23 dice, la paga del pecado, ¿qué es? Muerte, ¿sí? Entonces, ese pecado, ese fruto, ese hijo que se concibe por medio de estas, de este proceso de las pasiones, de la carne, es un asesino, ¿verdad? Es el pecado, es muerte. Escúchenme esto, hermanos, miren, el pecado da a luz la muerte, pero la muerte física. O sea, da a luz la muerte, la muerte física que separa el alma del cuerpo. Da a luz también la muerte espiritual que separa el alma de Dios. Y por último, da a muerte también una muerte eterna que separa por siempre el cuerpo y el alma de Dios. Aquellos que nunca, ¿verdad?, creyeron en la obra de Jesucristo, este pecado va a dar, va a producir la muerte en ellos eternamente, o sea, separados de Dios, su alma y su cuerpo separados de Dios para siempre. Amén? Así que le hemos de trabajar en esto, hermanos. A la luz entonces de esas grandes verdades, hermanos, Santiago implora, así en el último pasaje aquí, Santiago 1, 16, dice, es de una manera implorando, ¿verdad? Pidiendo con mucha como le diría, pasión, dice, amados hermanos míos, no se engañen, dice, no erren, no erreis, ¿sí? Lo que quiere decir aquí es que dejen de culpar a otros, ¿sí? Dejen de culpar a otros o dejemos de culpar a otros o a los demás, a las circunstancias o a Satanás por las tentaciones y los pecados de nosotros, de ustedes. Por sobre todo, dice San Diego, no culpen a Dios. No culpen a Dios. Tomen ustedes toda la culpa, que es a quien les pertenece. Toda la culpa, todo lo que a nosotros nos sucede, si estamos en un problema difícil de pecado, es porque hemos desobedecido y hemos caído y hemos cedido a la tentación y dio a luz el pecado. No resistimos, ni la primera prueba, ni la ni la segunda, ni la tercera, y por último caímos, entonces pecamos. Por último, hermanos, y cuarta prueba de que Dios no es responsable de nuestras tentaciones es la naturaleza de Dios, ¿sí?, la naturaleza de Dios. Santiago afirma que Dios no es responsable de nuestra tentación a pecar porque su naturaleza misma es incompatible con la naturaleza del pecado, como lo vimos ya. Como Dios es totalmente recto y justo, hermanos, Por definición, él no puede tener parte en el pecado, en ninguna forma orado. Santiago 1.17 dice, toda buena dádiva, es el último pasaje, dice, toda buena dádiva y todo perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. Hermanos, lo que viene de Dios no es pecado. Lo que viene de Dios no es pecado. sino sólo que toda buena dádiva y todo perfecto. La perfección y santa bendición, bondad de Dios, trae como resultado que sus obras y su dar sólo reflejan su perfecta santidad y verdad. Así que no puede darnos, no puede seducirnos ni tentarnos al mal. Sus obras reflejan su carácter. De una manera negativa, Santiago está diciendo que desde la tentación hasta la comisión, Dios no tiene ninguna responsabilidad por el pecado. Y de una forma positiva, está diciendo Santiago que Dios tiene total responsabilidad por toda buena dádiva y que todo don perfecto que hay en nosotros es descendido de Dios, del Dios de las luces. del padre de las luces. Esta es la característica de Dios y esto es lo que Dios es. Él da siempre lo bueno. El Señor declara que por medio de malaquías, porque yo el Señor no cambio. Por medio de Juan también nos dice, Dios es luz y no hay ninguna tiniebla en Él. En Hebreos también nos dice, Jesucristo es el mismo hoy, ayer y por los siglos. los cuerpos celestes, las luces que Él creó, tienen varias fases de movimiento y rotación, y a veces cambian, a veces son más intensas, a veces son menos intensas, pero Dios es inmutable, Dios no cambia. Su creación cambia, pero Él no cambia. Y Él promete, hermano, le promete a usted, a mí, y a todos los que estamos en Cristo, dice en Mateo 7, 7 al 11, dice, pidan y se les dará. busquen y hallarán, llamen y se les abrirá, porque todo el que pide recibe y el que busca halla, y el que llama se le abrirá. O qué hombre dice, hay entre ustedes que su hijo le pide pan le dará una serpiente, una piedra, o si le pide un pescado le dará una serpiente, pues si ustedes siendo malos saben dar buenas cosas o buenas dádivas a sus hijos, cuanto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden. Amén, hermanos. Miren, y terminamos con un comentario para este pasaje que le dimos ahorita. Escuchen, hermanos. Lo que este pasaje nos está diciendo o significa es que cuando nosotros, como hijos de Dios, Recibimos de forma abundante, como dice este pasaje, ¿verdad? Lo que necesitan, pidan y se les dará, busquen y hallarán. Eso es lo que nos promete Dios. Si nosotros recibimos de una forma abundante y continua las bendiciones más valiosas, más gratas, hermanos, bondadosas, que nuestro Padre Celestial puede concedernos o darnos, ¿Por qué deberá alguna cosa mala tener la más leve atracción sobre nosotros? Con eso terminamos. ¿Por qué, si nosotros sabemos que Dios nos da tantas cosas buenas que son para nuestro beneficio, para todas las áreas de nuestra vida, son gratas, son valiosas, son bondadosas, por qué ¿Vamos a caer o vamos a ser seducidos o vamos a buscar la tentación o vamos a caer en la tentación? ¿Por qué debería alguna cosa mala tener una atracción, bueno dice, ni la mínima atracción sobre nosotros? Si disfrutamos de tantas bendiciones de Dios, ¿por qué vamos a ser atraídos por el mal, verdad? Bueno, por las concupiscencias que hay nosotros, pero podemos resistir, hermanos. ¿Por qué ceder entonces a la tentación? ¿Vamos a ser tentados? pero no debemos de ceder. Tenemos herramientas, hermanos, para resistir a las tentaciones y no culpar a Dios ni a nadie más, ¿verdad? A nadie, ni a algo más. Entonces, hermanos, con eso nos quedamos, ¿verdad? ¿Por qué vamos a ceder a las tentaciones? ¿Por qué vamos a caer a las tentaciones si tenemos todo lo que necesitamos por parte de Dios? ¿Amén? De ninguna manera, hermanos. Debemos de meditar en las cosas que Dios nos da, estar perseverando en la oración y en la lectura de la palabra, reuniéndonos cada vez que podamos y debemos de hacerlo, y no estar llenándonos nuestra mente, ¿verdad?, y maquinando deseos y engañándonos nosotros mismos con otras cosas que no nos van a servir para nada. Así que, hermanos, el Señor les bendiga, vamos a orar. Oh, bendito Dios, gracias. por esta Escritura en Santiago, Dios. Padre, te rogamos, te pedimos, oh Dios, que nos ayudes, Padre, a resistir a estas pruebas, a estas tentaciones, que a través de Santiago nos ha enseñado que estas tentaciones no vienen de Ti, que están en nuestra propia naturaleza y que las podemos vencer, las podemos resistir. si actuamos de una manera correcta, pero si actuamos de una manera incorrecta, lo que va a pasar y vamos a conseguir es el pecado. Y oh Dios, líbranos, Padre, de caer en tentación. Oh Dios, te ruego, pues, por este grupo de hermanos, que les ayudes, Padre, en sus vidas espirituales, que cada día, pues, nos propongamos a ser mejores y acercarnos más al carácter tuyo, Dios. Bendito seas, Padre. Damos gracias por este tiempo, lo ponemos entre las manos el resto del día y que todo sea siempre para glorificar Tu nombre, Padre. Gracias, oh Dios, te damos en el nombre de Tu Hijo, Jesús. Amén.
La Culpa de la tentación
Series La Fe Obrando
La Culpa de la tentación
Sermon ID | 102024053532096 |
Duration | 1:15:50 |
Date | |
Category | Sunday Service |
Bible Text | James 1:12-17 |
Language | Spanish |
Documents
Add a Comment
Comments
No Comments
© Copyright
2025 SermonAudio.